domingo, 30 de junio de 2019

Definición de la virtud de la "Sinceridad" | Jean-Baptiste Willermoz


Masonería Cristiana

 Jesús sana al hijo de un funcionario
Juan 4:43-54

" Desciende a menudo hasta el fondo de tu corazón, para escudriñar en él hasta los rincones más escondidos. 
El conocimiento de ti mismo es el gran eje 
de los preceptos masónicos. 
Tu alma es la piedra bruta que es necesario desbastar: 
ofrece a la Divinidad el homenaje de tus 
sentimientos ordenados,
 y de tus pasiones vencidas.  "

Regla masónica, artículo VII
al uso de las Logias Rectificadas
Perfeccion  Moral de Uno Mismo.



En las oraciones tomadas de la correspondencia de Jean-Baptiste Willermoz, se encuentra una definición perfecta de "sinceridad" como una virtud transformadora que se propone a los Hermanos del Régimen, pero que han olvidado el significado de esta virtud y han perdido la conciencia de su forma, así como el alcance de su acción soberana sobre el alma del hombre de deseo, la virtud lo hace capaz, precisamente, de tener acceso a los " hechos de la inteligencia  ".

La visión de futuro del análisis expresado por Jean-Baptiste Willermoz, tal como aparece en una carta enviada a Joseph de Maistre, sobre esta "muerte intelectual", que se puede ver en el Hombre actual, la muerte que resulta en una triste dependencia y una ausencia casi total de control sobre los instintos, problemas y pensamientos que surgen y cruzan su conciencia. [1]

Pero el punto que debería interesarnos es principalmente el acto, esencial en su caso, que consiste en un examen sincero de nuestra condición como se expresa en el famoso Discurso a un Aprendiz recibido de Italia :

Por lo tanto, está en este estado de un sincero retorno a sí mismo, que el hombre recibe su paga, ya que cuando este retorno es realmente sincero, le sigue infaliblemente una emoción dulce que es más fácil de sentir que de expresar. Es bien sabido que uno no está al final de su carrera, pero al menos, que la satisfacción de uno no debe verse en el único camino que lleva allí, y no importa cuán lejos esté. la luz. Es tan grande que ilumina a quien la busca con sinceridad . [2]

La idea de un ejercicio activo de "sinceridad" aparece de esta manera como indispensable para los hermanos que desean acercarse a la luz, y si fuera necesario estar convencido de ello, simplemente sería necesario que releieran. prestando atención al consejo dado a los Aprendices en la Regla Masónica para ellos, describiendo con escrupuloso interés metódico los principios, basados ​​en la "sinceridad", que deben observar y no "olvidar": 

"  Desciende a menudo hasta el fondo de tu corazón, para escudriñar en él hasta los rincones más escondidos. El conocimiento de ti mismo es el gran eje de los preceptos masónicos. Tu alma es la piedra bruta que es necesario desbastar: ofrece a la Divinidad el homenaje de tus sentimientos ordenados, y de tus pasiones vencidas."

" Que las costumbres castas y severas sean tus compañeras inseparables, y te vuelvan respetable a los ojos de los profanos; que tu alma sea pura, recta, veraz y humilde. El orgullo es el enemigo más peligroso del hombre, lo mantiene en una confianza ilusoria de sus fuerzas. "

" Que la idea sublime de la omnipresencia de Dios te fortifique, te sostenga; renueva cada mañana el deseo de ser mejor: vela y reza. Y cuando al anochecer tu corazón satisfecho te recuerde una buena acción, o alguna victoria conseguida sobre ti mismo, únicamente entonces, reposa tranquilamente en el seno de la Providencia y repón nuevas fuerzas.. " [3]


Fuente del artículo en Frances

Traducido mediante la App Deepl 
(www.deepl.com/translator)

Publié par « La Sincérité » - Loge Conservatoire de l'Ordre -
 D.N.R.F.-G.D.D.G. le 21 février 2019



Notas

1. Como Willermoz observa muy bien: "  Eso no podría ser de otra manera ya que el hombre corporal ya no se comunica con el centro del pensamiento y la inteligencia. Así que solo puede ser susceptible de dos tipos de ideas; los puramente sensibles se excitan en él por la percepción de los objetos materiales sujetos a sus sentidos; Los otros intelectuales también acuden a él a través de los sentidos, aunque no tienen nada que ver con su inteligencia, que los juzga los adopta o los rechaza. Es también de esta manera de los sentidos que experimenta la acción de las dos causas opuestas [...]. Así, todos los pensamientos del hombre presente son producidos en él por los "seres" que lo rodean. "( Instrucciones ).

2. Discurso académico y muy luminoso para la recepción de un aprendiz masón, recibido de Italia , 1780, BM Lyon - Ms 5921-10.

3. Regla masónica , artículo VII, 1,2 y 4.

miércoles, 26 de junio de 2019

Juan El Bautista o La Voz del Verbo / Pascal Gambirasio d’Asseux

Masonería Cristiana


Juan es el hijo de Zacarías, cuyo nombre significa ‘recuerdo’, y sobre todo ‘invocación’ de Yah (iod, he), uno de los Nombres divinos revelados en la Biblia.

Zacarías que solo recobrará el uso de la palabra, que así pues solo recuperará su palabra perdida (o su nombre, lo que es idéntico, sobre todo en la especie) conformándose a la Voluntad del Eterno, nombrará a su hijo Juan, Yahanan en hebreo, que se traduce por ‘Misericordia de Dios’, hanan teniendo la terminación a la vez el sentido de benevolencia, misericordia y alabanza. Según René Guénon, este último término, ascendente, se relaciona más bien con san Juan Evangelista.

Zacarías sorprende a sus congéneres con la elección de este nombre: “No hay nadie en tu parentela que lleve ese nombre” (Lc I, 60), lo que puede simbolizar que el parentesco de Israel, fruto de la Antigua Alianza, fundada en la Ley, pronto iba a transmutarse en filiación divina recobrada entre el hombre y su Creador, fruto del Primer Advenimiento del Hijo divino; Advenimiento a su vez fruto del Amor de las Tres Personas por toda la Creación.

