miércoles, 31 de julio de 2019

Las Virtudes según los Padres de La Iglesia

Masonería Cristiana
La Siete Virtudes
Grabado del Siglo XVI
Museo Britanico

Detalle del Grabado:

Las Siete Virtudes. Jesucristo con un estandarte en la imagen central; rodeado de siete roeles con escenas bíblicas que muestran las siete virtudes ("Fe" como sacrificio de Isaac [Génesis 22]; "Esperanza" como ejército de Holofernes [Judit 7]; "Caridad" como Cristo en la cruz [Lucas 32]); La "Justicia" como rey Salomón [1 Reyes 3]; la "Templanza" como Daniel que se niega a comer comida no kosher [Daniel 1]; la "Prudencia" como Rey Salomón con la Reina de Saba[1 Reyes 10]; la "Fortaleza" como Sansón que lleva las puertas de la ciudad [Jueces 16]:3]).

Titulado en la parte superior central y debajo de cada círculo: "Septem Virtvtes" y "Fides. / Gene.22" y "Spes / Iudi.7" y "Charitas / Luc.32" y "Ivstitia / 3 Reg.3" y "Temperantia / Daniel.1" y "Prvdentia / 3 Reg.10" y "Fortitvdo / Iudi.16".

Con letras y firmado en el margen inferior: "Sed non sicut delictum, .... / ... Iesu Christi en pluris abundavit. Traducción: (Pero no me gusta el delito .... / ... Jesucristo en más abundante). 



Y ahora permanecen la fe, la esperanza y la caridad, estas tres;
 pero la mayor de ellas es la caridad.

1 Corintios 13:13
Biblia de Jerusalén

El hombre nuevo nace del viejo, porque la regeneración espiritual se inicia con el cambio de la vida terrestre y mundana” (CS 8,10).
San Agustín de Hipona

"Virtud" viene del latín virtutem, propiamente valor y valor físico, pues se relaciona con vir, el varón. ... En origen, efectivamente es un derivado de vir (hombre, guerrero) y se refiere al valor, que la sociedad tradicional consideró cualidad masculina por excelencia, y también al carácter distintivo del hombre.

La palabra virtud proviene del griego Areté y del latín Virtus que significa viril, fuerza de carácter, capacidad, aptitud, excelencia, dinamismo, arrojo bélico, valentía, cordialidad, perseverancia. Ser virtuoso se trata de habilidades que el hombre va adquiriendo con esfuerzo personal y añadiendo a su naturaleza que lo hace ser distinto de los demás. 

En el cristianismo tomó importancia su aspecto moral, como hábito de obrar bien. En la filosofía moderna, la virtud se siguió definiendo, en general, como la disposición de obrar conforme a la intención moral o como la fortaleza moral en el cumplimiento del deber según (Emmanuel Kant).


Virtudes Teologales
Fe, Esperanza y Caridad 

Es la virtud teologal por la que creemos en Dios y en todo lo que El nos ha dicho y revelado, porque El es la verdad misma. Es la virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo. Es la virtud teologal por la cual amamos a Dios sobre todas las cosas por El mismo y a nuestro prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios. 

En el Sacramento de el Bautismo (Iniciación Cristiana) Dios infunde en el alma, sin ningún merito nuestro las virtudes, que son disposiciones habituales y firmes para hacer el bien. Las virtudes infusas son teologales y morales. Las teologales tienen como objeto a Dios, las morales tienen como objeto los actos humanos buenos.

Si recurrimos al vocabulario de teología podemos afirmar que, el hombre perfecto, no es el que se esfuerza por ser tal, sino que el que busca a Dios para alcanzarlo; sigue el camino que Dios mismo trazó y que es el único por el que se puede desarrollar y realizar como persona e hijo de Dios; esta actitud fundamental se expresa por la formula andar con Dios. 

La virtud consiste en una viva relación con Dios, en una conformidad de sus palabras, en una obediencia a sus voluntades, en una orientación profunda y estable hacia Él; esta relación hace al hombre justo; esta fidelidad en seguir el camino del Señor es la virtud fundamental que Abraham deberá enseñar a sus hijos, y cuya práctica es la condición de la alianza. 

En el corazón se halla la raíz de la virtud. En él deben grabarse las palabras de Dios para que sean en él el principio de fidelidad amante que es el alma de toda virtud.

"Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si alguna alabanza, en esto ejercitaos.".
Filipenses 4:8
Biblia de Jerusalén

La virtud es una disposición habitual y firme a hacer el bien. Permite a la persona no solo realizar actos buenos, sino dar lo mejor de sí misma. Con todas sus fuerzas sensibles y espirituales, la persona virtuosa tiende al bien, lo busca y lo elige a través de acciones concretas.


La Virtud en algunos Padres de la iglesia

En los escritos de los Santos Padres se denominaba a veces como virtud a los frutos del Espíritu Santo (caridad, gozo, paz, paciencia, longanimidad, bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad, modestia, continencia, castidad) y las obras bellas y buenas de los creyentes.

Les dan un puesto importante y ponen de relieve el carácter sobrenatural de la virtud propiamente cristiana

Clemente de Alejandría sitúa la virtud en el ámbito afectivo, pero guiada por la razón con miras al ordenamiento de la totalidad de la vida.

Orígenes, por su parte, dirá que son las “luminarias del mundo”. De Dios vienen y a él nos conducen.

Las virtudes morales o cardinales (prudencia, justicia, fortaleza y templanza), tomadas de la ética griega, son como los ejes y goznes – cardines – del comportamiento moral. 

Sin embargo, la vida cristiana presuponen la fe, la esperanza y la humildad, las cuales no son nada si no están inspiradas por la caridad

Decía San Agustín

Como la virtud es el camino que conduce a la vida feliz, yo diría que la virtud no es otra que un perfecto amor a Dios. Por lo que yo entiendo, si se divide en cuatro divisiones es para expresar varios efectos de un mismo amor. Por eso a estas cuatro virtudes que – ojalá su fuerza esté en las mentes como sus nombres en las bocas de todos – no dudo en definirlas de este modo.

 La Templanza es el amor que totalmente se entrega al objeto amado. La fortaleza es el amor que todo lo soporta por aquello que se ama. La justicia es el amor únicamente esclavo de su amado y que, por tanto, ejerce su señorío rectamente. 

La Prudencia es el amor que con sagacidad elige los medios de defensa contra todo impedimento. Pero este amor, hemos dicho, no es de un objeto cualquiera, sino de Dios, es decir, del sumo bien, suma sabiduría y suma concordia. Por eso, también se pueden definir diciendo que la templanza es el amor que se conserva íntegro e incorruptible para Dios.

La Fortaleza es el amor que todo lo tolera fácilmente por Dios; La justicia es el amor que sólo sirve a Dios y por eso domina todo lo demás que está sujeto al hombre; Y la prudencia es el amor que sabe discernir lo que ayuda a ir a Dios de aquello que puede alejar de Él. 

