domingo, 27 de octubre de 2019

Prólogo| Los Conventos fundacionales del Régimen Escocés Rectificado | Jean-François Var







Los Conventos fundacionales del Régimen Escocés Rectificado

Lyon 1778 - Wilhelmsbad 1782

Autor
Jean-François Var

Prólogo y traducción
Ramón Martí Blanco

Selección de textos entresacados de las Actas de
los Conventos de las Galias y Wilhelmsbad que
expresan la doctrina del R.E.R. 

Editorial masonica.es
SERIE AZUL (Textos históricos y clásicos)
www.masonica.es
© 2014 Jean-François Var
© 2014 EntreAcacias, S.L

1ª edición: julio 2014
ISBN (edición impresa): 978-84-942888-7-6
ISBN (edición digital): 978-84-942888-8-3
Depósito Legal: AS 02298-2014
Impreso por Ulzama
Impreso en España


Selección de textos entresacados de las Actas de los Conventos de las Galias y Wilhelmsbad que expresan la doctrina del Régimen Escocés Rectificado.

Ningún otro sistema masónico tiene documentados sus orígenes como el R.E.R., una masonería que exige a sus candidatos la condición de cristiano para poder pertenecer a ella. Sin embargo, esa exclusividad cristiana no está exenta de interpretaciones que han producido divisiones y enfrentamientos en su seno entre los partidarios de un cristianismo respetuoso con la doctrina de la Iglesia y aquellos otros que reivindican una doctrina propia del R.E.R. que se sitúa al margen de la ortodoxia comúnmente aceptada por las distintas iglesias cristianas.

Si bien el objeto del libro no es dilucidar el problema en un sentido o en otro, la selección de textos efectuada por Jean-François Var y sus comentarios, ponen de manifiesto lo que eran las intenciones de los fundadores del R.E.R. y lo que finalmente los Conventos aprobaron y que constituye la realidad actual del Rito Escocés Rectificado y el sistema masónico y caballeresco que lo sustenta y le da cobijo denominado Régimen Escocés Rectificado como bien señala el prologuista de la obra.

Fuente del Comentario:
www.masonica.es

Prólogo

La presente obra es la traducción del Cahier Vert – Numero Hors Série, editado por Éditions du Simorgh, en París, en abril del 2005, por cuenta del Gran Priorato de las Galias. Los Cahiers Verts, son también el boletín oficial de esta Obediencia masónica francesa, depositaria del sistema masónico conocido como Régimen Escocés Rectificado.

En este número extraordinario, y gracias al trabajo de Jean-François Var, tenemos una recopilación no exhaustiva de textos encaminados a presentar la doctrina del Régimen rectificado, entresacados de las Actas de los dos Conventos fundacionales del R.E.R.: el de las Galias, tenido en la ciudad francesa de Lyon, y el de Wilhelmsbad, que tuvo lugar en la ciudad alemana del mismo nombre, cerca de Hanau.

De todos los sistemas masónicos y ritos, conocidos y practicados en la actualidad, no hay ninguno que tenga documentados sus orígenes y su fundación, a excepción del sistema masónico y caballeresco conocido como Régimen Escocés Rectificado, practicante del rito masónico denominado Rito Escocés Rectificado. De ahí la razón de la publicación de los textos correspondientes a dichas Actas y documentos en lengua castellana para hacerlos accesibles a los masones y estudiosos de dicho sistema masónico en el ámbito hispanoamericano.

El Cahier Vert/Hors Série del 2005, recopila a su vez parte de esas mismas Actas publicadas respectivamente en los Cahiers Verts nº 7 (1985 – El Anteproyecto por Jean-Baptiste Willermoz), nº 8 (1986 - El Anteproyecto, continuación y final, Esbozo del Cuarto Grado), y nº 9 (1988 – Memorándum sobre la beneficencia de H. de Virieu; Proyecto de capítulo para el nuevo código masónico de H. de Virieu; Notificación por Charles de Hesse; y el Discurso de Ferdinand de Brunswick). El resto de lo publicado en el Cahier Vert del 2005, era hasta entonces inédito.

Por lo que respecta a lo publicado en lengua hispana, en su momento, el Priorato de Hispania, puso en marcha los Cuadernos Verdes, publicándose el número 1 en el año 1996, el nº 2 en el 1997 y el nº 3 en el 2002, que venían a ser la traducción de los tres últimos Cahiers Verts franceses mencionados, de tal manera que tampoco puede decirse que no se hubiera publicado nada en lengua castellana, relacionado con el Convento de Wilhelmsbad. Sin embargo, lo novedoso que nos aporta el Cahier Vert/Hors Série del 2005 (traducido aquí por nosotros), es la publicación de las Actas del Convento de las Galias y el Cuadro de Diputados, celebrado en Lyon, así como otros textos del de Wilhelmsbad, hasta entonces nunca publicados.

Así pues, los masones Rectificados, a diferencia del resto, tenemos perfectamente documentados nuestros orígenes, lo cual resulta de agradecer para orientarse y saber de dónde viene uno, pero la Masonería Rectificada, como toda obra humana —y por esa misma razón imperfecta, como la misma condición humana, y en consecuencia mejorable— no está exenta de claroscuros. La aportación efectuada por Jean-Baptiste Willermoz con el Régimen Escocés Rectificado a la masonería especulativa, es de todo punto memorable y aporta un aspecto que marcará de manera determinante distancias con todos los otros sistemas masónicos existentes en su época (recordemos las dos fechas del Convento de las Galias 1778 y de Wilhelmsbad en 1782) y los que vendrán después de su creación, y ese aspecto no es otro que devolver la Masonería especulativa a sus orígenes ancestrales de la Masonería operativa, que eran cristianos y particularmente católico-romanos.