De este modo, es con el sello de esta Buena Nueva con el que Juan será marcado en lo más íntimo de su ser, a través de su nombre que lo revela como el último de los Profetas de Israel y el primer santo de la Iglesia, como igualmente será su primer mártir (precediendo a Esteban).

La madre de Juan es Isabel, cuyo nombre, según ciertas tradiciones, significa siete veces Elías. Sabemos que la traducción habitual es ‘la casa de Elías’. Siete, número del cumplimiento y retorno al centro, al punto original, al corazón; siete, número del Sabbat que está dedicado a la reintegración de lo múltiple (la circunferencia del espacio-tiempo) al Uno original (el centro imponderable, sin mesura ni duración).

Hay aquí pues la indicación de que “los tiempos se han cumplido”, que el Advenimiento del Verbo debe sobrevenir, y haciendo esto, realizar la última emergencia de la Tradición Primordial en toda su amplitud.

Por otra parte, conviene señalar que el Ángel Gabriel, el mismo que anunciará a María el Misterio de la Encarnación, dice en particular a Zacarías, hablando de Juan y de Jesús:

irá por delante en su presencia con el espíritu y el poder de Elías […] para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto” 
(Lc I, 17).

Gabriel es el guardián del rio que fluye al este del Edén, luego el Ángel que contempla la Luz de Oriente. De alguna manera, es un arquetipo angélico del Bautista que, vuelto hacia Oriente, anuncia al mundo su Advenimiento (como el Arcángel Miguel sería el del Evangelista, sin duda alguna).

Elías tiene como sobrenombre el de Pasador, ya que detenta la llave de la revelación de los Misterios. Se ve también calificado como “el que verdece”. Igualmente, Juan figura este Pasador de almas entre la Antigua y la Nueva Alianza, puesto que en realidad se trata, no ya de una ruptura, sino más bien de un coronamiento, de una transfiguración: la Ley cuya interioridad es Amor (ahavah, Agape) es así como retornada y es su interioridad, el Amor, el Perdón divino, que se revela y envuelve la Ley; que la “justifica” e ilumina. Ilustración perfecta del paso de la columna del Rigor del árbol de los sefirots a la de la Gracia.

Por otra parte, san Juan está ligado a Elías por el color verde que “posee” igualmente, de manera velada, desde luego, pero certera.

En efecto, las Escrituras enseñan en primer lugar, y ello no es por casualidad o de manera anecdótica, que Juan, en el desierto, se vestía con piel de camello (Mc I, 6).

Camello en hebreo, se dice guimel (guimel, mem, lamed) que es por otra parte la tercera letra del alfabeto hebreo, y este animal es símbolo también de aquel que sabe y puede atravesar sin temor el desierto, porque guarda consigo una reserva de agua (fisiológicamente, se trata de reserva de grasa que se transforma en agua, cuando su organismo tiene necesidad).

Ahora bien, Juan, el Bautista más precisamente, que viaja y predica en el desierto, imagen del mundo caído, árido y hostil y del corazón seco y petrificado del hombre desviado, Juan, conserva sin embargo el viático de la Resurrección, el agua viva de la gracia bautismal que regenera a la humanidad sufriente, transmutando el desierto en el verde jardín de los Orígenes.

El Evangelio indica más detalladamente que Juan llevaba esta piel de camello alrededor de su cintura (Mt III, 4). 
Es bajo esta forma que la iconografía y la estatutaria tradicionales lo ha representado a menudo con esta vestimenta, de suerte que aparece como el consorte y la prefiguración de la pieza de tela que sirvió para ocultar la desnudez de Jesús en la Cruz, el Perizonium…

Los riñones, tendremos la ocasión de volver sobre ello, son la sede de la potencia de generación, tanto carnal como espiritual, y ¿qué hizo Juan el Bautista, sino generar en espíritu a todos los nuevos bautizados, haciéndolos renacer de las Aguas primordiales a través de las del Jordán?

La iconografía, por su parte, y el arte de los vitrales al igual que el de los escultores de la Edad Media han representado a menudo la Santa Cruz de color verde, simbolizando entonces la Potencia vivificante de este nuevo Árbol de Vida, como lo ha calificado tantas veces la tradición cristiana.

La zona de los riñones, anatómica y simbólicamente, engloba el ombligo y “signo” del retorno al centro, el omphalos, el Pardes de la Tradición Primordial y así pues cristiana; el retorno al centro del Cosmos y del ser es una sola y misma cosa. Es entonces “la edad de oro” o estado bienaventurado de la infancia:

En verdad os digo que el que no reciba el reino de Dios como un niño, de cierto no entrará en él…” (Lc XVII, 17; Mc X, 15).

Es justamente en esta parte de las caderas (las caderas están comprendidas en esta región corporal y sutil de los riñones) que el Ángel tocó y marcó a Jacob, transfigurándolo inmediatamente en Israel, que significa ‘elegido de Dios’.

Las caderas, recordémoslo están en relación con el signo astrológico de Libra, signo de aire y se encuentran así pues ligadas, de alguna manera, con el Espíritu santo o Soplo divino, portador por su parte del Verbo, como el aire vehicula y soporta el sonido, la palabra.

Existe por otra parte, en planos diferentes pero estrechamente imbricados, un lazo particular entre el Espíritu Santo Paráclito, la Virgen María y san Juan Bautista, en el que cada uno, según su orden, es un “Portavoz” y un “porta-Luz”: un Cristóforos

Además, esta piel de camello (luego, esta agua secreta pero viva) ciñendo los riñones del Bautista, es la imagen en cada uno de los hombres de la persistencia, a pesar de la Caída, de la luz divina, de esa parte emanada incorruptible: Luz, núcleo de Inmortalidad, portadora de esta agua de Resurrección y de Vida Eterna, llevando precisamente a aquellos que son capaces de desellarla a la fuente (en todos los sentidos del término) a la tierra de los Vivientes, que muy a menudo es figurada bajo la apariencia de una isla verde.

