Sobre la oración
5 »Cuando ores, no seas como los hipócritas, porque ellos aman el orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles para ser vistos por los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. 6 Pero tú, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará en público.
Biblia de Jerusalén
Mateo 6:5-6
La oración interior es la principal; constituye la esencia de la oración, pues «Dios escucha, no la voz, sino el corazón», según san Cipriano. En efecto, en el corazón, entendido en sentido bíblico, que reúne la atención del Espíritu y el impulso de la voluntad, es donde se entabla el diálogo de la oración con el Padre, en «lo secreto» donde mana la fuente de la vida espiritual.
Varias han sido las definiciones propuestas de la oración. He aquí la definición clásica de san Juan Damasceno referida por santo Tomás:
«La oración es una elevación del espíritu hacia Dios, o la petición a Dios de lo que conviene»
¿Qué necesidad hay de la misma oración, si Dios sabe ya antes lo que necesitamos, a no ser que la misma intención de la oración serena y purifica nuestro corazón y lo hace más apto para recibir los dones divinos que nos son dados espiritualmente? En efecto, Dios no nos oye porque ambicione nuestras plegarias, pues siempre está pronto para darnos su luz no visible, sino inteligible y espiritual; pero nosotros no siempre estamos dispuestos a recibirla, porque estamos inclinados a otras cosas y entenebrecidos por la codicia de los bienes temporales. En la oración acontece la conversión de nuestro corazón a Dios, que está siempre dispuesto a darse a sí mismo, si recibimos lo que nos va dando y en la misma conversión se purifica el ojo interior, al excluir las cosas temporales que se apetecían para que el ojo del corazón sencillo pueda acoger la luz pura que irradia con el poder divino sin ocaso ni mutación alguna y no solo recibirla, sino también permanecer en ella, no solo sin molestia alguna, sino también con gozo inefable, en el cual se realiza verdadera y sinceramente la vida bienaventurada
San Agustín, de Hipona
Tratado sobre el Sermón
de la Montaña.
Libro 2, Cap 2, 14
“Se nos ha mandado venerar y honrar al Logos [Cristo], a nosotros, persuadidos por medio de la fe de que Él es Salvador y Guía, y por Él al Padre, no en días elegidos, como hacen otros, sino continuamente, durante toda la vida y de todas las formas posibles (...). De ahí que no en un lugar señalado, ni en un templo determinado, ni en fiestas y días prefijados, sino en toda la vida, el cristiano, ya esté él a solas, ya con otros de su misma fe, honra a Dios, es decir, le da gracias por el Conocimiento y por su forma de vida. ”
Clemente de Alejandría
Stromata VII, 7, 35, 1. 3
La luz para nosotros es la inteligencia, que se muestra oscura o iluminada, según la cantidad de luz. Si se descuida la oración, que alimenta la luz, la inteligencia bien pronto se queda a oscuras.
Catena Aurea
San Juan Crisóstomo
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