lunes, 26 de octubre de 2020

Significado e historia de la Medalla de San Benito /Conocimiento y Fe

 


Historia  

No cabe duda que la medalla de San Benito es una de las más apreciadas por los fieles. A ella se le atribuyen poder y remedio, ya sea contra ciertas enfermedades de hombre y animales, ya contra los males que pueden afectar al espíritu, como las tentaciones del poder del mal. Es frecuente también colocarla en los cimientos de nuevos edificios como garantía de seguridad y bienestar de sus habitantes.

El origen de esta medalla se fundamenta en una verdad y experiencia del todo espiritual que aparece en la vida de san Benito tal como nos la describe el papa san Gregorio en el Libro II de los Diálogos. El Padre de los monjes usó con frecuencia del signo de la cruz como signo de salvación, de verdad, y purificación de los sentidos. San Benito quebró el vaso que contenía veneno con la sola señal de la cruz hecha sobre él. Cuando los monjes fueron perturbados por el maligno, el santo mandó que hicieran la señal de la cruz sobre sus corazones. Una cruz era la firma de los monjes en la carta de su profesión cuando no sabían escribir. Todo ello no hace más que invitar a sus discípulos a considerar la santa cruz como señal bienhechora que simboliza la pasión salvadora del Señor, por la que se venció el poder del mal y de la muerte.

La medalla tal como hoy la conocemos, se puede remontar al siglo XII o XIV o quizá a una época anterior y tiene su historia. En el siglo XVII, en Nattenberg -Baviera-, en un proceso contra unas mujeres acusadas de brujería, ellas reconocieron que nunca habían podido influir malignamente contra el monasterio benedictino de Metten porque estaba protegido por una cruz. Hechas, con curiosidad, investigaciones sobre esa cruz, se encontró que en las tapias del monasterio se hallaban pintadas varias cruces con unas siglas misteriosas que no supieron descifrar. Continuando la investigación entre los códices de la antigua biblioteca del monasterio, se encontró la clave de las misteriosas siglas en un libro miniado del siglo XIV. En efecto, entre las figuras aparecía una de san Benito alzando en su mano derecha una cruz que contenía parte del texto que se encontraba sólo en sus letras iniciales en las astas cruzadas de las cruces pintadas en las tapias del monasterio de Metten, y en la izquierda portaba una banderola con la continuación del texto que completaba todas las siglas hasta aquel momento misteriosas.

Mucho más tarde, ya en el siglo XX, se encontró otro dibujo en un manuscrito del monasterio de Wolfenbüttel representando a un monje que se defiende del mal, simbolizado en una mujer con una copa llena de todas las seducciones del mundo. El monje levanta contra ella una cruz que contienía la parte final del texto consabido. Es posible que la existencia de tal creencia religiosa no sea fruto del siglo XIV sino muy anterior.

Benedicto XIV, en marzo de 1742, aprobó el uso de la medalla que había sido tachada anteriormente, por algunos, de superstición. Dom Gueranger, liturgista y fundador de la Congregación Benedictina de Solesmes, comentó que el hecho de aparecer la figura de san Benito con la santa Cruz, confirma la fuerza que su signo obtuvo en sus manos. La devoción de los fieles y las muchas gracias obtenidas por ella es la mejor muestra de su auténtico valor cristiano.

Explicación del anverso

En las antiguas medallas aparece, rodeando la figura del santo, este texto latino en frase entera: Eius in óbitu nostro preséntia muniámur. "Que a la hora de nuestra muerte, nos proteja tu presencia". En las medallas actuales, frecuentemente desaparece la frase que es sustituida por esta: Crux Sancti Patris Benedicti, o todavía, más simplemente, por la inscripción: Sanctus Benedictus.