Por último, guimel, como ya hemos dicho, es en primer lugar la tercera letra del alfabeto hebreo y puede ser puesta en relación con el Tercer Día del Génesis, situado a su vez bajo el signo del reverdecimiento y la fertilidad de los suelos, al igual que con el Tercer Día tras la muerte de Cristo, el Día de su Resurrección y de su aparición a María Magdalena, que de entrada no lo reconoce y toma por el jardinero (Jn XX, 15). Pero ¿se equivoca ella finalmente? Cristo abre el nuevo Edén, estos “verdes pastos” de los que habla (Jn X, 9).

Tradicionalmente, las cinco llagas de Cristo son representadas a menudo por cinco rosas y estas son realmente las primeras flores del jardín del Edén, estado primordial restaurado por la Cruz.

El Evangelio menciona igualmente el alimento de Juan: langostas y miel salvaje (Mc I, 6).

Las langostas constituyeron una de las siete plagas de Egipto que fue, para Israel, la tierra del exilio y esclavitud. Por otra parte, según el Apocalipsis (la visión de las siete trompetas sobre la que nos detendremos más largamente un poco más adelante), las langostas surgieron de pozos del abismo al son de la quinta trompeta, conducidas por el Ángel del abismo en persona: Abbadôn en hebreo, Appolyôn en griego[1], lo que significa Destrucción, Destructor.

Sin embargo, les fue imposible atormentar los prados, toda verdura y a los árboles, así como a los hombres que llevaban en la frente el sello de Dios.

San Juan, que representa el guardián y el dispensador del agua vivificante y así pues de toda virilidad, alimentándose de estos insectos, testimonia de este modo el poder y la victoria sobre las fuerzas de abajo, representando “aquel que viene en nombre del Señor”. Aquí, una vez más, prefigura y refleja los milagros de Cristo liberando a la humanidad achacosa y enferma de estos tormentos, y de la muerte misma.

La miel es el trabajo propiamente alquímico de las abejas, y estas a su vez son una de las representaciones de Cristo al cual evocan con su miel (suave y delicada es la palabra de Dios) y su dardo (la espada acerada saliendo de la boca del Verbo: Apocalipsis I, 16).

Las abejas son también un símbolo de la Resurrección por los tres meses que en invierno no salen de sus ruscos y que se relacionan entonces con el tiempo en que Jesús permaneció en la tumba antes de resucitar al tercer día.

Para san Bernardo, representan al Espíritu santo. La miel, por su parte, según Dionisio el Areopagita, figura las enseñanzas divinas, cuyo papel esencial es purificar y conservar.

Observemos igualmente que, si bien las langostas son los insectos destructores de los cultivos del hombre, las abejas, por el contrario, son insectos operativos y constructores, cooperando con el hombre, que se alimenta de su trabajo (la miel).

Así san Juan, alimentándose de la miel salvaje es una imagen de la manducación de la Palabra divina y de la incorporación al corazón del ser de esta palabra de Vida. El profeta, penetrado así por el Espíritu santo, vivificado por el Verbo mismo -acordémonos de lo que decía san Pablo: “y vivo, pero ya no yo, sino que vive Cristo en mí” (Gál II, 20)- puede efectivamente llevar la Palabra y el Amor al Mundo.

Este alimento aparece como la invocación perpetua del Nombre de Jesús que conoce, de manera particular el Hesicasmo bajo la denominación de “plegaria del corazón” la cual, bajo un cierto aspecto, se aparenta, mutatis mutandis, a una Eucaristía permanente, la alimentación celeste del hombre, así como a la contemplación del Emmanuel.

En resumen, es preciso recordar que las palabras de Cristo ofrecidas, bajo la forma de un pequeño libro a Juan el Evangelista (Apocalipsis X, 8-11) tienen también el dulzor de la miel (incluso si estas colman después las entrañas de la amargura, ya que se trata aquí de otra perspectiva).

Por vía de Isabel, prima de María y descendiente de la misma tribu real de Judá, Juan es el pariente más cercano de Cristo en su humanidad, excepto y por supuesto, por vía de su santa Madre (de hecho más, ya que José, solamente es padre “jurídico” de Cristo).

Juan es pues el más próximo, por excelencia, de Jesús, y por las mujeres; es decir la Carne, portador del Espíritu santo. Aparece así como el perfecto reflejo de Cristo, al igual que la luna es reflejo del sol.

Por otra parte, fue decapitado por orden de otra mujer, Salomé, encarnando en ese caso la Carne desviada, sometida al Príncipe de este Mundo. Observemos así mismo que Juan anuncia el Verbo o “Cabeza de Ángulo” de acuerdo a uno de los calificativos que le otorga la Tradición, dicha también piedra angular (Rosch ha Pinnah) y que sufrió la degollación, la decapitación en torno a los 33 años: la Anunciación (Lc I, 36) nos permite saber que tiene seis meses más que Jesús.

Ahora bien, rosch significa literalmente ‘cabeza’, mientras que pinnah, en sentido figurado, designa un ‘jefe’ (y de todos es sabido que en francés -lengua de los pájaros- este término connota: una autoridad, el primer lugar y la cabeza entendiéndolo anatómicamente).

San Juan nace en el solsticio de verano, puesto que Cristo -seis meses menor-, nace, de acuerdo a la Tradición, en el solsticio de invierno. Por ello mismo, Juan anuncia ya la Luz divina y transfiguradora, el Sol Justitiae. Pero no es la Luz y su nacimiento que se produce cuando el sol está en su zenit, que es “Mediodía pleno”, fundamentalmente no es más que el testimonio de la Verdadera Luz, que se encarnará seis meses más tarde, en el corazón del solsticio de invierno, en “medianoche plena”, simbolizando así que el Verbo desciende en la oscuridad y en el secreto del corazón del hombre.

