lunes, 27 de abril de 2020

Prólogo| Los Conventos fundacionales del Régimen Escocés Rectificado | Jean-François Var






Los Conventos fundacionales del Régimen Escocés Rectificado

Lyon 1778 - Wilhelmsbad 1782

Autor
Jean-François Var

Prólogo y traducción
Ramón Martí Blanco

Selección de textos entresacados de las Actas de
los Conventos de las Galias y Wilhelmsbad que
expresan la doctrina del R.E.R. 

Editorial masonica.es
SERIE AZUL (Textos históricos y clásicos)
www.masonica.es
© 2014 Jean-François Var
© 2014 EntreAcacias, S.L

1ª edición: julio 2014
ISBN (edición impresa): 978-84-942888-7-6
ISBN (edición digital): 978-84-942888-8-3
Depósito Legal: AS 02298-2014
Impreso por Ulzama
Impreso en España


Selección de textos entresacados de las Actas de los Conventos de las Galias y Wilhelmsbad que expresan la doctrina del Régimen Escocés Rectificado.

Ningún otro sistema masónico tiene documentados sus orígenes como el R.E.R., una masonería que exige a sus candidatos la condición de cristiano para poder pertenecer a ella. Sin embargo, esa exclusividad cristiana no está exenta de interpretaciones que han producido divisiones y enfrentamientos en su seno entre los partidarios de un cristianismo respetuoso con la doctrina de la Iglesia y aquellos otros que reivindican una doctrina propia del R.E.R. que se sitúa al margen de la ortodoxia comúnmente aceptada por las distintas iglesias cristianas.

Si bien el objeto del libro no es dilucidar el problema en un sentido o en otro, la selección de textos efectuada por Jean-François Var y sus comentarios, ponen de manifiesto lo que eran las intenciones de los fundadores del R.E.R. y lo que finalmente los Conventos aprobaron y que constituye la realidad actual del Rito Escocés Rectificado y el sistema masónico y caballeresco que lo sustenta y le da cobijo denominado Régimen Escocés Rectificado como bien señala el prologuista de la obra.

Fuente del Comentario:
www.masonica.es

Prólogo

La presente obra es la traducción del Cahier Vert – Numero Hors Série, editado por Éditions du Simorgh, en París, en abril del 2005, por cuenta del Gran Priorato de las Galias. Los Cahiers Verts, son también el boletín oficial de esta Obediencia masónica francesa, depositaria del sistema masónico conocido como Régimen Escocés Rectificado.

En este número extraordinario, y gracias al trabajo de Jean-François Var, tenemos una recopilación no exhaustiva de textos encaminados a presentar la doctrina del Régimen rectificado, entresacados de las Actas de los dos Conventos fundacionales del R.E.R.: el de las Galias, tenido en la ciudad francesa de Lyon, y el de Wilhelmsbad, que tuvo lugar en la ciudad alemana del mismo nombre, cerca de Hanau.

De todos los sistemas masónicos y ritos, conocidos y practicados en la actualidad, no hay ninguno que tenga documentados sus orígenes y su fundación, a excepción del sistema masónico y caballeresco conocido como Régimen Escocés Rectificado, practicante del rito masónico denominado Rito Escocés Rectificado. De ahí la razón de la publicación de los textos correspondientes a dichas Actas y documentos en lengua castellana para hacerlos accesibles a los masones y estudiosos de dicho sistema masónico en el ámbito hispanoamericano.

El Cahier Vert/Hors Série del 2005, recopila a su vez parte de esas mismas Actas publicadas respectivamente en los Cahiers Verts nº 7 (1985 – El Anteproyecto por Jean-Baptiste Willermoz), nº 8 (1986 - El Anteproyecto, continuación y final, Esbozo del Cuarto Grado), y nº 9 (1988 – Memorándum sobre la beneficencia de H. de Virieu; Proyecto de capítulo para el nuevo código masónico de H. de Virieu; Notificación por Charles de Hesse; y el Discurso de Ferdinand de Brunswick). El resto de lo publicado en el Cahier Vert del 2005, era hasta entonces inédito.

Por lo que respecta a lo publicado en lengua hispana, en su momento, el Priorato de Hispania, puso en marcha los Cuadernos Verdes, publicándose el número 1 en el año 1996, el nº 2 en el 1997 y el nº 3 en el 2002, que venían a ser la traducción de los tres últimos Cahiers Verts franceses mencionados, de tal manera que tampoco puede decirse que no se hubiera publicado nada en lengua castellana, relacionado con el Convento de Wilhelmsbad. Sin embargo, lo novedoso que nos aporta el Cahier Vert/Hors Série del 2005 (traducido aquí por nosotros), es la publicación de las Actas del Convento de las Galias y el Cuadro de Diputados, celebrado en Lyon, así como otros textos del de Wilhelmsbad, hasta entonces nunca publicados.

Así pues, los masones Rectificados, a diferencia del resto, tenemos perfectamente documentados nuestros orígenes, lo cual resulta de agradecer para orientarse y saber de dónde viene uno, pero la Masonería Rectificada, como toda obra humana —y por esa misma razón imperfecta, como la misma condición humana, y en consecuencia mejorable— no está exenta de claroscuros. La aportación efectuada por Jean-Baptiste Willermoz con el Régimen Escocés Rectificado a la masonería especulativa, es de todo punto memorable y aporta un aspecto que marcará de manera determinante distancias con todos los otros sistemas masónicos existentes en su época (recordemos las dos fechas del Convento de las Galias 1778 y de Wilhelmsbad en 1782) y los que vendrán después de su creación, y ese aspecto no es otro que devolver la Masonería especulativa a sus orígenes ancestrales de la Masonería operativa, que eran cristianos y particularmente católico-romanos.

Ello no quiere decir que el Régimen Escocés Rectificado esté adscrito a ninguna confesión en particular, pero se manifiesta específicamente cristiano, al explicitar al final del Artículo II del Receso del Convento de Wilhelmsbad: 

«…el apego más sincero a los dogmas, deberes & prácticas de nuestra santa religión cristiana…»,

subrayando con ello la noción de cristianismo que se entendía, para nada al margen de las Iglesias oficiales existentes en la época en que fue redactado, que para recordarlas, resumiremos diciendo que eran Occidente, Oriente y las surgidas de la Reforma luterana.

Creo que la frase citada en extracto es suficientemente clara, al no hacer referencia a ningún tipo de «cristianismo primitivo» de los primeros tiempos que pudiera servir de excusa para introducir por la puerta falsa doctrinas anteriores, claramente superadas, abandonadas y especialmente proscritas en los distintos Concilios de la cristiandad, y que nos sirven de referencia para dilucidar lo que cabe entender o no por ser cristiano.

Nuestros fundadores (Jean-Baptiste Willermoz, católico romano, pero también Bernard de Turkheim, que era luterano) hicieron un esfuerzo por superar en el sistema masónico que crearon, las diferencias de religión que habían enfrentado Europa con sangrientas guerras a católicos y protestantes, y que solamente en Francia en la segunda mitad del siglo XVI, supusieron hasta 8 guerras acontecidas entre 1562 y 1598 entre católicos y los protestantes calvinistas conocidos allí como «hugonotes».

Este cristianismo abierto a toda adscripción particular supuso en la práctica un ecumenismo del que el siglo XVIII no había todavía oído hablar y que en nuestros días constituye la principal preocupación de la cristiandad en general.

Sin embargo, nuestros fundadores eran hombres de su tiempo y en consecuencia, no eran ajenos al ambiente reinante en la Europa del siglo XVIII, marcado por el enciclopedismo que daría paso al imperio de la razón y la Revolución francesa, al igual que las curaciones magnéticas —estamos pensando en nombres célebres como Cagliostro, el conde Saint Germain, el mismo Martinès de Pasqually y también Messmer— así como la alquimia. Willermoz y su grupo no fue ajeno a estas influencias como muy bien relata Jean-François Var en su libro «Jean-Baptiste Willermoz, su obra». 

La masonería por su parte se debatía buscando un sentido a su existencia en aquella, su nueva etapa «especulativa». A título de comentario, es curioso contemplar como ese debate, continúa vigente en nuestros días, solo que los masones del siglo XVIII buscaban ventajas tangibles del tipo curativas, el del elixir de larga vida o el oro alquímico, mientras que en la actualidad el debate está más centrado en la acción social —olvidando la existencia de partidos políticos y sindicatos— o en una solidaridad o malentendida beneficencia, que acaba alineándose con el resto de ONG existentes, o se queda en una sociabilidad cortés y epicúrea más propia de un club social que de una sociedad como la Francmasonería que se dice y quiere iniciática.

Volviendo a la masonería del siglo XVIII, Willermoz, ante un panorama tan desalentador, siempre había creído que la Francmasonería tenía que procurar algo más, una Ciencia —como él gustaba decir— de índole superior, que fuera capaz de saciar esa sed de trascendencia, innata en el ser humano de todos los tiempos y de todas las épocas. Esa ciencia creyó encontrarla cuando conoció a Martinès de Pasqually y su Orden de los Caballeros Masones Elegidos Coen del Universo, pero la inesperada y repentina muerte de Pasqually lo dejó a medio camino en sus expectativas, encontrándose de improviso junto a Louis-Claude de Saint-Martin con una Orden sin aquel que la dirigía, y con unos textos y rituales inacabados, la cual trató de continuar durante un tiempo junto a Saint-Martin, en una reuniones y charlas que quedaron plasmadas en las conocidas como «Lecciones de Lyon» y que han llegado a nuestros días, gracias a los cuidados de Robert Amadou.

