miércoles, 21 de agosto de 2019

La noción de "orden" en la francmasonería | Eduardo R. Callaey

Masonería Cristiana
Fuente: Blog Temas de Masonería
del QH Eduardo R. Callaey


A continuación transcribimos un articulo perteneciente al  Blog Temas de Masonería, perteneciente al QH:. Eduardo R. Callaey, titulado: La noción de "orden" en la francmasonería, fechado el lunes, 9 de enero de 2012.

Los propios masones llamamos a la masonería “La Orden”. ¿Qué queremos significar con este término? Hace tiempo incluí un artículo referente a este tema en "Las Claves Históricas del Símbolo Perdido" (Nowtilus, Madrid, 2010). Me pareció interesante recrear el artículo agregándole algunos conceptos de Jean-François Var. Veamos

“La Orden”… Esta es la forma abstracta con la que los masones denominamos a la institución francmasónica. Cuando nos referimos a la masonería, o cuando queremos mencionar a la institución de la que formamos parte, decimos simplemente “La Orden”. Pero, ¿Qué hay detrás de esta palabra? ¿Qué es una Orden? ¿Por qué los francmasones utilizamos este término? ¿Qué significa y que implica ser iniciado francmasón?

Podríamos comenzar definiendo el término: Orden, “del latín, ordo, clase, categoría, regla establecida por la naturaleza, también uno de los siete sacramentos de la Iglesia, disposición de las cosas de acuerdo a un método”.

En la historia de Occidente podemos hallar este concepto de ordo utilizado en diferentes campos, desde lo religioso y lo político hasta el arte y la arquitectura. Podríamos analizar cualquiera de estas acepciones y en todas encontraríamos relación con la francmasonería, pero a los fines de nuestro trabajo merece nuestra atención aquella que estableció Johnson al decir que: “…Una Orden puede definirse como una hermandad, sociedad o asociación de ciertas personas, unidas por Ley y Estatutos peculiares a la sociedad, que persigue un objeto o designio común, y se distingue por sus costumbres particulares, insignias, divisas o símbolos…”[a]

Albert Gallatin Mackey nos aporta una segunda definición al decir que “… una Orden es un gobierno regular o una sociedad de personas dignificadas por marcas de honor y una fraternidad religiosa…” En cualquier caso Orden implica una regla y esta, a su vez, impone un pacto de adhesión. En la francmasonería este pacto está sellado por un acto solemne denominado “iniciación”. De tal modo que podríamos afirmar que la francmasonería no es una organización basada simplemente en ese pacto societario de adhesión sino que constituye –en palabras de Javier Otaola- “…una forma de asociacionismo muy particular…” puesto que la masonería “…se vincula necesariamente, por definición, con una tradición profesional anterior a los socios que la componen y a una especie de mandato constituyente tácito del que no puede apartarse sin perder su propio sentido y carácter iniciático…”[b]

Ese componente constitutivo está contenido en aquello que los masones denominados “Antiguos Límites”, junto con los rituales, los usos y costumbres y el lenguaje simbólico que otorga a la francmasonería su particular distintivo metodológico. Este conjunto de reglas y prácticas es el que distingue a la Orden Masónica de otras asociaciones profesionales que devinieron en gremios por carecer justamente de este componente particular.

Si bien no existe un desarrollo histórico preciso de la Orden, ni un criterio unificado acerca de sus orígenes, parece muy probable – a la luz de la investigación presentadas en mi libros anteriores- que haya recibido, a lo largo de su historia, la influencia de otras órdenes religiosas cristianas de las que tomó ciertas características.

Las órdenes monásticas surgidas en la alta edad media se extendieron a lo largo de Europa y no sólo marcaron el rumbo del primer milenio de la cristiandad sino que monopolizaron en sus claustros la educación de la elite intelectual y moral de la civilización europea. Los hombres que ingresaban en estas estructuras eran individuos capaces de sostener un compromiso mayúsculo en contraposición a aquellos que permanecían en el “mundo profano” o en el clero secular.

Del mismo modo que estas órdenes religiosas tenían un objeto y una razón de ser que les era propia, la francmasonería no puede entenderse apartada del método iniciático ni del sistema simbólico-alegórico en el que basa su doctrina. Pero tampoco puede comprenderse si la apartamos de su potencial transformador de la sociedad a través de la influencia decisiva de sus hombres.

Si reflexionamos acerca de cuántos postulados y objetivos sustentados en el pasado por la francmasonería son hoy patrimonio de la humanidad y si pudiésemos imaginar el inmenso número de voluntades que han debido concentrar un esfuerzo sostenido para llevarlos a cabo, entonces no resulta difícil concebir un concepto de Orden ideal más allá de las múltiples expresiones del campo masónico.

Constructores por definición, los francmasones han creído y creen en un orden social más justo y en un mundo fraterno. La búsqueda de ese orden es inherente a la práctica masónica. Pero, como lo señalara Jean Mourgues, “...sólo escogemos a los constructores que saben estar por encima de las disputas de escuelas, La perfección de la Orden colectiva se basa en la calidad de los hombres que han de construirla...”[c]

Nos hemos acercado al significado que adquiere la palabra “Orden” entre los masones. Llegado este punto, conviene ahora dar la palabra a una de las autoridades más destacadas en el ámbito de la masonería cristiana. Nos referimos a Jean-François Var referente ineludible del Régimen Escocés Rectificado. Dice Var:

LA NOCIÓN DE ORDEN EN EL RÉGIMEN ESCOCÉS 
RECTIFICADO
(Traducción de Ramón Martí Blanco)

Este tema de estudio podría también, dadas las características propias del Régimen, y en especial su constitución orgánica, ser formulado de la manera siguiente:

Relaciones de la Caballería y la Masonería
en el Régimen Escocés Rectificado.

Tal formulación, que cuadra perfectamente con los textos doctrinales del Régimen y se inspira en ellos, pone límites al campo de reflexión:

-   este campo está circunscrito al Régimen Escocés Rectificado, por tal de no dispersarse en consideraciones tan extensivas y por tanto (y forzosamente) imprecisas sobre todos los aspectos multiformes que podrían ser englobados en un estudio demasiado generalizado;
-         esta reflexión llevará a los orígenes principales del Régimen, con el fin de dar luz sobre las realidades presentes y conferirles su sentido pleno.

En los textos doctrinales del Régimen, se afirma la existencia de una «Orden sublime, secreta, primitiva y fundamental», poseyendo cada uno de estos calificativos un significado preciso, no circunstancial y relativo a la esencia de lo que se trata[1]. Los mismos textos la denominan también «Alta y Santa Orden», denominación importante a tener en cuenta a lo largo de la exposición.

De la Orden así calificada se derivan, si tomamos como punto de partida las realidades presentes por movimiento retrógrado, como así procede:
La «Orden Bienhechora de los Caballeros Masones de la Ciudad Santa», dicha también «Orden de los Caballeros Bienhechores de la Ciudad Santa» del Régimen Escocés Rectificado;
La Masonería que, en la «genealogía de la iniciación»[2], le es a la vez anterior y posterior.

Esta Orden sublime, secreta, primitiva y fundamental tiene su carta de naturaleza en cuanto a realidad primera en un orden –y en una Orden- en sí misma, de la que es preciso elucidar la noción.