Nace seis meses antes que Cristo, Juan camina pues antes que él, como lo anuncia el Arcángel Gabriel, simbólicamente durante la mitad de un ciclo anual, ilustración “física” de esta realidad de orden espiritual, que Juan profetiza: “Él tiene que crecer, yo tengo que menguar” (Jn III, 30) mientras que Jesús afirma: “no hay siervo mayor que su señor” (Jn XV, 20).

Juan es la voz, Jesús el Verbo. Por otra parte, el solsticio de verano comienza en la fase descendiente del año y se encuentra en relación con el signo de cáncer, signo justamente de agua, correspondiendo a la “Puerta de los hombres”, vinculada a los Pequeños Misterios cuyo objetivo es la restauración del estado primordial, esta edad de oro del verde jardín del Edén, y “pedestal” de la “Puerta de los Dioses”, vinculada a los Grandes Misterios.

No obstante, el nacimiento del Bautista, eminentemente solar, hace de él este “portador de la Luz” que ya hemos evocado, ese Cristóforos ya que proclama el Advenimiento de aquel que es “la luz verdadera que alumbra a todo hombre” (Jn, Prólogo I, 9) y que las tinieblas no supieron comprender, en el doble sentido de “conocer” y “entender”.

Juan es de este modo el inmediato reflejo de Cristo, pero para ser tal, para poder acoger y reenviar la divina Luz al mundo en su estado puro, es preciso haber rechazado todas las riquezas (ilusorias por naturaleza, perversas muy a menudo, y efímeras, siempre) del ego humano, lo que es designado, en ciertas vías iniciáticas, bajo el nombre de “metales”; lo que explica la casi desnudez de Juan, que se encontraba “ni desnudo, ni vestido.

Bajo este aspecto, Juan el Bautista se aparenta a la Virgen María, en su transparencia de humanidad primordial, en su humildad fecunda (es conocido que la humildad se relaciona con el humus, el mantillo de tierra portador de la germinación, lo que nos recuerda el aspecto verdoso del Bautista, nuevo Elías y de María en tanto que Edén reencontrado).

María es calificada por su parte como speculum Justitiae, ‘espejo de la Justicia’, en relación al Verbo del que acabamos de recordar que es el Sol Justitiae, el ‘sol de Justicia’. Juan es también un espejo, speculum, en tanto que reflejo del Verbo, del Sol de Justicia.

Como la Virgen, Juan acoge y porta, en su seno, la Palabra de Dios y la lleva a los otros hombres, anunciando su venida. Al hacer esto, revela de igual modo un método de realización espiritual: “yo soy la voz del que grita en el desierto: enderezad el camino del Señor” (Jn I, 23).

Esta exhortación constituye una clara guía en la ascesis de cada alma cristiana, indicándole cómo cooperar activamente en la preparación de la venida, a la misma, de Emmanuel.

Juan se tiene en el desierto, que es por definición, en su mayor parte un lugar llano, en el que todo se encuentra a plomo del sol. También, está dedicado a la horizontal, al nivel del masón, a la superficie de las aguas: Cristo ha caminado precisamente sobre la superficie de las aguas.

En virtud de esta horizontalidad, que por otra parte invoca en sus palabras, por el bautismo de agua que confiere, Juan, con independencia de su nacimiento solsticial, está ligado pues a la esfera de la luna, pero esto es lógico puesto que ella refleja la luz del sol.

Ahora bien, según la Tradición, esta esfera o plano lunar, tiene por misión, como una verdadera arca, la conservación en modo sutil de las cosas creadas. Pero esta esfera preside igualmente los nacimientos y Juan, al igual que María “que iba guardando todo, ponderando aquellas palabras, en su corazón” (Lc II, 19), y en tanto que último profeta de Israel, conserva las palabras de la Ley (Torá), como dice Cristo:

No penséis que vine para abolir la Ley ni los Profetas; no vine para desatar, sino para cumplir. Pues en verdad os digo que mientras no se desvanezca el cielo y la tierra no se desvanecerá de cierto una sola iod, ni un acento de la Ley hasta que todo se realice” (Mt V, 17-18).

Juan, por otra parte, preside también los (re)nacimientos espirituales en tanto que Bautista. Y es así mismo en el seno de esas aguas del Jordán, de ese plano horizontal, que designará al Mesías, ante todos aquellos que lo rodeaban. Lo señala pues públicamente, lo desvela, se podría llegar a decir:

he aquí el Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo” (Jn I, 29). Dice también: “yo bautizo con agua […] aquel sobre quien viereis que desciende y se posa el Espíritu, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo” (Jn I, 26-33).

Efectivamente, las aguas por sí solas no son suficientes. Para que la germinación espiritual pueda cumplirse plenamente, es preciso la acción del sol, del fuego, de la sangre y es lo que Cristo aporta por su lado derecho y su corazón traspasado, fuente de gracias.

Únicamente el Sagrado Corazón cumple la Gran Obra cósmica y metafísica de la Redención

Así mismo, san Juan se dirige al entendimiento de los hombres, en el doble sentido de la palabra, permitiéndoles reconocer al Verbo encarnado, la Verdadera Luz. Este Advenimiento del Redentor se cumple en el plano cósmico, pero igualmente en el plano individual en el proceso de realización espiritual.

En esta perspectiva, el desierto en el que Juan lleva la palabra, simboliza y constituye su sentido superior, el centro del ser, el corazón pacificado y depurado “en el que todo está bien y en orden”, por retomar los términos de un ritual iniciático. Es imagen, no ya de la ausencia y aridez, sino del despojamiento voluntario de todo lo que no es Dios y de Dios en sí, el lugar de abandono de la carne muerta, el lugar de silencio que únicamente permite el resonar del Verbo; de la soledad que, únicamente, permite el reencuentro con el Señor.