Terminado ese período, tanto Willermoz como SaintMartin, consideraron que no podían continuar con dicha Orden, máxime cuando Louis-Claude de SaintMartin tenía serias discrepancias —ya expresadas en vida de Pasqually— sobre la vía teúrgica de dicha Orden y la parafernalia que conllevaba, afirmando que para llegar a Dios no era necesaria y que bastaba con la vía del corazón, o del «interno» como gustaba decir, no siendo menester para ello ninguna Orden u estructura obediencial. Por ponerse al margen, Saint-Martín se situó a distancia de cualquier Iglesia, rechazando toda asistencia espiritual en sus últimos momentos, a pesar de haber escrito un buen número de obras y haber mantenido un marcado misticismo cristiano, si bien, a su manera como ahora veremos.

La «manera» a que nos referimos, era a la manera de Martinès de Pasqually, de la que bebieron tanto él mismo como Jean-Baptiste Willermoz. 

Los caminos de Willermoz y Saint-Martin se separan, yendo los pasos de este último tras el alemán Jacob Boehme, del que tradujo buena parte de las obras del llamado «zapatero de Gorlizt», dedicándose por otra parte a escribir los libros que constituyen su obra cuya lista es conocida por los interesados.  

Willermoz, por su parte, entró en contacto con el barón de Hund, que le habló y presento un sistema masónico establecido en Alemania como la Estricta Observancia, o también Masonería Rectificada de Dresde, siendo recibido en la misma y dando paso así mismo con él al entorno de íntimos que compartía sus preocupaciones del momento.

Los mismos dirigentes de la Estricta Observancia (Hund, Weiler y el mismo Ferdinand de Brunswick) no estaban muy convencidos del objeto y finalidades de dicha Orden (pretendía el restablecimiento de la Orden del Temple, con la contrariedad que ello suponía por parte de los distintos países en que en Temple había sido abolido —ante la expectativa que se les reclamara todo lo incautado a la Orden— y la misma Iglesia de Roma) y las enemistades con los distintos Reyes y gobiernos de países que sus pretensiones les pudieran procurar.

Willermoz vio entonces la oportunidad de «reformar» la Masonería Rectificada de Dresde, la cual juzgaba con bellas formas pero carente de fondo, de alma. Pensó entonces revitalizarla, introduciendo en ella lo que había aprendido de Martinès de Pasqually, dotándola de una metodología iniciática y unas instrucciones. 

Así, su idea sería reconvertir la Estricta Observancia, estructurándola en tres Clases concéntricas, siendo la primera Clase dedicada al estudio de los símbolos o Clase Masónica,
para pasar a la segunda Clase (u Orden interior), compuesta por una Orden de caballería, culminando el edificio como colofón una tercera Clase, denominada de la Profesión. Sin que tuvieran exactamente estas mismas subdivisiones, esas tres Clases ya existían en la Estricta Observancia, incluyendo la de la Profesión.

Había además —según nos dice el mismo Var en su comentario del «Anteproyecto»— en la idea de Willermoz, la existencia de una cuarta Clase que constituía el Nec Plus Ultra y que Willermoz tenía sepultada bajo el más espeso velo y de la que solo hacía mención de ella en la correspondencia ultra-confidencial, que era la de la Orden de los Caballeros Masones Elegidos Coens del Universo (con sus siete grados) que venía a ser el meollo, el núcleo de toda la concepción que se hacía de la vía iniciática que quería construir, recuperando con ello la obra y Orden de Martinès de Pasqually aparentemente abandonada.

Lo cierto, es que si realmente eran estas las expectativas de Jean-Baptiste Willermoz, éstas quedaron frustradas, pues el Convento de Wilhelmsbad solo ratificó y aprobó la primera y segunda Clases, del plan inicial de cuatro que Willermoz tenía en mente. El edificio en construcción quedó pues incompleto. Pero lo que constituye formalmente la Masonería Rectificada, el Régimen Escocés Rectificado, sí que quedó definitivamente aprobado y sancionado como podemos ver por las Actas del Convento, así como todo el magnífico conjunto de rituales, instrucciones y textos doctrinales (incluyendo la Regla Masónica Rectificada) que configuran esa excelente y eficaz herramienta de construcción y crecimiento personal para todo cristiano que es el Régimen Escocés Rectificado.

Todo lo que queda fuera de esto, no está formalmente aprobado y no existe. Haría falta en todo caso reunir otro Convento, para ampliar, modificar o cambiar lo que el Convento de Wilhelmsbad decretó y decidió.

Los masones Rectificados no podemos negar que la
inspiración en que se basan nuestros orígenes es problemática ya que la concepción que Martinès de Pasqually se hacía de ciertos aspectos que constituyen materia de fe cristiana, los entendía a su manera, en particular su concepción de la cristología. 

Robert Amadou, en la Introducción a su edición del «Tratado de la Reintegración de los Seres» de Pasqually, pone de manifiesto esas concepciones que no casan con la doctrina comúnmente acordada y aceptada por las Iglesias cristianas, diciendo: «Martinès se escandaliza que haya tres personas en Dios», y más adelante: «Martinès denuncia el dogma de la Trinidad», con lo cual, por mucha voluntad que pongamos, Pasqually profesaba doctrinas ajenas al dogma de la Santísima Trinidad, común para todas las Iglesias cristianas, al igual que presenta la caída de Adán como el motivo que obligó a Dios a la creación del mundo, o una concepción particular de la angelología, que se apartan de la fe cristiana.

Sin embargo —también los Masones Rectificados, conocedores de nuestros rituales y textos— tampoco podemos negar que todo lo que se afirma en nuestros rituales, instrucciones y textos doctrinales aprobados por el Convento de Wilhelmsbad, no se ajuste estrictamente a lo que hay que profesar y creer para decirnos cristianos en cualquiera de las confesiones cristianas existentes actualmente. 

Al parecer, Jean-Baptiste Willermoz, Turkheim y aquellos de nuestros fundadores que intervinieron directamente en la redacción y revisión de nuestros textos y rituales, se cuidaron muy mucho de que así fuera, dejando en todo caso esa parte de doctrina que no se ajustaría a la fe cristiana para las otras Clases que no fueron aprobadas en Wilhelmsbad

Consecuencia de todo ello: la Orden Rectificada y el Régimen Escocés Rectificado —de acuerdo a los rituales, instrucciones y textos doctrinales vigentes— es perfectamente acorde con la doctrina y fe cristiana. Punto.

Ahora bien, la Masonería Rectificada ha tenido problemas y disensiones tanto en Francia como en España; en España en el año 2010 y en Francia posteriormente en el 2012. Vayamos a analizar estos problemas, y ver si realmente están dentro o fuera del R.E.R. y las causas que llevaron a ello.

Como podemos ver por los Conventos cuyas Actas se reproducen en este mismo libro, la historia del Régimen Escocés Rectificado arranca desde la segunda mitad del siglo XVIII, pero su existencia, si bien ha perdurado ininterrumpidamente a lo largo de los años (la continuidad está debidamente documentada, con su exilio suizo y su vuelta a Francia) ha sufrido diversas vicisitudes que sería demasiado largo de enumerar aquí por lo que podríamos ir directamente al año 1983 en que mi querido y respetado Daniel Fontaine, accede a la dirección (1983-2005) del Gran Priorato de las Galias, en sustitución del conocido escritor Jean Tourniac.

Otro hito importante para el asunto que nos ocupa se produce el 13 de junio del año 2000, cuando la Gran Logia Nacional Francesa decide romper unilateralmente la Convención firmada en 1958 con el Gran Priorato de las Galias. Con esta ruptura unilateral e injustificada, el G.P.D.G. se encuentra libre de toda atadura u opresión que le impidiera practicar el R.E.R. en plenitud, y se dedica a ahondar en el depósito recibido. 

La figura de Jean-Baptiste Willermoz y su legado, junto a la de Louis-Claude de Saint-Martin —e inevitablemente con ellos Martinès de Pasqually—, empiezan a resurgir con fuerza y a partir del año 2005, el nuevo Gran Maestro, impulsa el Martinismo, promoviendo la Sociedad de los Independientes.

Es en esta profundización del legado de Willermoz que aflora la influencia de Martinès de Pasqually, su particular concepción de la Creación y el Universo, la lectura de su «Tratado», dando pie a que un cierto número de masones Rectificados con la doble condición de Martinistas, resaltaran un supuesto pensamiento de Jean-Baptiste Willermoz —pensamiento que por otra parte no aparece en ningún texto ni documento aprobado por nuestros dos Conventos fundacionales— y  que diferiría de la doctrina oficial comúnmente aceptada y aprobada por las distintas confesiones cristianas de la Iglesia, poniendo a los Masones Rectificados ante la tesitura de tener que escoger entre ser fieles a la Iglesia de Cristo o al supuesto pensamiento de Willermoz.

Quisiera recalcar de pasada, que todo Masón Rectificado, antes que masón es cristiano, pues esa es la condición que se le exige para poder pertenecer a la Masonería Rectificada, y es a la defensa de la Santa Religión cristiana a lo que se compromete —y acepta comprometerse libre y voluntariamente— cuando su entrada en la Orden.