Ello no quiere decir que el Régimen Escocés Rectificado esté adscrito a ninguna confesión en particular, pero se manifiesta específicamente cristiano, al explicitar al final del Artículo II del Receso del Convento de Wilhelmsbad: 

«…el apego más sincero a los dogmas, deberes & prácticas de nuestra santa religión cristiana…»,

subrayando con ello la noción de cristianismo que se entendía, para nada al margen de las Iglesias oficiales existentes en la época en que fue redactado, que para recordarlas, resumiremos diciendo que eran Occidente, Oriente y las surgidas de la Reforma luterana.

Creo que la frase citada en extracto es suficientemente clara, al no hacer referencia a ningún tipo de «cristianismo primitivo» de los primeros tiempos que pudiera servir de excusa para introducir por la puerta falsa doctrinas anteriores, claramente superadas, abandonadas y especialmente proscritas en los distintos Concilios de la cristiandad, y que nos sirven de referencia para dilucidar lo que cabe entender o no por ser cristiano.

Nuestros fundadores (Jean-Baptiste Willermoz, católico romano, pero también Bernard de Turkheim, que era luterano) hicieron un esfuerzo por superar en el sistema masónico que crearon, las diferencias de religión que habían enfrentado Europa con sangrientas guerras a católicos y protestantes, y que solamente en Francia en la segunda mitad del siglo XVI, supusieron hasta 8 guerras acontecidas entre 1562 y 1598 entre católicos y los protestantes calvinistas conocidos allí como «hugonotes».

Este cristianismo abierto a toda adscripción particular supuso en la práctica un ecumenismo del que el siglo XVIII no había todavía oído hablar y que en nuestros días constituye la principal preocupación de la cristiandad en general.

Sin embargo, nuestros fundadores eran hombres de su tiempo y en consecuencia, no eran ajenos al ambiente reinante en la Europa del siglo XVIII, marcado por el enciclopedismo que daría paso al imperio de la razón y la Revolución francesa, al igual que las curaciones magnéticas —estamos pensando en nombres célebres como Cagliostro, el conde Saint Germain, el mismo Martinès de Pasqually y también Messmer— así como la alquimia. Willermoz y su grupo no fue ajeno a estas influencias como muy bien relata Jean-François Var en su libro «Jean-Baptiste Willermoz, su obra». 

La masonería por su parte se debatía buscando un sentido a su existencia en aquella, su nueva etapa «especulativa». A título de comentario, es curioso contemplar como ese debate, continúa vigente en nuestros días, solo que los masones del siglo XVIII buscaban ventajas tangibles del tipo curativas, el del elixir de larga vida o el oro alquímico, mientras que en la actualidad el debate está más centrado en la acción social —olvidando la existencia de partidos políticos y sindicatos— o en una solidaridad o malentendida beneficencia, que acaba alineándose con el resto de ONG existentes, o se queda en una sociabilidad cortés y epicúrea más propia de un club social que de una sociedad como la Francmasonería que se dice y quiere iniciática.

Volviendo a la masonería del siglo XVIII, Willermoz, ante un panorama tan desalentador, siempre había creído que la Francmasonería tenía que procurar algo más, una Ciencia —como él gustaba decir— de índole superior, que fuera capaz de saciar esa sed de trascendencia, innata en el ser humano de todos los tiempos y de todas las épocas. Esa ciencia creyó encontrarla cuando conoció a Martinès de Pasqually y su Orden de los Caballeros Masones Elegidos Coen del Universo, pero la inesperada y repentina muerte de Pasqually lo dejó a medio camino en sus expectativas, encontrándose de improviso junto a Louis-Claude de Saint-Martin con una Orden sin aquel que la dirigía, y con unos textos y rituales inacabados, la cual trató de continuar durante un tiempo junto a Saint-Martin, en una reuniones y charlas que quedaron plasmadas en las conocidas como «Lecciones de Lyon» y que han llegado a nuestros días, gracias a los cuidados de Robert Amadou.

Terminado ese período, tanto Willermoz como SaintMartin, consideraron que no podían continuar con dicha Orden, máxime cuando Louis-Claude de SaintMartin tenía serias discrepancias —ya expresadas en vida de Pasqually— sobre la vía teúrgica de dicha Orden y la parafernalia que conllevaba, afirmando que para llegar a Dios no era necesaria y que bastaba con la vía del corazón, o del «interno» como gustaba decir, no siendo menester para ello ninguna Orden u estructura obediencial. Por ponerse al margen, Saint-Martín se situó a distancia de cualquier Iglesia, rechazando toda asistencia espiritual en sus últimos momentos, a pesar de haber escrito un buen número de obras y haber mantenido un marcado misticismo cristiano, si bien, a su manera como ahora veremos.

La «manera» a que nos referimos, era a la manera de Martinès de Pasqually, de la que bebieron tanto él mismo como Jean-Baptiste Willermoz. 

Los caminos de Willermoz y Saint-Martin se separan, yendo los pasos de este último tras el alemán Jacob Boehme, del que tradujo buena parte de las obras del llamado «zapatero de Gorlizt», dedicándose por otra parte a escribir los libros que constituyen su obra cuya lista es conocida por los interesados.  

Willermoz, por su parte, entró en contacto con el barón de Hund, que le habló y presento un sistema masónico establecido en Alemania como la Estricta Observancia, o también Masonería Rectificada de Dresde, siendo recibido en la misma y dando paso así mismo con él al entorno de íntimos que compartía sus preocupaciones del momento.

Los mismos dirigentes de la Estricta Observancia (Hund, Weiler y el mismo Ferdinand de Brunswick) no estaban muy convencidos del objeto y finalidades de dicha Orden (pretendía el restablecimiento de la Orden del Temple, con la contrariedad que ello suponía por parte de los distintos países en que en Temple había sido abolido —ante la expectativa que se les reclamara todo lo incautado a la Orden— y la misma Iglesia de Roma) y las enemistades con los distintos Reyes y gobiernos de países que sus pretensiones les pudieran procurar.

Willermoz vio entonces la oportunidad de «reformar» la Masonería Rectificada de Dresde, la cual juzgaba con bellas formas pero carente de fondo, de alma. Pensó entonces revitalizarla, introduciendo en ella lo que había aprendido de Martinès de Pasqually, dotándola de una metodología iniciática y unas instrucciones. 