Por su parte, Tertuliano cuenta con un Tratado sobre la Paciencia. La Homilía de San Basilio contra la avaricia. San Isidoro de Sevilla, comienza su libro de las Sentencias dedicando sendos capítulos a las virtudes teologales y, poco antes de concluirlo, reserva otros cinco capítulos a reflexionar sobre las virtudes simuladas y la relación entre las virtudes y los vicios

En las Etimologías – Isidoro de Sevilla - atribuye a Sócrates el mérito de haber fundamentado la ética sobre las cuatro virtudes del alma: prudencia, justicia, fortaleza y templanza


…7 a la piedad, fraternidad y a la fraternidad, amor. 8 Pues estas virtudes, al estar en vosotros y al abundar, no os dejarán ociosos ni estériles en el verdadero conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. 9 Porque el que carece de estas virtudes es ciego o corto de vista, habiendo olvidado la purificación de sus pecados pasados.…

2 Pedro 1:7-9
Biblia de Jerusalén


Regla Masónica
Preámbulo

¡Oh, tú, que acabas de iniciarte en las lecciones de la sabiduría! ¡Hijo de la virtud y de la amistad! ¡Presta oído atento a nuestras instrucciones, y que tu alma se abra a los nobles preceptos de la Verdad! Te enseñaremos el camino que lleva a la vida dichosa y feliz; te enseñaremos a complacer al Autor de tus días y a utilizar con energía y éxito todos los medios que la Providencia te ofrece para ser útil a los hombres y saborear los encantos de la beneficencia.

Aprobada en el transcurso del 
Convento de Wilhelmsbad de 1782


Masonería Cristiana
Fides, Fe:
 Grabado de Hans Sebald Beham,
1539


domingo, 28 de julio de 2019

Reseña del libro | Extractos: Caballería, Francmasonería y Espiritualidad | Michel Bédaton y Rémi Boyer


Masonería Cristiana
Grabado del Artista Alemán
Georg Sluyterman von Langeweyde
1903 - 1978



De la Caballería y de algunos circunloquios


La Caballería es universal. A pesar de que pueda entenderse esta afirmación como ideal, comprobamos que en asuntos de guerra, y en ciertas comarcas por todo el globo, se han desarrollado tradiciones caballerescas, específicamente iniciáticas, como es el caso del Islam iraní, del Japón medieval y, evidentemente, del Occidente cristiano.

En la Edad Media, el Occidente cristiano quiso instaurar por medio de la caballería una espiritualidad original e institucionalizada con precisión. La Caballería se constituía así progresivamente en una aristocracia guerrera que, al terminar el siglo XII, buscaba identificarse con la nobleza. La Caballería pasa así a ser una iniciación, una espiritualidad y una institución que no cesa de interrogarse y de interrogar sobre su propio sentido.

De manera formal, la Caballería se consagra después de la Edad Media, con más o menos fortuna, a la guarda de la Iglesia y a la defensa de su obra.  Reivindicaba un sentido agudo de Justicia y todos se imaginaban con el derecho de extenderse por doquier.

¿Cuál es el papel en el marco masónico? Numerosos grados del Escocismo se refieren a la Caballería.

Eran invitados «a combatir, en continuidad simbólica o real, las órdenes militares de la edad media; el caballero masón; se enrola en las fuerzas del Bien, bajo la cobertura de símbolos conmovedores, de la manera más real posible. La más real o la más oculta, incluso en el rito escocés». Los Caballeros, con las reservas emitidas por JeanBaptiste Willermoz, fundador del Régimen Escocés Rectificado, permanecían, igual que en las órdenes ecuestres como la orden del Temple, ligadas al tronco inmutable y brazo de una primitiva Santa Orden. 

La Orden de los Caballeros Bienhechores de la Ciudad Santa (C.B.C.S.) constituye la segunda clase del Régimen Escocés Rectificado, orden caballeresca que se consagra a la Beneficencia, en sus dos dimensiones, humana y metafísica. 

La forma social de la Caballería y sus límites se inscriben en este breve diálogo entre Lancelot y Vivian:

Vivian, sentada al lado de Lancelot, pone su blanca mano en el pecho del joven:

—Un caballero, le dice, tiene dos corazones: uno duro y denso como el diamante, el otro maleable y tierno como la cera caliente. Con su corazón de diamante, sabe ser brutal, violento y cruel. Con su corazón de cera, sabe ser bueno, compartir las cargas y las penas y remediarlas. Sabe, cuando hace falta, dar prueba de dulzura y humildad.

—Comprendo. 

—Bien. Pero recuerda siempre que tú debes ser brutal, violento y cruel con aquellos que son brutales, violentos y crueles. Y cariñoso con aquellos que lo son, dulce con los dulces, bueno con los débiles, los desgraciados y los desheredados. Si alguna vez te muestras débil con los crueles, cruel con los débiles, perderás no solo el derecho a ser llamado caballero, sino también tu alma.

En esta sencilla conversación, podemos identificar la naturaleza dualista de la ética caballeresca formal. Las antinomias revelan toda la dificultad de la misión del caballero en el mundo. Pero ¿qué lucidez y que sabiduría nos hacen falta para tener la palabra justa, la expresión justa, el gesto justo en el momento concreto de una situación, teniendo en cuenta la gran complejidad de la experiencia humana? 

La Beneficencia, que reúne, ayer como hoy, a los caballeros, sobrepasa las reglas formales y morales de la sociedad caballeresca. No puede ser extraña a la iniciación y a la metafísica. Presente en la dualidad más espesa, la Beneficencia y su corolario necesario, la compasión, constituye la marca de la iniciación caballeresca después del sangriento campo de batalla del mundo hasta la Ciudad Santa en la que toda separación es anulada.

Lo que propone este libro es un trabajo en cuatro etapas. Tres de reflexión y una más extensa de práctica.

Michel Bédaton, en una primera parte, que comprende las tres primeras etapas, da testimonio del procesus caballeresco desde su expresión dualista más usual, la del combate entre el Bien contra el Mal, de la justicia contra la injusticia, hasta la eclosión de la consciencia no dual en la cual las antinomias se reducen para desaparecer después. Este proceso requiere de una práctica iniciática que nos aproxima a nuestro Principio.

Dieciséis años separan los dos testimonios, los dos pensamientos de Michel Bédaton. Dieciséis años de elaboración. Dieciséis años durante los cuales se construye el lugar para el ser. El tercer tiempo propuesto por Michel Bédaton está consagrado al recuerdo de Sí, a esta práctica central, sin la cual la iniciación es cosa vana, y el iniciado invariablemente atrapado por el torrente de los condicionamientos.

Rémi Boyer, en la cuarta parte de este libro propone un conjunto de prácticas que conducen a la presencia aquí y ahora en el Silencio en el que impera la Libertad del Sí. Estas prácticas componen una ascesis caballeresca accesible a todos. Allí donde hay una voluntad, hay un camino.


Fuente:
Prólogo del libro por:
Jorge de Matos 



Masonería Cristiana

Caballería, Francmasonería y Espiritualidad
Ejercicios espirituales para  osos y caballeros 
Editorial masonica.es®
SERIE TURQUESA (De Egipciaca)
www.masonica.es
© 2015 Michel Bédaton y Rémi Boyer
© 2015 EntreAcacias, S.L.
Traducción:
José Miguel Jato
1ª edición: mayo 2015 
ISBN (edición impresa): 978-84-943587-5-3
ISBN (edición digital): 978-84-943587-6-0
Depósito Legal: AS 00404-2015
Impreso por Ulzama
Impreso en España


Acerca de los Autores

Michel Bédaton
https://www.masonica.es/autor/michel-bedaton/


Michel Bédaton es Gran Prior de la Orden Interior del Régimen Escocés Rectificado de la Gran Logia Tradicional y Simbólica Ópera y anima la Logia de estudios y de investigación Sagesse, tan bien conocida en los medios masónicos europeos. Consagrado desde hace treinta años al estudio de la función caballeresca en la Francmasonería.

