Saint Augustine por Philippe de Champaigne | Pintor Francés óleo sobre tela | 1645 Museo de Arte del Condado de Los Ángeles | USA |
Los antiguos filósofos relacionaban la humildad con la ignorancia, la debilidad o ser de baja condición; es decir, con lo que iba en contra del ideal de la excelencia.
Para el cristianismo la clave para el verdadero conocimiento de sí mismo está en la humildad y en el conocimiento de la dependencia que el ser humano tiene de Dios. El ejemplo de Cristo nos enseña que la humildad no nace tanto de la bajeza y pobreza, como de su grandeza y su amor que le llevaron a la humillación para salvarnos a todos.
"Quisiera, mi Dióscoro, que te sometieras con toda tu piedad a este Dios y no buscases para perseguir y alcanzar la verdad otro camino que el que ha sido garantizado por aquel que era Dios, y por eso vio la debilidad de nuestros pasos. Ese camino es: primero, la humildad; segundo, la humildad; tercero, la humildad; y cuantas veces me preguntes, otras tantas te diré lo mismo.
No es que falten otros que se llaman preceptos; pero si la humildad no precede, acompaña y sigue todas nuestras buenas acciones, para que miremos a ella cuando se nos propone, nos unamos a ella cuando se nos aproxima y nos dejemos subyugar por ella cuando se nos impone, el orgullo nos lo arrebatará todo de las manos cuando nos estemos ya felicitando por una buena acción.
Porque los otros vicios son temibles en el pecado, mas el orgullo es también temible en las mismas obras buenas. Pueden perderse por el apetito de alabanza las empresas que saludablemente ejecutamos... Si me preguntas, y cuantas veces me preguntes, acerca de los preceptos de la religión cristiana, me gustaría descargarme siempre en la humildad, aunque la necesidad me obligue a decir otras cosas"
(Carta 118, 22).
La humildad es la virtud que nos sitúa responsablemente ante Dios y ante los demás.
"Y buscaba yo el medio de adquirir la fortaleza que me hiciese idóneo para gozarte; ni había de hallarla sino abrazándome con el Mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús... Pero yo, que no era humilde, no tenía a Jesús humilde por mi Dios, ni sabía de qué cosa pudiera ser maestra su flaqueza".
(Confesiones 7, 18, 24)
La humildad Consiste en conocernos y reconocernos como somos, reconocernos como hombres. No equivale a rebajarse, sino valorarse en la medida justa:
"Oculta el Hijo de Dios su venida en el hombre y se hace hombre. Se te manda a ti que seas humilde, no se te manda que de hombre te hagas bestia. El que era Dios se hace hombre; tú, hombre, reconoce que eres hombre. Toda tu humildad consiste en que te conozcas"
(Tratados sobre el Evangelio de San Juan 25, 16)
Pero es un hecho que el conocimiento real del hombre está estrechamente unido a la mediación de Cristo:
"La humildad del hombre es su confesión, y la mayor elevación de Dios es su misericordia. Si, pues, viene Él a perdonar al hombre sus pecados, que reconozca el hombre su miseria y que Dios haga brillar su misericordia".
(Tratados sobre el Evangelio de San Juan 14, 5)
De lo que se trata, por tanto, es de conocernos y de aceptar nuestra propia situación de seres humanos:
"A ti no se te dice: 'Sé algo menos de lo que eres', sino: conoce lo que eres'. Conócete débil, conócete hombre, conócete pecador, conoce ser Dios quien justifica, conócete manchado"
(Sermón 137, 4).
"La flaqueza que se da en la humildad es la mayor fortaleza"
Comentarios a los Salmos 92, 6
La humildad es el camino hacia la verdad de nosotros mismos, que nos abre al encuentro con Cristo, médico humilde y doctor de la humildad.
"Hay en la encarnación de Cristo otros muchos bienes... Otro bien: la soberbia humana, obstáculo principal para la unión con Dios, fue corregida y medicada por la humildad profunda de Dios. Por ella conoce el hombre cuánto se había alejado de Dios y puede apreciar mejor el valor terapéutico del sufrimiento en el camino de su retorno"
La Trinidad 13, 17, 22
"Quien, en efecto, se hizo por nosotros camino, clama: Entrad por la puerta estrecha. Hace conatos para entrar, mas la hinchazón se lo impide; y cuanto más la hinchazón se lo impide, tanto más perjudiciales le resultan los esfuerzos. Porque, para un hinchado, la estrechura es un tormento, que contribuye a hincharle más; y si aún aumenta de volumen, ¿cómo ha de poder entrar? Tiene, pues, que deshincharse. ¿Cómo? Tomando el medicamento de la humildad; que beba esta pócima amarga, pero saludable, la pócima de la humildad".
