sábado, 30 de noviembre de 2019

PRESENTACIÓN DEL GRAN PRIORATO DE HISPANIA | GPDH




Masonería Cristiana
Escudo de armas del G.P.D.H.

GRAN PRIORATO DE HISPANIA


El Gran Priorato de Hispania es la Obediencia que rige y administra en España el sistema masónico y caballeresco conocido estructuralmente como Régimen Escocés Rectificado, practicante del rito denominado Rito Escocés Rectificado.


Es la única Obediencia Regularmente constituida en el ámbito hispano para la práctica del Rito Escocés Rectificado, disponiendo de Carta Patente para poder hacerlo desde el 22 de marzo de 1993, autorización que recibió de manos de la Potencia francesa que legítimamente detenta la autoridad sobre el Régimen Escocés Rectificado desde 1782, el Gran Priorato de las Galias. Posteriormente, en el año 2003, concretamente el 5 de abril de ese mismo año, se produjo la ratificación de dicha Carta Patente y la solemne ceremonia de consagración propiamente dicha que se llevó a cabo, en el castillo templario de Monzón (Huesca), por parte del mismo Gran Priorato de las Galias.


El Gran Priorato de Hispania, es una organización iniciática masónica y caballeresca, que tiene por fundamento la Fe en Dios. Sólo admite en su seno a varones cristianos (católico romanos, anglicanos, ortodoxos, reformados). Practica exclusivamente el Rito Escocés Rectificado, no siendo pues una Obediencia multi o pluri ritual.


Todos sus miembros profesan la Religión Cristiana y llevan, allá donde se encuentren, su mensaje. Prestan sus juramentos y compromisos sobre el Prólogo del Evangelio de San Juan.


Su misión espiritual tiene por objetivo permitir al hombre reencontrar su verdadera naturaleza mediante una realización personal, primero masónica y luego caballeresca.


La iniciación masónica, en su doctrina, por el trabajo simbólico y por la práctica cotidiana de las virtudes, procura a quienes la reciben los medios para reencontrar en sí mismos su originaria dimensión como hijos de Dios.


La iniciación caballeresca hace de quienes la componen Caballeros de Cristo puestos al servicio de los hombres para hacer reinar la justicia.


ESTRUCTURA

El Gran Priorato de Hispania está estructurado de acuerdo a lo previsto cuando la creación del Régimen Escocés Rectificado en el Convento de Wilhemsbad en 1782, en dos Clases:

la Clase Simbólica (o masónica), compuesta por cuatro grados: Aprendiz, Compañero, Maestro y Maestro Escocés de San Andrés.
La Orden Interior de caballería, compuesta de dos niveles o estadios: Escudero Novicio (estado preparatorio para el acceso a la caballería); Caballero Bienhechor de la Ciudad Santa.

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Blasón y Divisa del Colegio de Armas del G.P.D.H.

Esta es la composición legal y legítima del Régimen Escocés Rectificado aprobada por el Convento de Wilhelmsbad en 1782, que dio sanción y aprobación a un anterior convento celebrado en Lyon en 1778, conocido como el de las Galias. En este mismo Convento de Wilhelmsbad, se aprobaron así mismo los dos Códigos constitutivos del Régimen: uno para la Clase Simbólica y otro para la Orden Interior que regulan todo el sistema. Si Jean-Baptiste Willermoz (fundador y principal artífice del R.E.R.) tenía prevista una Tercera Clase, dicha clase no obtuvo la sanción y aprobación del Convento, y por consiguiente no puede ser considerada como formando parte del Régimen. Tanto los dos Códigos fundacionales, como la mayoría de rituales (incluyendo cada ritual una Instrucción particular del grado) de todos los grados fueron impresos en el transcurso del Convento para evitar todo cambio deriva o desvirtuación y forman parte del corpus doctrinal del Régimen Escocés Rectificado.

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Pintura del castillo de Wilhelmsbad (Anau) Alemania en época de la celebración del
Convento


ORÍGENES DEL RÉGIMEN


Los orígenes tanto masónicos como caballerescos del Régimen Escocés Rectificado, son:

La misma masonería francesa de la época, con su proliferación de grados más diversos (Willermoz los conocía todos y practicó muchos de ellos) y que una vez depurada, sería estructurada hacia 1786-1787 en un sistema que llevaría más tarde el nombre de “Rito francés”, con sus tres grados y cuatro ordenes; sin olvidar los diversos grados cuya combinación constituye lo que se ha venido a llamar “escocismo”.
La Estricta Observancia, sistema alemán en el que el aspecto caballeresco primaba absolutamente sobre el aspecto masónico, y que pretendía ser, no ya la heredera, sino además restaurar la antigua Orden del Temple abolida en 1312.


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Retrato de Jean-Baptiste Willermoz, fundador del Régimen Escocés Rectificado


Siguiendo la más pura tradición de la masonería operativa, profundamente cristiana, incluso marcadamente católica (no hay más que ver lo que se considera los textos tradicionales en los que se basa la masonería operativa: Constitución de York (926); Cantero de Bolonia (1248), Regius ( 1390), Cook (1410), Masones de Estrasburgo (1459), Schaw (1598), etc.), la inspiración y las fuentes del Rito Escocés Rectificado están basadas en la Tradición cristiana indivisible, nutrida por las enseñanzas de los Padres de la Iglesia. El Régimen Escocés Rectificado, recordando la Orden del Temple, reivindica a través de su Orden Interior, la doble calidad caballeresca y religiosa. Esta doble calidad, que aparece ya en filigrana a lo largo de los grados masónicos de su Clase Simbólica y se confiere plenamente por su Armamento, no es a emplear solamente en el mundo de los siglos XII o XVIII, sino que es atemporal y los medios para llevarla a cabo, cuya naturaleza es esencial, permanecen inmutables a lo largo de los tiempos, dado que consisten en la puesta en práctica cotidiana y universal de las virtudes teologales de la Fe, la Esperanza y la Caridad cristianas. Esto se expresa en los deberes impuestos, no ya solamente a los Caballeros Bienhechores de la Ciudad Santa, sino también al Masón rectificado, desde el mismo grado de Aprendiz, como son la defensa de la santa religión cristiana y el ejercicio de la beneficencia respecto a toda la humanidad y en particular hacia los más débiles y desvalidos.

 Con todo, tanto Willermoz como los Hermanos que colaboraron directamente con él en la creación del Régimen Escocés Rectificado supieron dar a los textos de los rituales e Instrucciones que componen las dos Clases aprobadas en el Convento de Wilhelmsbad, un cristianismo abiertamente ecuménico, que permite que los Hermanos provenientes de las distintas confesiones cristianas se encuentren absolutamente cómodos en él.