La actitud de esos masones que no habían entendido su compromiso cuando su entrada en la Orden Rectificada, situaba con sus afirmaciones —basadas entre otras cosas, en que la resurrección al final de los tiempos, no se producirá con la resurrección de la carne (como por otra parte afirma el Credo cristiano) sino que se hará en cuerpo glorioso, contradiciendo la doctrina de la Iglesia— a la Orden de los Caballeros Bienhechores de la Ciudad Santa en un callejón sin salida, poniendo en entredicho lo proclamado, decidido y aprobado en el Artículo II del Receso del Convento de Wilhelmsbad, consistente en: «…el apego más sincero a los dogmas, deberes & prácticas de nuestra santa religión cristiana…».

Inaudito pero cierto.

No quiero decir con esto que los disidentes, inventaran sus afirmaciones y no las apoyaran en documentos y textos, pero esos documentos siempre han sido periféricos al R.E.R. y han consistido en cartas particulares de Willermoz enviadas a sus íntimos allegados y confidentes, en las que expresaba sus inquietudes y preocupaciones sobre lo que fue la obra de su vida —bien es cierto— pero que nunca han formado parte del cuerpo de rituales y textos constituyentes aprobados por nuestros dos Conventos fundacionales.

Entre esa documentación exhibida por los disidentes, están las Instrucciones a Profesos y Grandes Profesos de la tercera Clase, la cual no es preciso recordar de nuevo que nunca fue aprobada.

El Espíritu sopla donde quiere, y probablemente en Wilhelmsbad y a pesar de la heterogeneidad de la
composición de los Diputados al Convento, se valió de razones que nada tienen que ver con el caso que nos ocupa, para que esa tercera Clase quedara por aprobar. Como más arriba decíamos, sería necesario reunir otro Convento para ampliar, derogar o añadir lo que se decidió en Wilhelmsbad.

Lo que resulta fuera de toda lógica, y además constituiría un engaño, es que la Orden Rectificada se presente profesando «el apego más sincero a los dogmas, deberes & prácticas de nuestra santa religión cristiana» con el mero fin de captar candidatos, para después decirles —a aquellos que sean llamados a la tercera Clase después de largos años— que en realidad el gran secreto de la Orden Rectificada consiste en profesar una doctrina contraria a la de aquella Iglesia —de la que por otra parte se le exigió como condición que formara parte cuando su entrada—, y que todo cuanto se la ha dicho hasta ese momento era un engaño. Si así fuera, seríamos unos estafadores y mereceríamos el desprecio de toda la sociedad.

Los Masones Rectificados, en tanto que cristianos —como condición previa a la de masones— tenemos un solo Maestro, y además está en el cielo y este no es otro que Jesucristo. Todos los demás maestros, se llamen Martinès de Pasqually, Jean-Baptiste Willermoz, Louis-Claude de Saint-Martin, Robert Amadou o como se llamen, no son más que «pequeños maestros» como bien decía el Gran Maestro del Gran Priorato de las Galias, en su alocución de la Saint-Michel-2013: 

«Willermoz, Saint-Martin y Martinès de Pasqually ante el único y verdadero Maestro, no son más que «pequeños maestros» 

a los que podemos enmendar, oponer, contrariar —ya que enriquecer no es traicionar, sin incurrir en los relámpagos de una doxa demasiado farisea, como para que el Espíritu Santo haya dejado de soplar sea en la crucifixión sea en el nacimiento al cielo de los «pequeños maestros». 

Ante la controversia, y mientras no haya un nuevo Convento que siente nuevas bases, aquellos que tienen la responsabilidad de dirigir la Orden Rectificada, han de levantar sus voces y poner las cosas en el lugar que les corresponde, porque al fin y al cabo, es lo que se espera de ellos: un referente, que reafirme a sus gentes ante el desasosiego y la incertidumbre que proporciona un cristianismo de perfil bajo que desgraciadamente es el que impera en nuestro mundo actual, falto de compromiso e ideas claras, que sucumbe fácilmente ante las afirmaciones de la palabra docta y académica, cuyo supuesto conocimiento, retórica y coherencia hace tambalear una fe cristiana poco sedimentada.

Llevamos años y mucha literatura, que lo único que ha hecho es sembrar la duda en el espíritu de esos cristianos de perfil bajo a los que me refería, que por desgracia son legión en nuestras actuales Obediencias, resaltado aspectos en tal o cual parte de un determinado documento, tendentes todos ellos a sembrar la confusión.

Tenemos una Orden de caballería, y nuestra Orden Rectificada es conocida también como la Orden de los Caballeros Bienhechores de la Ciudad Santa, y en lugar de resaltar sus valores caballerescos —que a fin de cuentas no son más que valores cristianos— y el bien hacer que su propio nombre indica, presentamos a nuestros Caballeros con una imagen que deja entender estar más próxima al teúrgo invocador de espíritus, que al «pobre caballero de Cristo» al que aluden nuestros rituales. 

Podemos —y debemos— comentar y producir anotaciones al conjunto de textos que engrosan el bagaje relacionado con el R.E.R., pero no hace falta que lo hagamos siempre para recordar, que cuando Willermoz dice tal o cual cosa, en realidad está queriendo decir otra. Más nos vale que destaquemos los aspectos que demuestran la perfecta concordancia de nuestros rituales y textos con la tradición cristiana de las distintas confesiones, que invirtamos esfuerzo y tiempo por destacar aspectos que van en su contra, y en definitiva en contra del progreso espiritual de todos los miembros de nuestra Orden Rectificada, objeto último de nuestra Institución.

Diferenciemos y separemos la Masonería Rectificada de todo aquello que no es masonería, y que solo quiere y necesita al R.E.R. para justificar y legitimar su propia existencia, aludiendo a un común origen –que no negamos, ni al que tampoco renunciamos- pero al que no nos podemos supeditar de ninguna de la maneras, asumiendo los errores doctrinales de un judeocristianismo superado por posteriores Concilios de la Iglesia, nosotros, pobres seres caídos, pero conscientes de nuestra anterior grandeza y origen, y conscientes también que ese camino de retorno solo podrá llevarse a cabo por la mediación salvadora y salvífica del gran Reparador (por utilizar el léxico que nos es propio a los Masones Rectificados), verdadero Dios y verdadero Hombre, encarnado en María, muerto y resucitado en la carne, como resucitaremos todos al final de los tiempos.

Ante tal estado de cosas no podemos continuar impasibles. La inacción es culpable para aquellos que tenemos capacidad de actuación para con el R.E.R. Hay que desenmascarar esas doctrinas que nos confunden y corrompen. Se ha dicho que Martinismo y R.E.R. es lo mismo, poniendo ejemplos como el del Martinismo Ruso. 

Lo que se quiere dar a entender es falso. Después de Wilhelmsbad, lo que se acordó en el Convento no prosperó ni en Francia ni en Alemania, pero sí en Rusia. En Francia, porque los tiempos después de 1782 y hasta el estallido de la Revolución andaban muy revueltos y la sociedad francesa no estaba para propuestas espirituales. 

En Alemania, porque no llegaron nunca a aceptar de buen grado la reforma propuesta por los franceses, y la mayoría de Logias volvieron a la Estricta Observancia hasta su desaparición. Sin embargo la situación fue distinta en Rusia, y Novikoff puso en práctica la Reforma y la continuó hasta 1792, fecha en que Catalina II prohibió su actividad a causa de las presiones venidas de Francia y el nuevo gobierno revolucionario. 

No obstante, el Régimen Escocés Rectificado se dio a conocer en Rusia como Martinismo a causa del entusiasmo de Novikoff por Louis-Claude de Saint-Martin, pero no podía tener nada que ver con el Martinismo actual porque dicha Orden fue creada por Gérard d’Encause (Papus) y Augustin Chaboseau en 1890, casi cien años más tarde de ser prohibido el R.E.R. en Rusia. Así pues, el Martinismo no tiene nada que ver con la Masonería Rectificada ni con el R.E.R. entre otras cosas porque no se trata de masonería.

Por añadidura, el Martinismo sin ser en sí mismo una iglesia, sí tiene una «iglesia» propia, la Iglesia Gnóstica Universal creada por Jules Doinel entre 1890 y 1892 (o variantes como la Ecclesia Gnostica Christianna), de la que son nombrados «obispos» todos sus dirigentes, pero esa «iglesia» no es en absoluto asimilable a ninguna Iglesia cristiana al profesar doctrinas contrarias a la misma, y quedar sus seguidores fuera del cristianismo.

La tolerancia no es aquí aplicable, cuando anda en juego lo que podríamos llamar en el siglo XXI el «ADN» del cristianismo, cuando hay en juego los dogmas de fe que son la base de la fe cristiana. 

Tampoco cabe la posibilidad de cubrir ese tipo de desviaciones bajo el manto del esoterismo, o de una supuesta iniciación, cuyo conocimiento dispensado, pondría a sus poseedores por encima de los simples creyentes que quedarían así como unos imbéciles ignorantes. 