Así, su idea sería reconvertir la Estricta Observancia, estructurándola en tres Clases concéntricas, siendo la primera Clase dedicada al estudio de los símbolos o Clase Masónica,
para pasar a la segunda Clase (u Orden interior), compuesta por una Orden de caballería, culminando el edificio como colofón una tercera Clase, denominada de la Profesión. Sin que tuvieran exactamente estas mismas subdivisiones, esas tres Clases ya existían en la Estricta Observancia, incluyendo la de la Profesión.

Había además —según nos dice el mismo Var en su comentario del «Anteproyecto»— en la idea de Willermoz, la existencia de una cuarta Clase que constituía el Nec Plus Ultra y que Willermoz tenía sepultada bajo el más espeso velo y de la que solo hacía mención de ella en la correspondencia ultra-confidencial, que era la de la Orden de los Caballeros Masones Elegidos Coens del Universo (con sus siete grados) que venía a ser el meollo, el núcleo de toda la concepción que se hacía de la vía iniciática que quería construir, recuperando con ello la obra y Orden de Martinès de Pasqually aparentemente abandonada.

Lo cierto, es que si realmente eran estas las expectativas de Jean-Baptiste Willermoz, éstas quedaron frustradas, pues el Convento de Wilhelmsbad solo ratificó y aprobó la primera y segunda Clases, del plan inicial de cuatro que Willermoz tenía en mente. El edificio en construcción quedó pues incompleto. Pero lo que constituye formalmente la Masonería Rectificada, el Régimen Escocés Rectificado, sí que quedó definitivamente aprobado y sancionado como podemos ver por las Actas del Convento, así como todo el magnífico conjunto de rituales, instrucciones y textos doctrinales (incluyendo la Regla Masónica Rectificada) que configuran esa excelente y eficaz herramienta de construcción y crecimiento personal para todo cristiano que es el Régimen Escocés Rectificado.

Todo lo que queda fuera de esto, no está formalmente aprobado y no existe. Haría falta en todo caso reunir otro Convento, para ampliar, modificar o cambiar lo que el Convento de Wilhelmsbad decretó y decidió.

Los masones Rectificados no podemos negar que la
inspiración en que se basan nuestros orígenes es problemática ya que la concepción que Martinès de Pasqually se hacía de ciertos aspectos que constituyen materia de fe cristiana, los entendía a su manera, en particular su concepción de la cristología. 

Robert Amadou, en la Introducción a su edición del «Tratado de la Reintegración de los Seres» de Pasqually, pone de manifiesto esas concepciones que no casan con la doctrina comúnmente acordada y aceptada por las Iglesias cristianas, diciendo: «Martinès se escandaliza que haya tres personas en Dios», y más adelante: «Martinès denuncia el dogma de la Trinidad», con lo cual, por mucha voluntad que pongamos, Pasqually profesaba doctrinas ajenas al dogma de la Santísima Trinidad, común para todas las Iglesias cristianas, al igual que presenta la caída de Adán como el motivo que obligó a Dios a la creación del mundo, o una concepción particular de la angelología, que se apartan de la fe cristiana.

Sin embargo —también los Masones Rectificados, conocedores de nuestros rituales y textos— tampoco podemos negar que todo lo que se afirma en nuestros rituales, instrucciones y textos doctrinales aprobados por el Convento de Wilhelmsbad, no se ajuste estrictamente a lo que hay que profesar y creer para decirnos cristianos en cualquiera de las confesiones cristianas existentes actualmente. 

Al parecer, Jean-Baptiste Willermoz, Turkheim y aquellos de nuestros fundadores que intervinieron directamente en la redacción y revisión de nuestros textos y rituales, se cuidaron muy mucho de que así fuera, dejando en todo caso esa parte de doctrina que no se ajustaría a la fe cristiana para las otras Clases que no fueron aprobadas en Wilhelmsbad

Consecuencia de todo ello: la Orden Rectificada y el Régimen Escocés Rectificado —de acuerdo a los rituales, instrucciones y textos doctrinales vigentes— es perfectamente acorde con la doctrina y fe cristiana. Punto.

Ahora bien, la Masonería Rectificada ha tenido problemas y disensiones tanto en Francia como en España; en España en el año 2010 y en Francia posteriormente en el 2012. Vayamos a analizar estos problemas, y ver si realmente están dentro o fuera del R.E.R. y las causas que llevaron a ello.

Como podemos ver por los Conventos cuyas Actas se reproducen en este mismo libro, la historia del Régimen Escocés Rectificado arranca desde la segunda mitad del siglo XVIII, pero su existencia, si bien ha perdurado ininterrumpidamente a lo largo de los años (la continuidad está debidamente documentada, con su exilio suizo y su vuelta a Francia) ha sufrido diversas vicisitudes que sería demasiado largo de enumerar aquí por lo que podríamos ir directamente al año 1983 en que mi querido y respetado Daniel Fontaine, accede a la dirección (1983-2005) del Gran Priorato de las Galias, en sustitución del conocido escritor Jean Tourniac.

Otro hito importante para el asunto que nos ocupa se produce el 13 de junio del año 2000, cuando la Gran Logia Nacional Francesa decide romper unilateralmente la Convención firmada en 1958 con el Gran Priorato de las Galias. Con esta ruptura unilateral e injustificada, el G.P.D.G. se encuentra libre de toda atadura u opresión que le impidiera practicar el R.E.R. en plenitud, y se dedica a ahondar en el depósito recibido. 

La figura de Jean-Baptiste Willermoz y su legado, junto a la de Louis-Claude de Saint-Martin —e inevitablemente con ellos Martinès de Pasqually—, empiezan a resurgir con fuerza y a partir del año 2005, el nuevo Gran Maestro, impulsa el Martinismo, promoviendo la Sociedad de los Independientes.