 GARANTÍAS

 
El Gran Priorato de Hispania se encuentra totalmente comprometido en el sentido que el cristianismo constitutivo del Rito Escocés Rectificado que se practica bajo su autoridad y jurisdicción continúe siendo abiertamente ecuménico a todas las confesiones cristianas (católicos, anglicanos, ortodoxos, reformados) de manera que cualquiera de sus miembros no pueda encontrar en nuestros textos dificultad doctrinal alguna. El Gran Priorato de Hispania entiende que, al exigirse incluso antes de su admisión, a todo candidato su condición de cristiano bautizado, ello hace que antes de masón uno es cristiano. En consecuencia, no entiende que pueda existir una doctrina propia del R.E.R. que fuere contraria a la doctrina de la Iglesia o incompatible con la misma. Si tal cosa existiera, sería un engaño para nuestros candidatos a los que se ha exigido la condición de cristianos cuando su entrada en la Orden Rectificada.

 
Sin embargo, la masonería Rectificada no es una Iglesia, ni tampoco el Gran Priorato de Hispania lo es, ni tiene autoridad suficiente para pontificar, quien es y quien no cristiano, dejando dicho cometido a quien corresponde y sólo puede tenerlo: la Iglesia cristiana. Así pues, tomando como referencia el Credo Niceno -también conocido como Símbolo Niceno- desarrollado en el transcurso de los Concilios Ecuménicos de Nicea (325), Constantinopla (381), Éfeso (431) y Calcedonia (451), o sea, los cuatro primeros Concilios de la cristiandad habidos antes de la división de la Iglesia, en los que todas las Iglesias cristianas convergen; entendemos como cristiano cualquier miembro de cualquiera de las confesiones cristianas antes citadas que pueda profesar, proclamar y adherirse, firmemente y sin restricción alguna a dicho Símbolo Niceno [fragmento del Punto 7 de la Declaración Cristiana de la Orden Rectificada de la Constitución y Reglamentos Generales de la Orden Rectificada del Gran Priorato de Hispania, aprobada el 2 de Mayo de 2016].
 

INCOMPATIBILIDADES


El Gran Priorato de Hispania, el Régimen Escocés Rectificado en cuanto a su estructura, y el Rito Escocés Rectificado en cuanto a su práctica ritual, la Orden Rectificada de los Caballeros Bienhechores de la Ciudad Santa, en definitiva, tal cual es entendida y profesada por el G.P.D.H. es totalmente incompatible con cualquier otra cosa que no sea Masonería (particularmente Martinismo, u Orden de los Elegidos Coën [en cualquiera de sus variantes]), básicamente por ser de naturaleza absolutamente distinta a la misma, así como de cualquier noción de “cristianismo trascendente”, “primigenio”, “doctrina esotérica” (que oculta en realidad errores doctrinales o posicionamientos gnósticos, superados y condenados ampliamente por la Iglesia) o cualquier otro tipo de evangelio que no sean los cuatro Evangelios aceptados y practicados por las Iglesias cristianas.

 La noción de Iniciación masónica y caballeresca enseñada a través de la metodología iniciática desarrollada a través de la Orden Rectificada tal cual es entendida por el G.P.D.H. no tiene nada que ver con la magia, la teúrgia ni la teosofía que persiguen los aprendices de brujo, absolutamente enemigos del cristianismo y por consecuencia, del Gran Priorato de Hispania, dispuesto siempre a velar el Depósito recibido y que comparte desde el 22 de marzo de 1993.
 

Mas allá de incompatibilidades doctrinales, existe otra incompatibilidad en la práctica del Régimen Escocés Rectificado cuando no se hace de acuerdo a lo previsto a nuestros Códigos fundacionales que contemplan un funcionamiento de la Orden Rectificada dividida (como se practica en Obediencias multirituales al uso de la masonería anglosajona, que considera la masonería simbólica solamente en sus tres primeros grados) y que hace que nuestra Clase Simbólica se vea cortada en el cuarto grado de Maestro Escocés de San Andrés. Ese modo de funcionar es incompatible con lo previsto en los Códigos fundacionales y supone -al cortar su estructura prevista- una práctica del Rito Escocés Rectificado totalmente fuera de la Regularidad Rectificada.

 HISTORIA


El Régimen Escocés Rectificado [en cuanto a su estructura] y el Rito Escocés Rectificado [en cuanto a su práctica], formando el todo la Orden Rectificada, son absolutamente ajenos, masónicamente hablando, a lo que actualmente consideramos como la masonería andersoniana que tiene como punto de partida las Constituciones de Anderson y el comienzo de lo que se conoce como masonería especulativa.
 

El Régimen Escocés Rectificado no le debe nada a la masonería dimanante del pastor Anderson, y no entender esto imposibilita comprender la singularidad de este sistema masónico y caballeresco.

 La Orden masónica de finales del siglo XVII y del XVIII no tenía nada que ver con el aspecto hegemónico de la masonería inglesa que actualmente conocemos en relación al concepto de Regularidad masónica. La masonería inglesa de la época estaba dividida a causa de la pugna por el trono de Inglaterra, entre los partidarios de los Hannover (a los que diremos ingleses) y los Estuardo (a los que diremos escoceses), siendo el rey de cada uno de los dos bandos, el jefe a la vez de la Masonería, y también, de una manera de entender la masonería. Para acabar de “pintar el cuadro” diremos que los “ingleses” eran en su mayoría protestantes, mientras que los “escoceses” eran en su mayoría “católicos”. En definitiva, la noción de “Regularidad masónica” no estaba en el siglo XVIII en absoluto definida como puede estarlo actualmente, en la Europa continental ni tampoco en las islas británicas.
 

Es en este contexto como hay que entender que hubieran Logias que obedecieran a Londres (sede de la masonería protestante o hannoveriana, obedeciendo a Jorge de Hannover) mientras que otras lo hicieran a París (y más exactamente Saint-Martin-le-Haye, bajo la protección de Luis XIV sede por un tiempo [ya que posteriormente se trasladó a Roma donde estuvo bajo la protección y apoyo de la Santa Sede, deseosa de volver a ver en el trono de Inglaterra a un rey católico] del exiliado pretendiente al trono de Inglaterra, Jacobo Estuardo).