Y les decía Jesús:

 «¿Acaso se trae una lámpara para meterla debajo de un cajón o debajo de la cama? ¿O para ponerla en el candelero? Si algo se esconde es para que se descubra, si algo se hace a ocultas es para que salga a la luz. El que tenga oídos para oír, que oiga.» (Mc 4, 21-23)

He oído hablar en distintas ocasiones de una doctrina propia de la Orden Rectificada. Además de esa doctrina, añadiré que hay también una manera de hacer, una manera de enseñar, una metodología iniciática que le es propia y que le debemos a Jean-Baptiste Willermoz cuyo genio y acierto al construirla, consiste más en sugerir (para el propio interesado reflexione y saque sus conclusiones) que en pontificar o establecer claramente criterios determinantes. En este sentido, podemos encontrar en nuestros rituales frases como:

«…sabemos que toda opinión sofocada o adoptada por mera complacencia, no es nunca sólida ni provechosa y su inestabilidad se manifestará tarde o temprano» [ritual MESA del G.P.D.H., pág. 98], o también:

«…son menos los secretos que hemos querido revelaros, que verdades hemos procurado grabar en vuestra alma» [ritual CBCS del G.P.D.H., pág. 89]; siempre llevando dulcemente, pero respetando siempre también el libre albedrió que Dios dio al hombre. Volviendo a la doctrina, lo que está absolutamente claro es que dicha doctrina no puede en modo alguno ser contraria a la doctrina que constituye la Fe de la Iglesia (entendiendo las distintas confesiones cristianas), porque si así fuera, los dirigentes de la Orden Rectificada serían unos estafadores y harían lo contrario que dicen nuestros rituales aprobados en nuestros Conventos fundacionales: 

«Si, la Orden [entendiendo con ello la Orden de los Caballeros Bienhechores de la Ciudad Santa] es cristiana; debe serlo y no puede admitir en su seno más que a cristianos». 

Doctrina Rectificada, sí, pero en absoluta consonancia con la doctrina de la Iglesia.

El Régimen Escocés Rectificado tiene sus peculiaridades, y si por una parte puede presumir de tener
bien documentados sus orígenes, hay que reconocer que tiene ciertas influencias en esos orígenes no
deseables o cuando menos cuestionables desde la óptica de la ortodoxia cristiana. Como toda obra humana tiene sus imperfecciones —¿cuál no?—, y si bien esas influencias de las que hablamos no aparecen claramente en nuestros rituales, instrucciones y textos doctrinales aprobados en nuestros dos Conventos fundacionales, están ahí en germen y siempre saldrá algún loco interesado en ponerlas de manifiesto, por mucho que tenga que ir a buscar esos indicios fuera de nuestro cuerpo doctrinal. Si no estamos siempre vigilantes, si no estamos siempre atentos en una vigilia perenne, el ladrón se colará entre el rebaño y sembrará el desconcierto.

Aquellos que tienen la responsabilidad de dirigir la Orden Rectificada han de hacer la guardia permanente, guardando este Grial que constituye la fe de la Iglesia, que quizá no procure curaciones espectaculares en este mundo, ni riquezas materiales, pero cuyos sacramentos procuran la Salvación.

Todo ha sido dicho por lo que respecta a la Masonería Rectificada, al Régimen Escocés Rectificado o bien la Orden de los Caballeros Bienhechores de la Ciudad Santa. Lo demás, será lo que sea pero no se trata de Masonería. No nos dejemos confundir. Sirvan estas breves líneas como humilde aportación a esa vigilia de la que hablaba y de la que todos aquellos que en un momento u otro hemos tenido responsabilidades en la Orden Rectificada, somos deudores. Seamos la luz que luce en las tinieblas, cual faro para navegantes por estas aguas procelosas.

Barcelona, 6 de junio del 2014

RAMÓN MARTÍ BLANCO
Gran Maestro y Gran Prior Emérito
GRAN PRIORATO DE HISPANIA


Advertencia al lector:
Las negrillas utilizadas fueron añadidas por el editor del blog, a fin de hacer énfasis en palabras claves propias de la Orden Rectificada, así como también de nuestra rica Tradición Cristiana.


Acerca del autor

Masonería Cristiana

lunes, 20 de abril de 2020

RELACIONES ENTRE MASONERÍA Y CABALLERIA ¿ES EL ESCOCISMO EL ESLABÓN PERDIDO




Esta imagen fue proporcionada por la Biblioteca Británica a partir de sus colecciones digitales. También está disponible en la página web de la Biblioteca Británica. Entrada en el catálogo: Royal MS 2 A xxii, Dominio Público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=11376545




Es comúnmente aceptada entre los masones de la masonería moderna actual la relación entre masonería y caballería. Dicha relación es establecida por vez primera por el caballero escocés Andrew-Michael Ramsay (1686-1743) en su célebre discurso(1)  pronunciado en 1736, en que formula una relación fabulosa entre la primera masonería de oficio u operativa y la caballería que nunca llegó a ser demostrada, pero que sirvió para relacionar míticamente ambas instituciones, si bien existe entre ambas –en su segundo estadio en que ambas han llegado a nuestros días- ciertos paralelismos y coincidencia en sus fines y objetivos.

La masonería especulativa, en sus diversos ritos o sistemas masónicos que nos son conocidos, tiene a la caballería muy presente en sus estructuras (en sus grados denominados –en muchos casos indebidamente- “superiores”, “filosóficos” o “colaterales”), aunque su encaje en dichos sistemas, no siempre resulte coherente ni tiene en todos los casos la forma de orden de caballería religioso-militar por todos conocida. Hagamos un repaso por los sistemas masónicos en que la caballería está presente.

En el Rito Escocés Antiguo y Aceptado, la caballería está presente en algunos de sus grados, pero como un grado masónico más dentro de la estructura de 33 grados de que se compone ese sistema masónico. No se ajusta pues a la noción de Orden de Caballería de que estamos hablando.

En el Rito de Memphis y Mizraïm (compuesto de 99 grados) tienen también grados caballerescos (en particular del 15 al 32) pero son considerados como un grado masónico más dentro de su estructura y están entremezclados con lo cual no se ajusta tampoco a la noción de la que estamos hablando.

En el Rito Francés (tanto en sus acepciones Moderno o Tradicional), existe una Cuarta Orden, denominada “Príncipe Rosa-Cruz” que es un grado claramente caballeresco pero cuyo comportamiento formal y signos exteriores son meramente masónicos. Es preciso decir de pasada que el Rito Francés es en sus orígenes nítidamente cristiano, si bien en su acepción “Moderna” ha dejado de serlo, continuando solamente como rito cristiano en aquellas Obediencias que continúan practicándolo como en sus orígenes.

En los Ritos ingleses (véase Emulación y York) existe claramente por encima de los tres primeros grados simbólicos una orden de caballería, denominada de los Knights Templar, pero que queda desgajada y despegada de su estructura anterior y sin orden de continuidad, estando allí como un ente autónomo que se conoce como “grados colaterales” aunque su acceso esté restringido a masones cristianos, mientras que esa exigencia no es tenida en cuenta en la masonería simbólica de la que se nutre y provee dicha orden de caballería, cosa que puede causar controversia entre los masones no cristianos que llegan a sus puertas y desconocen dicha exigencia de acceso, al verse excluidos.



Tenemos por otra parte una serie de sistemas masónicos –algunos de ellos todavía existentes y vivos a día de hoy, y otros que desaparecieron en el siglo XVIII (a pesar de ciertos intentos por recuperarlo sin ningún tipo de filiación)- que tienen dentro de sus estructuras sendas Órdenes de caballería –aunque no coincidan entre ellas en las subdivisiones existentes dentro de esas Ordenes caballerescas- y que tienen por origen el desaparecido sistema masónico conocido como Estricta Observancia, así como denominador común la exigencia de ser cristiano trinitario para poder acceder a las Obediencias que lo practican, y una clase masónica entre lo considerado comúnmente como masonería simbólica y la Orden interior de Caballería, que es el grado de Escocés y que actúa a modo de bisagra entre la clase simbólica y la Orden de Caballería, dando un encaje al conjunto coherente y estructurando mientras que en otros sistemas masónicos ese conjunto queda descohesionado.



Me estoy refiriendo –por una parte- al Rito Sueco[2] (practicado por las Obediencias nórdicas de los países escandinavos: Suecia, Dinamarca, Noruega, Finlandia pero también Islandia) y al Rito de Zinnendorf[3], practicado todavía en Alemania (y tambiénen Austria), en el seno de la Grosse Landesloge der Freimaurer von Deutschland, y por otra, al Régimen Escocés Rectificado(4) , practicante de lo que se conoce como Rito Escocés Rectificado. Quedaría finalmente la Estricta Observancia, desaparecida en Alemania poco después de 1782, pero con fuertes vínculos con el Régimen Escocés Rectificado como explicaremos más adelante, y que al fin y al cabo fue la cuna de todos estos sistemas masónicos últimamente mencionados.


Tanto el Rito Sueco, como el Rito de Zinnendorf, el Régimen Escocés Rectificado y la Estricta Observancia en su momento, son todos ellos cristianos trinitarios como por otra parte lo era la masonería de oficio u operativa y así mismo la especulativa en sus comienzos.