Rémi Boyer
https://www.masonica.es/autor/remi-boyer/


Nacido en 1958, muy pronto comenzó a explorar el mundo de las vanguardias, la iniciación y las filosofías del despertar. Trabaja desde una nueva alianza entre las filosofías del despertar y las vanguardias artísticas. Considerando la literatura como una forma de metafísica, participó activamente en revistas de los años 80 destacando su experiencia excepcional en la revista de tradición y vanguardia L´Original, dirigida Charles Antoni y más tarde en Pris de Peur y Mange Monde, revistas de la Casa de los Surrealistas de Cordes-sur-Ciel, dirigidas por Paul Sanda. También colabora o ha colaborado con diversas revistas europeas como L’écho des poneys, Supérieur Inconnu, Place aux sens, La Soeur de l’Ange, Cahiers chroniques, Initiera, Historia occultae, Les Cahiers de l’Ailleurs, Quaderno del Collage de ‘Pataphysique, L’Humanité, etc. Colabora igualmente desde el 2007 el las publicaciones electrónicas Vendémiaire y La faute à Diderot. Desde 1992 dirige la revista L’Esprit des Choses y participa activamente en La Lettre du Crocodile desde 1996. Calígrafo, impregnado de la cultura occidental, es también autor de numerosos ensayos traducidos a diversos idiomas, ha escrito novelas, poemas y cuentos filosóficos dirigidos tanto a niños como a adultos y textos destinados a animar la discusión filosófica entre los niños. Rémi Boyer es socio de la SGDL, Société des Gens de Lettres.



miércoles, 24 de julio de 2019

Reseña: El libro de la Orden de Caballería | Ramón Llull


Masonería Cristiana
Dibujo perteneciente al Libro
Caballeria, Francmasoneria y Espiritualidad
de: Michel Bédaton y Rémi Boyer

Raimundo Lulio o Ramón Llull (1232-1316), Filósofo, Teólogo y Poeta nacido en Mallorca, fue uno de los filósofos medievales cuya obra trascendió los límites históricos, culturales y religiosos. La obra de Lulio se deriva de su apasionado proceso de conversión, luego de la cual renuncia a su familia y dedica su vida a la conversión de los infieles, la escritura de textos en diversas lenguas, destinados a mostrar la jerarquía de la fe católica. 

El joven Lulio tuvo una visión de Cristo crucificado, que le hizo sentir la llamada a la conversión. A partir de entonces dedicó su vida a la misión [1].

Los especialistas coinciden en señalar que el Libro de la Orden de Caballería [2], fue escrito entre 1275 y 1276, posiblemente a petición de un Escudero próximo a ser armado Caballero; su propósito es instruir a los Caballeros en las virtudes propias de la Orden de Caballería, para que su oficio no fuera considerado mundano, sino con funciones de Caballero Cristiano, conforme a las Leyes y estilo de la Caballería de Cataluña

Es probable que en la descripción que hace Lulio en el prólogo, de un Caballero que deja la profesión de las armas para retirarse al bosque, se dibuje a sí mismo, pues él se desempeñó como Caballero hasta los 30 años de edad, en que él mismo refiere, se retira del mundo.

La idea central gira en torno a la Caballería como institución, en la que el autor precisa su importancia en la impartición de la justicia, el mantenimiento de la tranquilidad y la felicidad de las poblaciones. Identifica diversos problemas que le acontecía a la Caballería como institución; analiza la actuación de las distintas personas en función del cumplimiento o no de los principios del cristianismo, pues para él, el origen de los desordenes los atribuye al desapego a los principios de la moral cristiana

Finalmente justifica un conjunto de prescripciones a la manera con que rectamente o según Dios, un Caballero debe emplearse en sus funciones, pues los vicios y desordenes eran comunes entre los Caballeros de entonces, destacándose los actos de injusticia en sus peleas, la vanidad de sus ornatos y procedimientos, entre los más importantes. Lulio pretende que los Caballeros se ordenen en sus actos de acuerdo con los principios del cristianismo.

El libro se divide en siete partes, precedidos de un prólogo, en éste se relata el encuentro entre un antiguo Caballero ya retirado del Oficio, para vivir en el bosque, con un Escudero candidato a Caballero. 

El Caballero, en base al libro que ha escrito, instruye al Escudero para llegar a ser un buen Caballero, además le obsequia el libro para que este sea divulgado. 

Se precisan los principios de la Caballería, señalando que ante la falta de caridad, lealtad, justicia y verdad, se eligió entre los hombres al más amable, sabio, leal, fuerte, de noble ánimo, mejor trato y crianza, así como el mejor Escudero, el mejor Trotador, la mejor bestia y las mejores armas [3].

Precisa que el Oficio de Caballero fue instituido para mantener la santa fe católica, que dicho Oficio junto con el de Clérigo, se distinguen por encima del resto, puesto que por los Caballeros se mantiene la justicia, al pacificar a los hombres con la fuerza de sus armas[4]. 

Todo aquél Escudero que pretende ingresar en la Orden de Caballería, requiere ser examinado por otro Caballero que le advierta sobre los peligros, siendo necesario que el Escudero cuente con edad, armas y físico apropiados que aseguren un buen desempeño de su Oficio, en el proceso de elección se descartan a los carentes de virtud o viciosos. 

La manera como el Escudero es ordenado Caballero es a través de una ceremonia religiosa, previa confesión y ayuno, debiendo contar con amplio conocimiento de los mandamientos y sacramentos de la fe cristiana. Luego de ser armado debe montar a caballo y manifestarse así a la gente, para que sea reconocido como tal, ello en medio de un gran festín y convites.

La armas y resto de instrumentos de Caballería tienen un significado, la espada simboliza la justicia; la lanza la verdad; el yelmo la vergüenza; la coraza el castillo y la muralla contra los vicios; las calzas de hierro la seguridad; las espuelas diligencia, cautela y ansia; la gola la obediencia; la silla la seguridad de corazón; la testera del caballo la razón; las guarniciones la conservación de bienes y riquezas del Caballero. 

El Oficio de Caballero entraña el dominio de siete virtudes, tres teológicas (fe, esperanza y caridad) y cuatro cardenales (justicia, fortaleza, prudencia y templanza). Finalmente señala que todo noble Caballero debe ser honrado por Reyes y Señores ante el resto de los hombres, entre los propios Caballeros y por el resto de la gente, pues el Caballero debe ser amado por ser bueno, debe ser temido por ser fuerte y debe ser alabado por sus buenos hechos [5].

La figura de la personalidad masculina medieval terminó por representarse en la imagen del Caballero Cristiano, el Caballero perfecto, figura iconográfica que gozó de gran reputación en la Edad Media, no obstante no estuvieron exentos de cometer actos inmorales, que hacía necesaria la configuración de un credo caballeresco basado en la lealtad, el honor y el cultivo de las virtudes.