Explicación del reverso

•En cada uno de los cuatro lados de la cruz: C. S. P. B. Crux Sancti Patris Benedicti. Cruz del Santo Padre Benito

•En el palo vertical de la cruz: C. S. S. M. L. Crux Sácra Sit Mihi Lux. Que la Santa Cruz sea mi luz

•En el palo horizontal de la cruz: N. D. S. M. D. Non Dráco Sit Mihi Dux. Que el demonio no sea mi jefe

•Empezando por la parte superior, en el sentido del reloj: V. R. S. Vade Retro Satána. Aléjate Satanás - N. S. M. V. Non Suáde Mihi Vána. No me aconsejes cosas vanas - S. M. Q. L. Sunt Mála Quae Libas. Es malo lo que me ofreces - I. V. B. ípse Venéna Bíbas. Bebe tú mismo tu veneno

En la parte superior, encima de la cruz suele aparecer unas veces la palabra PAX y en las más antiguas IESUS

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Notas:

https://www.facebook.com/oracionesporvocacionessacerdotales/posts/1722115214479029/


lunes, 19 de octubre de 2020

Extractos | La virtud como Ordo Amoris | San Agustín de Hipona

 


Masonería Cristiana

Fortaleza [Alegoría]
Fortitudo 
Grabador flamenco Crispin de Passe el Viejo
1590-1637

En latín el término genérico fortitudo se emplea para designar la "fuerza", tanto física como moral; por ello no es de extrañarnos que, como alegoría, la Fortaleza se acompañe de elementos simbólicos relacionados con el poder y la fuerza, como son el León, la Espada o la Maza (y ya muy posteriormente incluso se la representa con una lanza), y la Columna, normalmente quebrada, demostración palpable de su enorme "fuerza".


La virtud agustiniana se definió en La Ciudad de Dios en términos de ordo amorisamar lo que debe ser amado [La ciudad de Dios: XV, 22]. Por ese motivo, las virtudes teologales -fe, esperanza y caridad- eran consideradas superiores a las cuatro virtudes morales tomadas de Platón -fortaleza, justicia, prudencia, templanza. No en vano las primeras ordenan la vida hacia Dios, mientras que las segundas ordenan la vida del alma y de la sociedad. No sólo eso, sino que, en virtud de su jerarquía natural, también las virtudes morales debían estar ordenadas hacia Dios. Las virtudes eran concebidas por San Agustín como variados afectos o manifestaciones del amor, y el mandamiento del amor a Dios y al prójimo las reunía a todas:

aquí está la ética, puesto que una vida buena y honesta no se forma de otro modo que mediante el amar, como deben amarse, las cosas que deben amarse, a saber, Dios y nuestro prójimo [Epístolas: 137, 5, 17].

A San Agustín de Hipona le interesa conocer a Dios como fuente de felicidad eterna, y conocer al alma no sólo porque Dios se revele en el interior del hombresino también porque la unión con Dios se produce por medio del amor. Y el amor es el lugar donde se encuentra el alma: «Los cuerpos están contenidos en los lugares; mas para el alma, el propio afecto es su lugar» [Enarraciones sobre los salmos: 6, 9].

Por eso, la investigación acerca del alma humana como espíritu se tradujo en una exposición del amor verdadero, y la Filosofía de Agustín se convirtió en una investigación acerca del amor. Una investigación acerca del amor cuyo concepto nuclear es el de orden del amor en la medida en que el eudemonismo trascendente agustiniano define la virtud precisamente así: «Una definición breve y verdadera de virtud es el orden del amor» [La ciudad de Dios: XV, 22].

San Agustín fue pionero en hacer evolucionar el concepto ético de virtud, desde la clásica «disposición del alma conforme a la naturaleza y a la razón» [Ochenta y tres cuestiones diversas: q. 31] —ordo est rationis— hasta la consideración de la misma como «manifestación del amor» [Las costumbres de la Iglesia y las de los maniqueos: I, 15, 25] —ordo est amoris. De ese modo se consumó la consagración de la investigación ética del amor y de los afectos del hombre, quedando el concepto intelectualista de razón relegado a un segundo plano en cuestiones morales. La razón del corazón humano no es otra que el amor. Conviene aclarar entonces, dada la centralidad del concepto, qué entiende el Doctor de la gracia por amor.

El amor es considerado por San Agustín la dimensión más fundamental del espíritu humano.