Sobre el origen cristiano y en particular católico-romano como no podía ser de otra manera en el siglo VIII de la masonería de oficio u operativa, tenemos autores que han estudiado en profundidad -como es el caso de Eduardo R. Callaey[5]- los orígenes de la masonería medieval, quedando establecido en qué modo y manera la Orden benedictina y personajes tales como san Beda (apodado el Venerable) en Inglaterra con su libro Acerca del Templo de Salomón y posteriormente en el siglo XI en Alemania, Wilhelm de Hirsau[6], en las logias benedictinas establecidas en Alemania con lo que se conoce como constituciones Hirsaugienses, dotaron a las agrupaciones de simples constructores de un sentido trascendente a su oficio, poniendo a Dios como centro, objetivo y fin de su trabajo. De este modo, esos constructores y picapedreros, vinieron a transmitir no solamente un conjunto de conocimientos técnicos relacionados con el oficio de construir, sino que desarrollaron también un lenguaje propio que hablaba de la historia del hombre y de la Creación, y que dejaron esculpido en la piedra de multitud de capiteles y pórticos extendidos por toda Europa, instruyendo al pueblo y su posteridad sobre las verdades que profesaban.

Quizá los únicos que pongan todavía en duda hoy esos orígenes cristianos y el papel determinante de la Orden benedictina en lo que podríamos llamar la “cristianización” del oficio de construir de esas primeras agrupaciones o guildas, sean los mismos masones, como tuve ocasión de comprobar en una reciente visita turística al antiguo monasterio benedictino de Sant Pere de Rodes, en el paraje del Cap de Creus en Girona. Dicho monasterio, abandonado definitivamente para su función hacia finales del siglo XVIII a causa de la desamortización de Mendizabal, cuenta con una iglesia románica del siglo X cuya extraordinaria altura y originalidad arquitectónica la convierte en edificio único en el mundo medieval. Pues bien, pude oír como el guía que explicaba a un grupo de turistas visitantes los pormenores de la construcción, daba por sentado que los monjes benedictinos –juntamente con otros obreros laicos- fueron los autores de tan extraordinaria obra.

Sucede de modo parecido con la caballería, que viene a sufrir también un proceso de cristianización, que viene a darle el sentido por todos conocido, convirtiendo al hasta entonces simple guerrero montado en un caballo en caballero, dotándolo de los ideales que le son propios.

El ejemplo más relevante y por todos conocido dentro de la caballería es la Orden del Temple, que por su desgraciada desaparición, desde siempre se ha visto rodeada por un halo de épica que hace que todavía hoy continúe vivo un destacado interés hacia esa desafortunada Orden de los “pobres caballeros de Cristo” y que nos veamos rodeados de distintas organizaciones de cariz neotemplario que exhiben sus indumentarias y signos distintivos. No obstante, es preciso decir que tampoco fueron los primeros(7) .

Fuera como fuere, el caso es que entre los años 1118 y 1119, nueve caballeros franceses capitaneados por Hugo de Payens, se reúnen en Jerusalén, dedicándose a la protección de los peregrinos cristianos que allí acudían, pidiendo el reconocimiento y normalización de su situación a Roma, quien los reconoce en el año 1129 en el Concilio de Troyes, solicitando a Bernardo de Claraval que les otorgue una Regla como así hace y se aprueba con pequeñas modificaciones en el mismo Concilio. Veamos de pasada que Bernardo de Claraval era perteneciente a la Orden Cisterciense y que esta Orden surgió como una restauración de la Regla benedictina, cuyo principio ora et labora estructuró el imperio carolingio y puso las bases del mundo occidental, constituidas por la tradición cristiana. Esos mismos orígenes, completamente olvidados, ni tan siquiera son mencionados por nuestros actuales gobernantes, que han sido incapaces de reconocerlos cuando la confección del tratado que se conoce como Constitución europea, aprobada el 18 de junio del 2003, como si esos orígenes cristianos resultaran vergonzantes.

Pues bien, lo que dio cohesión a esas incipientes agrupaciones de constructores, transformándolas profundamente, lo que dio sentido al guerrear de esos simples guerreros montados a caballo, trastocándolos en caballeros, lo que dio carta de naturaleza a ambos movimientos fue la tradición cristiana, y si hemos de decir a las cosas por su nombre aunque a día de hoy pueda parecer poco “políticamente correcto”, se lo debemos a la Iglesia de Roma, ya que mal que pese, la Iglesia no se dividió hasta el año 1054, y aunque en esa fecha no se conocía todavía la existencia de ninguna orden de caballería como tal (ya que los primeros documentos que nos hablan de la Orden del Hospital datan del 1084) en el mundo Oriental –si bien existieron diversas modalidades de guerreros que luchaban a caballo- nunca llegó a cuajar la noción de Orden religioso-militar de la que estamos hablando, y remito a los posibles interesados al trabajo de mi buen amigo Ferran Juste(8)  sobre el particular. En cualquier caso, tanto en la masonería histórica como en la caballería, el cemento que ha amalgamado cada una de las instituciones ha sido la tradición cristiana.

Sin embargo los paralelismos entre la masonería operativa y la caballería no se limitan a su extracto cristiano, sino que van mucho más allá. Si antes decíamos que los picapedreros desarrollaron un lenguaje simbólico y mitológico que supieron desarrollar y dejar esculpido a lo largo de capiteles y pórticos tanto románicos como góticos, la caballería ha tenido y continúa teniendo un lenguaje que le es propio y que la caracteriza, y ese lenguaje es la heráldica también conocido con el sobrenombre de Noble Ciencia.

Así la heráldica fue incorporando distintos esmaltes, subdivididos en dos metales (oro y plata); cinco colores: azur (azul), gules (rojo), sable (negro), sinople (verde) y púrpura (morado), y dos forros: armiños y veros. Cada uno de esos esmaltes tenía y tiene su significado simbólico, y ciertos heraldistas llegan a asociarlos con los distintos planetas(9) . Surgieron también una serie de “particiones” del escudo que coincidían con cuatro golpes guerreros y que se llaman: Partido, Cortado, Tronchado y Tajado; maneras de dividir el “campo” del escudo en “cuarteles” y la importancia jerárquica de lo situado en cada uno de los cuarteles, al igual que una serie de “muebles” expresando cada uno de ellos una determinada cosa y constituyendo todo junto un lenguaje que “hablaba” y nos decía cosas del portador de esas Armas.

Todo eso se convirtió en un lenguaje, que la casta de los caballeros que formaba parte de la nobleza sabía descifrar y leer. La importancia de ese lenguaje es tal que ha constituido el génesis del lenguaje gráfico actual y podemos ver vestigios por todas partes de dicho lenguaje heráldico en los logotipos y marcas comerciales, en los escudos distintivos de casi todas las ciudades europeas y del mundo, en el papel moneda e incluso en las mismas señales de tráfico.

Canteros y caballeros sin aparente relación directa pero movidos por un mismo ideal presidido por la Omnipresencia de Dios que regula todos sus actos y pensamientos, y que se expresa por un lenguaje, esculpido en la piedra en un caso y con cierto aire rudimentario, y sofisticado y elaborado otro, pero ambos expresando las Virtudes que mueven a uno y otro colectivo, virtudes todas ellas provenientes y ancladas en la tradición cristiana. Sin tener ninguna relación directa documentada ¡cuántos paralelismos!, ¡cuánta coincidencia de miras!

Y volvemos aquí al comienzo de nuestra exposición: la posible relación o no entre masonería y caballería. Hemos visto hasta aquí una cierta coincidencia en cuanto a miras y objetivos de una y otra Institución, y hemos empezado el presente estudio refiriéndonos al famoso discurso del caballero escocés Ramsay(10) . Por otro lado, hemos visto como ciertos Ritos masónicos, como el Rito Sueco, el Rito de Zinnendorf o el mismo Rito Escocés Rectificado (surgidos todos ellos de la extinta Estricta Observancia), se caracterizan por tener, además de una Orden de Caballería, el grado de Maestro Escocés a modo de bisagra o conexión entre los tres primeros grados simbólicos (Aprendiz, Compañero y Maestro Masón) y la Orden de Caballería, lo que nos hacía preguntarnos –a modo de subtítulo de nuestra exposición- si no sería el Escocismo el eslabón perdido entre la relación de masonería y caballería.

Es éste un punto muy importante a tener en cuenta pues explica las razones –en absoluto caprichosas- de la existencia de un grado de Escocés en la masonería de la Estricta Observancia (también denominada Masonería Rectificada de Dresde”), sistema masónico y caballeresco nacido en Alemania en 1751, gracias a Karl Gotthelf von Hund und Altengrottkau (1722-1776), presente también en Francia en la masonería francesa de la época (no hemos de olvidar tampoco su presencia en el R.E.A.A., cuyo grado 29 se denomina precisamente “Gran Escocés de San Andrés”, además de figurar como apelativo en su denominación: Rito Escocés Antiguo y Aceptado) es decir, en la Europa continental, a mitades del siglo XVIII, mientras que dicho grado de Escocés no existe para nada en la masonería inglesa (Ritos de Emulación y York). Por otra parte, ciertos estudios publicados últimamente relacionados con la cuestión que nos ocupa, vendrían a cuestionar los mismos orígenes de la masonería especulativa que han sido hasta hoy moneda de cambio y comúnmente aceptados por todo el mundo masónico, que establecería como origen de la actual masonería especulativa, la reunión de las 4 Logias de Londres en 1717 que darían lugar a la Gran Logia de Londres.