Fue en el marco de las Cruzadas, cuando la imagen del Caballero como soldado de Cristo revaloriza la naturaleza de la actividad bélica, sumando al Caballero una cualidad de rango espiritual de la que antes no gozaba el simple caballero[6]. 

El libro de la Orden de Caballería, fue una de las obras en su género más leídas y traducidas en la Edad Media, es un tratado sobre la formación moral del Caballero que pretendió precisar los principios de la Caballería y el proceso para la elección, formación, cultivo y reconocimiento del Escudero y del Caballero, todo ello en apego a la religiosidad cristiana y conforme al estilo de la Caballería de Cataluña. 

Se inscribe como una propuesta para solucionar los problemas de desempeño moral del Caballero, así como regular la Caballería como institución.



Fuente:

Blog Medievalias
Héctor Hidalgo Lara
14 de marzo de 2012


Bibliografía

Higuera-Rubio, José, "Introducción" en Llull, Ramón, Libro de los correlativos, [Trad., Introd., y Notas José Higuera Rubio], Trotta, Madrid, 2008, pp. 93.

Llull, Ramón, Libro de la Orden de Caballería, [Traducido al Castellano del Lemosino], Editorial Teorema, Barcelona, |985, pp. 78.

Vallejo-Naranjo, Carmen, Lo caballeresco en la iconografía cristiana medieval, Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas UNAM, vol. XXX, Núm. 93, 2008, p. 33-67.


[1] Higuera-Rubio, José, "Introducción" en Llull, Ramón, Libro de los correlativos, [Trad., Introd., y Notas José Higuera Rubio], Trotta, Madrid, 2008, pp. 22-24.
[2] Llull, Ramón, Libro de la Orden de Caballería, [Traducido al Castellano del Lemosino], Editorial Teorema, Barcelona, |985, pp. 78.
[3] Ibid, pp. 9-11.
[4] Ibid, p. 30.
[5] Ibid, p. 70.
[6] Vallejo-Naranjo, Carmen, Lo caballeresco en la iconografía cristiana medieval, Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas UNAM, vol. XXX, Núm. 93, 2008, p. 35

domingo, 21 de julio de 2019

Por qué una masonería cristiana y caballeresca | Eduardo R. Callaey


Masonería Cristiana

Obra del Pintor Español
José de Ribera | 1591 - 1652

A menudo muchos HH.·. me preguntan ¿Por qué razón existe una masonería cristiana, que se identifica con un credo particular? La respuesta es sencilla:

En sus orígenes la francmasonería nació cristiana; de ello no hay dudas. Basta con leer todo lo que hemos escrito en los últimos años y todas las constituciones medievales, tanto las monásticas como las seculares. También lo fue mayoritariamente en el siglo XVIII, época en que nació lo que denominamos “masonería especulativa”, razón por la cual suelo invertir la pregunta: ¿Por qué razón la gran mayoría de las Obediencias Masónicas dejaron de ser cristianas? 

Inmediatamente llega una segunda pregunta: ¿Por qué una masonería caballeresca? ¿Qué tienen que ver los picapedreros con los caballeros?

La respuesta es también sencilla. Desde los comienzos de la masonería especulativa se reconoce un pasado común entre algunas cofradías de canteros y las órdenes de caballería

Inmediatamente llega una segunda pregunta: 

¿Por qué una masonería caballeresca? ¿Qué tienen que ver los picapedreros con los caballeros? La respuesta es también sencilla. Desde los comienzos de la masonería especulativa se reconoce un pasado común entre algunas cofradías de canteros y las órdenes de caballería.

Mito, leyenda o verosimilitud, los masones del siglo XVIII estaban convencidos de que su pasado estaba encadenado a la nobleza. Los primeros Grandes Maestres de todas las Obediencias europeas eran nobles de espada. Aún hoy el Rito más racionalista y contrario a la caballería utiliza espadas. ¿No se han preguntado por qué utilizan espadas? ¿No se han preguntado por qué razón la mayoría de las estructuras de grados en los diferentes Ritos hablan de caballeros, príncipes, comendadores, prefectos, priores, capítulos, areópagos, campamentos, etc.? ¿Acaso todas estas palabras no provienen de un lenguaje nobiliario y religioso? En este caso también resulta adecuado invertir la pregunta: ¿Por qué razón la mayoría de los masones no busca el origen de sus Ritos?

 Hay dos cuestiones que irritan profundamente a los masones racionalistas. La primera de ellas es no poder ocultar el proceso de sustitución de rituales. Me expresaré más claramente. Todo masón jura por su honor no modificar ni una coma del ritual que recibe en custodia. Este es un deber de todo Venerable Maestro, de cualquier Rito; de modo que si confrontamos los rituales actuales de cualquier rito con los de décadas atrás o un par de siglos atrás y vemos que no concuerdan, pues eso significa sólo una cosa: Que ha habido un perjuro o varios, a lo largo del tiempo. Se trata de un tema político, cuyo fin es la sustitución paulatina del carácter original de la francmasonería. De modo tal que, como suelo afirmar, muchos de los actuales rituales no son otra cosa que el resultado del trabajo de una larga, larga cadena de perjuros.

En algunos casos estos cambios nacieron de acuerdos legítimos, en el seno de algunos Grandes Orientes. En otros se hizo –y se hace- de manera subrepticia. De facto. En conclusión, podría afirmar y demostrar que la mayoría de las Obediencias en América Latina no resisten una confrontación de sus rituales: Han sido sustituidos por otros más “agiornados”, más a tono con los tiempos, más democráticos, más laicos. Desde esta perspectiva el problema no radica en por qué razón sostenemos una masonería tradicional, anclada a sus orígenes sino, en tal caso, ¡por qué razón se modificó y se modifica, permanentemente, su carácter original! Explicar esto incomoda mucho a los masones racionalistas.

La segunda tiene que ver con la cuestión del libre pensamiento y la democracia. Algunos masones creen que la única forma de gobierno de una Orden Masónica es mediante el ejercicio de la democracia. Y si hay algo que distingue a la masonería de cualquier otra institución es su carácter piramidal; el avance paulatino a través de los grados y finalmente el acceso a una comprensión más profunda de los misterios que persiguen al hombre desde sus primeros pasos en la tierra. Quién soy; de dónde vengo, a dónde voy. La masonería, como Orden Iniciática ha sido pensada para dotar al hombre de las herramientas necesarias para que pueda responder finalmente a estas preguntas.

Heredera de las antiguas Escuelas de Misterios, la francmasonería nos coloca una y otra vez ante diversos Pórticos de Delfos que nos indican una búsqueda, nos transmiten un mandato, nos otorgan un idioma y nos invisten de manera adecuada para llevar adelante esta misión.

Por supuesto que esto tiene poco que ver con lo que hoy se hace en una gran mayoría de logias. Pero esa era la idea, la de nuestros ancestros y si la han cambiado el problema no es nuestro.

Decía Ramsay que todo masón en un verdadero caballero. Pero esto no es fácil de digerir. ¿Cómo encaja un caballero en un mundo al extremo secularizado, en medio del relativismo, anclado en el hedonismo y –en el mejor de los casos- inclinado a cierta vocación filantrópica? 