El amor es para San Agustín la fuerza de la voluntad en el hombre. Su importancia radical estriba en constituir el verdadero corazón del alma. Así como todas las facultades y actividades del espíritu son movidas por la voluntad, el amor que mueve a la voluntad es lo que da sentido y unidad a todas las operaciones humanas.


Fuente
Philosophica:
 Enciclopedia filosófica

lunes, 12 de octubre de 2020

De la Piedra, Cristo y los Masones / Eduardo Callaey

 

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Tiempo atrás un Querido Hermano me llamó la atención sobre un pasaje de san Pablo en su Epístola a los cristianos de Éfeso. Eso me llevó a reflexionar acerca de la sacralidad de los templos y de las tradiciones antiguas y modernas, pero principalmente en el valor simbólico que se le otorga a la piedra en nuestra cultura occidental.

Más allá de la importante tradición constructora de las antiguas culturas del Mediterráneo Oriental, cuyas obras son muestra evidente de un profundo conocimiento técnico y de la dimensión sagrada del arte de erigir templos, lo cierto es que la masonería, tal como la conocemos, es fruto del espacio cultural cristiano. Es decir, se desarrolla en una geografía extendida en aquello que Raimon Panikkar denominaba especie cultural cristiana. Por lo tanto, estas antiguas tradiciones de las corporaciones de constructores de la antigüedad, se verán subsumidas y enriquecidas en un nuevo significado, propio del judeocristianismo.

En la iconografía cristiana, Dios es un Cosmocrator. Cristo asume el rol de constructor del mundo. Las figuras de Dios Padre y de Dios Hijo pueden observarse en infinidad de frescos en los que sostienen un compás en su mano. Es un compás con el que trazan la creación del mundo. Esta tradición dará lugar al nombre de Gran Arquitecto del Universo. Remitimos al lector a la imagen del poderoso cuadro de William Blake como muestra de la persistencia de esta imagen dentro del ideario religioso y poético de occidente.

Pero más allá de este vínculo entre la Divinidad y la construcción, el cristianismo ha dado a la piedra un significado profundo desde sus mismas raíces. Cristo, hablándole a san Pedro, le dice que sobre esa piedra –el propio Pedro- se edificará Su Iglesia. A partir de esta afirmación se construirá todo un contexto alegórico, una estructura figural y una simbología destinada a otorgar a la piedra una dimensión ontológica. Es decir, la piedra deja de ser sólo el material con el que se construye sino que toma la dimensión del propio constructor. Hay aquí una diferencia sustancial con el mundo pagano, que descubrimos en el mismo momento en que el hombre es comparado, alegóricamente, con la piedra.

Piedra es el propio Cristo, tal como nos lo indica san Pablo en su Epístola a los cristianos de Éfeso, cuando les dice que “Ya no son extranjeros ni forasteros, sino que son ciudadanos del pueblo de Dios y miembros de la familia de Dios. Están edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, y el mismo Cristo Jesús es la piedra angular. Por él todo el edificio queda ensamblado, y se va levantando hasta formar un templo consagrado al Señor. Por él también ustedes se van integrando en la construcción, para ser morada de Dios por el Espíritu”.

El cristiano se convierte en piedra potencial del Templo Consagrado. Pero potencial en tanto que -como luego encontraremos reafirmado en los Padres de la Iglesia y en la concepción figural del monasticismo benedictino- no cualquier piedra puede insertarse en el sagrado muro sino una que haya sido previamente cuadrada. De allí, a la dimensión simbólica de la piedra en bruto que debe cuadrarse, señalada con meridiana claridad por san Beda en el siglo VIII, hay sólo un paso.