Ya que la Palabra divina nace en el silencio del corazón, como nació de María en la oscuridad de la noche de la Natividad después de haber sido concebida primero en la noche, el silencio y la soledad de la Anunciación.

De este modo, el desierto joánico figura el trabajo operatorio del hombre de Buena Voluntad, es decir precisamente, del hombre de voluntad recta, en la que todas las orientaciones, todos los senderos son rectificados con la potencia de la Escuadra del Espíritu santo y preparando la venida del Señor.

Entonces, por la virtud del arrepentimiento (el agua de las lágrimas de la Penitencia y del retorno -teschouvah- pero también de la alegría espiritual), del Bautismo (paso regenerador por las aguas lustrales) y del perdón divino (rosado y celeste, dicho también de agua y sangre brotando del Cordero divino), este corazón humano, ese desierto reflorecido en Edén recobrado, retomará su estado virginal original.

Por último, el nombre mismo de Juan, es fuente (es el momento de decirlo) de revelación. En efecto, Yahanan se escribe: iod, he vav, heth, nun, nun. Otro de los Nombres divinos, Yah (iod, he), que Juan “posee” en común con su padre Zacarías, su nombre comienza por las tres primeras letras del Nombre Tetragrama (iod, he, vav, he), dando lugar aquí el segundo he a la letra heth, de valor 8.

Esta letra es el jeroglífico de la barrera, del obstáculo y se relaciona, en este sentido, con el guardián de la puerta, fundamental en toda vía espiritual, y a fortiori iniciática. Juan es justamente el guardián de aquel que dice de sí mismo: “Yo soy la puerta; si alguno entra a través de mí será salvo” (Jn X, 9) puesto que abre el ciclo de su manifestación al mundo.

Esta letra y este número, expresan por otra parte, la idea de realización acabada, de armonía. En este sentido, es preciso observar que la palabra escrita aleph, heth, designa al hermano, al próximo. Hemos visto hace poco que, según la carne, Juan es el más próximo pariente de Cristo, en propiedad su primo y así pues, y de acuerdo a la costumbre oriental que no posee este término para designar este vínculo de parentesco, un “hermano” de Jesús.

El número 8, volveremos más adelante a hablar sobre el mismo, revela la culminación del octavo Día y es el número atribuido a Cristo, en tanto que Nuevo Adán, el Viviente, Hijo de Dios Vivo, resucitando al hombre del pecado a la Vida. No olvidemos, que en su forma primera, el baptisterio era de forma octogonal, representando por excelencia el octógono el paso del plano terrestre al plano celeste y a la Ciudad santa del Cordero.

El bautista se convierte de este modo en este Pasador de la Tierra al Cielo, por el segundo nacimiento que confiere; de la misma manera, pero en un plano más preminente todavía que el paso de las aguas del Mar Rojo, el paso a través de las aguas del Bautismo libera al hombre de su tierra de esclavitud y lo lleva a la Tierra prometida, que aquí es el Corpus Mysticum de Cristo, la Iglesia, Nueva Israel…

Por otro lado, el valor gemátrico de Yahanan se aparece como de 129, si se le conserva a la nun final su valor habitual de 50 (10 + 5 + 6 + 8 + 50 + 50), o sea un valor radical (1 + 2 + 9 = 12 = 1 + 2) de 3, que remite a la divina Trinidad. Y ciertamente, Juan anuncia al Hijo enviado por el Padre y manifestado por el Espíritu Santo en María.

Por otra parte, la voz del Padre resuena en el Cielo “éste es mi Hijo, el amado, en quien tuve mi complacencia” mientras que el Espíritu Santo Paráclito desciende y permanece sobre Jesús bajo el aspecto de una paloma en el instante preciso en que Juan lo bautiza en las aguas del Jordán (Mt III, 16-17; Mc I, 10-11; Lc III, 22), manifestaciones que vienen a sellar y desvelar la indisoluble unidad de Naturaleza de las tres Personas y la Triple Potencia que ordena y gobierna todo el universo.

Si, por otra parte, es dado a la nun final el valor 700 que puede tradicionalmente tomar, el valor de Yahanan es entonces de 779, o sea 5 (7 + 7 + 9 = 23 = 2 + 3), número-imagen del hombre primero, en su cuerpo de Gloria, portador de la Luz del Verbo y semejante así a una estrella llameante. Es por otro lado este mismo símbolo que figura al iniciado perfecto, al santo también, habitado por la divina Luz, aquel que definitivamente “ha revestido a Cristo”, como proclama la liturgia ortodoxa.

Esto no nos debe sorprender ya que Juan profetiza el Advenimiento del Mesías, el Salvador, Ieschouah, que libera del pecado y en el qué y por el qué la humanidad recobra su divina filiación, y cuando los tiempos sean llegados, su cuerpo de Resurrección.

Es igualmente notable que este nombre, Yahanan, comienza por la letra correspondiente a la plenitud del Principio, la iod, de valor 10, revelando los 10 Sefirots de la Creación (en todos sus planos o mundos) y que se termina con la letra nun, de valor 50, vinculada al sefirot Binah (la Inteligencia), al Espíritu Santo Paráclito en términos cristianos y a su “descenso pentecóstico”; Espíritu santo que justamente, como lo afirma el Credo ha “hablado por boca de sus profetas”.

Para concluir, tampoco resulta inútil recordar que algunos asocian el gallo a Juan el Bautista (siendo asociada el águila a Juan el Evangelista). Estos consideran que el gallo anuncia al alba, la salida del sol, el gallo ilustra la función profética del Bautista, el cual, en efecto, tiene a cargo despertar las almas adormecidas de los hombres de la Caída, que han olvidado su deber ontológico: ser y permanecer vigilantes, compañeros y hermanos de las cinco vírgenes sabias cuyo aceite de las lámparas (el deseo espiritual) no falte ni las lámparas se apaguen -imagen de los cinco sentidos entonces pacificados, “abiertos” y orientados a la venida del Señor: “Yo duermo, pero mi corazón vela por la voz de mi amado que toca a la puerta” (Cantar de los Cantares, V, 2). Volveremos sobre este punto.