«Orden» viene del latín Ordo, que se encuentra por su parte en relación con el griego orthos, que quiere decir «derecho», o también «justo», y esto de dos maneras:
a)      en el sentido «vertical», «de pie», que evoca directamente la divisa Adhuc Stat; en las Santas Escrituras, es decir «justo» el hombre que se tiene de pie y derecho ante la Faz de Dios;
b)      en el sentido de «equitativo» e «imparcial», que evoca directamente la virtud de Justicia[3]; y también en el sentido de «exacto», que nos lleva a la calidad de precisión[4].

Ordo tiene por otra parte el mismo origen etimológico que el verbo orior (oriri) que significa «elevarse», «dirigirse». Ningún cristiano ignora que Oriens («Oriente») –palabra por palabra «aquel que se eleva»[5] («Naciente»)- término que designa geográficamente un punto cardinal o también una «orientación» cartográfica, lleva analógicamente y simbólicamente, a Cristo, del que éste término es un nombre, nombre celebrado en la liturgia cristiana por la quinta Gran Antífona antes de Navidad[6].

Resulta pues de lo que precede que la noción de orden se organiza según dos ejes –podríamos decir dos «ordenamientos»- uno horizontal y otro vertical.

Esta noción implica a continuación la idea de un funcionamiento «regular», es decir que obedece a leyes y reglas. Este funcionamiento regular es por definición un funcionamiento «justo», o sea coherente, equilibrado, e igualmente armonioso, y como consecuencia apacible. Así, la idea de «armonía» y la de «paz» están incluidas en la de orden.

Añadiremos que si el orden es auténtico, y no ficticio o incluso impuesto –es decir, en los dos casos, mentiroso- es por naturaleza «bello y bueno». Detengámonos en este asunto unos instantes.

Cuando caracteriza a la naturaleza creada, es decir, al mundo, los Griegos designan a este «bello y buen orden» por el término Cosmos. (Mundus tiene por otra parte el mismo sentido en latín). Es importante precisar al respecto que el «orden cósmico» del que aquí se trata no es en absoluto el orden cosmológico, al que casi siempre el pensamiento contemporáneo se refiere, sea deliberadamente o por irreflexión: por lo que a mí respecta entiendo por esto un orden que sería producido por la naturaleza misma como si ésta poseyera capacidad ordenadora. Conforme a la Tradición, el orden cósmico, es al contrario la naturaleza arreglada y dispuesta en bello y buen orden por un Agente que le és exterior y superior, es decir: Dios Creador.

Ahora bien, «bello y bueno» se dice en hebreo Tov. Tal es precisamente la constatación impregnada de satisfacción, podríamos decir incluso de admiración, que Dios emite ante su obra. Como lo relata el Libro del Génesis en su primer capítulo, en siete ocasiones el Creador constata la «belleza-bondad» de su creación. Las seis primeras veces, exclama Ki-Tov, literalmente: «¡Qué bello-bueno! (es esto)». Luego, en la séptima, considerando su obra terminada, señala: Tov-Meod, lo que las Biblias francesas traducen por «muy bueno», pero que significa en realidad «bello y bueno supremamente», o quizá mejor «superabundantemente»[7].

No deja de ser interesante observar de pasada que el valor gemátrico de Tov, que es 17, es también el valor de Ieshua, Jesús[8]. Ahora bien, sabemos que la identidad de valor gemátrico de uno o varios términos manifiesta una similitud en profundidad de las realidades que estos términos designan. Así pues, esta Belleza-Bondad que transparenta (en el sentido de «aparecer por transparencia») en el mundo, es el Cristo-Logos subyacente al mundo, simultáneamente en tanto que ordenador del cosmos y en tanto que orden del mismo cosmos. (Pues el Logos –luego volveremos sobre ello- es la Ley de leyes del mundo).

No deja tampoco de ser interesante observar, que encontramos un reflejo de esto en el pensamiento antiguo. En la concepción griega, el ideal de hombre al que cada uno se debe esforzar por aproximarse es calificado de kaloskagathos, «bello y bueno», noción idéntica a la que acaba de ser descrita. Resulta de ello que la perfección original del hombre primero es verdaderamente una realidad única, accesible al conocimiento, sea por la revelación (las Escrituras), o por la reflexión (que es también una forma de revelación).

Para volver a la noción de orden, destaquemos todavía que incluye la idea de un mandamiento (de una «orden») dada por un superior, el cual es de algún modo la encarnación de la ley o la regla.

Finalmente, y éste no es el menor de sus aspectos, esta noción lleva de una manera general a lo sagrado, aspecto que, en modo eclesial, encuentra su declinación en el «sacramento del orden», el cual es indispensable mencionar, sin hacer tampoco mayores desarrollos que no son objeto del presente estudio. Sin embargo podemos recordar la denominación Alta y Santa Orden, mencionada al principio.

Todo esto pone en evidencia que la noción de orden, y así pues de la Orden, se relaciona con la acción del Creador en el Universo, Aquel que los Masones denominan el Gran Arquitecto del Universo por la precisa razón, que en el ámbito que les és propio, contemplan al Dios Creador y no, por ejemplo, al Dios Redentor, relacionando solamente su actividad particular a su acción creadora. Es de ésta última que resulta la orden de creación, este «bello y buen orden» siendo producida por Aquel del cual provienen toda belleza y toda bondad.

Ahora bien, el Creador, es el Verbo divino, el Logos, fundamento y principio de todos los principios, de todas las leyes y de todas las relaciones entre las cosas y los seres. El Orden –y todo lo que les es relacionado- es la marca y el sello del Verbo Creador.

Aquí, se impone una precisión. La acción del Verbo es inseparable a la del Padre y a la del Espíritu Santo. Pero siendo inseparable, ella es distinta. El Padre es Fuente de todo, y actúa por el Verbo y por el Espíritu; el Verbo construye; el Espíritu vivifica y Él santifica. Como ya he señalado en multitud de ocasiones, la Masonería es del ámbito de la acción del Verbo, no es ámbito de la acción del Espíritu, siendo éste ámbito, en primer lugar, la Iglesia.

Es la razón por la que los juramentos masónicos son tomados, y no pueden ser tomados de otra manera, conforme a la tradición, que sobre el Prólogo del Evangelio según san Juan, en el que se proclama teológicamente el Verbo Pre-Eterno, a la vez Verbo Creador y Verbo Encarnado[9].

Desarrollemos este punto. Toda acción en el mundo debe ser conforme al orden divino, ella debe ser ordenada o «en orden» (idea que volvemos a reencontrar en la fórmula «a la orden»). Tal es el estado primero de la regularidad.

Con la «función», franqueamos un grado más en la coherencia y la cohesión: pasamos del ordenamiento a la regulación. En efecto, la función sólo puede ejercerse en el seno de una «organización» o mejor aún, de un «organismo», ser estructurado y vivo, dotado de identidad propia, movido por principios directores y obedeciendo reglas específicas que condicionan su permanencia: sin estos principios y reglas, deja de existir. Principios, reglas, funciones, identidad propia no reducible a otra: tales son las características de una Orden.

Añadamos que hay varias categorías de Ordenes, que van de lo profano a lo sagrado. «Profano», en especie, no es un calificativo peyorativo, es únicamente designativo, y sinónimo de secular. Las Ordenes de la antigua Francia, en tanto que eran constitutivas de la sociedad, eran «seculares» o «profanas». Sin embargo, podemos ver a continuación, que si ciertas Ordenes son puramente profanas, otras son a la vez profanas y sagradas. La Iglesia por ejemplo, es las dos cosas a la vez: es sagrada por su origen y función, ella no es del «mundo», pero es profana y secular por que opera «en el mundo».