Filantropía es una palabra demasiado laxa para la caballería; una suerte de insulto para quien ha leído algo del Libro de la Caballería de Raymon Llul o cualquiera de sus contemporáneos. El concepto de caballería tal como ha sido concebido en Occidente está ligado al sacrificio, a la defensa del desvalido, a la lucha por la justicia y la verdad y a la defensa de la religión. Un caballero nos es un gentleman de buenos modales que da lo que le sobra.  

En el siglo XVIII los masones franceses, en su mayoría fuertemente influidos por sus hermanos escoceses, establecieron una fuerte alianza con las órdenes de caballería resurgidas luego del largo reinado de las guerras de religión, especialmente en Alemania, Inglaterra, el Imperio de los Austria y los países escandinavos. La francmasonería fue el atanor en el que se gestó un gran movimiento ecuménico cristiano que tendió puentes poderosos entre el norte protestante y el sur católico. Y tuvo éxito. De allí que Roma se apresurase a excomulgarnos.

El Régimen Escocés Rectificado es hijo de esa alianza que algunos intentamos sostener, pese a todo, en pleno siglo XXI. Por supuesto, al igual que ocurre con los racionalistas, tenemos nuestros propios delirantes que, sin tregua pero sin pausa, intentan introducir nuevas “interpretaciones”, buscando dónde correr la coma o la señal que los haga elegidos.

No les alcanza con el mandil del masón, ni con el manto del caballero. Son versiones descoloridas de Harry Potter, o peor aún, aprendices de brujo que le hacen tanto mal a la francmasonería como aquellos que un día decidieron decretar los funerales de Dios.   



miércoles, 5 de febrero de 2014

Nota al Lector:
Las negrillas corresponden al Editor del Blog JerusalenCeleste

Fuente:

Temas de Masonería
Blog personal de Eduardo R. Callaey

Link:
https://eduardocallaey.blogspot.com/2014/02/por-que-una-masoneria-cristiana-y.html?fbclid=IwAR1e8LCqw9A9di_GA5Am9gM8SQaebPC4anKOQKl-uy_FJXovdWf5OZ-8HMA


miércoles, 17 de julio de 2019

La preocupación por el alma / Serafín de Sarov (1754 - 1833)


Masonería Cristiana



El cuerpo del hombre se parece a una vela prendida. 

La vela debe quemarse y el hombre debe morir. 

Pero su alma es inmortal y por esto nuestra preocupación debe ser mayor por el alma que por el cuerpo: 

"¿Qué aprovechara al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiera su alma? O ¿qué recompensa dará el hombre por su alma?" (Mt. 16:26), por la cual nada en el mundo puede servir de recompensa. 

Si un alma, por sí sola, es más preciosa que todo el mundo y el reino terrenal, entonces, es sin duda más precioso el Reino de los Cielos. 

Consideramos el alma como lo más valioso porque - como dice san Macario el Grande - Dios no se dignó a comunicarse ni a unirse con Su naturaleza espiritual a ninguna criatura visible, a excepción del hombre, al cual ama más que a todas Sus criaturas.


Acerca del Autor

Serafín de Sarov
 Biografía 
Fuente: 
Wikipedia


domingo, 14 de julio de 2019

El Fruto de la Nada | Extractos | Maestro Eckhart


Masonería Cristiana

La Adoración del Cordero Místico
obra maestra de los hermanos Van Eyck
 Estilo Gótico Año 1432 



Sobre el templo vacío

El templo en el que Dios quiere dominar según su voluntad es el alma del hombre… esa es la razón por la que Dios quiere tener el templo vacío, para que ahí dentro no haya nada que no sea él. (35)

Si quieres vaciarte absolutamente de toda mercancía, de forma que Dios te deje estar en el templo, todo lo que hagas en tus obras debes cumplirlo únicamente por el amor de Dios y mantenerte tan vacío de todo como vacía es la nada, que no está ni aquí ni allí. No tienes que pretender absolutamente nada. Si actúas así, tus obras serán espirituales y divinas. 37

Cuando el alma alcanza la luz sin mezcla, entonces penetra en su nonada, tan lejos de su ser creado que no puede regresar de ninguna manera por fuerza propia a su ser creado. Y Dios, a causa de su ser increado, sostiene su nonada y la contiene en su ser. El alma se ha arriesgado a ser anonadada y no puede, por sí misma, retornar a sí misma… (38)

La virginidad del alma

Virgen indica alguien que está vacío de toda imagen extraña, tan vacío como cuando todavía no era. (…) Si estuviera en el ahora presente, libre y vacío, por amor de la voluntad divina, para cumplirla sin interrupción, entonces verdaderamente ninguna imagen se interpondría y yo sería, verdaderamente, virgen como lo era cuando todavía no era. 41

Vivir sin porqué

Aquí el fondo de Dios es mi fondo, y mi fondo es el fondo de Dios … Desde este fondo interior debes hacer todas tus obras, sin porqué… Si alguien se imagina, verdaderamente, que por la interioridad, la devoción y la gracia especial va a recibir más de Dios que junto al hogar o en el establo, entonces no hace algo distinto que si tomara a Dios y le cubriera la cabeza con una manta… Quien busca a Dios sin modo, lo comprende tal como es en sí mismo… 49

Ahora Dios no te pide otra cosa sino que salgas de tu modo de ser creatural y que dejes a Dios ser Dios en ti. 49

Todas las cosas han sido creadas de la nada; por eso su verdadero origen es la nada, y en la medida en que aquella noble voluntad se inclina hacia las criaturas, cae con éstas en su propia nada. 50.

No hay que comprender a Dios ni considerarlo como algo ajeno a mí… Alguna gente simple se imagina que deberían ver a Dios como si estuviera allí y ellos aquí. Pero esto no es así. Dios y yo somos uno. 55.

El anillo del ser

Lo más pequeño que se conoce de Dios, aunque sólo sea una flor, al tener un ser en Dios, es más noble que el mundo entero. Lo más pequeño que en Dios es, en cuanto que es un ser, es mejor que conocer a un ángel… Para Dios nada muere, todas las cosas viven en él. 59

Debes atravesar y superar todas las virtudes y, debes tomar la virtud sólo en aquel fondo en donde es una con la naturaleza divina. 65

La imagen desnuda de Dios

[El hombre] no debe aceptar a Dios por su bondad o su justicia, sino que debe comprenderlo en la sustancia pura y limpia en la que él se comprende a sí mismo en su pureza. Pues la bondad y la justicia son un vestido de Dios que le ocultan. Por eso, aparta de Dios todo cuanto lo reviste y tómalo puro en el vestidor en donde está descubierto y desnudo en sí mismo. Entonces permaneceréis en él. 67

Si el hombre se une a Dios por amor es desnudado de las imágenes y formado y transformado en la uniformidad divina, en la que él es uno con Dios. 69

Los pobres de espíritu

…Un hombre pobre es el que nada quiere, nada sabe y nada tiene. 75

Si el hombre quiere ser verdaderamente pobre debe mantenerse tan vacío de su voluntad creada como cuando todavía no era (…) Os digo que mientras queráis cumplir con la voluntad de Dios y tengáis deseo de Dios, no seréis pobres. (…) Por eso rogamos a Dios que nos vacíe de Dios y que alcancemos la verdad y la disfrutemos eternamente, allí donde los ángeles supremos y las moscas y las almas son iguales… 76-77.