 
Anteriormente hemos dicho que el Régimen Escocés Rectificado de Jean-Baptiste Willermoz nació como fruto de una Reforma efectuada sobre otro sistema masónico y caballeresco alemán conocido como Estricta Observancia. El fundador de la Estricta Observancia fue el barón del Imperio Karl Gotthelf von Hund y Altengrotkau, señor de Lipse, chambelán de su Alteza Serenísima el Elector de Colonia y Elector de Sajonia, consejero de Augusto III de Polonia, iniciado a la edad de diecinueve años en Frankfurt, y que aprovechando su estancia en París entre diciembre de 1742 y septiembre de 1743, se convirtió al catolicismo y es recibido en un “Capítulo Templario” por el Caballero eques a Penna Rubra, en realidad, el pretendiente Estuardo, Carlos III (1720-1788) Gran Maestro de la Orden de Jerusalén, quién lo nombra Gran Maestro de la VIIIª Provincia. Es a su vuelta a Alemania que el barón von Hund constituye la Estricta Observancia basada en una doble leyenda según la cual, en un primer tiempo, la masonería escocesa descendería en línea directa de la Orden del Temple, y en segundo lugar, que ésta masonería tendría por origen los Estuardo que estaban trabajando por reconquistar su corona y restablecer con ello la supremacía del catolicismo.


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Karl Gotthelf von Hund y Altengrotkau, fundador de la Estricta Observancia


Es posteriormente, en 1773-1774 (unos treinta años más tarde), que Jean-Baptiste Willermoz y sus Hermanos de Estrasburgo, Lyon y Burdeos entran a formar parte de esta Estricta Observancia y conjuntamente, en acuerdo con otros Hermanos alemanes con el duque Ferdinand de Brunswick a la cabeza, comienzan la Reforma que dará lugar a la creación del Régimen Escocés Rectificado, siendo presentado primeramente  nivel francés en el Convento de Lyon de 1778, y siendo definitivamente sancionado y aprobado a nivel general en Alemania en el Convento de Wilhelmsbad de 1782.


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Duque Ferdinand de Brunswick y Lunebourg, que presidió la clausura del Convento 
de Wilhelmsbad


Estas son las razones por las que el Régimen Escocés Rectificado no le debe nada a las constituciones del pastor Anderson efectuadas por encargo de Londres; porque la Orden Rectificada tiene sus propias constituciones (nuestros Códigos fundacionales) y dichos Códigos vienen de otras fuentes distintas de la Masonería, en nuestro caso de la Masonería escocesa, pero de una masonería escocesa genuina y auténtica que tampoco tiene nada que ver con lo que se conoce por “escocismo” actualmente.
 

El Régimen Escocés Rectificado no tiene tampoco nada que ver con la masonería que se conoce en Francia después de la Revolución de 1789, punto de inflexión y rompimiento de un ordenamiento social que dio lugar a una “nueva” manera de entender la masonería que tendría su culminación con -ya en el siglo XIX- el Gran Oriente de Francia por una decisión del Convento de 1877, en virtud del principio de libertad absoluta de la conciencia, elimina la obligación de invocar al Gran Arquitecto del Universo en sus logias. El Régimen Escocés Rectificado (conocido también como “la masonería de espada”) queda tocado por un cierto aroma del “antiguo régimen” que no sintoniza para nada con esa nueva manera de “ver” y entender la masonería.

 
La singularidad del Régimen Escocés Rectificado, resulta pues manifiesta. Entre el mundo masónico, es repudiado a partes iguales, por: “la masonería de Londres” (la actual Gran Logia Unida de Inglaterra) vencedora en la antigua contienda por el trono que implantará su hegemonía a nivel internacional y su manera de entender la “Regularidad” masónica; al igual que su contraria del Gran Oriente de Francia que se convertirá en adalid de la masonería “liberal” y “adogmática” [libertad absoluta de conciencia], que han llegado a poner incluso en tela de juicio, si la Orden Rectificada es realmente masonería o no, cuando en realidad constituye “la esencia” de la masonería, por bien que no todos los paladares estén preparados para degustarla.

 
El drama de la Orden Rectificada fue la encrucijada en la que nació: en 1782, siete años antes que se desatara la Revolución francesa y el rompimiento de un modelo de sociedad que vio trastocados de golpe todos los valores establecidos. La Revolución no permitió su desarrollo en Francia, y en Alemania, la reforma que supuso la implantación del Convento de Wilhelmsbad, no terminó de cuajar ya que los Dirigentes del Convento, temerosos de un rompimiento de sus Logias, muy apegadas al templarismo de la Estricta Observancia, dio un plazo de algo más de un año para la implementación de la reforma que tenía que dar lugar al Régimen Escocés Rectificado, continuando las logias practicando la Estricta Observancia, hasta que finalmente dicho sistema terminara por desaparecer.

 
Pero a pesar de todas las vicisitudes y de los efectos de la Revolución francesa, el Régimen Escocés Rectificado no desapareció, sino que, a través de su Prefectura de Hermanos suizos, se exilió a Suiza, no regresando de nuevo a Francia hasta 1935, con la creación (bien se podría decir “devolución”) del depósito prestado a los suizos al auténtico propietario: el Gran Priorato de las Galias.


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Facsimil de un impreso de la época (siglo XVIII), indicativo de la representación en 12 
Provincias en que estaba repartido el territorio de Europa, según el sistema 
de la Estricta Observancia.


Por lo que respecta al Régimen Escocés Rectificado y su autorización para trabajar Regularmente en España, la Carta Patente no llega hasta marzo del año 1993, en que el Gran Priorato de las Galias crea un Priorato que continuaría dependiendo de dicho Gran Priorato, pero con autoridad para crear e instalar establecimientos, tanto de la Clase Simbólica, como de la Orden Interior de caballería, instalando como Prior y primer responsable para la Orden Rectificada de habla hispana, al Reverendo Caballero, Raimundus, eques a Voluntatis Fortitudine. De ahí, hasta el 5 de abril del año 2003, en que el Gran priorato de las Galias, consagró el Gran Priorato de Hispania en el castillo templario de Monzón (Huesca), ratificando la Carta Patente y todos los poderes al hasta entonces Prior Raimundus como Gran Maestro y Gran Prior del nuevo Gran Priorato, y concediendo el control, siguiendo en esto los usos y costumbres de la Estricta Observancia, el control de las antiguas provincias templarias presentes en territorio de la península ibérica: la Iª Provincia, dicha de Aragón y la IVª Provincia de León, ambas bajo autoridad y control del Gran Priorato de Hispania, y detentando dentro de los usos y costumbres de la Orden Rectificada, el G.P.D.H., la Gran Cancillería.


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domingo, 24 de noviembre de 2019

La Noción de Beneficiencia | Gran Priorato De Hispania | GPDH


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Liefde (Caritas), Jacob Matham 1585-1589

EN LA TRADICIÓN CRISTIANA, LA BENEFICENCIA, COMO TAL, ES ENTERAMENTE DEPENDIENTE DE LA TERCERA Y MÁS ALTA DE LAS VIRTUDES TEOLOGALES: LA CARIDAD.


