domingo, 24 de marzo de 2019

El Respeto al Prójimo | Discurso del Gran Maestro y Gran Prior



Masonería Cristiana


Mis Muy Queridos Hermanos:


La mayoría de obediencias masónicas, tengan la adscripción que tengan, por no decir casi la totalidad, siempre hacen manifiesto que uno de sus valores esenciales, sino el primero, es el respeto al hombre y a la dignidad humana.



Nosotros, obviamente, no tan solo estamos completamente de acuerdo con este postulado de todas las masonerías, regulares o liberales, sino que lo sentimos como algo más que una actitud filantrópica, filosófica o humanista. Bien está en su caso que invoquen una ética laica. Ojalá todo el mundo la respetase y fuese coherente con ella.

Como se dice coloquialmente, “¿dónde he de firmar?”

 Pero nosotros le vemos, además, un aspecto absolutamente trascendente, ya que, en tanto en cuanto cristianos, al considerar a todos como hijos de Dios y hermanos en Cristo -sean cristianos o no- (ya que su último Mandamiento fue el de amarnos los unos a los otros como Él mismo nos amó), ¿cómo no tendríamos que respetar a todos y su dignidad? Pues, ¿no es tal vez, conditio sine qua non del hecho de amar a alguien, el apriorismo de respetarlo?

De respetar a todo el mundo. Absolutamente, a todos.

Porque todos somos iguales y tenemos la misma dignidad como personas.

 Porque, si en alguna cosa todos somos radicalmente iguales es en el hecho de que a nadie, repito, a nadie le ha pedido permiso la vida para traerlo al mundo.

Igualmente, nadie, absolutamente nadie tiene el mérito de haber escogido nacer o no. O de nacer hombre o mujer o príncipe o mendigo. O blanco o negro o alto o bajo o flaco o gordo o inteligente o poco lúcido o sano o enfermizo. O de haber nacido en un contexto cristiano o islámico o materialista o shintoísta o zoroastriano o védico o judaico.

O de haber nacido en el siglo XX o en el siglo XVII o cuando fuese.

 No; la realidad de la existencia humana nunca puede ser atribuible a “méritos personales” -recordemos aquel chiste que dice que “los vascos nacemos donde nos sale de…”- pues sería un pecado de soberbia, además de un solemne despropósito en todos los sentidos.

No obstante, aún hoy en día existe gente que considera su nacimiento como un mérito en vez de una circunstancia.

En lenguaje psicológico, se llama paranoia. Más concretamente, delirios de grandeza o mesianismo.

Hablamos de los “herederos mentales” de aquellos soberanos (y “Caudillos”) que lo eran “por la gracia de Dios”, como si fuesen elegidos providenciales. Curiosamente, esta visión auto-justificatoria se dá de forma más habitual entre ricos, poderosos, déspotas y todo tipo de supremacistas étnicos y sexuales.

Aquellos que, con sus actos, demuestran con más eficacia y solvencia su falta absoluta de empatía humana. Y a quienes la palabra “respeto” nunca le han encontrado sentido.

Pero la realidad de la existencia humana no solo es atribuible a designios de Dios. Y apropiárselos para justificar una injusticia social e inhumana es pervertir el nombre de Dios, instrumentalizarlo y blasfemar. Recordemos el 2º Mandamiento…

Por tanto, ante la realidad compartida de ser todos hijos de Dios por su voluntad, ¿cómo se pueden justificar diferencias excluyentes o marginadoras de un ser humano por parte de otro?

¿Cómo se pueden justificar supremacismos de clase alguna?

Y menos aún si el marginador o supremacista se considera a sí mismo como cristiano.

Por ende, todos somos dignos de ser amados como parte de un Mundo que Dios Nuestro Señor ha creado de esta manera: un mundo donde unos hemos nacido como cristianos y otros no.

Y todos podemos ser buena gente -o no- y hemos de respetarnos porque Dios así lo ha querido.

Los cristianos gozamos de una Revelación y de un mensaje de amor como vía de la Redención y la Salvación, que tenemos la responsabilidad de compartir con el resto de hermanos nuestros en Cristo que no comulgan con nuestra la Fe.

Pero, eso sí, desde el más absoluto respeto, como primera muestra de Caridad, pues, si no fuera así, ¿qué clase de mensaje querríamos transmitir?

Ya, ni cruzadas, ni inquisiciones, ni sangre, ni fuego. El amor es otra cosa. Y, es evidente, el hierro y el fuego no son precisamente sinónimos de respeto.

De la misma manera, ¿no es obvio que amar a alguien implica desearle lo mejor?

¿No es obvio, igualmente que amar a alguien es desear que sea feliz?

¿No es obvio que desear la felicidad de alguien implica desearle que sea y viva plenamente digno y libre(*)?

Igualmente, si para nosotros, nuestra salvación pasa por Cristo, ¿no es obvio que, por amor, deseemos también para los demás su salvación en la Divina Providencia y que la escojan libremente?

Por todo lo dicho, obviamente ni podemos ni podremos nunca defender o dar apoyo a actitudes, supuestos, premisas, “sistemas” y/o “escalas de valores”, presuntas “ideologías” que degraden, vulneren o desprecien la respetabilidad de la condición humana de nuestros Hermanos en Cristo.