Los estudios que mencionamos(11)  vendrían a demostrar -con el correspondiente apoyo documental- que los orígenes de la masonería especulativa hay que buscarlos realmente entre los escoceses estuardistas, que se vieron obligados a exiliarse a Francia en 1689. Lo cierto es que hubo una pugna dinástica por el trono de Inglaterra entre los Hannover (protestantes) y los Stuart (católicos), pugna de la que salieron perdedores los estuardistas, teniendo Jacobo II y sus seguidores, que ir a pedir asilo a Luis XIV de Francia, que se lo ofrece en el viejo castillo de Saint-Martin-en-Laye, desde donde Jacobo II esperaba emprender una guerra de reconquista. La historia nos dice que sus tentativas fracasaron, al igual que las de su hijo Jacobo III, más tarde refugiado en Italia, que organizará varias expediciones hasta 1745-1746. Sus partidarios son los que nombramos como jacobitas, y entre los más eminentes, se encontraban gran número de masones.

Pero sucede también por lo general que a menudo la historia es escrita por los vencedores, y por lo que a la historia masónica concierne, hemos de recordar que los vencedores de la pugna dinástica fueron los Hannover, siendo estos los que impusieron la hipótesis histórica por todos conocida y que ha venido en convertirse en la vulgata masónica, consistente en las cuatro logias con los nombres de los animales de las tabernas donde esas logias se reunían, y que se reunieron el 24 de junio de 1717 para formar la Gran Logia de Londres y Westminster.

La pugna dinástica y su resultado, explica también las razones por las que los ritos ingleses, si bien tienen la orden de caballería de los Knights Templar, no tienen ni rastro del grado de Maestro Escocés de San Andrés (santo patrón de Escocia por otro lado) porque les recordaría al enemigo derrotado. Dentro del mundo masónico inglés, la pugna dinástica se traduciría de algún modo en el enfrentamiento entre Antiguos y Modernos, que mantuvo la incipiente masonería especulativa dividida casi desde sus inicios por espacio de 63 años, y hasta el 27 de diciembre de 1813 en que se produjo la reunificación.

Consecuencias de esa misma puga dinástica por el trono de Inglaterra, podemos verlas trasladadas a las Constituciones del pastor protestante James Anderson y Jean Théophile Désaguliers (en sus sucesivas versiones) constituciones, a cuyo ambiguo redactado, una gran mayoría de historiadores le atribuyen una descristianización de facto de la masonería, ya que las anteriores constituciones históricas(12)  les parecerían con un redactado demasiado “católico” a los vencedores de esa pugna.

Toda la masonería francesa y continental (en el siglo XVIII el Canal de la Mancha resultaba una distancia insalvable, y no tan solo por razones de distancia geográfica) está impregnada de esa masonería escocesa y jacobita y de ahí las razones de la presencia del grado de Maestro Escocés de San Andrés en los distintos sistemas masónicos que surgieron y la asociación entre masonería francesa y escocismo. Sin embargo, es en la masonería alemana de la Estricta Observancia –y de los distintos sistemas masónicos surgidos de la misma-, donde ese grado de Maestro Escocés entra en relación directa con la Orden de Caballería, pero formando parte de la misma estructura, sin división ni rompimiento alguno.

Así pues, si existe algún vínculo en la masonería actual o especulativa entre Caballería y Masonería, éste hay que buscarlo a partir de la masonería escocesa establecida en Francia a causa del obligado exilio y de los masones escoceses jacobitas que la fueron extendiendo hasta llegar a Alemania, donde cuajó y tomó forma en la Estricta Observancia, y los sistemas masónicos surgidos de ella como el Rito Sueco, el Rito de Zinnendorf y el Rito Escocés Rectificado, en los que está siempre presente de una u otra forma el grado de Maestro Escocés de San Andrés, siendo un grado intermedio con la Orden de Caballería y actuando a modo de bisagra o puerta(13) de acceso entre la Orden masónica y la Orden interior o de Caballería, y constituyéndose en auténtico vínculo que viene a unir dos Instituciones: la Masonería y la Caballería, que en su primer estadio no tuvieron ningún vínculo demostrable.

Hay entre los propósitos y finalidades de ambas Instituciones, paralelismos destacables antes señalados, como el hecho que la religión católico-romana les dio carta de naturaleza y sentido a su existencia y el desarrollo de un lenguaje propio, esculpido en la piedra en un caso y pintado sobre los escudos con que se protegían los caballeros en otro. Albañiles dedicados a la construcción y guerreros montados a caballo, ya los hubo antes, pero fue la religión la que dio un sentido trascendente a lo que hasta entonces solo había sido un quehacer o dedicación diaria.

André Kervella(14), en su libro, cuestiona acertadamente los orígenes exclusivamente ingleses de la masonería especulativa y echa por los suelos la teoría hasta hace poco establecida sobre esos mismos orígenes. Si reflexionamos y tenemos en cuenta lo aportado en el presente estudio y la lógica de los hechos históricos producidos, veremos que viene a corroborar las afirmaciones de Kervella sobre la antigüedad de la masonería escocesa, anterior a la inglesa aunque tan solo sean veintinueve años antes.

Se quiera o no, de un modo u otro, masonería e intereses políticos han ido siempre de la mano, y la masonería inglesa nunca ha perdonado a la masonería francesa que Luis XIV (el rey Sol) diera cobijo a Jacobo II y los masones que iban con él. Quizá por ello, la masonería inglesa y la Gran Logia Unida de Inglaterra, cuando logró en 1929 imponer su noción de Regularidad, una de cuyas condiciones principales consistía en establecer que la masonería simbólica se compone exclusivamente de los tres primeros grados (dejando teóricamente fuera de dicha Regularidad todos los sistemas masónicos que tienen y consideran el grado de Maestro Escocés de San Andrés como un grado simbólico que cumplimenta y culmina el grado de Maestro Masón), dieron distinto trato a las Obediencias masónicas escandinavas, practicantes todas ellas del Rito Sueco (y tienen como simbólico el grado de Maestro Escocés) a las que reconocieron inmediatamente y sin problemas (igual hicieron con el Rito de Zinnendorf en Alemania), mientras que en Francia, el Gran Priorato de las Galias, (poco años después, en 1935) tuvo que terminar doblegándose y aceptar en 1958 la firma de un Tratado(15)  con la Gran Logia Nacional Francesa (a la sazón, única Obediencia Regular en Francia reconocida por la Gran Logia Unida de Inglaterra), el dividir su masonería simbólica (cercenando el grado de Maestro Escocés de los tres primeros) para poder tener acceso a esa noción de Regularidad.

Por las muchas veces que la he mencionado, por ser la “madre” de distintos sistemas masónicos surgidos de ella, y antes de terminar el presente estudio, merece especial atención dedicar un pequeño espacio a explicar que fue la Estricta Observancia.

Este sistema, cuyo verdadero nombre era el de “Alta Orden de los Caballeros del Temple en Jerusalén”, lo debe casi todo a un solo hombre, precisamente su Reichsfreiherr, es decir el barón del Imperio Karl Gotthelf von Hund y Altengrotkau, señor de Lipse, chambelán de su Alteza Serenísima el Elector de Colonia y Elector de Sajonia, consejero de Augusto III de Polonia. Iniciado a la edad de diecinueve años en Francfurt, es gracias a su estancia en París, entre diciembre de 1742 y septiembre de 1743 que se convertirá al catolicismo(16) y que, según sus palabras, es recibido en un “Capítulo Templario”, en presencia de Lord Kilmarnock, por un extraño y misterioso Caballero llamado Eques a Penna Rubra (Caballero de la pluma roja), del que guardaba la íntima convicción que se trataba en realidad del pretendiente Estuardo, Carlos III (1720-1788), Gran Maestro de la Orden de Jerusalén, que lo nombra en esta ocasión Gran Maestro de la VIIIª Provincia. Este último le habría confiado que su misión, siguiendo las órdenes de los “Superiores Desconocidos”, era la de reformar, la de “rectificar” la francmasonería.

El barón de Hund que dedicará su vida, su fortuna y sus dominios a la Estricta Observancia hasta su muerte en 1776, algunos años después del regreso a sus tierras hacia 1751, y después de haber fundado en Unwürde una Logia llamada “Aux Trois colonnes”, se asocia con Wilhelm Marschall von Biberstein, Gran Maestro provincial de las Logias inglesas y fundador del taller de Altenburg, “Archimède aux Trois planches à tracer”, y del establecido en Naumburg sur Saale, “Les Trois marteaux”, talleres a partir de los cuales estableció un Capítulo de “Altos Grados”(17) .

Esta asociación desembocó en la constitución de una “Orden Interior” que desarrollaría una doble leyenda según la cual, en un primer tiempo, la masonería escocesa descendería en línea directa de la Orden del Temple(18), y en segundo lugar, que ésta masonería tendría por origen los Estuardo que estaban trabajando por reconquistar su corona y restablecer con ello la supremacía del catolicismo.

De naturaleza puramente aristocrática –solo se recibía a nobles en posesión de títulos auténticos- la Estricta Observancia, incluso si la Guerra de los Siete Años (1756-1763) interrumpió por un tiempo su expansión, gozó rápidamente de un considerable prestigio entre los iniciados alemanes, prestigio que se explica en parte, según Le Forestier, “por la destreza con que sus fundadores habían sabido concentrar en algunos grados, religados por una leyenda juiciosamente escogida, todos los temas masónicos importantes”(19) , y también por la impresionante fuerza de las ceremonias que se practicaban y la rigurosa disciplina militar y religiosa que presidia sus asambleas, que contrastaba singularmente con la atmósfera superficial y mundana de las Logias inglesas.


La Estricta Observancia, tuvo tres Conventos que resultaron claves en su formación: el de Kholo (1772), el de Berlín (1773) y el de Bruswick /1775).