Hay que entender por virtudes teologales, como bien dice Santo Tomás de Aquino en su “Suma Teológica”, aquellas por las que nos orientamos hacia Dios, primer principio y fin último de todas las cosas.

Nuestro mundo actual confunde la solidaridad con la beneficencia que tiene un sentido mucho más profundo. La práctica activa de la beneficencia, como virtud cristiana y masónica, está ligada a la caridad, virtud teologal, y no a al concepto social de solidaridad, como se cree a menudo hoy en día, en estos tiempos en los que “lo humanitario” deviene mucho más rentable en el plano de la propaganda y la captación de fondos públicos y privados.

Por mucho dinero que pueda reunir cualquier Obediencia Masónica nunca superará lo recaudado en uno de estos telemaratones, que las distintas cadenas de televisión organizan normalmente en el mes de diciembre con el fin de recaudar fondos a favor de los afectados por la esclerosis múltiple, el sida, la fibrosis quística, etc., a los que acuden todos los políticos y famosos para dejarse ver y “salir en la foto” junto a estas encomiables causas. En consecuencia, si entendemos solamente la beneficencia como un acto de dar dinero, la Masonería quedaría equiparada, o incluso por debajo, a cualquier otro tipo de organización con fines sumamente respetables, pero no justificaría la existencia de nuestra Institución que tiene en el ejercicio de la beneficencia como una de sus principales razones de ser.

Para la Masonería Rectificada la noción de Beneficencia abarca mucho más, tiene un concepto mucho más amplio. No en vano, la condición más alta a que podemos aspirar la denominamos “Caballero Bienhechor (Benefactor) de la Ciudad Santa”.

La solidaridad forzosamente debe surgir de la virtud de la justicia. Es un deber de justicia, como es un deber de justicia rendir culto al Dios único, nuestro Creador (“Vere dignum et justum est”, dicen todos los prefacios eucarísticos).

A este título, la solidaridad es, no ya respetable, sino necesaria, ya que es un deber de justicia el permitir a aquellos que no tienen nada, tener el mínimo conveniente a la dignidad humana.

Sin embargo, y a la vista de todo lo que acabamos de decir, sería culpable querer reducir la caridad, una de cuyas pruebas traducida en actos, es la beneficencia, a la simple solidaridad. La solidaridad como hecho social, infinitamente respetable ciertamente, surge de la sola voluntad del hombre, la caridad, por el contrario, restaura al hombre en su vocación de ser hijo de Dios por y en Cristo.

Esto es lo que nos viene a decir muy exactamente el conde Henri de Virieu en su Memoria sobre la Beneficencia, presentada el 29 de julio de 1782 en el Convento de Wilhelmsbad:

La virtud que nombramos beneficencia es esta disposición del alma que hace operar sin descanso el bien a favor de los otros, sea de la naturaleza que sea. Esta virtud abarca pues necesariamente un campo inmenso, ya que siendo su esencia operar el bien en general, todo lo que el espíritu pueda concebir de bueno en el universo es de su incumbencia y debe ser sometido a su acción. Es de esta manera que el hombre debe contemplar y practicar la virtud por la que se convierte en lo más parecido a su principio infinito del que es imagen, a este principio de bondad que, queriendo siempre la felicidad de todas sus producciones sin excepción alguna, actúa continuamente para procurársela, siendo así eterna e infinitamente bienhechor.

Y Virieu añade estas palabras de capital importancia que ilustran maravillosamente lo que se acaba de decir y que nos dan la medida de lo que debe ser el corazón de la espiritualidad propia del Régimen Rectificado:

“Tal es la idea que debemos formarnos de la beneficencia, que debe extenderse sin excepción a todo aquello que pueda ser verdaderamente bueno y útil a los demás, que no debe descuidar ninguno de los medios posibles para alcanzarlo. Aquel que se limita a dar los socorros pecuniarios a la indigencia hace realmente un acto de beneficencia, pero no puede obtener el título de bienhechor; no menos que aquel que cree haberlo satisfecho todo protegiendo la inocencia, o aquel otro que se circunscribe a aliviar a sus Hermanos sufrientes, o incluso aquel que en un orden muy superior de cosas hiciera consistir toda su beneficencia en iluminar e instruir a sus semejantes.

Todos estos bienes, tomados por separado, no son más que ramas de un mismo árbol, que no se pueden desgajar sin quitarles la vida. Pero sólo merece verdaderamente el título de bienhechor aquel que, convencido de lo sublime de su esencia, considerando la grandeza de su naturaleza formada a imagen y semejanza del principio eterno de toda perfección, la vista puesta sobre esta fuente infinita de toda luz, de todo bien, para imitarla y cumplir así los deberes sagrados que por naturaleza le son impuestos, siente que, al igual que la bondad eterna abraza a todos los seres, a todos los tiempos, a todos los lugares, igualmente la beneficencia, que no es mas que la manifestación de la bondad, debe ser sin límites; que creado a imagen y semejanza divinas, viola su propia ley cuando olvida el deber de imitar sin descanso su modelo y no manifiesta su existencia a todos los seres si no es por sus buenas obras; que nacido para ser el órgano de esta infinita bondad, no debe jamás cerrar la mano destinada a repartirla, a propagar sus efectos, que de acuerdo a las circunstancias y sus medios dá, aconseja, protege, alivia, instruye; que piensa y actúa sin cesar por el bien de sus semejantes, no dejando de actuar si no para volver a empezar, haciendo que ésta tarea perdure por toda su existencia, y que en fin, si los límites de sus facultades no le permiten recorrer a la vez esta inmensa carrera, abraza al menos en su corazón, su voluntad, sus deseos, todos los medios imaginables de operar el bien y todos los seres susceptibles de sentir sus efectos.

Sería pues abusar profundamente querer conceder el titulo general de beneficencia sólo a los actos particulares de esta virtud cuya esencia es abrazar sin excepción todos aquellos actos que puedan tender a hacer el bien de la humanidad.”

Después de la lectura de este admirable texto, puede uno mesurar perfectamente bien la catástrofe actual que representa la reducción de la caridad a la sola solidaridad. La caridad es don y olvido de uno mismo, mientras que la solidaridad “mediática y ostentatoria” no es más que una faceta del orgullo humano (sin contar que su eficacia para aliviar los males es a menudo dudosa).