La Orden masónica y la Orden Caballeresca, en cuanto a ellas, se inscriben ambas en lo sagrado, más exactamente en lo sagrado religioso, puesto que ambas son cristianas, por origen y por destino. Todas dos tiene la misma Cabeza: Cristo. Las dos tienen pues una naturaleza religiosa. Pero sus funciones, las de una y otra, no son religiosas. Esta distinción entra naturaleza y función es capital. Su olvido es el origen de cantidad de concepciones confusas en las que todo se mezcla en un barullo inextricable que hace el mayor de los males a la verdad confundiendo el espíritu de demasiados Masones –y de no Masones- mal aleccionados.

Insistimos en ello: la naturaleza es una cosa, la función es otra. La naturaleza de la Orden masónica es religiosa, la naturaleza de la Orden caballeresca es religiosa, puesto que ni una, ni otra pueden concebidas ni pueden funcionar independientemente de Cristo y fuera de él. Por tanto, solamente la Iglesia de Cristo tiene una función religiosa; la Orden masónica y la Orden caballeresca, no. Por decir las cosas crudamente, ni una ni otra celebran ni administran los sacramentos.

¿Cuáles son pues las funciones de una y otra? La función de cada una –irreducible a la de la otra- es una declinación particular de la acción de Cristo: es un modus operandi específico a cada una de estas dos Ordenes, caracterizado por un doble hecho –esto es de importancia capital: El que actúa es Cristo, y nosotros actuamos con Él. Nosotros somos, como dice el apóstol Pablo, sus cooperadores.

LA ORDEN MASÓNICA

La Orden masónica se sitúa en la línea recta de la acción creadora, organizadora y constructora del Verbo-Logos. Su función es la edificación, o reedificación del Templo: del templo del mundo o «templo universal», y sobre todo del «templo del hombre» o templo personal, o mejor aún templo interior.

Edificar (o reedificar) el templo, es -cada uno lo sabe- hacer de este lugar que es el mundo y de este lugar que es el hombre, la Morada de la Presencia divina. He desarrollado esto en otra parte, y no voy a volver a ello[10].

La obra propia del Masón, a la cual está dedicado (en sentido propio: «dedicado por sus votos»), es la de edificar (la de reedificar) su templo interior. Ahora bien lo que es interior es superior o elevado, de igual modo que lo que es exterior es inferior. «Elevado» se dice en latín excelsus, y podemos considerar que el templo existe desde que los ángeles, los hombres y toda la creación, pueden cantar: ¡Gloria in excelsis Deo!

El templo es forzosamente «elevado» en los dos sentidos del término; a saber erigido, construido, y también situado en «un lugar muy alto». Es el caso del templo de Jerusalén, de tal manera, que para ritmar las procesiones que suben los escalones, cantan los «cánticos de los escalones» o «de la subida».

Pero esta altitud topográfica era la «figura» de una altitud de naturaleza absolutamente distinta, en virtud de la cual el templo es «el cielo sobre la tierra». He aquí uno de los significados de la divisa Meliora Praesumo cuya traducción francesa deliberadamente desplazada: «Entreveo más grandes cosas», nos lleva, por razón de la aparente inexactitud terminológica, a una pertinencia espiritual singularmente movilizadora.

No olvidemos tampoco, que si esta edificación (o reedificación) del Templo es obra colectiva y de equipo, sin embargo conduce a un resultado personal: el templo del hombre. Pero este resultado personal es también absolutamente universal: pues el templo del hombre,  es el Cristo morando en el hombre, y el hombre en Cristo[11].

He aquí por que el hombre-Hiram, imagen del Cristo-Hiram[12] es «levantado», a fin de ser «elevado». A continuación podremos cantar: ¡Gloria in excelso Deo! Gloria a Dios en «aquel que es elevado».

Así pues, la Orden masónica funciona según la Justicia en sus dos dimensiones descritas al principio de esta exposición, la horizontal y la vertical, que según la manera en que sean juntadas, forman una escuadra o bien una cruz.

Y repitámoslo: su objeto es la elevación.

LA ORDEN CABALLERESCA

La Orden caballeresca funciona totalmente diferente: por identificación con el Verbo Encarnado en tanto que Cordero que da su Vida por la vida de otro. Cordero, en primer lugar sacrificado, luego triunfante. Como Él, el caballero desciende en el mundo, no al mundo de los orígenes sino al de la caída, mundo que ya no es cosmos sino caos y desorden. El caballero combate este mundo, lo que es de orden de la justicia, para socorrer a los pequeños, a los débiles y los humildes, lo que es de orden de la compasión y la misericordia.

El caballero defiende los «santos lugares», los cuales son, en realidad, los hombres creados a imagen de Dios que estos lugares santos designan figurativamente. Se esfuerza en protegerlos, por su cuenta y riesgo, del contagio del «misterio de la iniquidad», de los asaltos de «la abominación de la desolación» que trata de establecer su residencia en este lugar santo que es el hombre.

Tal es, bajo todos estos aspectos, la «guerra santa» que el caballero lleva.

La caballería se modela pues en el comportamiento divino, ella es Imitatio Christi. ¿No es acaso el Cristo presentado por los textos medievales como el más perfecto de los caballeros, el caballero por excelencia?

Es por lo que el estado de caballero es una cualidad personal, en que es una cualidad que cumple y perfecciona la persona –lo que ésta no puede realizar si no es modelándose en Cristo. El caballero actúa en persona y en unión con la Persona de Cristo. Lo hace por la justicia en la misericordia, o mejor dicho, para y por una justicia misericordiosa.

No obstante, en la perspectiva histórica cristiana, constatamos que estas «personas» que son los caballeros se unen en Ordenes, que responden a todas las características anteriormente definidas como específicas a las Ordenes. Estas Ordenes son Ordenes religioso militares, «religioso» relacionándolas con su naturaleza y «militares» a su modo de acción, que es a la vez la guerra santa tal como la hemos analizado y al combate por la «defensa de la religión cristiana».

La Orden de los Caballeros Bienhechores de la Ciudad Santa, a ejemplo de estas Ordenes religioso militares, y singularmente a la del Temple, «con la que tiene la mayor de las afinidades», «deriva de la antigua Orden general de la caballería». Esto es lo que nos enseñan los textos. La cuestión es entonces saber lo que conserva de común con estas Ordenes «históricas» y en lo que se diferencia.

Su naturaleza es y lo continúa siendo religiosa; no puede ser de otra manera. En contrapartida, no tiene existencia social; en tanto que Orden, no forma parte integrante de la sociedad. El plano en el que se sitúa y actúa, es el de la ciudad de Dios, el de la Ciudad Santa.

Por añadidura, su «estado militar [...] ha cesado». Se continúa dedicando al combate, pero este combate es puramente espiritual, es el de la fe. Despojada enteramente, en sus razones de existencia, de toda contingencia histórica y social, nuestra Orden constituye una «milicia Espiritual», la de los milites Christi, los soldados de Cristo.

«Espiritual» no quiere decir, no lo ha querido decir nunca «desencarnada». Si la Orden no tiene existencia social ni ejerce acción social, por el contrario tiene el deber de actuar en la sociedad. «La fe que no actúa, ¿es una fe sincera?»[13] El combate de la fe es inseparable del de la caridad.