Es en esta profundización del legado de Willermoz que aflora la influencia de Martinès de Pasqually, su particular concepción de la Creación y el Universo, la lectura de su «Tratado», dando pie a que un cierto número de masones Rectificados con la doble condición de Martinistas, resaltaran un supuesto pensamiento de Jean-Baptiste Willermoz —pensamiento que por otra parte no aparece en ningún texto ni documento aprobado por nuestros dos Conventos fundacionales— y  que diferiría de la doctrina oficial comúnmente aceptada y aprobada por las distintas confesiones cristianas de la Iglesia, poniendo a los Masones Rectificados ante la tesitura de tener que escoger entre ser fieles a la Iglesia de Cristo o al supuesto pensamiento de Willermoz.

Quisiera recalcar de pasada, que todo Masón Rectificado, antes que masón es cristiano, pues esa es la condición que se le exige para poder pertenecer a la Masonería Rectificada, y es a la defensa de la Santa Religión cristiana a lo que se compromete —y acepta comprometerse libre y voluntariamente— cuando su entrada en la Orden.

La actitud de esos masones que no habían entendido su compromiso cuando su entrada en la Orden Rectificada, situaba con sus afirmaciones —basadas entre otras cosas, en que la resurrección al final de los tiempos, no se producirá con la resurrección de la carne (como por otra parte afirma el Credo cristiano) sino que se hará en cuerpo glorioso, contradiciendo la doctrina de la Iglesia— a la Orden de los Caballeros Bienhechores de la Ciudad Santa en un callejón sin salida, poniendo en entredicho lo proclamado, decidido y aprobado en el Artículo II del Receso del Convento de Wilhelmsbad, consistente en: «…el apego más sincero a los dogmas, deberes & prácticas de nuestra santa religión cristiana…».

Inaudito pero cierto.

No quiero decir con esto que los disidentes, inventaran sus afirmaciones y no las apoyaran en documentos y textos, pero esos documentos siempre han sido periféricos al R.E.R. y han consistido en cartas particulares de Willermoz enviadas a sus íntimos allegados y confidentes, en las que expresaba sus inquietudes y preocupaciones sobre lo que fue la obra de su vida —bien es cierto— pero que nunca han formado parte del cuerpo de rituales y textos constituyentes aprobados por nuestros dos Conventos fundacionales.

Entre esa documentación exhibida por los disidentes, están las Instrucciones a Profesos y Grandes Profesos de la tercera Clase, la cual no es preciso recordar de nuevo que nunca fue aprobada.

El Espíritu sopla donde quiere, y probablemente en Wilhelmsbad y a pesar de la heterogeneidad de la
composición de los Diputados al Convento, se valió de razones que nada tienen que ver con el caso que nos ocupa, para que esa tercera Clase quedara por aprobar. Como más arriba decíamos, sería necesario reunir otro Convento para ampliar, derogar o añadir lo que se decidió en Wilhelmsbad.

Lo que resulta fuera de toda lógica, y además constituiría un engaño, es que la Orden Rectificada se presente profesando «el apego más sincero a los dogmas, deberes & prácticas de nuestra santa religión cristiana» con el mero fin de captar candidatos, para después decirles —a aquellos que sean llamados a la tercera Clase después de largos años— que en realidad el gran secreto de la Orden Rectificada consiste en profesar una doctrina contraria a la de aquella Iglesia —de la que por otra parte se le exigió como condición que formara parte cuando su entrada—, y que todo cuanto se la ha dicho hasta ese momento era un engaño. Si así fuera, seríamos unos estafadores y mereceríamos el desprecio de toda la sociedad.

Los Masones Rectificados, en tanto que cristianos —como condición previa a la de masones— tenemos un solo Maestro, y además está en el cielo y este no es otro que Jesucristo. Todos los demás maestros, se llamen Martinès de Pasqually, Jean-Baptiste Willermoz, Louis-Claude de Saint-Martin, Robert Amadou o como se llamen, no son más que «pequeños maestros» como bien decía el Gran Maestro del Gran Priorato de las Galias, en su alocución de la Saint-Michel-2013: 

«Willermoz, Saint-Martin y Martinès de Pasqually ante el único y verdadero Maestro, no son más que «pequeños maestros» 

a los que podemos enmendar, oponer, contrariar —ya que enriquecer no es traicionar, sin incurrir en los relámpagos de una doxa demasiado farisea, como para que el Espíritu Santo haya dejado de soplar sea en la crucifixión sea en el nacimiento al cielo de los «pequeños maestros». 

Ante la controversia, y mientras no haya un nuevo Convento que siente nuevas bases, aquellos que tienen la responsabilidad de dirigir la Orden Rectificada, han de levantar sus voces y poner las cosas en el lugar que les corresponde, porque al fin y al cabo, es lo que se espera de ellos: un referente, que reafirme a sus gentes ante el desasosiego y la incertidumbre que proporciona un cristianismo de perfil bajo que desgraciadamente es el que impera en nuestro mundo actual, falto de compromiso e ideas claras, que sucumbe fácilmente ante las afirmaciones de la palabra docta y académica, cuyo supuesto conocimiento, retórica y coherencia hace tambalear una fe cristiana poco sedimentada.

Llevamos años y mucha literatura, que lo único que ha hecho es sembrar la duda en el espíritu de esos cristianos de perfil bajo a los que me refería, que por desgracia son legión en nuestras actuales Obediencias, resaltado aspectos en tal o cual parte de un determinado documento, tendentes todos ellos a sembrar la confusión.

Tenemos una Orden de caballería, y nuestra Orden Rectificada es conocida también como la Orden de los Caballeros Bienhechores de la Ciudad Santa, y en lugar de resaltar sus valores caballerescos —que a fin de cuentas no son más que valores cristianos— y el bien hacer que su propio nombre indica, presentamos a nuestros Caballeros con una imagen que deja entender estar más próxima al teúrgo invocador de espíritus, que al «pobre caballero de Cristo» al que aluden nuestros rituales. 