Fuente
Pagina web del Gran Priorato De Hispania

domingo, 17 de noviembre de 2019

Valores Eternos | Conversaciones en el Claustro | Eduardo R. Callaey | Ramón Martí Blanco





Masonería Cristiana
Caballero de la Orden del Santo Sepulcro de Jerusalén | Siglo X
Esculpido por |Andrea Jula | Italiano
Metal blanco a escala de 54 mm

Resulta evidente que para muchas personas so-
mos una suerte de anacronismo medieval. Hoy,
hablar de caballerosidad —ni que mencionar la
caballería— suena a tiempos pasados. Los maso-
nes cristianos anclamos nuestra ética en una regla
caballeresca. ¿Somos acaso una suerte de pieza de
museo? ¿Es posible trasmitir estos valores a una
generación barrida por el hedonismo, el consumo
y la indiferencia?


La caballerosidad puede parecer hoy en día una reliquia del pasado, pero todo el mundo desearía, cuando la vida los enfronta con una dificultad cuya resolución de la misma dependiera —y con ello de alguna manera la propia suerte— de la decisión de un hombre, desearían encontrarse ante un caballero. Esto quiere decir que a la noción de caballero y caballerosidad, se le atribuyen una serie de valores como son:

Justicia pero también magnanimidad, equidad, rectitud, altitud de miras, coraje, valerosidad, vigor, firmeza, que el portador de los mismos supuestamente pondrá en práctica ante las situaciones que tenga que afrontar en la vida, por muy anacrónicos que dichos valores puedan verse en nuestros días.

Hay subyacente en este modo de pensar, la sensación y la conciencia de que algo hemos perdido en el camino en la evolución de esto que hoy conocemos como «modernidad», de manera, que a pesar que estos principios puedan tener un regusto «antiguo», no por ello dejan de ser consoladores cuando la vida nos pone en situación de tener que necesitarlos; entonces nos vendría bien tenerlos ahí para que nos echaran una mano.

Es como la figura del padre o de la madre, que por mucho que se haya querido inventar una nueva «familia» considerando el modelo antiguo como opresor, continúan siendo insustituibles. Y esto es así porque estamos hablando de principios y valores atemporales que han tenido sentido ayer, lo tienen hoy y lo tendrán siempre, porque forman parte de la misma naturaleza del ser humano.

Decía anteriormente que el hombre puede llegar a ser un lobo, un depredador, para el hombre, pero también puede ser el autor de las acciones más sublimes, todo dependerá en qué se inspire, y efectivamente, nada es posible en medio del caos necesitamos un ordenamiento y la misma vida del ser humano y de la naturaleza está regida por un orden natural —la noche, el día— unos períodos y unos tiempos en que debemos y necesitamos dormir y alimentarnos de manera pautada para no enfermar.

El mismo mundo occidental y Europa en particular, está acrisolado en torno al principio y regla benedictina del «ora et labora», que marca unas pautas y un ordenamiento de la vida humana y la sociedad, en las que se dedica un tiempo a la oración y a Dios y otro tiempo a trabajar para subvenir las necesidades humanas y materiales. Esta Regla, conocida como Regla de San Benito, sirvió de base para posteriores reglas adoptadas por todas las Ordenes de Caballería. Ahora bien, el problema surge —y con ello el desarreglo— en la medida que la humanidad trastoca estos tiempos, dedicando más y más tiempo a subvenir las necesidades humanas —reales, inventadas o adquiridas— y menos tiempo a Dios hasta llegar a su total olvido, olvidando —valga la redundancia— esa parte divina perdida de la naturaleza humana, lo cual se traduce en esa búsqueda incesante de espiritualidad desordenada y torpe —pero en definitiva búsqueda de sentimiento religioso— que podemos ver en tanta gente.

Los masones cristianos, y particularmente, el Régimen Escocés Rectificado, con su clase masónica y su orden caballeresca, denominada Orden de los Caballeros Bienhechores de la Ciudad Santa, tienen una regla propia, denominada Regla Masónica —inspirada, como no, en la benedictina— y que en modo alguno es comparable con lo que otros sistemas masónicos conocen como Código Moral Masónico, cuyo primer artículo se titula «Deberes con Dios y la Religión». El Código Masónico, es un conjunto de consejos éticos y morales, en que la noción de lo que el «hombre debe a
Dios» queda diluida en un «pórtate bien» más inspirado en las buenas maneras que en considerar al resto de seres humanos como obras suyas, inspirados por él y en consecuencia merecedores del respeto y veneración que el ser humano pueda deber a Dios. ¿Dónde está el anacronismo en cuanto estoy diciendo? ¿No corresponde todo ello a valores eternos?

Estos valores, no tan solo es posible transmitirlos si no que es de todo punto necesario hacerlo, y a ello es a lo que estamos llamados Masones y Caballeros. ¿A qué si no? El Caballero de hoy en día ya no va montado a caballo ni está llamado a liberar Tierra Santa, pero no por ello es menos necesario en nuestro mundo y en nuestra sociedad.

El Caballero actual ya no dirime su nobleza en justas y torneos, pero ¿acaso no tiene ocasiones diariamente de dar muestras de su nobleza y valentía? La lucha a llevar a cabo ya no se desarrolla con la espada, pero puede utilizar las armas de la palabra, de la convicción, de la escritura, pero sobre todo las del ejemplo. Hay una eterna lucha en nuestro mundo entre el bien y el mal y esa es la lucha a la que está llamado el Caballero.

Ahora bien, si ese caballero no está bien inspirado, entonces se puede convertir en el caballero negro, aquel que lucha no en el mantenimiento de los valores y virtudes a los que antes me he referido, cayendo, como dice cierta terminología de una saga cinematográfica, en el «lado oscuro» de la fuerza.

¿Cuántos masones se han preguntado por el sentido de la Masonería o la naturaleza del Caballero hoy en día?, yo les responderé: precisamente éste, el transmitir estos valores al mundo y a la sociedad, en una suerte de «Pepito el grillo» que sacuda ese inconsciente colectivo, domesticado y aletargado, denunciando públicamente comportamientos que repugnan toda condición humana y moviendo a reflexión al individuo del porqué de su situación actual.

Este es el verdadero sentido de la Masonería, no los oropeles ni las grandes manifestaciones y reconocimientos de los poderes establecidos. Cristo trató de igual modo y fue igualmente estricto con el rico o el recaudador de impuestos que con el pobre y visto con ojos de hoy, sería un ácrata y un insumiso, y es que el hombre ha de someterse a la voluntad de Dios, pero ha de levantarse contra la injusticia, entendiendo la noción de justicia, como que la verdadera Justicia solo es la Divina, siendo la humana, solamente un pálido reflejo de la misma.

Pero la noche ha caído sobre nosotros y sobre este Claustro, Querido Hermano, aconsejando que nos retiremos a reposar.