En efecto, si el águila planea en torno al sol y puede soportar los rayos de su mirada, lo contempla pues en su zenit, “en majestad”, en “mediodía pleno”, proclamando, como hace de alguna manera la liturgia ortodoxa: “¡el Señor reina, vestido de majestad! El Señor ha revestido el poder; lo ha trabado (coagula) en su cintura (generación)”, el gallo, le profetiza la salida de ese Sol invictus, ineluctablemente victorioso de todas las tinieblas.


Autor


Masonería Cristiana

Pascal Gambirasio d’Asseux

En

 « Réalisation initiatique et Mystère chrétien » 

Éditions Télètes (Paris), 2012
(ISBN : 978-2-906031-76-0) 2ª Parte. 
Hitos de interioridad o principios de la Cábala cristiana (pp. 81-92)

Masonería Cristiana

domingo, 23 de junio de 2019

Plegaria Del Blasón | Pascal Gambirasio d'Asseux



Masonería Cristiana
 Blasón del Gran Priorato de Hispania

Masonería Cristiana

Blasón TMR  Jerusalén Celeste N°13


Dulcísima y poderosa Dama, ¡oh Virgen María! inmaculada y bendita, Madre de Nuestro Señor Jesucristo por la gracia del Espíritu Santo, hacednos dignos de responder a nuestra vocación según el nombre único y eterno con que el Padre nos ha firmado.

Conceded vuestra maternal protección a nuestros blasones que no son más que su encarnación, revelando nuestro rostro celeste.

Asistida por la corte de ángeles y particularmente por San Miguel
Arcángel, su Jefe, y vuestro más alto y fiel sirviente, orientad, vivificad, y proteged nuestro estado caballeresco a fin que sepamos dar cumplimiento a nuestras armas, transfigurando nuestra alma.

Ayudadnos a alcanzar toda su verdadera belleza y guardad nuestros
corazones en sus caminos de luz en la pureza y la alegría de servir siempre Primero a Dios.

Por la Vida eterna en vuestro divino Hijo, sellad en nosotros el ser y el blasón y ambos a la Orden de la caballería, la cual, bajo los pliegues tutelares del vuestro, nos ha revestido con su manto.

Que nuestro honor sea permanecer fieles y valerosos en esta hueste de la nobleza cristiana, tanto en el cielo como en la tierra.

Luego, en el atardecer de nuestro adviento, cuando plazca al Señor,
aceptad, Santísima Madre, que sea a través vuestro 
que devolvamos las luces de nuestros blasones 
en la única luz de Dios nuestro Padre.

Amén.



Autor
Pascal Gambirasio d’Aseux
en 

Lumières et Secrets du Blason"

págs 191-192. 

Éditions APOPSIS, 2018

Masonería Cristiana


miércoles, 19 de junio de 2019

Mística Cristiana por Blog Misterio Cristiano


Masonería Cristiana
Grabado Cristo Salvador del Mundo
Autor J. de Gheyn | Año 1520

El concepto de mística en el cristianismo difiere de otras místicas diversas. La mística cristiana se apoya en la dinámica de la sacralidad: Revelación de Dios al ser humano - búsqueda de Dios por parte del ser humano. Aunque Dios se revela gratuitamente y con sobreabundancia, tenemos que tener una predisposición activa para hacer nuestra la revelación.

En la etimología de la palabra “Mística” encontramos pistas nada desdeñables para comprender el significado de esta palabra. La palabra mística procede del verbo griego “Myein” que significa encerrar. “Místikos”, será por lo tanto lo cerrado u oculto a la vista directa

Lo místico está en relación directa con el misterio. Es decir, la mística cristiana trata de penetrar en el misterio cristiano. Pero este misterio no es algo que se posea por parte de unos pocos elegidos y por lo que hay que pagar tributo de hombre para acceder. Lo oculto está delante de nuestros ojos y solo tenemos que tener la voluntad de acceder para encontrarlo en todo lo que existe.


Cabría preguntarnos, por qué Dios se muestra de manera misteriosa, oculta y velada. Lo oculto, lo velado, salvaguarda la libertad que Dios nos ha regalado para aceptar o no su existencia. Sin lo oculto, no tendríamos libertad y voluntad propia para decidir sobre nuestra vida y acciones.


La mística es el camino que busca y encuentra a Dios en todo lo que existe. La mística busca penetrar en el misterio que vela a Dios para darnos libertad. Pero la mística no es un camino único ya que existen múltiples enfoques... emocionales, intuitivos o intelectuales... sin que cada aspecto invalide los demás. Más bien todo lo contrario, cada aspecto complementa los demás dando coherencia, profundidad y sentido a nuestra Fe.

Pero ¿Cómo podemos entender la mística cristiana? El cristianismo oriental ha sabido compendiar el camino místico dividiéndolo en tres fases que se desarrollan simultáneamente, aunque en proporciones diferentes: praxis, contemplatio naturalis y theosis.

La primera etapa es la del trabajo de control del cuerpo, emociones e intelecto. Es el desarrollo y la comprensión de la templaza y la humildad como virtudes. Sin control de las herramientas de búsqueda, no podremos llegar muy lejos. En esta etapa la gracia de Dios se entrelaza con nuestra voluntad en un trabajo diario de ascetismo y virtud.

La segunda es la etapa de contemplación y comprensión de la revelación de Dios, tanto la natural como la sobrenatural. Ambas revelaciones se complementan y se dan consistencia una a otra. Para contemplar y comprender de nuevo tenemos que suplicar la gracia de Dios y complementarla con nuestra voluntad. La voluntad por si misma no sirve de nada si Dios no nos regala la gracia necesaria para avanzar.

Por último tenemos la theosis o “divinización”. Aunque la palabra nos induzca a pensar en hacernos dioses, no se trata de eso. Se trata de convertirnos en herramienta de Dios.

