El Arcángel Gabriel es enviado por Dios a la Virgen María en el pequeño pueblo de Nazaret para anunciarle la gloriosa maternidad por la cual está destinado a cooperar en la gran obra de la Redención de los hombres. La aparición repentina del ángel que es su ayudante perturba el alma de esta Virgen tan pura; su modestia está alarmada por la maternidad que se le ha anunciado, declarando que no conoce a ningún hombre. Ella da su consentimiento sólo después de estar completamente tranquila sobre los medios, el ángel le declara que su maternidad sería obra de Dios, incluso por la sola acción del Espíritu Santo, y que su virginidad permanecería intacta.
En el mismo momento de su consentimiento, comienza el cumplimiento del gran Misterio; porque en ese mismo momento la Palabra de Dios, que es Dios mismo, segunda Persona y poder de la Santísima Trinidad, impulsada por su ardiente amor a sus criaturas humanas, une indisolublemente y para toda la eternidad el alma humana pura y santa de Jesús, que, por amor a sus hermanos y hermanas y para reconciliarlos con Dios, satisfaciendo la justicia divina para ellos, se ha dedicado a las ignominias, a los sufrimientos y a la muerte.
La Palabra Todopoderosa de Dios, imagen y esplendor del Padre Eterno, desciende del cielo para venir e incorporarse con el alma humana de Jesús al seno casto de la Santísima Virgen María, para ser eternamente los dos juntos como una y la misma Persona en dos naturalezas distintas.
Es por lo tanto en el momento de su consentimiento que el Hombre-Dios se forma corporalmente en el vientre virginal de María, de su sustancia pura, de este verdadero y puro cieno quintaesencial de la tierra virgen de su madre. Está formado y compuesto, como todos los demás hombres que vienen por un tiempo a la Tierra, de una triple sustancia, es decir, un espíritu puro, inteligente e inmortal, un alma pasiva o vida transitoria, y un cuerpo de materia, pero una materia pura e inmaculada que no viene, como en todos los demás hombres, de la concupiscencia de los sentidos, sino sólo de la operación del Espíritu Santo, sin la ayuda de ningún hombre, ni de ningún agente físico de la materia.
Es a través de este milagro del amor infinito de Dios por su amada y seducida criatura, convertida para siempre en esclava y víctima del maligno por su crimen, que el misterio inefable e incomprensible de la Encarnación divina para la redención de los hombres se cumplió, por medio de Jesucristo, nuestro único Señor y Maestro, que, para asegurar su efecto, unió en él, por una unión indisoluble, la naturaleza humana del prevaricador y su propia naturaleza divina.
Fuente del Documento Original
(J.-B. Willermoz,Tratado sobre las dos naturalezas de Dios y del hombre, unidas individualmente por la eternidad en un mismo ser en la persona de Jesucristo., Biblioteca Municipal de Lyon - Francia, ms 5940 n° 5).
Fuente de este artículo
https://peritutvivat.wordpress.com/2015/03/04/lhomme-dieu-reparateur-par-le-sacrifice-de-sa-volonte-recut-le-temoignage-de-lange/
Traducción realizada con el traductor www.DeepL.com/Translator
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