Podemos —y debemos— comentar y producir anotaciones al conjunto de textos que engrosan el bagaje relacionado con el R.E.R., pero no hace falta que lo hagamos siempre para recordar, que cuando Willermoz dice tal o cual cosa, en realidad está queriendo decir otra. Más nos vale que destaquemos los aspectos que demuestran la perfecta concordancia de nuestros rituales y textos con la tradición cristiana de las distintas confesiones, que invirtamos esfuerzo y tiempo por destacar aspectos que van en su contra, y en definitiva en contra del progreso espiritual de todos los miembros de nuestra Orden Rectificada, objeto último de nuestra Institución.

Diferenciemos y separemos la Masonería Rectificada de todo aquello que no es masonería, y que solo quiere y necesita al R.E.R. para justificar y legitimar su propia existencia, aludiendo a un común origen –que no negamos, ni al que tampoco renunciamos- pero al que no nos podemos supeditar de ninguna de la maneras, asumiendo los errores doctrinales de un judeocristianismo superado por posteriores Concilios de la Iglesia, nosotros, pobres seres caídos, pero conscientes de nuestra anterior grandeza y origen, y conscientes también que ese camino de retorno solo podrá llevarse a cabo por la mediación salvadora y salvífica del gran Reparador (por utilizar el léxico que nos es propio a los Masones Rectificados), verdadero Dios y verdadero Hombre, encarnado en María, muerto y resucitado en la carne, como resucitaremos todos al final de los tiempos.

Ante tal estado de cosas no podemos continuar impasibles. La inacción es culpable para aquellos que tenemos capacidad de actuación para con el R.E.R. Hay que desenmascarar esas doctrinas que nos confunden y corrompen. Se ha dicho que Martinismo y R.E.R. es lo mismo, poniendo ejemplos como el del Martinismo Ruso. 

Lo que se quiere dar a entender es falso. Después de Wilhelmsbad, lo que se acordó en el Convento no prosperó ni en Francia ni en Alemania, pero sí en Rusia. En Francia, porque los tiempos después de 1782 y hasta el estallido de la Revolución andaban muy revueltos y la sociedad francesa no estaba para propuestas espirituales. 

En Alemania, porque no llegaron nunca a aceptar de buen grado la reforma propuesta por los franceses, y la mayoría de Logias volvieron a la Estricta Observancia hasta su desaparición. Sin embargo la situación fue distinta en Rusia, y Novikoff puso en práctica la Reforma y la continuó hasta 1792, fecha en que Catalina II prohibió su actividad a causa de las presiones venidas de Francia y el nuevo gobierno revolucionario. 

No obstante, el Régimen Escocés Rectificado se dio a conocer en Rusia como Martinismo a causa del entusiasmo de Novikoff por Louis-Claude de Saint-Martin, pero no podía tener nada que ver con el Martinismo actual porque dicha Orden fue creada por Gérard d’Encause (Papus) y Augustin Chaboseau en 1890, casi cien años más tarde de ser prohibido el R.E.R. en Rusia. Así pues, el Martinismo no tiene nada que ver con la Masonería Rectificada ni con el R.E.R. entre otras cosas porque no se trata de masonería.

Por añadidura, el Martinismo sin ser en sí mismo una iglesia, sí tiene una «iglesia» propia, la Iglesia Gnóstica Universal creada por Jules Doinel entre 1890 y 1892 (o variantes como la Ecclesia Gnostica Christianna), de la que son nombrados «obispos» todos sus dirigentes, pero esa «iglesia» no es en absoluto asimilable a ninguna Iglesia cristiana al profesar doctrinas contrarias a la misma, y quedar sus seguidores fuera del cristianismo.

La tolerancia no es aquí aplicable, cuando anda en juego lo que podríamos llamar en el siglo XXI el «ADN» del cristianismo, cuando hay en juego los dogmas de fe que son la base de la fe cristiana. 

Tampoco cabe la posibilidad de cubrir ese tipo de desviaciones bajo el manto del esoterismo, o de una supuesta iniciación, cuyo conocimiento dispensado, pondría a sus poseedores por encima de los simples creyentes que quedarían así como unos imbéciles ignorantes. 

Y les decía Jesús:

 «¿Acaso se trae una lámpara para meterla debajo de un cajón o debajo de la cama? ¿O para ponerla en el candelero? Si algo se esconde es para que se descubra, si algo se hace a ocultas es para que salga a la luz. El que tenga oídos para oír, que oiga.» (Mc 4, 21-23)

He oído hablar en distintas ocasiones de una doctrina propia de la Orden Rectificada. Además de esa doctrina, añadiré que hay también una manera de hacer, una manera de enseñar, una metodología iniciática que le es propia y que le debemos a Jean-Baptiste Willermoz cuyo genio y acierto al construirla, consiste más en sugerir (para el propio interesado reflexione y saque sus conclusiones) que en pontificar o establecer claramente criterios determinantes. En este sentido, podemos encontrar en nuestros rituales frases como:

«…sabemos que toda opinión sofocada o adoptada por mera complacencia, no es nunca sólida ni provechosa y su inestabilidad se manifestará tarde o temprano» [ritual MESA del G.P.D.H., pág. 98], o también:

«…son menos los secretos que hemos querido revelaros, que verdades hemos procurado grabar en vuestra alma» [ritual CBCS del G.P.D.H., pág. 89]; siempre llevando dulcemente, pero respetando siempre también el libre albedrió que Dios dio al hombre. Volviendo a la doctrina, lo que está absolutamente claro es que dicha doctrina no puede en modo alguno ser contraria a la doctrina que constituye la Fe de la Iglesia (entendiendo las distintas confesiones cristianas), porque si así fuera, los dirigentes de la Orden Rectificada serían unos estafadores y harían lo contrario que dicen nuestros rituales aprobados en nuestros Conventos fundacionales: 

«Si, la Orden [entendiendo con ello la Orden de los Caballeros Bienhechores de la Ciudad Santa] es cristiana; debe serlo y no puede admitir en su seno más que a cristianos». 