En el camino de la mística se suelen dar visiones parciales que nos impiden seguir el camino hasta el final. Si solo aspiramos a la praxis, quedaríamos encerrados en nosotros mismos e incapacitados para transformar el mundo como levadura que se mezcla con la masa para hacerla fermentar.

Si nos quedamos en la contemplación, nos vaciaríamos, sin más, en la soledad de la inmensidad de todo lo revelado. Olvidamos que no somos nosotros mismos nuestro objetivo… el objetivo es hacer llegar al mundo el Reino de Dios.

La theosis tampoco es un estado final, estático o de éxtasis. Si el objetivo fuese personal, la redención de Cristo solo hubiera actuado sobre El mismo. El camino de la cruz hubiera servido solo a Dios y a nadie más… y es evidente que el camino de la cruz nos redimió a todos por medio de Dios mismo.

El Reino de Dios no es un logro personal y nuestra salvación solo acontece cuando nos negamos a nosotros mismos.

Las místicas no cristianas suelen centrarse en el individuo por medio de praxis solitarias. Nos encontraríamos con el modelo de eremitas desafectados del mundo que viven por y para si mismos. 


Los grandes místicos cristianos han unido praxis, contemplatio y theosis enfocando su acción sobre el mundo. Miremos a Santa Teresa de Jesús o San Juan de la Cruz, entre otros y nos daremos cuenta que su mística fue todo menos inacción o vacío.




Fuente del artículo:
Blog Misterio Cristiano


sábado, 15 de junio de 2019

Sobre el Espíritu Santo | Tradición Cristiana Oriental


Masonería Cristiana



El Espíritu Santo recibe el título de Señor al igual que Dios el Padre y Cristo, Su Hijo. Es el Espíritu de Dios y el Espíritu de Cristo. El es Eterno, No Creado, y Divino; existiendo desde siempre con el Padre y el Hijo; perpetuamente adorado y glorificado con Ellos en la unidad de la Santa Trinidad.

Tal como el Hijo, nunca hubo un momento cuando el Espíritu Santo no existía. El Espíritu está antes de la creación. Él sale de Dios, como el Hijo, en una procesión eterna, fuera del tiempo.

 “Procede del Padre”, en la eternidad de un movimiento divinamente instantáneo y perpetuo

Juan 15, 26.


La Doctrina Ortodoxa confiesa que Dios el Padre es el origen y fuente eterna del Espíritu, tal como es fuente del Hijo. Sin embargo, la Iglesia afirma también que la manera de la revelación al Padre y de salida del Padre es diferente entre el Hijo y el Espíritu: el Hijo es engendrado, es nacido del Padre, y el Espíritu Santo procede del Padre. 

Muchos santos varones inspirados por Dios y con una verdadera experiencia de Su Vida Trinitaria han intentado explicar la distinción entre la “procesión” del Espíritu y la “generación” del Hijo. Para nosotros es suficiente reconocer que la diferencia entre las dos está en la distinción entre las personas divinas del Hijo y del Espíritu y sus acciones en relación al Padre, así como en su relación Uno al Otro, y con el Mundo

Es necesario además resaltar que todas las palabras y conceptos acerca de Dios y la divinidad incluyendo a los de “procesión” y “generación”, solo tienen una importancia secundaria ante la visión mística de la Realidad Divina que ellos expresan. Dios puede ser mas o menos comprendido por el hombre puesto que Él ha deseado revelarse a Sí mismo. Sin embargo, la esencia de Su Existencia Trina permanece – y siempre permanecerá- esencialmente inconcebible a nuestras mentes e inexpresable a nuestros labios humanos, creados. Esto no quiere decir que hablar acerca de Dios no tenga sentido. Solo significa que las palabras son inadecuadas para La Realidad que tratan de expresar.

Con la afirmación de la divinidad del Espíritu Santo, y el deber de adorarlo y glorificarlo con el Padre y el Hijo, la Tradición Cristiana  afirma que la Realidad Divina, que se llama también la Deidad o la Divinidad en la Tradición Ortodoxa, es la Santísima Trinidad.

Fuente

Tradición Cristiana Oriental (Ortodoxia)

domingo, 2 de junio de 2019

Guía Espiritual | Introducción | Miguel de Molinos


Masonería Cristiana


Guía Espiritual
  Que desembaraza al alma 
 y la conduce por el interior camino 
para alcanzar la perfecta contemplación 
   y el rico tesoro de la interior paz 

por

 Miguel de Molinos 
1628 - 1697

 Mística Española

Siglo XVI

Introducción

 A quien leyere

"No hay cosa más difícil en el mundo que agradar a todos ni más fácil y usada que censurar los libros que salen a la luz pública. Al común riesgo de entrambos daños salen sujetas todas las obras que se publican, sin excepción de ninguna, aunque amparadas de la mayor protección. ¿Qué será de este pequeño librito sin patrocinio, cuyo manjar, por místico y mal guisado, lleva consigo la común censura y el desabrimiento? Si no lo entiendes, lector amigo, no por eso lo censures.

Oirá y leerá el hombre animal estas espirituales materias, pero no llegará, dice San Pablo, a comprenderlas: Animalis hamo non percipit ea, quae sunt spritus Dei (1 Ad Coro 2) ["Porque el hombre animal no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios" (1 Corintios 2:14)]. 

Si las condenas, te condenas al número de los sabios de este siglo, de quienes dice San Dionisio que no les comunica Dios esta sabiduría como a los sencillos y humildes, aunque en el concepto del mundo sean ignorantes..

La ciencia mística no es de ingenio, sino de experiencia; no es inventada, sino probada; no leída, sino recibida, y así es segurísima y eficaz, de grande ayuda y colmado fruto.

No entra la ciencia mística en el alma por los oídos ni por la continua lección de los libros, sino por la liberal infusión del divino espíritu, cuya gracia se comunica con regaladísima intimidad a los sencillos y pequeños.  [Mateo 11:25], [Lucas 10:21].