La Orden debe pues, por fidelidad hacia sí misma y hacia Aquel que es su jefe, practicar esta beneficencia que figura en su titularidad. Es para sí misma, en tanto que Orden cristiana, como para cada uno de aquellos que se han comprometido en sus filas, un deber de estado. La beneficencia, en este caso, no es solamente una obligación moral, es una exigencia espiritual que se desprende de la naturaleza misma de la Orden. Ella es en efecto la declinación práctica de la caridad, que conforme a las enseñanzas del apóstol Pablo, es la más alta de las virtudes teologales, aquella que «no pasará jamás»[14]; de la caridad deificante, que da conforme a Dios, pues «Dios es Amor»[15].

Tales son las características de la Orden masónica, y de la Orden caballeresca. Las bases de estas dos Ordenes son las mismas, o quizá mejor tienen la misma y única base, que es el Cristo, Hijo y Verbo de Dios: Verbo Creador y Verbo Encarnado. De donde la relación de analogía, incluso de equivalencia, entre, primeramente, las siete virtudes cristianas: las cuatro virtudes cardinales, explícitamente denominadas «masónicas» por nuestros rituales, y las tres virtudes teologales, indicadas por sus iniciales en el cuarto tablero del grado de Maestro Escocés; en segundo lugar, las siete armas del caballero; y en tercer lugar, los siete dones del Espíritu Santo[16].

La realidad energética profunda, el motor de su acción es idéntico: es lo que el Régimen llama la Iniciación, socorro otorgado por la Providencia para reparar los efectos de la caída y puesto en práctica por el Cristo, que contemplado bajo este aspecto, nuestros textos doctrinales denominan el Gran Reparador[17]. De donde una identificación en profundidad, más allá de las distinciones de forma y acción: «La verdadera Caballería era la verdadera Iniciación o verdadera Masonería, palabra que se ha convertido en sinónimo».

Hay igualmente unión –sin confusión- de las dos cualidades, la de masón y la de caballero. La aspiración del masón –y no se es masón en plenitud si no se es cristiano, es decir rectificado[18]- aspiración anunciada, pero todavía confusa y casi inconscientemente en ese estadio, por la divisa Meliora Praesumo, es la de hacerse «reconocer como un verdadero Caballero Masón de la Ciudad Santa».

Hacerse reconocer como tal, se dice, formulado de otra manera: «construir constantemente en el Templo del Señor». Tal es la operación que revela –y que cumple- la cualidad de Caballero Masón de la Ciudad Santa en todas las implicaciones de esta denominación.
Esta operación consiste en tres obras:
-         el culto al verdadero Dios;
-         el amor al prójimo;
-         el combate contra el reino de las tinieblas[19].

Esto es, «remontarse al objeto primitivo de la iniciación masónica».

Esta remontada no puede en ningún caso ser egoísta y no puede continuar siendo abstracta; debe dar fruto y por consecuencia ser concretamente altruista, y ordenada a la caridad:
«Nos encontramos situados entre la Iniciación simbólica y la Iniciación perfecta, para ayudar a remontarse hasta la Orden primitiva a aquellos que la divina misericordia llama».

Podemos dar a esto la formulación siguiente:

restablecer la unidad armoniosa y visible de la Creación,
sea esta el universo o la sociedad humana, que se reflejen una a otra, y sean su espejo.

O incluso:
rehacer de la Creación una Orden,
o el Hombre sea a la vez:
-         constructor del templo real y no figurativo, «Masón de la Ciudad Santa»;
-         soldado, defensor y guardián del orden cósmico restaurado;
-         y sacerdote, celebrando la liturgia cósmica por la que Caeli et Terra enarrant Gloriam Dei[20].


Nota: 
Las negrillas y el subrayado fueron  añadidas 
por el editor del Blog Jerusalén Celeste. 



Acerca del Autor:


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[1] La profundización y desarrollo de estas significaciones podría ser objeto de útiles estudios particulares.
[2] Consultar mi estudio La iniciación y Cristo (publicado en el compendio de Ponencias de Manresa-2008).
[3] Cf. en anexo las Apreciaciones sobre la justicia.
[4] Todos los significados relativos a la justicia y precisión se encuentran reunidos en la noción de ortodoxia, que designa a la vez la “justa opinión”, así pues, en lenguaje cristiano, la “justa confesión de fe”, y la “justa glorificación” de Dios.
[5] O también “el Germen”, “aquel que germina”, que profetiza Isaías.
[6] Cf. mi estudio L’Orient spirituel du Maçon rectifié.
Recordemos cuáles son estas antífonas, dichas también “de los grandes ¡Oh!” o también de los “Nombres divinos”:
Primer Nombre divino:        ¡Oh! Sabiduría (17 de diciembre)
Segundo Nombre divino:   ¡Oh! Adonaï (18 de diciembre)
Tercer Nombre divino:       ¡Oh! Vástago de Jessé (19 de diciembre)
Cuarto Nombre divino:       ¡Oh! Llave de David (20 de diciembre)
Quinto Nombre divino:      ¡Oh! Oriente (21 de diciembre)
Sexto Nombre divino:         ¡Oh! Rey de las Naciones (22 de diciembre)
Séptimo Nombre divino:    ¡Oh! Emmanuel (23 de diciembre)
Octavo Nombre divino:      ¡Oh! Jesús (24 de diciembre)
Resulta adecuado observar de pasada que los siete primeros Nombres del Salvador son nombres substitutivos”, y que el octavo es su Nombre propio.

[7] En efecto, aquello que Dios da, lo da en superabundancia, con prodigalidad, sin retención. Dios no es nunca tacaño, como a menudo lo es el hombre. Podemos meditar con provecho la sucesión, a lo largo de la cronología de la creación según el Génesis, de estas constataciones hechas por Dios:
I.                     en el primer día, creación de la Luz (principal): primera constatación;
II.                   en el segundo día, separación de las aguas de por encima de las aguas, de encima del firmamento: sin constatación;
III.                 al tercer día, aparición de la tierra (lo «seco») desgajada de mitad de los mares, luego producción de los vegetales: segunda y tercera constatación;
IV.                 al cuarto día, producción de las luminarias en el firmamento de los cielos: cuarta constatación;
V.                   al quinto día, producción de los peces y las aves: quinta constatación;
VI.                 al sexto día, producción de los seres animados terrestres: sexta constatación; luego, creación del hombre «a imagen y semejanza» de Dios: aquí no hay constatación, sino bendición;
VII.               finalmente, Dios contempla su creación acabada: séptima y última constatación.
¿Por qué Dios, después de haber creado al hombre, no lo declara «bello y bueno»? Precisamente por que, habiéndolo creado a su imagen y semejanza, esto le llevaría a admirarse a sí mismo.
Precisemos, en efecto. Cuando Dios, expresándose en plural, dice: «Hagamos al hombre a nuestra imagen y según nuestra semejanza», los Padres de la Iglesia, afirman unánimemente, que es la Divina Trinidad el sujeto que habla, que se «constituye en su consejo», añaden algunos otros.
Ahora bien, ¿qué quiere decir substancialmente «creado a imagen de Dios»? La «imagen de Dios» es una realidad concreta: es el Hijo Pre-Eterno. Efectivamente, «el Hijo es la imagen de Dios invisible, el primogénito de la creación» (epístola a los Filipenses 1/15). El hombre es por consecuencia portador de la imagen del Hijo, a su vez imagen del Padre.
Para Dios, declarar al hombre «bello y bueno» equivaldría a declararse a sí mismo Bello y Bueno. Parecida actitud egocéntrica y narcisista de auto-admiración estaría absolutamente excluida por la misma naturaleza de Dios (o mejor dicho, su comportamiento natural): Dios es «todo amor», así pues totalmente altruista.
Dios admira, precisamente, el resto de su creación por que es diferente a Él. En efecto, aunque ella lleva su marca, no está creada a su imagen y semejanza, lo que queda reservado al hombre.
En contrapartida, si Dios no admira al hombre, sin embargo lo bendice. ¿Qué quiere decir esto? La bendición es una comunicación de energías divinas. Estas energías divinas están destinadas a poner en marcha el proceso por el cual la similitud exterior que une el hombre a Dios se convertirá en una identificación interior, es decir el proceso de «deificación».
Este proceso ha sido interrumpido por la caída, pero nunca abandonado por Dios. Ha sido precisa la Encarnación del Verbo, Hijo e Imagen del Padre, para volverla a poner en movimiento.
[8] Señalado por Michel Dorin, a quien lo agradezco.
[9] Cf. mi estudio De la Masonería cristiana a la Masonería rectificada.
[10] Cf. mi estudio El trabajo del Masón rectificado.
[11] Cf. mi estudio El Templo en la Tradición cristiana.
[12] Cf. mi estudio Qui est Hiram?.
[13] Racine Athalie, I, 1.
[14] 1 Corintios 13, 8.
[15] 1 Juan 4, 9.
[16] Recordemos estas relaciones según una tipología tradicional:
Dones                    Virtudes                                Armas