Advertencia al lector:
Las negrillas utilizadas fueron añadidas por el editor del blog, a fin de hacer énfasis en palabras claves propias de la Masonería Cristiana.

Fuente:
Conversasiones en el Claustro sobre el Régimen Escocés Rectificado y la masonería cristiana, pagina 47, Valores Eternos.

Autores:
Eduardo R. Callaey & Ramón Martí Blanco


Acerca de los autores

Masonería Cristiana
Ramón Martí Blanco

Biografía

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Eduardo R. Callaey

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domingo, 10 de noviembre de 2019

Prólogo N°1 | Conversaciones en el Claustro | Eduardo R. Callaey & Ramon Martí Blanco



Masoneria Cristiana

Eduardo R. Callaey
Ramón Martí Blanco

CONVERSACIONES
EN EL CLAUSTRO
sobre el Régimen Escocés Rectificado
y la masonería cristiana

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1a edición: febrero, 2016
ISBN (edición impresa): 978-84-945046-4-8
ISBN (edición digital): 978-84-945046-5-5
Depósito Legal: AS 00338-2016
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Prólogo I 

Este pequeño libro tiene una larga historia. Podríamos comenzar diciendo que no fue concebido como tal. La idea original fue la de reproducir algunas reflexiones sobre la masonería cristiana, surgidas en largas conversaciones mantenidas con Ramón Martí Blanco —por entonces Gran Maestro y Gran Prior del Gran Priorato de Hispania— en los viajes que hice a Barcelona con motivo de la implantación del Régimen Escocés Rectiicado en América Latina.

Estos encuentros eran tan ricos en sus contenidos que, llegado el momento, decidimos reproducir los
temas abordados en la modalidad de una suerte de interrogatorio en el que un maestro novel e inquieto interpela a un viejo maestro en el ámbito reservado de un claustro. Así fue que nacieron las Conversaciones en el Claustro que hoy recopilamos para su publicación.

¿Por qué un claustro? Las respuestas son varias y explican la razón de ser de estas conversaciones.
La primera de ellas es tal vez la más obvia: muchas de estas charlas y reflexiones tuvieron lugar, literalmente, en monasterios: Sant Pau del Camp, Monserrat, Ripoll. Cada visita a Catalunya era una excusa para poder visitar junto con Ramón —y a veces con la compañía de Ferrán Juste Delgado, a la sazón Gran Canciller de la Orden— estos santuarios. Solíamos sentarnos en sus antiguos claustros e imaginar los diálogos y las contemplaciones mantenidas allí por los monjes benedictinos.

El la masonería del Rito Escocés Rectificado hay mucho de esa atmósfera benedictina; pero también hay mucho del espíritu de la antigua caballería. En cualquier caso, el diálogo bien podía ser el de un inquieto Escudero con un avezado Caballero que transmite su experiencia e invita a la meditación sobre diferentes temas relativos a la Orden; o el de un aprendiz de constructor que pide consejo al maestro de la obra.

El Rito Escocés Rectificado, que nunca ha renegado de los orígenes cristianos de la francmasonería sino que los reivindica y los sostiene, se considera heredero espiritual de aquellos maestros constructores que erigieron las antiguas abadías, monasterios y catedrales, que antes de ser laicos no eran sino monjes. Era casi inevitable que en aquella atmósfera de los claustros imagináramos a los maestros de obra transmitiendo a sus discípulos los secretos del arte de la piedra.

También creímos que estos diálogos, estas interrogaciones surgidas en la intimidad del monasterio, debían llenar un espacio que la masonería moderna parece estar abandonando: la formación espiritual de sus miembros. Llevar al lector a descubrir la verdadera naturaleza del lenguaje iniciático que no es otra cosa que la articulación del propio espíritu con el tiempo que nos toca vivir.

Estos encuentros, que nunca fueron deliberados, ni mucho menos programados, dieron lugar al análisis de una multiplicidad de problemáticas que el masón —principalmente el masón cristiano— no puede soslayar y con las que se debe involucrar. No se trataba exclusivamente de asuntos relativos a la historia y la tradición. Nos movía, por el contrario, un espíritu crítico respecto de cuál es el rol que debíamos asumir frente a los desafíos que jaquean la cultura de la que formamos parte. Nos preocupaba —y nos preocupa— el destino de Europa y de la civilización que emanó del conjunto de naciones que forjaron aquello que Raimón Panikkar define como «el espacio cultural cristiano». Nos conmovía el sentirnos parte de una epopeya que rescata el sentido heroico de la vida y rechaza el concepto de inmediatez como único proyecto posible. Sentíamos que el solo hecho de recorrer miles
de kilómetros con el fin último de ese diálogo entre Hermanos no hacía otra cosa que revivir la aventura y la osadía de aquellos otros Padres Fundadores que atravesaban Europa, de Convento en Convento —Galias, Kolo, Wilhemsbad— con el solo fin de encontrar el sentido verdadero de la francmasonería.

Pero también fueron la excusa para que pudiéramos abordar cuestiones propias de la doctrina que da vida y sustento al Régimen Escocés Rectificado, que a diferencia de otras masonerías propone la existencia de un Dios y una Revelación sobre la que descansa toda su estructura.

Esta característica, que puede resultar compleja para quien entiende a la francmasonería como un espacio exclusivo de los librepensadores, es más fácil de comprender en el decurso de estas conversaciones en las que queda claro que el maestro instruye, guía y enseña. De este verbo «doceo», que significa enseñar, proviene justamente la palabra «doctrina».

La iniciación, tal como la comprende la Masonería Rectificada, es un proceso que debiera llevar a la restauración espiritual del hombre, a la reparación de la Caída de la que ha sido objeto, en síntesis, a su redención. Pero para que ello tenga lugar debe crearse un espacio delicado y sutil en el que el alma sea capaz de abrirse al mensaje de los símbolos, pero principalmente del Evangelio en el que confiamos como Luz Redentora.

A medida que este diálogo avanzaba, del mismo modo se iba fortaleciendo, año tras año, la expansión del RER en América Latina y aumentaba la responsabilidad de dotar a nuestros Hermanos de respuestas claras frente al dilema existencial que se encuentra en el fondo del secreto masónico. ¿Cómo realizar un verdadero trabajo iniciático en un mundo que nos conduce deliberadamente a las ciénagas de la anomia? ¿Cómo sostener el edificio espiritual que representa la alegoría del Templo de Salomón dentro de una realidad cuyo mayor mérito pareciera ser la mutación permanente?