Hay algunos doctos que no han leído jamás estas materias y algunos espirituales que hasta ahora no las han gustado, y por esto los unos y los otros las condenan; aquéllos por ignorancia y éstos por falta de experiencia.

Es cierto que a quien le falta la experiencia de esta dulzura no podrá juzgar de estos misteriosos secretos, antes bien se escandalizará, como suelen muchos, de oír las maravillas que usa el amor divino con las almas, por no ver en las suyas esas finezas.

¿Quién pondrá tasa a la bondad divina, cuya mano no está abreviada para hacer lo que en otros tiempos? No llama Dios por mérito al más fuerte, sino al más flaco y miserable, para que más resplandezca su infinita misericordia.

No es esta ciencia de teórica, sino de práctica, en donde sobrepuja con grandísima ventaja la experiencia a la más avisada y despierta especulativa, y como los sabios puramente escolásticos no la experimentan, la condenan:

Hi autem quaecumque quidem ignorant blasphemant (Iudae 1). Por eso advirtió Santa Teresa a su padre espiritual que no tratase las materias espirituales sino con hombres que lo fuesen: 

Porque si no saben (dice) más de un camino, o se han quedado en el medio, no podrán así atinar (Vida, cap. 22).

Bien se conocerá que no tiene experiencia de esta práctica y mística ciencia el que condenara la doctrina de este libro, y que no ha visto a San Dionisio, San Agustín, San Gregorio, San Bernardo, Santo Tomás, San Buenaventura y otros muchos santos y doctores , que aprueban, califican y enseñan, como experimentados, la práctica de esta doctrina.

Debe advertirse que la doctrina de este libro no instruye a todo género de personas, sino solamente a aquellas que tienen bien mortificados los sentidos y pasiones, y que están ya aprovechadas y encaminadas a la oración y llamadas de Dios al interior camino, a las cuales alienta y guía, quitándolas los impedimentos que embarazan el paso a la perfecta contemplación.

He procurado que el estilo de este libro sea devoto, casto y provechoso, sin exornación de pulidas frases, sin ostentación de elocuencias ni sutilezas teológicas; sólo he atendido a enseñar la verdad desnuda con humildad, sencillez y claridad.

No admire ver salir cada día a la luz del mundo nuevos libros espirituales, porque Dios tiene siempre que comunicar nuevas luces y las almas tienen siempre necesidad de estas instrucciones. Ni todo está dicho ni todo está escrito, y así habrá siempre que escribir hasta el fin del mundo. Admirables fueron las luces que Dios comunicó  por medio del Doctor Angélico Santo Tomás, y en la hora de su muerte dijo él mismo que le había comunicado su Majestad tanta luz en aquel instante, que era nada cuanto hasta entonces había escrito. Luego tiene y tendrá siempre Dios nuevas luces que comunicar, sin que se agote su infinito saber.

No deben acobardar las muchas y grandes penas del interior camino, porque lo que mucho vale, razón es que cueste. Ten buen ánimo, que no sólo las que aquí se representan, sino muchas más se superarán con la divina gracia e interior fortaleza.. No ha sido jamás mi intento tratar de la contemplación ni de su defensa, como muchos que docta y especulativamente han publicado enteros libros llenos de eficaces razones, de doctrinas y autoridades de los santos y de la Sagrada Escritura para desvanecer la opinión de los que la han condenado y condenan por no haberla experimentado ni aun especulativamente entendido.

La experiencia de largos años (por las muchas almas que se han fiado de mi insuficiencia para la conducción del interior camino a que han sido llamadas) me ha enseñado la grande necesidad que hay de quitarlas los embarazos, inclinaciones, afectos y apegos que totalmente las impiden el paso y el camino a la perfecta contemplación.

Todo este práctico libro se dirige a este principal intento, porque no basta asegurar el interior camino de la contemplación contra los que lo contradicen, si no se les quita a las almas llamadas y aseguradas los embarazos que las estorban el paso y espiritual vuelo; para cuyo fin me he valido más de lo que Dios por su infinita misericordia me ha inspirado y enseñado, que lo que la especulativa lección de los libros me ha administrado e instruido

Tal vez, aunque pocas, cito alguna autoridad de autor práctico y experimentado, para que se entienda que no es singular y rara la doctrina que aquí se enseña. Este, pues, ha sido mi primer blanco, no asegurar el interior camino, sino desembarazarlo. El segundo, instruir a los directores para que no estorben el curso a las almas llamadas por estas secretas sendas a la interior paz y suma felicidad

Quiera Dios, por su infinita misericordia, se consiga lo que tanto se desea. Ya sé que muchos por falta de experiencia han de censurar lo que aquí se enseña, pero fío en Dios se han de aprovechar algunas almas de las que su Majestad llama a esta ciencia, por cuyo fruto daré por bien empleado mi desvelo. Este ha sido el blanco único de mi deseo, y si Dios, como es constante, acepta y se sirve de estos puros deseos, quedaré contento, aunque rígidamente censurado."



Sinopsis del Libro

La "Guía Espiritual" de Miguel de Molinos es un compendio, un camino y un método de la vida espiritual. Escrita sin otra lectura ni estudio que la oración, desembaraza, al decir de su autor, el alma y la conduce por el interior camino. 

Su objetivo es ayudar a aquellos que quieran saborear la vida espiritual, conducir a las almas que buscan en su peregrinar. Fruto de una larga experiencia personal que en ningún momento Molinos intenta imponer a sus lectores, es este un libro que apela a la libertad interior y a la experiencia directa de lo divino, lo cual le costó a su autor la muerte en las cárceles de la Inquisición.



Acerca del autor
Masonería Cristiana
Miguel de Molinos, 1687,
Grabado de Johann Hainzelman


Decreto de Creación del Triángulo Masónico Rectificado "Jerusalén Celeste N°13"

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