Temor de Dios     Templanza            Espuela
Piedad                   Prudencia              Coraza
Justicia                  Ciencia                  Guanteletes
Fuerza                    Fuerza                    Espada
Consejo                 Fe                           Casco
Inteligencia           Esperanza             Escudo
Sabiduría               Caridad                  Lanza
[17] Esta denominación que sorprende en nuestros días era de uso común en la «escuela espiritual francesa» en el siglo XVII. Se puede encontrar, entre otros, en Pascal y en Bossuet.
[18] Cf. mi estudio De la Masonería cristiana a la Masonería rectificada.
[19] Estas TRES obras puedan dar materia a desarrollos circunstanciados, que no son ahora oportunos.
[20] «Los cielos y la tierra cantan la gloria de Dios» (salmo 19, 2).



[a] Del vocablo “Orden”, Gallatin Mackey, Albert “Enciclopedia de la francmasonería”, (México, Grijalbo, 1981).
[b] Otaola, Javier, “La Masonería hoy, Razón y Sentido”, (San Sebastián, Haramburu Editor,1996) p. 41.
[c] Mourgues, Jean; “El Pensamiento Masónico”; (Madrid, Ediciones Kompas) pp. 35 a 42.







domingo, 18 de agosto de 2019

Simbolismo, Mitos, Alegorías y Leyendas del Ave Fénix | Varios autores

Masonería Cristiana
Ave Fénix  renaciendo de las cenizas
Perit ut Vivat (Morir para Vivir)
Grabado S. XVI
Autor desconocido

En la mitología griega, el fénix (griego antiguo: φοῖνιξ1​2​, romanización: phoînix, pronunciación: pʰó͜ɪ̀nikʰs (clásica), pʰˈyːnikʰs (koiné), ɸˈyniks (medieval o bizantina) es un ave de larga vida que se regenera cíclicamente o, de lo contrario, nace de nuevo.

Asociado con el Sol, un fénix obtiene nueva vida al surgir de las cenizas de su predecesor. Según algunas fuentes, el fénix muere en un espectáculo de llamas y combustión, aunque hay otras fuentes que afirman que el ave legendaria muere y simplemente se descompone antes de nacer de nuevo.

 Existen diferentes tradiciones con respecto a la vida útil del fénix, pero en la mayoría de los casos el fénix vivió 500 años antes del renacimiento. Herodoto, Lucano, Plinio el Viejo, papa Clemente I, Lactancio, Ovidio,  Isidoro de Sevilla, San Alberto Magno y Carl Gustav Jung están entre los que han contribuido al recuento y transmisión del  simbolismo  del Ave fénix en las diferentes formas tradicionales.
Wikipedia

Carl Gustav Jung nos explica en su libro «Símbolos de transformación» que el ser humano y el ave Fénix tienen muchas similitudes. Esa emblemática criatura de fuego capaz de elevarse majestuosamente desde las cenizas de su propia destrucción, simboliza también el poder de la resiliencia, esa capacidad inigualable donde renovarnos en seres mucho más fuertes, valientes y luminosos.

Si hay un mito que ha nutrido prácticamente todas las doctrinas, culturas y raíces legendarias de nuestros países es sin duda ese que hace referencia al ave Fénix. Se decía de él que sus lágrimas eran curativas, que tenía una gran resistencia física, control sobre el fuego y una sabiduría infinita. Era, en esencia, uno de los arquetipos más poderosos para Jung, porque en su fuego se contenía tanto la creación como la destrucción, la vida y la muerte.

Ovidio explicaba en sus textos que en Egipto, el ave Fénix moría y renacía una vez cada 500 años. Para los egipcios esta garza majestuosa era Bennu, un ave asociada a las crecidas del Nilo, al Sol y a la muerte, y que según explicaban, había nacido bajo el árbol del Bien y del Mal. Esta criatura fantástica entendía que era necesario renovarse cada cierto tiempo para adquirir mayor sabiduría y para ello, seguía un proceso muy meticuloso.

Volaba por todo Egipto para construirse un nido con los elementos más bellos: ramas de canela, ramas de roble, nardos y mirra. Después, acomodado en su nido, entonaba una de las melodías más bellas que los egipcios habían escuchado jamás para seguidamente, dejar que las llamas lo consumieran por completo. Tres días más tarde, el ave Fénix renacía lleno de fuerza y poder. A continuación, cogía su nido y lo dejaba en Heliópolis (ciudad del Antiguo Egipto), en el templo del Sol para iniciar así un nuevo ciclo con el que ofrecer inspiración al pueblo de Egipto.
Diccionario de Simbolos
Juan Eduardo Cirlot

Hay un ave, llamada fénix. Esta es la única de su especie, vive quinientos años; y cuando ha alcanzado la hora de su disolución y ha de morir, se hace un ataúd de incienso y mirra y otras especias, en el cual entra en la plenitud de su tiempo, y muere. Pero cuando la carne se descompone, es engendrada cierta larva, que se nutre de la humedad de la criatura muerta y le salen alas. 

Entonces, cuando ha crecido bastante, esta larva toma consigo el ataúd en que se hallan los huesos de su progenitor, y los lleva desde el país de Arabia al de Egipto, a un lugar llamado la Ciudad del Sol (Heliópolis); y en pleno día, y a la vista de todos, volando hasta el altar del Sol, los deposita allí; y una vez hecho esto, emprende el regreso. Entonces los sacerdotes examinan los registros de los tiempos, y encuentran que ha venido cuando se han cumplido los quinientos años.

 Historia general del cristianismo, del siglo I al XXI.
Epístola a los Corintios, del Papa Clemente de Roma


Quienes estudian la teología mística más que la naturaleza, escriben que existe el ave fénix en Arabia, en Oriente. Pero, dicen que esta ave vive sola en su especie sin mezcla de sexo ni de macho y que viene al mundo y que vive solitaria trescientos cuarenta años. Es, según dicen, del tamaño de un águila. Lleva en la cabeza una corona como el pavo real. En el cuello tiene también un penacho. Un color de púrpura rodea su cuello con destellos de oro. Tiene la cola larga de color purpúreo con algunas plumas de color rosa, de modo parecido a los trazos de la cola del pavo real salpicada con unas órbitas formadas a la manera de los ojos. 

