Grabado Cristo Salvador del Mundo Autor J. de Gheyn | Año 1520 |
El concepto de mística en el cristianismo difiere de otras místicas diversas. La mística cristiana se apoya en la dinámica de la sacralidad: Revelación de Dios al ser humano - búsqueda de Dios por parte del ser humano. Aunque Dios se revela gratuitamente y con sobreabundancia, tenemos que tener una predisposición activa para hacer nuestra la revelación.
En la etimología de la palabra “Mística” encontramos pistas nada desdeñables para comprender el significado de esta palabra. La palabra mística procede del verbo griego “Myein” que significa encerrar. “Místikos”, será por lo tanto lo cerrado u oculto a la vista directa.
Lo místico está en relación directa con el misterio. Es decir, la mística cristiana trata de penetrar en el misterio cristiano. Pero este misterio no es algo que se posea por parte de unos pocos elegidos y por lo que hay que pagar tributo de hombre para acceder. Lo oculto está delante de nuestros ojos y solo tenemos que tener la voluntad de acceder para encontrarlo en todo lo que existe.
Cabría preguntarnos, por qué Dios se muestra de manera misteriosa, oculta y velada. Lo oculto, lo velado, salvaguarda la libertad que Dios nos ha regalado para aceptar o no su existencia. Sin lo oculto, no tendríamos libertad y voluntad propia para decidir sobre nuestra vida y acciones.
La mística es el camino que busca y encuentra a Dios en todo lo que existe. La mística busca penetrar en el misterio que vela a Dios para darnos libertad. Pero la mística no es un camino único ya que existen múltiples enfoques... emocionales, intuitivos o intelectuales... sin que cada aspecto invalide los demás. Más bien todo lo contrario, cada aspecto complementa los demás dando coherencia, profundidad y sentido a nuestra Fe.
Pero ¿Cómo podemos entender la mística cristiana? El cristianismo oriental ha sabido compendiar el camino místico dividiéndolo en tres fases que se desarrollan simultáneamente, aunque en proporciones diferentes: praxis, contemplatio naturalis y theosis.
La primera etapa es la del trabajo de control del cuerpo, emociones e intelecto. Es el desarrollo y la comprensión de la templaza y la humildad como virtudes. Sin control de las herramientas de búsqueda, no podremos llegar muy lejos. En esta etapa la gracia de Dios se entrelaza con nuestra voluntad en un trabajo diario de ascetismo y virtud.
La segunda es la etapa de contemplación y comprensión de la revelación de Dios, tanto la natural como la sobrenatural. Ambas revelaciones se complementan y se dan consistencia una a otra. Para contemplar y comprender de nuevo tenemos que suplicar la gracia de Dios y complementarla con nuestra voluntad. La voluntad por si misma no sirve de nada si Dios no nos regala la gracia necesaria para avanzar.
Por último tenemos la theosis o “divinización”. Aunque la palabra nos induzca a pensar en hacernos dioses, no se trata de eso. Se trata de convertirnos en herramienta de Dios.
En el camino de la mística se suelen dar visiones parciales que nos impiden seguir el camino hasta el final. Si solo aspiramos a la praxis, quedaríamos encerrados en nosotros mismos e incapacitados para transformar el mundo como levadura que se mezcla con la masa para hacerla fermentar.
Si nos quedamos en la contemplación, nos vaciaríamos, sin más, en la soledad de la inmensidad de todo lo revelado. Olvidamos que no somos nosotros mismos nuestro objetivo… el objetivo es hacer llegar al mundo el Reino de Dios.
La theosis tampoco es un estado final, estático o de éxtasis. Si el objetivo fuese personal, la redención de Cristo solo hubiera actuado sobre El mismo. El camino de la cruz hubiera servido solo a Dios y a nadie más… y es evidente que el camino de la cruz nos redimió a todos por medio de Dios mismo.
El Reino de Dios no es un logro personal y nuestra salvación solo acontece cuando nos negamos a nosotros mismos.
Las místicas no cristianas suelen centrarse en el individuo por medio de praxis solitarias. Nos encontraríamos con el modelo de eremitas desafectados del mundo que viven por y para si mismos.
Los grandes místicos cristianos han unido praxis, contemplatio y theosis enfocando su acción sobre el mundo. Miremos a Santa Teresa de Jesús o San Juan de la Cruz, entre otros y nos daremos cuenta que su mística fue todo menos inacción o vacío.
Fuente del artículo:
Blog Misterio Cristiano
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