Sermón 142, 5
Pero la humildad es necesario cultivarla y custodiarla en lo cotidiano y no dar por supuesto que se tiene como si fuese una conquista para siempre .
La santa virginidad 33, 33
En la caridad está la clave de la vida cristiana, pero este camino no se puede recorrer si no se es humilde: "Luego llamó a la caridad camino excelentísimo. Este excelso camino, hermanos, es maravilloso. Este camino, porque es encumbradísimo, es también excelentísimo, pues sobresale lo que es excelente. Ninguna cosa hay más excelente que el camino de la caridad, y sólo andan por él los humildes"
Comentarios a los Salmos 141, 7
"Tal es el camino: camina por la humildad para llegar a la eternidad"
Sermón 123, 3
"Considera, ¡oh hombre!, lo que vino a ser Dios por ti; aprende la doctrina de tan gran humildad de la boca del doctor que aun no habla. En otro tiempo, en el paraíso fuiste tan fecundo que impusiste el nombre a todo ser viviente; a pesar de ello, por ti yacía en el pesebre, sin hablar, tu creador; sin llamar por su nombre ni siquiera a su madre. Tú, descuidando la obediencia, te perdiste en el ancho jardín de árboles fructíferos; Él, por obediencia, vino en condición mortal a un establo estrechísimo, para buscar, mediante la muerte, al que estaba muerto. Tú, siendo hombre, quisiste ser Dios, para tu perdición; Él, siendo Dios, quiso ser hombre, para hallar lo que estaba perdido. Tanto te oprimía la soberbia humana, que sólo la humildad divina te podía levantar".
Sermón 188, 3
"Por la soberbia caímos, llegando a esta mortalidad. Y como la soberbia nos hirió, la humildad nos salva. Por eso vino humilde Dios para curar al hombre de la inmensa herida de la soberbia. Vino porque el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros... ¿Te hiciste soberbio? Pronto te arruinará el que persuade el mal. Afiánzate humilde en Dios y no te preocupes grandemente de lo que se te diga"
Comentarios a los Salmos 35, 17
"Yo he venido humilde, yo he venido a enseñar la humildad, y yo soy el maestro de la humildad. El que se llega a mí, se incorpora a mí; el que se llega a mí, se hace humilde, y el que se adhiere a mí, será humilde, porque no hace su voluntad, sino la de Dios. Esa es la causa de que no se le arroje fuera: estaba arrojado fuera cuando era soberbio"
Tratados sobre el Evangelio de San Juan 25, 16
Quien quiera entrar en el Reino ha de entrar por Cristo, ha de aprender y practicar la humildad:
"Cristo nuestro Señor es puerta baja; quien quiera entrar por esta puerta ha de agacharse para entrar con la cabeza sana. Quien, en vez de humillarse, se enorgullece, quiere entrar por el muro, y quien sube por el muro, sube para caer".
Tratados sobre el Evangelio de San Juan 45, 6
Para entrar en el reino y disfrutar de la salvación, es necesario, evidentemente, pasar por Cristo, pero sólo se podrá si somos humildes:
"Por doquier se nos recomienda con diligencia suma la humildad del maestro bueno. También está en Cristo nuestra salvación, que es su humildad. Careceríamos en absoluto de salvación si Cristo no se hubiese dignado hacerse humilde por nosotros. Recordemos que no hemos de fiarnos de nosotros mismos. Confiemos a Dios lo que tenemos e imploremos de Él lo que aun no tenemos"
Sermón 285, 4
En el camino de la interioridad se va desvelando aquello que somos nosotros. El camino lleva hacia el sí mismo de cada uno: hacia su propia realidad, a su persona. Al mismo tiempo, el camino se dirige hacia "el otro", es decir, hacia la verdad divina que llevamos dentro de nosotros mismos. Esta es la auténtica experiencia de la interioridad, la verdad del corazón, toda ella vivida en un ámbito de gracia y de don, y es el camino de capacitación en el asombrarse, en el admirarse:
"Señor, Tú estabas delante de mí pero yo había desertado de mí mismo. Y como no me encontraba a mí mismo, ¡cuánto menos a Ti!"
Confesiones 5, 2, 2
La humildad es la puerta para despojarse del ego.
Sermón 336,3
Advertencia al lector:
Las negrillas utilizadas fueron añadidas por el editor del blog, a fin de hacer énfasis en palabras claves propias de nuestra rica Tradición Cristiana.
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