No íbamos a los claustros en la búsqueda nostálgica de un pasado que se escurre en las arterias agitadas de la gran urbe. Intentábamos, en todo caso, ir al encuentro del destino, a contramano de las corrientes seculares que padecen de la necesidad de enterrar todo lo bueno que ha dado a luz el cristianismo. Al igual que aquellos monjes que construían la estabilidad en medio de un mundo medieval violento, nuestra intención era la de encontrar los cimientos que nos permitiese permanecer firmes en la tormenta.

Esa atmósfera se encuentra aún en el claustro, que es el corazón vivo del monasterio, el pulmón de la vida espiritual de los monjes. Pero, ¿acaso tenemos algo de monjes los masones? Los autores de estas páginas creemos que sí; que hay un deseo profundo en el alma de muchos masones que los conduce hacia ese santuario que existe en lo profundo del corazón.

También creemos que ese descubrimiento de la dimensión iniciática se materializa, se manifiesta —si se nos permite usar esa alegoría— cuando nos encontramos concordes, es decir, con el corazón dispuesto a escuchar. Y para escuchar hace falta silencio; no un debate especulativo en el que competimos por la erudición de nuestras planchas, sino un telón de fondo en el que el silencio precede a la palabra, una silenciosa paz que predispone al alma en su viaje por la experiencia humana.

Tampoco se nos escapaba el hecho de que, en las contadas ocasiones en que no morían en combate, el
monasterio era el destino natural de los viejos caballeros que, en definitiva, eso es lo que somos. Nacidos en el seno de una de las Órdenes de Caballería heredera de las más antiguas de Occidente, no éramos otra cosa que veteranos caballeros de mil batallas contra nosotros mismos; de hombres con responsabilidades ante nuestros Hermanos, puestos por el destino a conducir a un grupo de intrépidos masones dispuestos a reconstruir la columna truncada representada en la Divisa del Primer Grado. De algún modo añorábamos, bajo esos arcos románicos, el día en que una nueva generación nos liberara de la carga y tomase las riendas atadas a nuestras manos. Pues en definitiva, eso es lo que quedará de nosotros: el testimonio de haber intentado, hasta el último minuto, ser fieles al solemne juramento de la Caballería.

Durante al menos los últimos tres siglos la francmasonería ha sido un factor determinante en la formación de infinidad de líderes en todos los campos, pero principalmente ha sido una herramienta con la que muchos hombres han completado su condición de seres humanos. Su característica más sobresaliente ha sido la de continuar un proceso de construcción espiritual más allá de la piedra, extendiéndola a las entrañas de la modernidad, no para adaptarse a ella sino para que las nuevas generaciones no olviden el sentido espiritual de desbastar la Piedra Bruta. ¿Cómo podríamos hacerlo sin abrir la puerta de nuestras propias tribulaciones y compartir con los Hermanos más nóveles aquello que, a su vez, hemos recibido a lo largo del camino andado? Nuestras conversaciones en el claustro son un intento de adentrarnos en muchos de los temas que hace tiempo parecen abandonados en el seno de las logias. Tal vez en la exposición de esa intimidad descanse el único valor real de su contenido Finalmente, estas conversaciones en el claustro reflejan la preocupación de dos masones que miden la realidad que les toca vivir, pero lo hacen desde una perspectiva propia. Y al hacerlo se rebelan a la corriente posmoderna que amenaza con llevarse cada una de esas piedras con las que fueron construidos esos monasterios milenarios que aún resisten firmes pese a todo.

En todo caso, es también el testimonio del afecto y la fraternidad que muchos masones reconocerán inmediatamente en la complicidad de dos Hermanos que interpelan el sentido de la francmasonería. Nada menos.


EDUARDO R. CALLAEY


Acerca del autor

Masonería Cristiana



Advertencia al lector:
Las negrillas utilizadas fueron añadidas por el editor del blog, a fin de hacer énfasis en palabras claves propias de la Masonería Cristiana.



Masonería Cristiana
Claustro Sant Pau del Camp | Barcelona | España



martes, 5 de noviembre de 2019

La Humildad en el pensamiento de San Agustín | Extractos de su obra.


Masonería Cristiana
Saint Augustine
por Philippe de Champaigne | Pintor Francés
óleo sobre tela  | 1645
Museo de Arte del
Condado de Los Ángeles | USA

Los antiguos filósofos relacionaban la humildad con la ignorancia, la debilidad o ser de baja condición; es decir, con lo que iba en contra del ideal de la excelencia.


Para el cristianismo la clave para el verdadero conocimiento de sí mismo está en la humildad y en el conocimiento de la dependencia que el ser humano tiene de Dios. El ejemplo de Cristo nos enseña que la humildad no nace tanto de la bajeza y pobreza, como de su grandeza y su amor que le llevaron a la humillación para salvarnos a todos. 

"Quisiera, mi Dióscoro, que te sometieras con toda tu piedad a este Dios y no buscases para perseguir y alcanzar la verdad otro camino que el que ha sido garantizado por aquel que era Dios, y por eso vio la debilidad de nuestros pasos. Ese camino es: primero, la humildad; segundo, la humildad; tercero, la humildad; y cuantas veces me preguntes, otras tantas te diré lo mismo. 

No es que falten otros que se llaman preceptos; pero si la humildad no precede, acompaña y sigue todas nuestras buenas acciones, para que miremos a ella cuando se nos propone, nos unamos a ella cuando se nos aproxima y nos dejemos subyugar por ella cuando se nos impone, el orgullo nos lo arrebatará todo de las manos cuando nos estemos ya felicitando por una buena acción.

Porque los otros vicios son temibles en el pecado, mas el orgullo es también temible en las mismas obras buenas. Pueden perderse por el apetito de alabanza las empresas que saludablemente ejecutamos... Si me preguntas, y cuantas veces me preguntes, acerca de los preceptos de la religión cristiana, me gustaría descargarme siempre en la humildad, aunque la necesidad me obligue a decir otras cosas" 
(Carta 118, 22).