Esta variedad de colores es de una belleza mara­villosa. Cuando siente el peso de los años, construye un nido de incienso, mirra y cinamomo y otras plantas aromáticas valiosas en un árbol alto y retirado situado sobre una fuente de agua cristalina y se precipita en el nido, se pone bajo los rayos fervientes del sol, que el resplandor de las plumas mul­tiplica, hasta que se prende el fuego y así se enciende y se incinera junto con el nido. Dicen que de las cenizas nace al día siguiente un gusano, que a los tres días ya lleva plumas y pasados unos pocos días se convierte en un ave con la figura de la anterior y entonces levanta el vuelo y se va. 

Cuentan igualmente que tal hecho ocurrió ya en Heliópolis, ciudad de Egipto, donde esta ave fue reuniendo perfumes sobre el mon­tón de madera de sacrificio y luego se quemó en ellos y en la presencia del sacerdote se formó, con dos generaciones, el gusano y el ave del modo antedicho, y el ave levantó el vuelo y se fue. Y como dice Platón, «no debemos criticar demasiado severamente los relatos que se cuentan consignados en los libros de los templos sagrados».

San Alberto Magno

Para San Ambrosio, el ave Fénix muere consumida por el Sol, convertida en cenizas de las que renace, después de arder su cuerpo, como un pequeño animal sin miembros, un gusano muy blanco que crece y se aloja dentro de un huevo redondo, como si fuera una oruga que se vuelve mariposa, hasta que dejando de ser implume se transforma en un águila celeste que surca el firmamento estrellado.


El Fénix es un ave igual a los dioses celestes, que compite con las estrellas en su forma de vida y en la duración de su existencia, y vence el curso del tiempo con el renacer de sus miembros. No calma su hambre comiendo ni apaga su sed con fuente alguna.

Claudio Claudiano
Poeta Romano
370 - 405

Otra ave sagrada hay allí que sólo he visto en pintura, cuyo nombre es el de fénix. Raras son, en efecto, las veces que se deja ver, y tan de tarde en tarde, que según los de Heliópolis sólo viene al Egipto cada quinientos años a saber cuándo fallece su padre. Si en su tamaño y conformación es tal como la describen, su mote y figura son muy parecidas a las del águila, y sus plumas en parte doradas, en parte de color de carmesí. Tales son los prodigios que de ella nos cuentan, que aunque para mi poco dignos de fe, no omitiré el referirlos. 

Para trasladar el cadáver de su padre desde la Arabia al templo del Sol, se vale de la siguiente maniobra: forma ante todo un huevo sólido de mirra, tan grande cuanto sus fuerzas alcancen para llevarlo, probando su peso después de formado para experimentar si es con ellas compatible; va después vaciándolo hasta abrir un hueco donde pueda encerrar el cadáver de su padre; el cual ajusta con otra porción de mirra y atesta de ella la concavidad, hasta que el peso del huevo preñado con el cadáver iguale al que cuando sólido tenía; cierra después la abertura, carga con su huevo, y lo lleva al templo del Sol en Egipto. He aquí, sea lo que fuere, lo que de aquel pájaro refieren.
Heródoto
Geógrafo griego
 484 - 425 a. C.


En cuanto a la alegorización cristiana, durante los primeros siglos florecen numerosas referencias sobre este tema: la destrucción y renovación de este animal es prueba evidente de la anunciada resurrección del hombre justo y virtuoso después de la muerte.

El primer texto cristiano que aborda el tema del fénix es la Carta primera a los corintios, de Clemente de Roma, en la que se describe el autosacrificio del ave en el nido de especias, y el posterior desarrollo del gusano resultante que, una vez metamorfoseado en ave, transporta los restos del padre a Heliópolis.  (Tertuliano (Sermones III, "ad virginem").

El  poder  que  adquirió  la  imagen del ave fenix,  tras  ser  acogida en  el  seno  del  cristianismo primitivo en torno al año 200, favoreció la utilización, con motivos catequéticos, de una iconografía simbólica y abreviada, para transmitir conceptos e ideas como el de la Salvación.

La incorporación del fénix a la primera iconografía cristiana suponía la recuperación de un prestigioso mito oriental y se presentaba, sin duda alguna, como un  verdadero  atractivo pictórico. Asociado  a  la  palmera  sobre  cuyas  ramas se posa, representado entre llamas en el momento  de  la  combustión, colocado sobre  un  montículo  o  portando  nimbo y  con  rayos sobre  su  cabeza  y  con  el plumaje característico de un pavo real, el ave fénix podía ofrecer enormes posibilidades en la función de transmisor de  un  mensaje  trascendente  entre  la población.

¡Una imagen  radiante,  una explosión de energía y de luz capaz de atraer, e incluso hacer sucumbir, al todavía incrédulo!


Masonería Cristiana
Catacumbas de Priscila, Roma,
cementerio romano-paleocristiano
siglo III a. C. ,iconografía cristiana
primer Ave Fénix  con palmera
en un contexto cristiano
(Jesucristo Resucitado)

El fénix era imagen del Salvador y, por tanto, imagen de salvación; de igual modo se  convirtieron  en  paradigmas  de salvación muchas  de  las  figuras-símbolo  que, procedentes  del mundo pagano,  fueron  adaptadas  a  la  nueva  iconografía cristiana. 

El ave fénix y la palmera, asociados en las primeras escenas de la traditio legis en tanto que símbolos ambos del triunfo, fueron representados en proximidad a la figura de san Pablo, defensor a ultranza de la Resurrección (1 Cor. 15) como expresión máxima de la victoria sobre la muerte

Fuente:
La representación del ave fénix  como imagen de la Renovatio de la Roma altomedieval, Lourdes Diego Barrado, Universidad Europea de Madrid.


En la tradición cristiana primitiva, el Fénix vivía en el Jardín del Edén. Cuando Adán y Eva fueron expulsados, el ángel que los desterró despidió una chispa de su espalda que encendió el nido del ave, haciéndolo arder hasta consumirse, pero a ser la única bestia que se había negado a probar la fruta prohibida, le fue concedida la inmortalidad a través de la capacidad de renacer de sus cenizas.

El ave hacía un nido donde ponía un único huevo que empollaba por tres días. Al tercer día, el Fénix se quemaba por completo y resurgía del huevo el mismo Fénix. Así fue como se convirtió en símbolo a la vez de la inmortalidad y de la resurrección, así como de que la esperanza nunca debe morir en el hombre.

Se dice que en el jardín del Edén, debajo del Árbol del Bien y del Mal, floreció un arbusto de rosas. Allí, junto a la primera rosa, nació un pájaro, de bello plumaje y un canto incomparable, y cuyos principios le convirtieron en el único ser que no quiso probar las frutas del Árbol. Cuando Adán y Eva fueron expulsados del Paraíso, cayó sobre el nido una chispa de la espada de fuego de un Querubín, y el pájaro ardió al instante.

Pero, de las propias llamas, surgió una nueva ave, el Fénix, con un plumaje inigualable, alas de color escarlata y cuerpo dorado. Algunas fábulas lo sitúan posteriormente en Arabia, donde habitaba cerca de un pozo de aguas frescas y se bañaba todos los días entonando una melodía tan bella, que hacía que el Dios Sol detuviera su carro para escucharle.

La inmortalidad, fue el premio a su fidelidad al precepto divino, junto a otras cualidades como el conocimiento, la capacidad curativa de sus lágrimas, o su increíble fuerza. A lo largo de sus múltiples vidas, su misión es transmitir el saber que atesora desde su origen al pie del Árbol del Bien y del Mal, y servir de inspiración en sus trabajos a los buscadores del conocimiento.