Esta cualificación de la piedra cuadrada (llamada cúbica por los masones) como símbolo del cristiano apto para la integración del Templo Consagrado, la encontramos fuertemente difundida en los siglos VIII y IX. Pero lejos de culminar su ruta como modelo de transformación, la piedra convertida en símbolo del hombre que trabaja sobre sí mismo, alcanza una expresión superior en Honorio de Autum (1080 - 1125), que exigirá a todo hombre que construye una iglesia, que sea un Hominus Cuadratus, un hombre en escuadra, alguien que haya conseguido hacer de su piedra en bruto una capaz de encontrar su sitio en la construcción del Templo. El artista no sólo debía entrenarse en su técnica y su habilidad, sino también en la praxis de una moral cuyos ejemplos debía buscar en las sagradas escrituras. Al leer la obra de Teófilo acerca de las técnicas del arte, titulada Diversarum Artium Schedula  -considerada muy importante por su significación técnica- nos encontramos con el concepto de que un hombre que construye un Templo no puede menos que reconocer la premisa de la construcción de un templo interior en el que reine la virtud, misión a la que está convocado a partir del aprendizaje en el uso de las herramientas. Esta simbología será recogida y desarrollada a niveles extraordinarios por la propia tradición de los masones primitivos, los constructores de catedrales.

Mientras que en el mundo pagano la construcción de los templos quedará para la mano de obra de los esclavos, en el mundo cristiano cada eslabón de la larga cadena, desde la cantera hasta los capiteles más delicados, quedará en manos de hombres que son conscientes de la obra que realizan y que, además, seguramente no la verán terminada. Podríamos citar innumerables ejemplos de pueblos enteros arrastrando los carretones que llevan a las grandes piedras desde la cantera a la obra. Ya no importa si se trata del tosco cantero que arranca una astilla de roca a la montaña, o si de los peones aprendices que trasladan aquellas moles inmensas al local de la logia, o si de los artistas que llegan a esculpir las nervaduras de las hojas de acanto en los perfiles de las columnas de piedra. Lo que verdaderamente importa es que son hombres libres, que han abrazado, por vocación o tradición familiar, una profesión que los mantiene en contacto con lo sagrado, hasta convertirlos en parte misma del Templo.

La masonería moderna es –debiera ser- heredera de este espíritu, que se banaliza cuando queda reducida a una institución que socializa, que centra su acción únicamente en su indudable capacidad de diálogo y confraternidad entre los pueblos o se limita a la beneficencia y la filantropía. Todo esto forma parte de la masonería moderna: Sociabilidad, confraternidad, defensa de los derechos humanos, lucha por la libertad de los pueblos e igualdad de las personas. Pero todo ello si primero anteponemos el ADN de aquella semilla plantada hace ya siglos, en la que germinó un método de transformación interior que vuelve al animal humano un hombre espiritual capaz de comprender y trasmutar su propia naturaleza. 

NOTAS:

Trabajos de Eduardo Callaey https://www.eduardocallaey.com/

Ensayo - Artículos  Eduardo Callaey,   1 de Diciembre de 2018



Masonería Cristiana
Eduardo R. Callaey













lunes, 5 de octubre de 2020

María, estrella del mar / San Amadeo de Lausanne





https://www.theworkofgod.org/images/maria-theotokos.jpg



Por designio de la Providencia divina ella fue llamada María(1), estrella del mar, para declarar con su nombre lo que muestra claramente la realidad. (…)
Revestida de belleza y también de fuerza, está coronada, pudiendo calmar con un gesto los movimientos formidables del mar. Los que navegan en el mar del mundo presente y la invocan con plena confianza, los arranca del viento de la tempestad y del furor de los huracanes. Los conduce con ella, triunfantes, a la orilla de la bienaventurada patria. Mis queridos, no podríamos decir cuantas veces muchos chocarían con las rocas más abruptas, con el riesgo de hundirse, y otros golpearían contra los peores escollos sin poder volver, (…) si no fuera por la presencia de la estrella del mar, María siempre virgen. Ella se pone con su potente ayuda frente al timón roto y la barca destrozada y privada de toda ayuda humana, para dirigirlos con su celeste guía al puerto de la paz interior. Llena de alegría por los nuevos triunfos, la reciente liberación de condenados y el renovado incremento de pueblos, ella celebra en el Señor. (…)
María resplandece y se distingue por su doble caridad. Está ardientemente fijada en Dios, adhiere y forma un único espíritu con él. Por otro lado, atrae y consuela tiernamente el corazón de los elegidos y les comparte los dones excelentes venidos de la generosidad de su Hijo.


Notas: 

Homilía mariana VII (SC 72. Huit homélies mariales, Cerf, Paris, 1960), trad. sc©evangelizo.org

(1)Evangelio según San Mateo 1,1-16.18-23.

Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham:
Abraham fue padre de Isaac; Isaac, padre de Jacob; Jacob, padre de Judá y de sus hermanos.
Judá fue padre de Fares y de Zará, y la madre de estos fue Tamar. Fares fue padre de Esrón;
Esrón, padre de Arám; Arám, padre de Aminadab; Aminadab, padre de Naasón; Naasón, padre de Salmón.
Salmón fue padre de Booz, y la madre de este fue Rahab. Booz fue padre de Obed, y la madre de este fue Rut. Obed fue padre de Jesé;
Jesé, padre del rey David. David fue padre de Salomón, y la madre de este fue la que había sido mujer de Urías.
Salomón fue padre de Roboám; Roboám, padre de Abías; Abías, padre de Asá;
Asá, padre de Josafat; Josafat, padre de Jorám; Jorám, padre de Ozías.
Ozías fue padre de Joatám; Joatám, padre de Acaz; Acaz, padre de Ezequías;
Ezequías, padre de Manasés. Manasés fue padre de Amón; Amón, padre de Josías;
Josías, padre de Jeconías y de sus hermanos, durante el destierro en Babilonia.
Después del destierro en Babilonia: Jeconías fue padre de Salatiel; Salatiel, padre de Zorobabel;
Zorobabel, padre de Abiud; Abiud, padre de Eliacím; Eliacím, padre de Azor.
Azor fue padre de Sadoc; Sadoc, padre de Aquím; Aquím, padre de Eliud;
Eliud, padre de Eleazar; Eleazar, padre de Matán; Matán, padre de Jacob.
Jacob fue padre de José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, que es llamado Cristo.
Este fue el origen de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo.
José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto.
Mientras pensaba en esto, el Angel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: "José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo.
Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados".
Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por el Profeta:
La Virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán el nombre de Emanuel, que traducido significa: "Dios con nosotros".

Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.




HAGIOPEDIA: San AMADEO DE LAUSANA. (1110-1159).


San AMADEO DE LAUSANA. (1110-1159) Nació en el castillo de Chatte del Delfinado. Cuando tenía ocho años, su padre, el beato Amadeo de Clermont, señor de Hauterive, tomó el hábito religioso en la abadía cisterciense de Bonnevaux. El santo fue al mismo convento a proseguir su educación, pero al poco tiempo pasó, con su padre, a Cluny. Después sirvió en la Corte del emperador Enrique V.

En 1125, se hizo monje en Claraval cuando era abad san Bernardo, que en 1139, le envió como abad a Hautecombe en Saboya. El monasterio había adoptado la reforma apenas cuatro años antes y sus finanzas se hallaban en un estado lamentable. Amadeo animó a la comunidad a soportar gozosamente esas dificultades adicionales, y con una administración cuidadosa, logró sacar al monasterio del mal paso.

En 1144, se vio obligado a aceptar, por orden del Papa Lucio II, la sede de Lausana, donde se encontró pronto envuelto en luchas con los nobles y fracasó en su intento de persuadir al emperador Conrado para que acudiese en ayuda del Papa contra Pierleone. Cuando Amadeo III, duque de Saboya, partió a la segunda Cruzada, Amadeo fue nombrado corregente con Humberto, el hijo del duque. Cuatro años antes de su muerte, Federico Barbarroja le hizo canciller de Borgoña. Como obispo enseñó a los jóvenes con su ingenio, formó un clero puro y piadoso y ensalzó a María en sus sermones. Nicolás, el secretario de san Bernardo, habla en términos muy elogiosos de la virtud de este activo prelado. Su antiquísimo culto fue aprobado en 1903 por el papa Pío XI.



Decreto de Creación del Triángulo Masónico Rectificado "Jerusalén Celeste N°13"

El Hombre de Luz / La ordenación sacerdotal y los sacramentos / La vida consagrada / La iniciación / Pascal Gambirasio d’Asseux

        La ordenación sacerdotal y los sacramentos Según la jerarquía tradicional y estrictamente hablando, estamos hablando del obi...