Doctrina Rectificada, sí, pero en absoluta consonancia con la doctrina de la Iglesia.

El Régimen Escocés Rectificado tiene sus peculiaridades, y si por una parte puede presumir de tener
bien documentados sus orígenes, hay que reconocer que tiene ciertas influencias en esos orígenes no
deseables o cuando menos cuestionables desde la óptica de la ortodoxia cristiana. Como toda obra humana tiene sus imperfecciones —¿cuál no?—, y si bien esas influencias de las que hablamos no aparecen claramente en nuestros rituales, instrucciones y textos doctrinales aprobados en nuestros dos Conventos fundacionales, están ahí en germen y siempre saldrá algún loco interesado en ponerlas de manifiesto, por mucho que tenga que ir a buscar esos indicios fuera de nuestro cuerpo doctrinal. Si no estamos siempre vigilantes, si no estamos siempre atentos en una vigilia perenne, el ladrón se colará entre el rebaño y sembrará el desconcierto.

Aquellos que tienen la responsabilidad de dirigir la Orden Rectificada han de hacer la guardia permanente, guardando este Grial que constituye la fe de la Iglesia, que quizá no procure curaciones espectaculares en este mundo, ni riquezas materiales, pero cuyos sacramentos procuran la Salvación.

Todo ha sido dicho por lo que respecta a la Masonería Rectificada, al Régimen Escocés Rectificado o bien la Orden de los Caballeros Bienhechores de la Ciudad Santa. Lo demás, será lo que sea pero no se trata de Masonería. No nos dejemos confundir. Sirvan estas breves líneas como humilde aportación a esa vigilia de la que hablaba y de la que todos aquellos que en un momento u otro hemos tenido responsabilidades en la Orden Rectificada, somos deudores. Seamos la luz que luce en las tinieblas, cual faro para navegantes por estas aguas procelosas.

Barcelona, 6 de junio del 2014

RAMÓN MARTÍ BLANCO
Gran Maestro y Gran Prior Emérito
GRAN PRIORATO DE HISPANIA


Advertencia al lector:
Las negrillas utilizadas fueron añadidas por el editor del blog, a fin de hacer énfasis en palabras claves propias de la Orden Rectificada, así como también de nuestra rica Tradición Cristiana.


Acerca del autor

Masonería Cristiana



domingo, 20 de octubre de 2019

Extracto | Regla Masónica de nueve puntos, escrita durante el Convento General de la Orden en 1782 | Agosto - Septiembre | Wilhelmsbad | Alemania.



Masonería Cristiana
Fuente del Grabado:
Creación por medidas |1667 . Esta página de una traducción francesa de Bartolomé el Inglés.
 Sobre las Propiedades de las Cosas, profusamente ilustrada, muestra al Creador
sosteniendo un compás
- una imagen que recuerda las líneas de Proverbios 8:27:
"Puso una compás sobre la faz de la tierra."

La semejanza divina, que era la participación del hombre en su estado de inocencia, es la meta del cristianismo.


"Si las lecciones que la Orden te dirige, para facilitarte el camino hacia la verdad y la felicidad, están profundamente grabadas en tu alma dócil y abiertas a las impresiones de la virtud; si las máximas saludables, que marcarán casi cada paso que des en la carrera masónica, se convierten en tus propios principios y en la regla inmutable de tus acciones; ¡oh, hermano mío, qué alegría para nosotros!

Cumplirás tu destino sublime, recuperarás esta semejanza divina, que fue el compartir al hombre en su estado de inocencia, que es la meta del cristianismo, y de la cual la iniciación masónica es su objeto principal.

Volverás a ser la criatura amada del Cielo: sus fructíferas bendiciones se detendrán sobre ti; y merecedores del glorioso título de sabios, siempre libres, felices y constantes, caminarás en esta tierra como el igual de reyes, el benefactor de los hombres, y el modelo de tus hermanos."


Masonería Cristiana
Palacio en Wilhelmsbad.
situado en las afueras de la ciudad de Hanau, en Alemania
Fuente: Wikipedia

domingo, 6 de octubre de 2019

Caminos Del Cristianismo | El Místico y el Iniciado | Prólogo | Pascal Gambirasio d’Asseux



Masonería Cristiana
Mosaico de la cúpula Baptisterio de Ravena (Norte de Italia)



Pascal Gambirasio d’Asseux


CAMINOS

DEL

CRISTIANISMO

El Místico y el Iniciado

Traducción:

RAMÓN MARTÍ BLANCO



Prólogo

La espiritualidad cristiana es ante todo una contemplación de Dios en su naturaleza (en su esencia) más íntima que es amor.

Pero es preciso entender esta contemplación como la Vida Nueva a la que es llamado cada uno de nosotros por el bautismo.

Esta Vida Nueva es una entrada, humilde pero confiada, en estos Misterios que Dios ha revelado desde Abraham hasta la primera venida del Verbo y que culminará con la segunda venida del Señor, en el instante histórico y metahistórico que denominamos Apocalipsis que, en griego, significa precisamente revelación, descubrimiento (3)

Esta segunda venida lleva por otra parte un nombre, evocador de sus frutos de gracias, la Parusía: parousia, παρουσία, presencia en griego. Esto significa que el Emmanuel (Dios con y en nosotros, nombre que revela por otra parte una parusía remanente desde la Ascensión según dos modalidades específicas: la eucaristía y la invocación del nombre de Jesús) será en lo sucesivo “todo en todos” (4)
; que aquellos que habrán blanqueado su ropa en la sangre del cordero (5) vivirán con él, en él y por él de la Vida eterna en el cumplimiento de la resurrección de la carne.

Los tres nombres mayores de Cristo: Jesús (Salvador), Emmanuel (Dios en nosotros) y Amén (Fiel, Verdadero) son las llaves que abren el cielo, la tierra, el espíritu y el corazón de los Hombres.

Ellos se unen y alían por otra parte para componer un único nombre que podemos enunciar así: “Dios Salvador Fiel y Verdadero en nosotros”, nombre que concentra e ilustra su acto mesiánico desde la Encarnación hasta la Ascensión y la Pentecostés por la que hace descender el Espíritu Santo sobre su Iglesia.