El fruto de la nada

Cuando el alma llega a lo uno y allí entra en un rechazo puro de sí misma, encuentra a Dios como en una nada. A un hombre le pareció en un sueño – era un sueño de vigilia – que estaba preñado de la nada, como una mujer lo está de un niño, y en esa nada había nacido Dios; él era el fruto de la nada. Dios había nacido de la nada. (…) Veía a Dios, en quien todas las criaturas son nada,.Veía a todas las criaturas como una nada, pues Dios tiene en sí a todos los seres… La nada era Dios. (91)

Cuando el alma es ciega y no ve nada más, entonces ve a Dios… Un maestro dice: en su pureza más alta, el ojo, en donde no tiene color [en sí mismo], ve todos los colores… A través de lo que no tiene color se ven todos los colores. 93

Otros sermones:

Quien quiera ver a Dios tiene que ser ciego. (97)

El hombre debería estar en su anhelo tan separado de sí mismo que no debería pensar en nadie ni en nada que no fuera deidad en sí misma, ni tan siquiera en la bienaventuranza, ni en esto ni en lo otro, sino en Dios como Dios y la deidad en sí misma… Por eso separa todo añadido de la deidad y tómala desnuda en sí misma. 102

Tratados Del hombre noble

El sexto grado es cuando el hombre ha sido desnudado de su propia imagen y transfigurado por la eternidad divina, y ha conseguido un olvido totalmente perfecto de la vida perecedera y temporal… Por encima no hay más grados, y allí hay paz eterna y bienaventuranza. (…) Cuando un maestro hace una imagen de madera o piedra, no introduce la imagen en la madera, sino que corta las astillas que han ocultado y recubierto la imagen; no añade nada a la madera, sino que golpea y esculpe la cobertura y saca la escoria y entonces resplandece lo que estaba oculto debajo. Ese es el tesoro que estaba oculto en el campo. (Mateo 13, 44). 118

Del ser separado

El recto ser separado no es otra cosa sino que el espíritu permanezca inmóvil ante todo asalto del cuerpo y del dolor, honor, vergüenza y oprobios, tanto como lo hace una montaña de plomo ante un viento débil. (…) Y debe saber: estar vacío de todas las criaturas es estar lleno de Dios, y estar lleno de todas las criaturas es estar vacío de Dios. 129

Distingue entre el hombre interior y el hombre exterior

Una puerta se abre y se cierra en un gozne. Ahora yo comparo la plancha exterior de la puerta con el hombre exterior; el gozne, sin embargo, lo tengo por igual al hombre interior. Cuando la puerta se abre y cierra, entonces se mueve la plancha exterior de aquí para allá y, con todo, el gozne permanece inmóvil en su lugar y no por ello cambia. (…) El objeto del puro ser separado no es ni esto ni lo otro. Se halla sobre una pura nada… 132

Si quiero escribir sobre una tablilla de cera, entonces no puede haber nada escrito sobre ella, por muy noble que sea… Si a pesar de todo quiero escribir, entonces debo borrar y vaciar todo lo que está sobre la tabla, y ésta nunca se me presenta tan bien para escribir como cuando no hay absolutamente nada. De forma muy parecida si Dios… debe escribir en mi corazón, entonces debe salir todo de mi corazón. (…) El corazón separado no pide absolutamente nada,… Por eso permanece vacío de todos los rezos, y su oración no es otra cosa que ser uniforme con Dios. 133

Dionisio dice: la carrera no es más que un retorno de todas las criaturas y un unirse en la descreación. Y cuando el alma llega a este punto, entonces pierde su nombre y Dios la atrae hacia sí, de manera que se anonada, así como el sol atrae hacia sí a la aurora para que se aniquile. (…) Pero la paz absoluta no está en ninguna parte excepto en un corazón separado. 134

Del poema: Grano de mostaza

IV

El camino te conduce / a un maravilloso desierto / a lo ancho y largo / sin límite se extiende. / El desierto no tiene / ni lugar ni tiempo, / de su modo tan sólo él sabe. (…)

V

Está aquí y está allí / está lejos y está cerca, / es profundo y es alto, / en tal forma creado / que no es esto ni aquello. //

VI

Es luz, claridad, / es todo tiniebla, / innombrado / ignorado, / liberado del principio y del fin, / yace tranquilo, / desnudo, sin vestido / (…)

VII

Hazte como un niño, / ¡hazte sordo y ciego! / tu propio yo / ha de ser nonada, / ¡atraviesa todo ser y toda nada! / Abandona el lugar, abandona el tiempo / ¡y también la imagen! / Si vas sin camino / por la senda estrecha, / alcanzarás la huella del desierto. /

VIII

¡Oh alma mía, / sal fuera, Dios entra! / Hunde todo mi ser / en la nada de Dios / ¡Húndete en el caudal sin fondo! / Si salgo de ti, / tú vienes a mí, / si yo me pierdo, / a ti te encuentro. / ¡Oh Bien más allá del ser! 141-142

Proverbios y Leyendas

¿Adónde tengo, pues, que ir? Absolutamente a ninguna parte, a no ser a una naturaleza desnuda y vacía: ella me podría enseñar lo que yo le preguntaba con palabras… Toda perfección reside en aceptar sufrir la pobreza, la miseria, el oprobio, las contrariedades y todo aquello que pueda suceder…, de forma voluntaria, jovial y libre, con placer y apaciblemente, sin estremecerse, y así permanecer hasta la muerte sin ningún porqué. 145

En todo lo que hay sobre la tierra y sobre el cielo nada le puede turbar, debe hallarse en tal paz que si el cielo y la tierra se hallarán invertidos, encontraría paz en Dios. 149

Un Avemaría dicha de todo corazón y con desprendimiento tiene más fuerza y bondad que mil salterios dichos de cara a la exterior. 157


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Masonería Cristiana


miércoles, 10 de julio de 2019

¿Por qué somos Templarios? | Eduardo Callaey



Razones para una caballería del siglo XXI  


Masonería Cristiana


En la imagen el rey Balduino II cede las caballerizas del Templo de Salomón a Hugues de Payns y Gaudefroy de Saint-Homer hace 900 años, en 1119 / Grabado del manuscrito de Guillaume de Tyr, siglo XIII, Histoire d’Outre-Mer 



Hace tiempo atrás, luego de una ceremonia de investidura de caballeros, sentí la necesidad de explicarme a mí mismo qué nos llevaba a todos esos individuos reunidos en la capilla de un convento a jurar perpetuar, bajo el manto de la Cruz, los nobles ideales del honor, la integridad, la caridad, el alivio del sufrimiento y la unidad religiosa en la imitación personal de Dios Nuestro Señor. ¿Qué era ser un caballero? ¿Qué hacía que en esa capilla nos convocáramos para conjurar la decadencia del mundo del que apenas nos separaba un muro de adobe? ¿Cómo haríamos para sostenernos firmes en un modelo que aspiraba –nada menos– que a emular a los Pobres Caballeros de Cristo del Templo de Jerusalén? Escribí, entonces, algunas líneas que reproduzco más abajo, tratando de comprender la naturaleza de esta caballería del siglo XXI.