El primero, celebrado entre el 4 y el 24 de junio, marca el pleno apogeo de la Estricta Observancia. Se establece un acuerdo con el “Clericato” de Starck, sistema limitado a 90 miembros y que pretendía encarnar el clero de la Orden del Temple que se habría mantenido en secreto desde el siglo XIII. Hund será elegido Gran Maestro de la VIIª Provincia, y Ferdinand de Brunswick (1721-1792), Duque de Brunswick-Lunebourg-Wolfenbüttel, hermano del Duque reinante Karl Iº, cuñado del Rey de Prusia, Eq. a Victoria, designado como Gran Maestro de todas las Logias Escocesas bajo el título de “Magnus Superior Ordinis Muratorum Electorum Templi per Germaniam inferiore”. Se abre a partir de Kholo, un período de expansión importante, instalándose en Francia, Suiza, Dinamarca, Polonia, Hungría y en Rusia, mientras que Italia quedó integrada en la VIIIª Provincia de la Alta Alemania, y Saboya a la IIª Provincia de Auvernia. En Francia se organizará el “Directorio Escocés” de la Reforma en tres provincias: Borgoña, Occitania y Auvernia, teniendo por capitales Estrasburgo, Burdeos y Lyon.

El Convento de Berlin se desarrolló entre el 14 y el 19 de octubre de 1773. El hecho destacable de ese Convento, fue el enfrentamiento entre Zinnendorf y Ernst Werner von Raven (1727-1787) y que propició la salida y abandono de Zinnendorf, que reivindicaba claramente un esoterismo fundamentado en la magia divina y estaba muy poco interesado en la leyenda templaria, mientras que los dignatarios de la Estricta Observancia tenían como única reivindicación el reapropiarse de la herencia templaria.

Finalmente el Convento de Brunswick, con sesiones que irían del 26 de mayo al 6 de julio de 1775, reuniendo a más de veintidós Príncipes alemanes, sirvió en realidad para someter a interrogatorio a Hund sobre las calificaciones y la autenticidad de los títulos, que supuestamente lo vinculaban directamente con la extinta Orden del Temple. 

Acorralado, Hund, presentó una supuesta patente, firmada por un tal Georges Guillaume, al parecer “Gran Maestro de los Templarios”, pero Hund no llegó a convencer a mucha gente con este documento del que por otra parte fue incapaz de ofrecer detalles precisos sobre las condiciones de su atribución. Un año más tarde, en 1776, Hund moría en Meininguen, llevándose a la tumba su secreto. Como escribe Walter Hess: “Todos estos acontecimientos mostrarían claramente que el sistema, en despecho de su impresionante despliegue, reposaba sobre frágiles bases. Le Magnus Superior Ordinis, el Duque Ferdinand de Brunswick y su suplente, el Príncipe Charles de Hesse, se dieron perfecta cuenta de ésta situación. A partir de 1777, desarrollaron planes para una reforma total de la Estricta Observancia(20) .”

Pocos años antes, en 1773, un hombre excepcional, patriarca de la masonería francesa y en general de la masonería occidental: Jean-Baptiste Willermoz (1730-1824)(21), había establecido contacto con el barón Weiler, representante de von Hund. Esos contactos dieron como fruto la entrada de Willermoz y los suyos en la Estricta Observancia y tras el Convento de Brunswick y de la debacle de Hund, el Duque Ferdinand de Brunswick vio en Willermoz la posibilidad de dotar de contenido a un sistema que había quedado vacío y entrado en crisis, abriéndose a una serie de reformas que habrían de darles un aire nuevo.

Se produce aquí la gestación del Régimen Escocés Rectificado, que se formó en base a dos Conventos fundacionales: el de las Galias, celebrado en 1778 en Lyon, y el de Wilhelmsbad, celebrado en un balneario cerca de Anau, en Alemania, que ratificó los acuerdos del primer Convento(22)  y aprobó rituales del Rito Escocés Rectificado y códigos que regulaban su funcionamiento. El Convento de Wilhelmsbad, fue convocado por el Duque Ferdinand de Brunswick, y previamente a la convocatoria, hizo circular un cuestionario por todas las Prefecturas y establecimientos de la Orden, cuyas respuestas deberían debatirse en el Convento con el fin de hacer participar a todo el mundo. Entre las cuestiones planteadas, estaba la conveniencia o no de continuar manteniendo un vínculo directo con los Templarios. El cuestionario obtuvo desigual respuesta, pero hubo una –que curiosamente llego tarde y nunca fue tenida en cuenta- en la que Joseph de Maîstre, en representación de la Prefectura y establecimientos de la Orden en Chambery, se cargaba el mito de los Superiores Desconocidos de la Estricta Observancia (en realidad los Estuardo a la sombra que pretendían recuperar el trono de Inglaterra), así como la conveniencia de mantener cualquier vínculo con la Orden del Temple(23) . Tampoco Willermoz estará convencido de la conveniencia de mantener dicho vínculo, y en su proyecto de reforma, cambiará la denominación de la Orden de caballería existente por la de Caballeros Bienhechores de la Ciudad Santa, queriendo mantener únicamente un lazo, no con lo que se convirtieron finalmente, sino con los pobres Caballeros de Cristo que eran en un principio(24) .

Lo que había de ser una reforma de la Estricta Observancia, no convenció a todos y básicamente las Logias alemanas, de regreso de Wilhelmsbad, volvieron a sus rituales y manera de hacer, no aceptando la reforma aprobada, lo que supuso su progresivo declive hasta llegar a su total extinción. El Régimen Escocés Rectificado, por su parte, tampoco tuvo mucho tiempo para poder desarrollarse en Francia a causa de los alborotos y acontecimientos de la Revolución, que se iniciaron en 1789 y paralizaron toda actividad masónica, exiliándose a Suiza donde pervivió ininterrumpidamente hasta su regreso a Francia ya en 1910.

En resumen y para terminar, si se quiere buscar algún vínculo entre Masonería y Caballería, quien tiene mucho que decir es la masonería escocesa, y en particular el grado o grados (según sea el sistema) de Maestro Escocés de San Andrés que constituyen el engranaje y se convierte en el eslabón perdido, que cuando falta, hace que la Orden de Caballería se convierta en algo sin demasiado sentido.

Creemos haber expuesto claramente las razones –por supuesto políticas- que han llevado a que su presencia no sea posible en la masonería inglesa, lo que les ha llevado a la necesidad de buscar distintos grados colaterales que viniera a suplir dicha carencia.

La hipótesis inglesa de la creación de la masonería especulativa de 1717, por los años que lleva establecida, necesitará algo más que el libro de André Kervella para que se rompa una inercia, que ha hecho que muchos masones la repitiéramos como cotorras –entre ellos yo mismo, ¿cómo no?- sin cuestionarla, pero sin embargo los argumentos de Kervella encajan perfectamente con los acontecimientos históricos sucedidos en paralelo, que toman gracias a ese libro una nueva luz y vienen a explicar muchas cosas hasta ahora poco claras.

Por lo demás, para ilustrar los paralelismos y la coincidencia de finalidades y objetivos entre la Orden Masónica y la Orden Caballeresca, recordaré un fragmento del Catecismo por Preguntas y Respuestas para el Aprendiz del Rito Escocés Rectificado, cuando se le pregunta: ¿Qué venís a hacer en Logia como Aprendiz?, a lo que el interesado responde: Vengo a aprender a vencer mis pasiones, a superar mis prejuicios y a someter mi voluntad, para hacer nuevos progresos en la Francmasonería (25), para confrontar esa respuesta con la imagen del caballero san Jorge, montado en su caballo, protegido con su escudo y arremetiendo con su lanza contra el dragón, simbolizando el dominio de uno mismo y las propias pasiones, representado por el caballo –animal dominado por el jinete- arremetiendo contra el mal del mundo, viva imagen de todo cristiano que teniendo por meta la Jerusalén Celeste, sabe que tiene que luchar en este mundo para poder aspirar a su meta celeste.