Su cronología vital varía con la adaptación del mito. Así, cada 100, 500, 540 (y en algunas leyendas, incluso 1461 ó 12994 años), construye una pira funeraria en su propio nido, la rellena de inciensos y plantas aromáticas, y al tiempo que entona la más bella de todas sus canciones, se prende a sí mismo hasta extinguirse. No existe más que una única ave, cuya forma de reproducción, es, precisamente, el renacimiento, del que también es símbolo.

El mito del Ave Fénix se extendió ampliamente entre los griegos, que le dieron el nombre de Phoenicoperus (que significa alas rojas), apelativo que se extendió por toda la Europa romana. Los primeros cristianos, influidos por los cultos helénicos, hicieron de esta singular criatura un símbolo viviente de la inmortalidad y de la resurrección

En la mitología del antiguo Egipto, el Ave Fénix representaba al Sol, que muere por la noche y renace por la mañana. Otro símbolo vinculado al Ave Fénix es el de la esperanza, que representa un valor que nunca debe morir en el hombre.

Según Ovidio, "Cuando el Fénix ve llegar su final, construye un nido especial con ramas de  roble y lo rellena con canela, nardos y mirra, en lo alto de una palmera. Allí se sitúa y, entonando la más sublime de sus melodías, expira. A los 3 días, de sus propias cenizas, surge un nuevo Fénix y, cuando es lo suficientemente fuerte, lleva el nido a Heliópolis, en Egipto, y lo deposita en el Templo del Sol". Como el nuevo Fénix acumula todo el saber obtenido desde sus orígenes, un nuevo ciclo de inspiración comienza.

El Ave Fénix tiene sus representaciones en diferentes culturas, como la china (el Fêng-Huang), la japonesa (el Ho-oo), la rusa ( El Pájaro de Fuego , que inmortalizara musicalmente Stravinsky), la Egipcia (el Benu), la hindú (el Garuda), e incluso en los indios de norteamérica (el Yel), o los Aztecas, Mayas y Toltecas (el Quetzal). Fue citado por primera vez por Hesíodo en el siglo VIII A.C. y más tarde y con más detalle por el historiador Herodoto.

Es el símbolo de la resurrección en la Eternidad, de la inmortalidad del alma en muchas escuelas iniciaticas de oriente y occidente ; alusión a los ciclos  de resurrección  y renacimiento, vida, muerte, por tanto deviene en un ciclo virtuoso.

Mitos de otros pueblos
Wendy Doniger


El Ave Fénix tiene cierta analogía con la palabra INRI siendo una de varias interpretaciones: IGNE NATURA RENOVATUR INTEGRA, Íntegramente la Naturaleza será Renovada por el Fuego… del alma como emanación de Dios, y la que nos atañe en la tradición cristiana,  IESVS NAZARENVS REX IVDAEORVM, no dudamos que en ambas frases existe paralelismo con nuestro señor Jesucristo :

Yo os bautizo con agua; pero viene uno más poderoso que yo, de quien no soy digno de desatar la correa de su sandalia; él os bautizara con el fuego del espíritu santo

Lucas 3:16 

Porque Jehová tu Dios es fuego consumidor

Deuteronomio 4:24. 

Al morir el cuerpo físico de cada persona, las experiencias adquiridas en la presente encarnación se retraerán y conservaran en el alma que es inmortal… ¿Sera en la Yod, letra de fuego y última del Tetragramatón o nombre sagrado de YHVH en Hebreo?

“Los misterios antiguos utilizan el signo del fénix para simbolizar la inmortalidad del alma humana y las grandes verdades de filosofías esotéricas reveladas sólo a través de la iniciación . En algunas escuelas de misterio, los iniciados  se denominan Fénixes, o aquellos que habían sido "nacidos de nuevo."

El Ave Fénix es un símbolo que representa la transmutación de la naturaleza inferior humana hacia la superior y el proceso natural de vida, muerte y resurrección, la eternidad del alma, y el destino ineludible del hombre como hijo de Dios de alcanzar en un futuro indeterminado la iluminación y la divinidad por derecho a su propio linaje y estirpe divino como hijo de Dios… o acaso:


 ¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el espíritu de Dios mora en vosotros?

1 Corintios 3:16


En el Rito Escoces Rectificado (R .º. E .º. R .º.), el ave fénix simboliza la inmortalidad del alma, la resurrección, la muerte del hombre exterior y la resurrección del hombre interior, dicho simbolismo deviene de la tradición cristiana,  la divisa en latín de dicho símbolo es: Perit Ut Vivat,  Morir para Vivir.

En el bestiario del simbolismo masónico, el Fénix ocupa un lugar especial. A menudo emparejado con el águila y el pelícano,  esta ave simbólica representa un ejemplo del arte de morir, específicamente del buen morir de la tradición cristiana, las tradiciones esotéricas de oriente y occidente  están imbuidas de este simbolismo de que representa el ciclo vida - muerte - resurrección.

Muchos ritos masónicos, y en particular el Rito Escocés Rectificado , han hecho de sus rituales de iniciación un lugar prominente en el Fénix. El fuego que la regenera es la imagen del hombre que pasa de las tinieblas a la luz. Aprender sobre la muerte se hace más fácil, ya que se convierte en un paso hacia la vida. De la muerte resurge la vida más radiante que nunca. 

La fe en la resurrección de Cristo es fundamental en la religión cristiana. Los cristianos subrayarán todo lo que, en la naturaleza, podría preparar para la aceptación de este misterio. La leyenda del ave fénix contribuyó a ello: 

"¿No nos parece extraño y sorprendente que el creador del Universo resucite a los que le sirvieron santos y con la confianza de una fe perfecta, cuando nos hace ver en un pájaro la magnificencia de su promesa? "dice Clemente de Roma en su Carta a los Corintios, 26.


"Yo soy la estrella resplandeciente de la mañana".
Apocalipsis 2:26-29



El Ave Fénix en la obra de Orígenes

Orígenes de Alejandría  había sido iniciado en el hebreo y estaba en contacto con los rabinos de Cesárea. 

Se había interesado por el ave fénix en su libro Contra el Celta en la Divina Providencia - el ave ya se había convertido en un ejemplo clásico de la resurrección en la apologética cristiana, ya en Clemente de Roma. 

Orígenes es el único autor que cita estos versos de Job (Job 29, 18) en otra parte de la versión de la Septuaginta: como ella, lee "palmera" en relación al ave fénix - la palabra no le causa ningún problema. Clemente, hablando del ave fénix, no se refirió a la Biblia, aunque, por casualidad, citó a Job un poco más adelante: tomó prestada la historia de los autores paganos. 

Para él, el ave fénix, un verdadero animal, fue, entre otros ejemplos naturales - las estrellas, el sol y la luna, la semilla - el "signo" de la posibilidad de la resurrección de los cuerpos. 

Este es el texto fundacional del primer y principal tema cristiano del ave fénix, cuya historia será adornada con detalles cristianos: la fecha de su muerte, en Pascua, y los tres días que dura, por analogía con la Pasión de Cristo, o el milenarismo de su ciclo. 