Autoritarismos, despotismos, sexismos, racismos y xenofobias, instrumentalizaciones de las personas, cualquier forma de esclavitud, mercantilización o explotación de la gente, vejaciones, ridiculizaciones, humillaciones -especialmente repugnantes cuando se practican con el más débil y/o desfavorecido-, violencias, terrorismos, chantajes y coerciones de la libertad, abusos cometidos desde el poder -especialmente el económico, pero, sea cual fuere-, indiferencia social, insolidaridad humana…

Todo este bagaje de inhumanidad, lamentablemente tan extendido en nuestro mundo de tribulación, siempre, como cristianos, como masones, como caballeros de Cristo, siempre, siempre nos debería encontrar absoluta y radicalmente en contra.

Sin excusas ni disimulos ni posiciones cómodas ni mirar hacia otro lado.

Y es necesario comprender, a priori, que, por desgracia, el mundo está lleno de personas que se dejan arrastrar por el horror de cometer barbaridades, aberraciones e indecencias.

Mayores o menores.

Pero todos estos individuos, muchos de ellos nuevos adoradores del becerro de oro a quien no vacilarían en ofrecer en sacrificio a sus propias hijas, denigrando la condición humana, implícitamente, denigran la suya. Es aquello de que la tortura denigra tanto al torturado como al torturador.

Es decir: renegando de la dignidad humana, reniegan de su condición de persona. Y, por tanto, reniegan de su condición de hijos de Dios.

Si la Providencia les perdona o no, eso es, para nosotros, un misterio.

En todo caso, si les perdonase, ¿quiénes somos nosotros para hacer lo contrario?

Igual es por esto que el Evangelio nos enseña expresamente a no juzgar para no ser juzgados. El que esté libre de pecado…

Lo que no constituye en caso alguno una justificación para permanecer pasivos ante la barbarie del abuso de un humano sobre otro humano, es decir, de la injusticia, ya que la injusticia -entendiendo la Justicia en el sentido bíblico como sinónimo de santidad y decencia- es la negación de la santidad, es la perversión, la inhumanidad, la indecencia.

La oscuridad del maligno. Porque niega la voluntad de Dios.

Por contra, estamos comprometidos -y mucho más especialmente los caballeros de Cristo- a defender el amor que dignifica a los humanos como hijos de Dios y hermanos nuestros, contraponiéndolo siempre y en todo lugar a la instrumentalización que degrada esta dignidad.

Y si no, solamente basta releer nuestra Regla Masónica.

Y los compromisos particulares que toman los CBCS en su armamento.

Mis Muy Queridos Hermanos: nuestra Fe, nuestros votos, nuestros juramentos nos comprometen. Y nos honran.

Que nunca la indiferencia se adueñe de nosotros y debilite nuestros compromisos; pero si algún día, como humanos que somos, sentimos que flaqueamos, recordad todos que tenemos conciencia. Y nuestra conciencia jamás callará.

Que la Moreneta us beneeixi a tots


En los Valles de Barcelona, a 24 de Noviembre de 2018, 6018 en modo masónico, festividad de San Andrés




Ferran Juste
Eques a Constanti Patientia
Gran Maestro y Gran Prior
Gran Priorato De Hispania

(*) Es necesario comentar aquí que la idea que defendemos de “libertad” no es la idea “liberal” de hacer cada cual lo quiera o pueda, aplicando la ley de la selva económica a la sociedad. No. La idea de “libertad” no creemos que se tenga que asociar con la idea de “hacer” sino con la de “ser”. No somos libres para hacer… sino que somos libres de ser.

 De ser aquel que cada uno de nosotros sea. Y en paz con todo el mundo que también lo es. Es la idea de poder vivir plenamente la propia identidad sin que ello comporte reacciones por parte de la intolerancia y/o la barbarie de aquellos que se autoexcluyen de su condición humana. De quienes, auto-discriminándose a ellos mismos, se creen con el poder de discriminar a los demás.

El Cristianismo es, desde su origen, en la teoría y en la praxis -y como vía para la Salvación- la religión más social y empática de cuantas existen. Porque su “motor” es la no-indiferencia. La negación de la cobardía de “mirar hacia otro lado”. El Cristianismo es la Trascendencia de todos ls movimientos de izquierdas (igualitaristas) de la Historia (**), ya que nos compromete socialmente no únicamente a defender, cuidar, proteger, luchar por el prójimo y su dignidad -que también-. 

Es que, además nos compromete a amarlo, considerándolo hijo de Dios. Nuestros Hermanos en Cristo. Y recordemos el Evangelio, recordemos las Bienaventuranzas. Tenemos que luchar para defender a los desfavorecidos, los pobres, los necesitados. Recordemos el buen samaritano. Y recordemos lo que decían los caballeros del Hospital: 

Nuestros Señores, los pobres y los enfermos…” Los pobres y los enfermos, ¿cómo no han de ser nuestros Señores si son hijos de Dios y Cristo nos ha dicho claramente que los amemos? Esto es consagración

(**) Y la Historia ha sido y constatado de facto la negación del mensaje Cristiano por excelencia. Siempre. Y desde todas las estructuras de poder.

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