Nos enseña, o antes bien nos pide, a que le sigamos imitándolo (según el título de la célebre obra) (6) 
: en interiorizar estos nombres y estos Misterios, a situar en ellos todo nuestro ser.

Dios manifiesta así la plenitud de lo que puede revelar sobre Él al hombre que ha creado a su imagen y semejanza.

En este aspecto, estamos en derecho de afirmar que la Encarnación del Verbo responde, de manera tan inaudita como impenetrable, a esta creación del hombre por Dios bajo un nuevo ángulo en el que, esta vez, es Dios quien asume, no como imagen y semejanza sino realmente y plenamente, la naturaleza humana (la carne) por la Virgen María.

Este Misterio, no podemos concebirlo; a lo sumo podemos recibirlo: abrirnos a él, acogerlo en lo más íntimo de nuestro ser.

Nos parece indispensable citar este pasaje del concilio de Calcedonia (451, cuarto Concilio ecuménico) que fija tan magistralmente la economía, condenando a la vez sus concepciones desviantes:

“(...) Siguiendo, pues, a los Santos Padres, todos a una voz enseñamos que ha de confesarse a uno solo y el mismo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, el mismo perfecto en la divinidad y el mismo perfecto en la humanidad, Dios verdaderamente, y el mismo verdaderamente hombre de alma racional y de cuerpo, consustancial con el Padre en cuanto a la divinidad, y el mismo consustancial con nosotros en cuanto a la humanidad, semejante en todo a nosotros, menos en el pecado, engendrado del Padre antes de los siglos en cuanto a la divinidad, y el mismo, en los últimos días, por nosotros y por nuestra salvación, engendrado de María Virgen, madre de Dios, en cuanto a la humanidad ”.

El amor de Dios por el hombre lo conduce a esta Encarnación y a la Pasión en que culmina, a fin de salvarlo, operando en él, mediante sus sacramentos, una recreación ontológica del hombre de la caída por la deificación de esta carne terrestre, reabriendo de este modo la puerta del Reino de los Cielos donde dicha carne es transfigurada en cuerpo de gloria.

El Verbo, Hijo de Dios, tomando la carne como Hijo del Hombre, ha devuelto al hombre sus rasgos divinos, reconfigurando plenamente su imagen y su semejanza divinas, de tal suerte que el hombre puede finalmente, en Cristo, verse tal cual es, contemplar de nuevo su rostro de gloria en la medida que siga al Señor, conformándose a Él, en el pleno sentido del término, dando cumplimiento a los caminos espirituales que le son abiertos si tiene un verdadero deseo.

El Misterio de la ipseidad divina, por su parte, permanece insondable e incognoscible ya que la imagen y semejanza dadas al hombre, si bien implican una cierta participación de lo que ellas reflejan, no significan identidad con la naturaleza divina reflejada.

Pero lo que Dios permite al hombre saber, o más bien conocer (en el sentido de hacer suyo lo que conoce, volveremos sobre ello en el primer capítulo) es, a la luz del Evangelio, inagotable y verdadera fuente de gracias.

La sapiencia y las bendiciones divinas (las gracias), gemelas indisociables de toda espiritualidad cristiana, (re)tejen conjuntamente el cuerpo de gloria del hombre de deseo espiritual (7) , de tal suerte que cada uno de nosotros debería comprender la urgencia de edificarse en ellas; de la urgencia -en consecuencia-, de seguir o quizá mejor de construir una vida espiritual digna de este nombre, con el fin de hacerlas nacer y crecer en uno mismo.

El objeto de este pequeño libro es el de poner a la luz algunos jalones mayores en este camino de vida, insistiendo en sus modos de realización, que podríamos calificar en justicia de modus operandi spiritualis.

En este sentido, es del todo esencial, y nosotros trataremos de hacerlo, el exponer de la manera más auténtica y más explícita uno de estos modos que a la vez sufre una desnaturalización para unos y, en corolario, la estigmatización y la condena de los otros.

Se trata de la vía habitualmente señalada con el calificativo de iniciática y de los conocimientos de orden metafísico que, en Occidente, habitualmente se le atañen, designados bajo el nombre de esoterismo.

Estos dos términos y las diversas verdades que los mismos expresan, según sean las personas o grupos que los utilizan, desde ahora y desde hace más de tres siglos, recubren significados variados, en ocasiones opuestos e inducen a encaminamientos heterogéneos e incluso contradictorios. En todo caso, lo más a menudo, situándose en falso respecto a los fundamentos de la fe cristiana.

Es por lo que entendemos adecuado comenzar esta obra por el examen de esta cuestión clave a la luz de lo que constituye, especialmente, el carácter único del Cristianismo: los sacramentos.

Veremos, en efecto, que los actos instituidos por el Verbo encarnado, que llamamos sacramentos, operan una real mutación ontológica de esta vía reservada tal como se presenta habitualmente en otras tradiciones espirituales de la humanidad (8).

Si aquellos que se dicen integrantes de la vía iniciática no entienden o no admiten esta nueva realidad de sentido evangélico, esto significa que no comprenden o que no admiten la naturaleza y los efectos de estos sacramentos, luego que, en consecuencia, se sitúan, voluntariamente o no, fuera del Cristianismo.

Se podría concebir que esta separación resultara lógica para aquellos que están inscritos en una de las tradiciones anteriormente citadas y que no desean encontrar a Cristo, al no experimentar (o quizás, no todavía) la necesidad o la evidencia.

Pero esta actitud es incomprensible y perfectamente desviada cuando proviene de aquellos que se afirman cristianos, pero relativizan de este modo el Evangelio queriendo profesar, en relación a la vía iniciática cristiana, los mismos principios que los aplicables en el seno de otras tradiciones.

La mayor parte de los que así se sitúan no son claramente conscientes de ello, pero su concepción es la resultante del más nítido sincretismo, todavía más desastroso cuando éste se insinúa en el ámbito espiritual.