Ramón Martí Blanco

Publicado en PAPELES DE MASONERÍA VIII del Centro Ibérico de Estudios Masónicos (C.I.E.M), Madrid 2014 – ISSN: 1887-9128 07


Notas:
  Biblioteca de Epernay: manuscrito nº 124 del 26 de diciembre de 1736. Hay una segunda versión de dicho discurso, pronunciada en 1737.
2 El Rito Sueco fue fundado en 1759 por Carl Friedrich von Eckleff (1723-1786). La estructura del Rito Sueco está organizada a partir de un total de once grados repartidos en tres grupos, más un cuarto grado con carácter administrativo. Los dos primeros grupos están dedicados a los santos apóstoles Juan y Andrés, mientras que el tercero se denomina “Capítulo”. El último grado, el grado XI, está en posesión de no más de 60 masones, nombrados directamente por la Gran Logia de Suecia. Los miembros de este grado decimoprimero forman el Gran Capítulo del rito, el cual está presidido por el rey, el príncipe heredero, o bien el segundo varón en la línea sucesoria al trono de Suecia. Existe aún un decimosegundo grado más, el cual lo posee exclusivamente el rey de Suecia, o bien el varón de más alto rango dentro de la familia real.
Grados de San Juan
1. Aprendiz / 2. Compañero / 3. Maestro
Grados de San Andrés
4. Maestro Elegido de San Andrés / 5. Maestro Escocés o Maestro de San Andrés / 6. Caballero de Oriente o Novicio.
Grados Capitulares
7. Muy Ilustre Caballero de Occidente o Verdadero Templario o Favorito de Salomón / 8. Muy Alto e Ilustre Caballero del Sur o Maestro Templario / 9. Hermano Iluminado o Favorito de San Andrés o del Cordón púrpura / 10. Hermano de la Cruz o Muy Iluminado.
Grados Administrativos
11. Muy Alto e Iluminado Caballero de la Cruz Roja. Gran Dignatario del Gran Capítulo / 12. Maestro reinante. Stathouder, vicarius Salomonis, sacrificatus, iluminatus, magnus Jeovah.
3 El Rito de Zinnendorf, que debe su nombre a su fundador Johann Wilhelm von Zinnendorf (1731-1782), que fue uno de los más próximos colaboradores de von Hund en su empresa inicial de creación de la Estricta Observancia. No obstante Zinnendorf, Eq. a Lapide Nigro, decidirá tomar distancias respecto a la Estricta Observancia en diciembre de 1766, y edifica, en 1770, la Gran Logia de los Francmasones de Alemania (Grosse LandesLoge der Freimaurer von Deutschland) gracias a los rituales recibidos del sueco Carl Friedrich Eckleff, recibiendo la Gran Logia de Zinnendorf la protección de Federico el Grande y siendo reconocida por la Gran Logia de Londres. Schubart, que había sido iniciado en Braunschweig, en octubre de 1762, fue recibido después Maestro Escocés por Johann Joachim Christoph Bode en Hildesheim tres meses más tarde, y finalmente nombrado Diputado Gran Maestro de la Madre Logia de Berlín en el mes de noviembre de 1763, encontrándose en este mismo año con von Hund en Altenberg quien lo nombra Visitador General de la VIIª.
El rito de Zinnendorf será reformado hacia el año 1819 por Christian Carl Wilhelm von Nettelbladt (1779-1843) adquiriendo su forma actual estructurado en 7 grados, subdivididos de la manera siguiente:
Masonería de San Juan o azul
Masonería de San Juan o azul
1. Aprendiz / 2. Compañero / 3. Maestro
Masonería de San Andrés o roja
4. Aprendiz y Compañero Escocés / 5. Maestro Escocés
Masonería Capitular
6. Clérigo o Favorito de San Juan / 7. Hermano Elegido.
4 El Régimen Escocés Rectificado, que constituye la Orden de los Caballeros Bienhechores de la Ciudad Santa –practicante del Rito Escocés Rectificado- fue creado por Jean-Baptiste Willermoz (1730-1824) quien fue su principal artífice e impulsor, tiene por origen el Convento de las Galias, celebrado en Lyon en 1778, y ratificado posteriormente por el Convento de Wilhelmsbad en 1782. Nació como una Reforma de la Estricta Observancia, que ésta no llegó a asimilar lo que produjo su desaparición paulatina pocos años más tarde.
El Régimen Escocés Rectificado está estructurado en 6 grados subdivididos en dos Clases de la manera siguiente:
Clase Simbólica
Logias de San Juan
1. Aprendiz / 2. Compañero / 3. Maestro Masón
Logias de San Andrés
4. Maestro Escocés de San Andrés
Orden Interior de caballería
5. Escudero Novicio / 6. Caballero Bienhechor de la Ciudad Santa.
Esta estructura en dos Clases: la Clase Simbólica y la Orden Interior, fueron las únicas Clases aprobadas en el Convento de Wilhelmsbad de 1782, así como los rituales para la práctica de cada uno de los grados, constituyendo lo que legalmente hoy es el Régimen Escocés Rectificado. El proyecto inicial de Jean-Baptiste Willermoz, comportaba una tercera Clase secreta, denominada de la Profesión que nunca logró la sanción oficial del Convento. Para mayor información sobre el particular remitimos el lector a la obra de Jean-François VAR, “Los Conventos Fundacionales del Régimen Escocés Rectificado. Lyon 1778-Wilhelmsbad 1782” Editorial MASONICA.ES, julio 2014.
5 Monjes y Canteros (2001) y Ordo Laicorum ab Monacorum Ordine (2004). También en De Templo Salomonis Liber – Manakel 2010.
6 Y antes que él, Rabano Mauro, abad de Fulda y Arzobispo de Maguncia, en el siglo IX. De Templo Salomonis Liber – Manakel 2010, pag. 31.
7 La primera constancia histórica que se tiene de una orden de caballería religioso militar es la del Hospital de San Juan de Jerusalén, creada en el siglo XI, próxima a la Iglesia del santo Sepulcro, de origen amalfitano, Hospital que con el tiempo daría lugar a la Orden de los Caballeros Hospitalarios de San Juan de Jerusalén, actualmente Orden de Malta. La primera referencia escrita del Hospital data del año 1084 (Fuente: trabajo de Ferran Juste Delgado sobre las Ordenes de caballería y su origen católico-romano, del 27 de abril del 2011).
8 Ibid.
9 No todos los heraldistas coinciden en hacer la misma “lectura” de las Armas, siendo la más establecida la que podríamos considerar tendencia “racionalista”, pero hay otros heraldistas franceses de tendencia espiritualista como Gérard de SORVAL (“LE LANGAGE SECRET DU BLASON” A. Michel-1981 / “LA MISE EN DEMEURE: Les signes vivants de la chevalerie” J.-L- Accacias-1994) y Pascal GAMBIRASIO (“LA VOIE DU BLASON” Editions Télètes – 2012), que han contribuido con sus obras al estudio de la heráldica como lenguaje vivo, al considerar al hombre en su sentido trascendente
10 En dicho “Discurso”, Ramsay vincula la masonería escocesa a las Ordenes medievales de caballería y a los cruzados, y hace un llamamiento a los Hermanos de “buena voluntad” para “poner orden en el seno del caos” y a establecer con esta finalidad una nueva caballería iniciática que será la base de lo que se ha designado como los “Altos Grados” del escocismo. (Fuente: Jean-Marc Vivenza, “Histoire du Grand Prieuré des Gaules” Les Editions du Simorgh-2011; págs. 28 y 29.
11 El autor es André KERVELLA, y el libro en cuestión: “Les Rois Stuart et la Franc-Maçonnerie” Éditions Ivoire-Clair 2013.
12 Nos estamos refiriendo al Manuscrito Grand Lodge nº 1, del año 1583, el Dumfries nº 4 de 1710, La Institución de los Francmasones de 1725, o el Manuscrito Graham de 1726, sin mencionar otros más antiguos como Los Estatutos de los Canteros de Bolonia de 1248, Los Reglamentos y Ordenanzas de los Masones de la ciudad de Brujas de 1441, Las Constituciones de los Masones de Estrasburgo de 1459, o los Estatutos del Oficio de los Masones de la Villa de Malines de 1539.
13 Al escribir esto nos viene a la memoria el versículo 10, 9 del Evangelio de san Juan, que dice: “Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos.”
14Ver nota 10.
15 Es preciso decir que dicho Tratado fue roto unilateralmente y sin previo aviso (en consecuencia de manera ilegal) en el año 2000 por parte de la G.L.N.F. (ver el libro de Jean-Marc Vivenza “Histoire du Grand Prieuré des Gaules” Les Editions du Simorgh-2011; pág. 241 y siguientes.
16Hay que señalar, que Hund nunca dio a conocer públicamente su conversión al catolicismo, y guardó secreto hasta su muerte de su pertenencia a la Iglesia de Roma.
17 Los grados de la Estricta Observancia:
Aprendiz
Compañero
Maestro
Orden Interior:
Maestro Escocés (o Escocés Rojo)
Escocés verde
Novicio
Caballero Templario
Eques Professus
Para un examen de los grados de Aprendiz, Compañero, Maestro y Escocés verde de la Estricta Observancia, remitimos al lector a un estudio de Jean-François Var: La Stricte Observance, Villard de Honnecourt nº 23, 1991.
18 Las armas de la Estricta Observancia representaban dos Caballeros Templarios sobre un mismo caballo en un escudo cuartelado con la cruz de la Orden.
19 R. Le Forestier, La Franc-maçonnerie templière et occultiste aux XVIIIe et XIXe siècles, Aubier-Montaigne, 1970, pág. 117.
20 W. Hess, Chevaliers et Franc-Maçons, Approche contemporaine du Rite Écossais Rectifié, Ivoire-Clair, 2001, págs. 48-49.
21Cf. “JEAN-BAPTISTE WILLERMOZ, SU OBRA” Jean-François Var, Ediciones MASONICA.ES, 2013.
22 Cf. “LOS CONVENTOS FUNDACIONALES DEL RÉGIMEN ESCOCÉS RECTIFICADO” Jean-François Var, Ediciones MASONICA.ES, 2014.
23 Cf. “LA FRANCMASONERÍA. Memoria inédita al Duque de Brunswick” Joseph de Maîstre, Ediciones MASONICA.ES 2013, págs. 73 a 76.
24 Cf. “JEAN-BAPTISTE WILLERMOZ, SU OBRA” Jean-François Var, Ediciones MASONICA.ES, 2013. Pág. 125
25 Ritual de Aprendiz del R.E.R. [G.P.D.H.], pág. 117.



Acerca del autor


Masonería Cristiana
Ramón Martí Blanco

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