Los novecientos años que nos separan de la fundación de la Orden del Temple, aniversario que la OSMTH celebrará en el castillo de Tomar en el próximo otoño boreal, representan un abismo de tiempo en el que el mundo occidental ha sufrido profundas mutaciones. Podemos, sin dudas, entender que muchas de dichas mutaciones obedecen a los avances en el derecho igualitario de los individuos, al advenimiento de sistemas democráticos que, paradójicamente, encuentran mayores antecedentes en el mundo medieval que en la antigüedad clásica. Incluso podemos alegrarnos de que el derecho a la vida y a la libertad se haya consagrado como fundamento de nuestra cultura. Sin embargo, al mismo tiempo que la humanidad –especialmente el espacio cultural cristiano, como lo definiría el teólogo catalán Raymon Panikkar– ha logrado dichos avances, hay signos alarmantes de un deterioro moral sin precedentes, en paralelo con una vertiginosa decadencia espiritual y, principalmente, un discurso violento en contra del cristianismo, impulsado por un relativismo llevado a los extremos, en el que más que la vida se celebra la muerte. El papa Francisco lo definiría como la política del descarte. Yo, liberado de la diplomacia vaticana, afirmaría que se trata de un plan hábilmente delineado para socavar la fortaleza espiritual del ser humano, la única que lo hace diferencia de las bestias.

En términos de nuestra visión espiritual del hombre y del cosmos la humanidad de ha vuelto menos humana. Y esa deshumanización que nos rodea y nos lanza a la soledad propia del individuo que –negador de la paternidad de Dios– no reconoce al otro como Hermano, es a la vez el motor que nos impele a buscar ese juramento que nos esperanza.

Entre aquellos muchachos –que apenas superada su pubertad velaban las armas ante la imagen de María– y nosotros, hombres sacudidos por el vendaval de un mundo en perpetua mutación, hay un elemento en común: Formamos parte del mismo hilo que, atravesando siglos y mareas, invasiones y guerras, infortunios y felicidades, creemos que hay principios inmutables a los que ni la posmodernidad, ni el hombre líquido de Zigmunt Bauman, ni todo el aparato conjurado en contra de las bases cristianas de la sociedad podrían quitarnos el honor, la dignidad, la fe y el servicio al que nos atamos en solemne juramento.

En aquel artículo escrito hace dos años recordaba la plegaria de un escudero, la noche de vigilia, previa a ser armado caballero:

            “…Te saludo Virgen María, que has derrotado al mal, esposa del Altísimo y madre del más dulce cordero. Reina eres de los cielos, Salvadora de la Tierra; 

los hombres suspiran por Ti y los malvados te temen.”

           “…Tú eres la ventana, la puerta y el velo, el patio y la casa, el templo, la tierra, lirio por Tu virginidad y rosa por Tu martirio.”

“Tú eres el huerto cerrado, la fuente del jardín que lava a los mancillados, purifica a los corrompidos y da vida a los muertos...”

         “…Tú eres la dueña de los tiempos, la esperanza, después de Dios, de todos los siglos,pabellón de reposo del rey y asiento de la divinidad.”

     “…Tú eres la estrella que brilla en el oriente y disipa en el occidente las tinieblas, la aurora que anuncia el sol y el día que ignora la noche…”

   “…Tu que has engendrado al que no engendra, confiada como madre que ha cumplido su misión, reconcilia al hombre con Dios. Ruega, Madre, al Dios que diste a luz, para que nos absuelva y, después de perdonarnos, nos confiera la gracia y la gloria. Amen…”

Difícil imaginar a un adolescente de diecisiete años, en el siglo XXI, rezar esta plegaría en la penumbra de una iglesia, iluminado apenas por un pábilo, frente a un altar desnudo, acompañado de su padrino. Lejano a nuestra cultura ha quedado el ritual de la “vela de armas”, en la que hombre dejaba atrás, definitivamente, el mundo de los niños para asumir su papel y su destino frente a Dios, su Iglesia y la comarca sobre la que tendría responsabilidad sobre vidas y bienes.

 Pero este ritual era muy común en el siglo XII. Frente al escudero se colocaba su espada, aquella que lo acompañaría el resto de su vida, para la salvación o la condenación de su alma. Su alma y su espada serían reflejo una de la otra. Si el alma era pura la espada se empuñaría con pureza en una causa justa. Si el alma era impura el acero se volvería negro, dominado por las tinieblas de la ambición y el orgullo.

El siglo XII era un mundo de blancos y negros, sin demasiado lugar para tantos matices. La duda era una pesada carga que los espíritus evitaban a toda costa. Resultaba casi inhumano darle lugar a la angustia existencial en un entorno donde todo era rudo, tanto para el siervo que a duras penas cosechaba su siembra, como para el castellano que debía proteger su terruño, y con él a sus gentes con sus huertos y pastoreos y también a su propio Señor. En la pirámide feudal todo era un equilibrio en constante riesgo. Un universo tan inestable necesitaba reglas certeras, firmes, permanentes.

 Es cierto que la caballería puede vislumbrar antecedentes en el mundo clásico, especialmente en Roma. Pero fue en la Edad Media, y en particular en el siglo XII donde encontró sus modelos más perfectos y alcanzó la cumbre de la aspiración virtuosa. Fue un largo proceso surgido de la necesidad de encontrar un orden justo, en armonía con la fe que ocupaba todos los espacios de la sociedad. Un devenir de transformación en transformación, producto del pensamiento colectivo de señores y clérigos, reyes y abades, que perseguían el sueño de recuperar Jerusalén, perdida a mano de los paganos en el siglo VII. Pero, a su vez, se trataba de la búsqueda de la propia Jerusalén, una que existía en la conciencia profunda de cada cristiano y que encarnaba la esperanza de la vida eterna, el sentido escatológico de la tragedia humana.

Eran tiempos difíciles, ciertamente. Pero en términos de fe corrían con cierta ventaja respecto de nosotros. Los ideales estaban atados a esa fe; y a ningún padre le faltaba el coraje para educar a sus hijos en el amor y en el temor a Dios, enseñando la prudencia antes que la liviandad; la humildad antes que la ostentación; el respeto al anciano y a las mujeres antes que la vaguedad irresponsable que conduce a nuestra sociedad a la deriva. Se veneraba a los héroes y más aún a los que habían muerto por sostener los juramentos de la caballería. Los niños sabían que sus días de juegos estaban contados y serían escasos. Que la vida no era un paseo gratuito y prolongado sino uno corto en el que cada jornada sería examinada en el final, cuando cada quien fuese sometido al juicio en las puertas del cielo.

La libertad era un bien amado al que sólo unos pocos se les otorgaba como gracia. Aún así nadie era verdaderamente libre, porque la conciencia pesaba tanto como el contexto. Era un mundo en donde el corrupto, el traidor, el malviviente y el cruel no podían mimetizarse tan fácilmente como ocurre en nuestro mundo pleno de anonimato. Quien era libre sentía una gratitud de tal magnitud frente a la Providencia que, cuando un caballero renunciaba a ella para vestir el hábito de monje se producía a su alrededor un silencio reverencial, como si hubiese nacido un santo. Aquél que teniendo el don de la libertad renunciaba a ella para someterse a una Regla en donde el único destino era la pobreza, la abstinencia y la obediencia en eterna observancia del servicio a Dios, era sin dudas de los más valientes entre los hombres. Así lo narran las crónicas y así lo atestiguan miles de nombres de grandes guerreros enterrados en los camposantos de las abadías de toda Europa.