Se postulan de este modo a favor de un “Cristianismo esotérico e iniciático”, en suma de una gnosis (gnosis, γνῶσις, conocimiento) por bien que cristiana, oculta al interior o al margen de un “Cristianismo exotérico”. Con este modo de proceder, sólo hacen que reinventar, sea conscientemente o no, las antiguas herejías, en primer rango de las cuales, se sitúa precisamente el Gnosticismo.

Una tal concepción reposa sobre el principio que el Conocimiento (la Gnosis) y únicamente él, conduce por sus propios medios a la unión con Dios, a través de sus elementos doctrinales, a menudo reservados a una minoría (su theoria) y sus técnicas del despertar (su praxis), fuera de toda acción de la gracia divina o, a lo sumo, relegándola a un papel coadyuvante y no esencial. No es necesario señalar que los tenientes de esta concepción pasan resueltamente de largo del Misterio único y nuevo de los sacramentos, de su naturaleza y sus efectos.

Todo ello no es más que una concepción simplemente anti-cristiana, como las de la Antigüedad y el culto a sus Misterios o perfectamente extraña al Cristianismo como lo son las tradiciones de Oriente y Extremo-Oriente.

Eso es tanto como decir que esta visión se enraíza en la ignorancia absoluta de la esencia del Cristianismo con todas las consecuencias espirituales desastrosas que ello comporta, tanto en el plano individual como colectivo, a pesar de la buena fe de  aquellos que se dejan seducir por esta doctrina.

Podemos ver igualmente como a causa de estas ignorancias y desnaturalizaciones que echan el descrédito sobre esta modalidad de realización espiritual, muchos fervientes cristianos la rechazan o condenan.

Si los motivos de este rechazo y de esta condena son absolutamente legítimos en lo que concierne a estos errores y desviaciones, no deben sin embargo aplicarse a lo que constituye la realidad y naturaleza intrínseca de esta modalidad, de esta vía de interioridad, que bien podríamos calificarla de mística puesto que conduce al corazón del Misterio del encuentro con el Señor y, simultáneamente, al conocimiento de uno mismo; puesto que conjuga el deseo de conocimiento de Dios (9) con la certeza que únicamente los sacramentos, fuente de sus gracias y manifestaciones de su amor, operan la deificación del ser.

Es justamente hacia esta naturaleza auténtica, saneada de las falsificaciones que la deforman, de las máscaras mentirosas con que la desfiguran, de las quimeras absurdas o perversas en ella infiltradas y de las influencias tenebrosas que algunos cultivan, que deseamos abrir el corazón y el espíritu de nuestros contemporáneos.

Advertencia al lector:

Las negrillas y subrayado pertenecen al editor del blog, las mismas efectuadas para hacer énfasis en palabras  claves propias de la vía iniciática  que nos presenta la Tradición Cristiana.



Notas:

3.- Apocalipsis, del griego apokálupsis: ἀποκάλυψις, acción de descubrir; término que traduce exactamente el hebreo gala: desvelar, descubrir, revelar. Cristo lo afirma, efectivamente: “nada hay encubierto que no haya de descubrirse, ni nada oculto que no haya de ser conocido” (Mt X, 26; Mc IV, 22; Lc XII, 2). El Apocalipsis es el cumplimiento y, así pues, el desvelamiento del acto divino escatológico: del griego eschatos ἔσχατος, último y logos, λόγος, palabra, estudio.

4.- 1 Cor XV, 28. En lo que concierne esta parusía remanente según sus dos modalidades específicas, tal como acabamos de evocar, estas palabras de Cristo son de lo más edificantes: “Y he aquí que yo estoy con vosotros por todos los días hasta la consumación del tiempo” (Mt XXVIII, 20).

5.- Ap VII, 14.

6.- “La Imitación de Cristo” (De imitatione Christi) escrita en latín a finales del siglo XIV o comienzos del XV, atribuida comúnmente hoy al monje Thomas Hemerken, dicho Thomas de Kempis.

7.- Ap XXII, 17. Louis-Claude de Saint-Martin ha hecho de ello el título de una de sus obras (cf la Bibliografía).

8.- Esto significa que en el seno de estas tradiciones, existen dos naturalezas distintas de realización espiritual en el marco de una misma espiritualidad: una adaptada a la mayoría que se contenta con una enseñanza y participaciones rituales simplificadas; una vía de exoterismo (en términos occidentales) y otra que se dirige a aquellos que tienen el deseo de comprometerse más intensamente en este conocimiento y los ritos que del mismo se desprenden: una vía del esoterismo o iniciática (continuando en términos occidentales). El Cristianismo transfigura esta divergencia; está más allá de la misma.
Volveremos sobre este asunto más precisamente en la última parte: “Los cuerpos de gloria y las moradas del Padre”.

9.- Cf. las palabras de san Macario de Egipto que citamos en el capítulo siguiente.


Acerca del Autor

Pascal Gambirasio d'Asseux

Pascal Gambirasio d'Asseux nació en París en 1951. Abogado, se ha dedicado también a la espiritualidad cristiana. Escritor, conferenciante (invitado de France Culture y de Radio Chrétienne Francophone), ha publicado varios libros -que ahora son referencias reconocidas- sobre la dimensión espiritual de la caballería y la heráldica o la ciencia del escudo de armas, sobre la naturaleza cristiana de la realeza francesa y del rey de Francia, así como sobre el camino cristiano de la iniciación como camino de interioridad y de encuentro con Dios: iniciático, de hecho, lejos de las interpretaciones desviadas que han distorsionado su significado desde al menos el siglo XIX, significa al mismo tiempo origen, inicio e interiorización del proceso espiritual para que, como enseña San Anastasio Sinaí, "Dios haga del hombre su hogar". De este modo, quiere contribuir al (re)descubrimiento de esta dimensión dentro del Misterio cristiano, olvidada o incluso rechazada por unos porque está desfigurada por otros.



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