 La humildad es la virtud que nos sitúa responsablemente ante Dios y ante los demás

"Y buscaba yo el medio de adquirir la fortaleza que me hiciese idóneo para gozarte; ni había de hallarla sino abrazándome con el Mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús... Pero yo, que no era humilde, no tenía a Jesús humilde por mi Dios, ni sabía de qué cosa pudiera ser maestra su flaqueza".
(Confesiones 7, 18, 24)


La humildad Consiste en conocernos y reconocernos como somos, reconocernos como hombres. No equivale a rebajarse, sino valorarse en la medida justa:

 "Oculta el Hijo de Dios su venida en el hombre y se hace hombre. Se te manda a ti que seas humilde, no se te manda que de hombre te hagas bestia. El que era Dios se hace hombre; tú, hombre, reconoce que eres hombre. Toda tu humildad consiste en que te conozcas
(Tratados sobre el Evangelio de San Juan 25, 16)

Pero es un hecho que el conocimiento real del hombre está estrechamente unido a la mediación de Cristo: 

"La humildad del hombre es su confesión, y la mayor elevación de Dios es su misericordia. Si, pues, viene Él a perdonar al hombre sus pecados, que reconozca el hombre su miseria y que Dios haga brillar su misericordia".
(Tratados sobre el Evangelio de San Juan 14, 5) 


De lo que se trata, por tanto, es de conocernos y de aceptar nuestra propia situación de seres humanos: 

"A ti no se te dice: 'Sé algo menos de lo que eres', sino: conoce lo que eres'. Conócete débil, conócete hombre, conócete pecador, conoce ser Dios quien justifica, conócete manchado"

(Sermón 137, 4). 


 "La flaqueza que se da en la humildad es la mayor fortaleza" 
Comentarios a los Salmos 92, 6

La humildad es el camino hacia la verdad de nosotros mismos, que nos abre al encuentro con Cristo, médico humilde y doctor de la humildad.

"Hay en la encarnación de Cristo otros muchos bienes... Otro bien: la soberbia humana, obstáculo principal para la unión con Dios, fue corregida y medicada por la humildad profunda de Dios. Por ella conoce el hombre cuánto se había alejado de Dios y puede apreciar mejor el valor terapéutico del sufrimiento en el camino de su retorno" 
La Trinidad 13, 17, 22

"Quien, en efecto, se hizo por nosotros camino, clama: Entrad por la puerta estrecha. Hace conatos para entrar, mas la hinchazón se lo impide; y cuanto más la hinchazón se lo impide, tanto más perjudiciales le resultan los esfuerzos. Porque, para un hinchado, la estrechura es un tormento, que contribuye a hincharle más; y si aún aumenta de volumen, ¿cómo ha de poder entrar? Tiene, pues, que deshincharse. ¿Cómo? Tomando el medicamento de la humildad; que beba esta pócima amarga, pero saludable, la pócima de la humildad".
Sermón 142, 5

Pero la humildad es necesario cultivarla y custodiarla en lo cotidiano y no dar por supuesto que se tiene como si fuese una conquista para siempre .
La santa virginidad 33, 33

En la caridad está la clave de la vida cristiana, pero este camino no se puede recorrer si no se es humilde: "Luego llamó a la caridad camino excelentísimo. Este excelso camino, hermanos, es maravilloso. Este camino, porque es encumbradísimo, es también excelentísimo, pues sobresale lo que es excelente. Ninguna cosa hay más excelente que el camino de la caridad, y sólo andan por él los humildes"
Comentarios a los Salmos 141, 7

"Tal es el camino: camina por la humildad para llegar a la eternidad
Sermón 123, 3

"Considera, ¡oh hombre!, lo que vino a ser Dios por ti; aprende la doctrina de tan gran humildad de la boca del doctor que aun no habla. En otro tiempo, en el paraíso fuiste tan fecundo que impusiste el nombre a todo ser viviente; a pesar de ello, por ti yacía en el pesebre, sin hablar, tu creador; sin llamar por su nombre ni siquiera a su madre. Tú, descuidando la obediencia, te perdiste en el ancho jardín de árboles fructíferos; Él, por obediencia, vino en condición mortal a un establo estrechísimo, para buscar, mediante la muerte, al que estaba muerto. Tú, siendo hombre, quisiste ser Dios, para tu perdición; Él, siendo Dios, quiso ser hombre, para hallar lo que estaba perdido. Tanto te oprimía la soberbia humana, que sólo la humildad divina te podía levantar".
Sermón 188, 3

 "Por la soberbia caímos, llegando a esta mortalidad. Y como la soberbia nos hirió, la humildad nos salva. Por eso vino humilde Dios para curar al hombre de la inmensa herida de la soberbia. Vino porque el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros... ¿Te hiciste soberbio? Pronto te arruinará el que persuade el mal. Afiánzate humilde en Dios y no te preocupes grandemente de lo que se te diga" 

Comentarios a los Salmos 35, 17

 "Yo he venido humilde, yo he venido a enseñar la humildad, y yo soy el maestro de la humildad. El que se llega a mí, se incorpora a mí; el que se llega a mí, se hace humilde, y el que se adhiere a mí, será humilde, porque no hace su voluntad, sino la de Dios. Esa es la causa de que no se le arroje fuera: estaba arrojado fuera cuando era soberbio" 
Tratados sobre el Evangelio de San Juan 25, 16

Quien quiera entrar en el Reino ha de entrar por Cristo, ha de aprender y practicar la humildad: 

"Cristo nuestro Señor es puerta baja; quien quiera entrar por esta puerta ha de agacharse para entrar con la cabeza sana. Quien, en vez de humillarse, se enorgullece, quiere entrar por el muro, y quien sube por el muro, sube para caer". 
Tratados sobre el Evangelio de San Juan 45, 6

Para entrar en el reino y disfrutar de la salvación, es necesario, evidentemente, pasar por Cristo, pero sólo se podrá si somos humildes:

 "Por doquier se nos recomienda con diligencia suma la humildad del maestro bueno. También está en Cristo nuestra salvación, que es su humildad. Careceríamos en absoluto de salvación si Cristo no se hubiese dignado hacerse humilde por nosotros. Recordemos que no hemos de fiarnos de nosotros mismos. Confiemos a Dios lo que tenemos e imploremos de Él lo que aun no tenemos"

Sermón 285, 4

En el camino de la interioridad se va desvelando aquello que somos nosotros. El camino lleva hacia el sí mismo de cada uno: hacia su propia realidad, a su persona. Al mismo tiempo, el camino se dirige hacia "el otro", es decir, hacia la verdad divina que llevamos dentro de nosotros mismos. Esta es la auténtica experiencia  de la interioridad, la verdad del corazón, toda ella vivida en un ámbito de gracia y de don, y es el camino de capacitación en el asombrarse, en el admirarse:

 "Señor, Tú estabas delante de mí pero yo había desertado de mí mismo. Y como no me encontraba a mí mismo, ¡cuánto menos a Ti!"
Confesiones 5, 2, 2

La humildad es la puerta para despojarse del ego.
Sermón 336,3



Advertencia al lector:
Las negrillas utilizadas fueron añadidas por el editor del blog, a fin de hacer énfasis en palabras claves propias de nuestra rica Tradición Cristiana.


Acerca del Autor

Masonería Cristiana





Decreto de Creación del Triángulo Masónico Rectificado "Jerusalén Celeste N°13"

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