En el siglo XII -en el que dos frentes de batalla se libraban contra los sarracenos, en España y en el Levante- surgió con potencia inusitada el deseo de reunir ambos órdenes, el de la caballería y el de la vida monástica, y nació un nuevo tipo de caballero, mitad guerrero mitad monje. La caballería ocupó entonces la cúspide del modelo cristiano. Estas órdenes monástico militares amalgamaron, en un solo corpus, el humus de muchas tradiciones forjadas entre Finisterre y las estepas del Este. Desde tiempos romanos, invasión tras invasión, los bárbaros habían moldeado el sincretismo entre las tradiciones de Roma –a las que no querían renunciar sino abrazar- y las propias, que terminarían enriqueciendo a las viejas instituciones del antiguo Imperio.

De todos los libros que se han escrito sobre la caballería hay uno que destaca, tanto por su originalidad como por el rumbo que traza. Lo debemos a la pluma de Ramón Llull (1235-1315), teólogo, filósofo y místico catalán, publicado en 1276 con el nombre “Libro de la Orden de Caballería”. Se cree que fue escrito para un escudero que debía ser armado caballero. Su lectura es materia obligatoria para todo aquél que pretenda comprender esta condición; permítaseme citar cuatro párrafos de su Primera Parte titulada “Del Principio de la Caballería”

“…Faltó en el mundo la caridad, lealtad, justicia, y verdad; empezó la enemistad, deslealtad, injuria y falsedad; y de esto se originó error y perturbación en el Pueblo de Dios, que fue creado para que los hombres amasen, conociesen, honrasen, sirvieren y temiesen a Dios. Luego que comenzó en el mundo el desprecio de la justicia por haberse opacado la caridad, convino que por medio del temor volviese a ser honrara la justicia: por esto todo el pueblo se dividió en millares de hombres y de cada mil de ellos fue elegido y escogido uno, que era el más amable, más sabio, más leal, más fuerte, de más noble ánimo de mejor trato y crianza que todos los demás…”

“…Se buscó también entre las bestias la más bella, que corre más, que puede aguantar mayor trabajo, y que conviene más al servicio del hombre; y porque el caballo es el bruto más noble y más apto para servirle, por esto fue escogido, y dado a aquel hombre que entre mil fue escogido; y este es el motivo por el que aquel hombre se llama caballero…”

“…Habiéndose destinado para el hombre más noble el bruto más generoso, convino que entre todas las armas se escogiesen y tomasen las que son más nobles y conducentes para combatir y defenderse de las heridas y de la muerte; y estas son las que se apropiaron al caballero…”

“…Al que quiere entrar en la Orden de la Caballería le conviene considerar y meditar el noble principio de la Caballería; y es menester que la nobleza de su corazón y buena crianza lo haga concordar y avenir con el principio de la Caballería, porque si no lo hace así, es contrario al Orden de Caballería y sus principios; por esto no conviene que la Orden de Caballería admita en la participación de sus honras a los que la son enemigos, contrarios a sus principios…”

Ramón Llull describe en su libro al oficio del caballero, cómo debe ser examinado el escudero que será armado caballero, al modo en el que debe ser recibido en la caballería, a la significación de las armas y de sus costumbres. Finalmente habla de la honra que se debe hacer al caballero. Afirma Llul que así como un Príncipe o Rey o Señor de un Estado no puede serlo sin haber sido armado caballero, por esa misma razón le debe respeto y honra al caballero, pues es a quien, en definitiva, tendrá a su lado en el campo de batalla.

Pero, en estos primeros párrafos, encontramos la justificación del caballero: el mundo que ha engendrado la injusticia, la enemistad, la deslealtad, la injuria y la falsedad y necesita de hombres que reparen ese desorden, poniendo en juego todo lo que sea necesario. ¿No es acaso la descripción del mundo que nos rodea? El escudero recitaba la divida de la Orden de Caballería: Mi alma a Dios, mi vida al rey, mi corazón a mi dama, mi honor a mí. Pero todo se resumía en el honor, que dependía de mantener vivo el oficio de caballero, y ejercerlo.

El siglo XXI adolece de todas las faltas de las que se lamenta Llull, y que dieron lugar a la creación de la Orden de la Caballería; pero a diferencia del siglo XII, en este siglo son muy pocas las personas que pueden asumir este compromiso. El honor es relativo, entonces todo se ha vuelto mucho peor, pues el alma está en interdicto, la vida se reserva para el único y propio beneficio, el corazón ha cedido el amor a la simplicidad del vínculo frágil, efímero, y a nadie importa qué significa exactamente la honorabilidad.

Es justamente por esta carencia, que la Orden de la Caballería ha perdurado, aún en una mínima y desapercibida existencia, y comienza a sacudirse del profundo letargo al que había quedado relegada en los últimos dos siglos. Nos toca vivir en un mundo donde los valores de la fe, el honor y la justicia se guardan en la intimidad por temor a desentonar con los tiempos. La cultura se convierte en multicultura, es decir, en todas y ninguna. La vaguedad de conceptos en cuanto a temas sensibles como “familia”, “religión”, “tradición” y “deber” son inmediatamente sospechados de ideologismos vinculados con el oscurantismo, la segregación, la discriminación y el ataque a la libertad de conciencia.

Durante décadas, especialmente luego de terminada la Segunda Guerra Mundial, Occidente vio crecer un movimiento libertario que vino a poner en la picota a todos estos valores que conformaban la sociedad construida durante siglos. El mayo francés, el existencialismo, el deconstructivismo y el relativismo como conjunto del abandono radical del modelo cristiano nos ha dejado un vació de valores tan extremo que nos lleva a una sociedad al borde de su extinción cultural. Bernadr Tschumi –se dice que es uno de los arquitectos que mejor ha interpretado a la filosofía decontructivista de Jaques Derrida- afirma que La forma no sigue más a la función. Si la respectiva contaminación de todas las categorías, las constantes substituciones y confusiones de géneros son las nuevas directivas de nuestra época, lo mejor sería tomarlas en nuestro provecho.[1]

Si Tschumi está en lo cierto (me asombra su frase “las iglesias se convierten en discotecas”), ya no deberían existir pilares, ni principios, ni siquiera cimientos, porque cualquier cosa puede ser sustituida por otra. Sin embargo, la experimentación intelectual está lejos de representar al grueso de una sociedad confundida.

En la medida en que tomemos conciencia de esta confusión entenderemos que el rol de la Caballería en el Siglo XXI sigue siendo el mismo que en el siglo XII, con la sola diferencia de que no tiene el monopolio de las armas, que han pasado a manos de los Estados Nacionales. La Caballería sigue representando la búsqueda de todo aquello que Ramón Llull expresaba cuando, al principio de su libro describe como la crisis de ausencia de valores que dio sentido a la existencia del Caballero.

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Artículo autorizado y cedido gentilmente por su Autor: Eduardo Callaey, para ser publicado en este blog.

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