En la obra patrística de Gregorio de Tours, Eusebio de Cesárea y Zeno de Verona, el ave fénix se encuentra a la cabeza de los animales simbólicos del popular bestiario Physiologus, (El Physiologus es un manuscrito redactado en griego, por un autor desconocido, y compilado con fines moralizantes. Probablemente se escribió en Alejandría, entre el siglo II y el IV. Fue uno de los libros más populares de la Edad Media)

¿Hay un ave fénix en la Biblia? 
Sobre Job 29, 18, Tertuliano 
(De resurrectione carnis 13, 2-3) 
y Ambrosio (De excessu fratris 2, 59)


En la regla masónica al uso de las logias rectificadas (Aprobada en el transcurso del Convento de Wilhelmsbad de 1782), se puede leer en su artículo II, una clara y precisa alusión al Alma Inmortal, cual Ave Fénix...


Masonería Cristiana
Ave Fénix
Emblema de la Inmortalidad del Alma
y de la Resurrección en el RER


Artículo II.
Inmortalidad del Alma

I

¡Hombre! ¡Rey del mundo! ¡Obra maestra de la creación que Dios animó con su Aliento!, medita tu sublime destino. Todo lo que vegeta alrededor de ti, y que sólo tiene una vida animal, perece con el tiempo, y está sometido a su dominio: sólo tu alma inmortal, emanada del seno de la Divinidad, sobrevivirá a las cosas materiales y no morirá jamás. He ahí tu verdadero título de nobleza; siente con fuerza tu dicha, pero sin orgullo: él pierde a tu raza y te precipita otra vez en el abismo. ¡Ser degradado!, a pesar de tu primitiva grandeza, ¿quién eres tú delante del Eterno? Adórale desde el polvo y separa cuidadosamente este principio celeste e indestructible de mezclas extrañas; cultiva tu alma inmortal y perfeccionable, y hazla susceptible de ser unida al origen puro del bien, entonces será liberada de los groseros vapores de la materia. Es así que serás libre en medio de la esclavitud, dichoso en el centro mismo de la desgracia, inamovible en el más fuerte de los temporales y podrás morir sin temor.

II

¡Masón!, si jamás llegas a dudar de la naturaleza inmortal de tu alma, y de tu alto destino, la iniciación será estéril para ti; dejarás de ser el hijo adoptivo de la sabiduría, y serás confundido con la multitud de seres materiales y profanos, que deambulan entre las tinieblas.


Fuente:
Gran Priorato De Hispania
Página oficial:
http://rectificado.info/regimen-escoces-rectificado/la-regla-masonica/articulo-ii-inmortalidad-del-alma/


Compartimos con nuestros lectores, unas definiciones de la palabra Símbolo con la cual estamos en sintonía:

"Un símbolo es la conexión entre la cosa creada y el Creador« cada objeto creado es el reflejo de las perfecciones divinas, como un signo natural y sensible de una verdad metafisica, repitiendo así la proposición paulina. "Per visibilia ad invisibilia" (la posibilidad de percibir el mundo en su dimensión simbólica invisible - visible, en su misteriosa transparencia. El símbolo no sólo da una clave de lectura de la realidad creada, sino que es una vía para conducirnos al misterio de Dios".

"Esta aptitud se basa en que el símbolo es receptivo de la realidad divina que él mismo señala. El símbolo habla con mucha eficacia de una reciprocidad humano-divina."

"El símbolo,  asciende o desciende según el nivel al que es convocado."

"Toda símbolo esconde un misterio: todas las cosas son como velos que esconden a Dios".

"Simbolizante y simbolizado, como las dos naturalezas (Humana y Divina) de nuestro Señor Jesucristo."


Jules Le Bêle
Antropólogo y
Simbolista Frances
1820-1903


"El símbolo es epifanía de un misterio presente ausente, puesto que produce un secreto sentido de un orden ausente, presenta una fuerte carga creativa: es energía de descubrimiento y desvelación de lo oculto y de lo lejano en el misterio de lo inaccesible".

"El lenguaje simbólico no posee límites semánticos precisos. Ello es debido a que el símbolo no posee un significado unívoco, sino multivalente, polisémico e inagotable."

"El símbolo encierra en sí un carácter dicotómico propio, que engloba lo concreto y lo abstracto, lo material y lo espiritual, lo intuitivo y lo conceptual, lo subjetivo de la expresión y lo objetivo de la significación."
Las caras del símbolo 
Beuchot, Mauricio


"Scrutamini Scripturas, quia vos putatis in ipsis vitam aeternam habere, et illae sunt quae testimonium perhibent de me" .

"Escudriñad las Escrituras, ya que en ellas creéis tener la vida eterna, pues ellas dan testimonio de mí"

Evangelio de San Juan 5, 39


Marcas de Impresores de la Edad Media 
con clara referencia al Ave Fénix


Masonería Cristiana
Marca del impresor Jaume Cendrat († 1589),
Perteneciente a la Biblia de Jerusalén,
1era edición (*)


(*) Ave Fénix con las alas extendidas, surgiendo de un caldero en llamas, con el lema "Memento homo, quia cinis es" ("Recuerda hombre, que eres ceniza"), junto a la conocida expresión, "Ex meipso renascor" ("Resurjo de mí mismo").



Masonería Cristiana
De Iusticia & Iure libri Decem
“ex me ipso renascor”
[renazco de mí mismo]
xilografía
Domingo de Soto (O.P.),
1494-1570

Masonería Cristiana
Emblema XLV (*)
páginas 178 y 179
marca de fuego y anotación manuscrita
Impresor Adrian Gambart
Año 1688


(*) Emblema correspondiente a: Vida simbólica del gloroioso San Francisco de Sales, Obispo de Geneva : dividida en dos partes y escrita en cincuenta y dos emblemas.

En dicha obra Biografía - Hagiografía, destaca esta clara analogía al martirio del santo y el ave fénix:

"Aunque el Fénix se toma ordinariamente por símbolo de la resurrección, y por jeroglífico de una vida nueva, según el instinto de esta única Ave, la cual, queriéndose remozar, y renovarse, se consume sobre una hoguera de palos aromáticos, que ella enciende, batiendo las alas a los rayos del Sol, dejando una virtud generativa en sus propias cenizas, de las cuales renace más bella, y más vigorosa. Es empero así, que este modo de morir, y de renacer por las llamas, denota admirablemente bien la muerte, y la vida juntamente de los Divinos Amantes; y particularmente la del Bienaventurado San Francisco de Sales, el cual, habiendo muerto en las llamas, y en el ejercicio de la divina caridad, sobrevive todavía a sí mismo, por la impresión que el dejó, no solamente en sus obras, sino también en la estimación, y en la memoria de todos los hombres."


Masonería Cristiana
Grabado calcográfico (*)
autor Engelgrave, Henricus, 1657

(*) Dicha marca de impresión  corresponde a la página 61: Apartado sobre la asunción de la virgen María, el emblema, en grabado calcográfico, la representa como el fénix que se inmoló a Dios (basado en la patrística y la teología medieval).
La obra se titula: Lucis Evangelicae, sub velum sacrorum emblematum reconditae, pars tertia : hoc est, Caeleste pantheon, sive Caelum novum in festa et gesta sanctorum totius anni, selecta historia & morali doctrina varie illustratum.



Bibliografía:

1.- Diccionario de Simbolos de Juan Eduardo Cirlot
2.- Heródoto, Los nueve libros de la Historia: Libro II, cap. 
3.-Regla Masonica al uso de las Logias Rectificadas (GPDH)
4.-GRIMAL, Pierre. Diccionario de Mitología Griega y Romana
5.- Enciclopedia en linea Wikipedia
6.- El simbolismo de los animales de Juan Eduardo Cirlot
7.- Mitos de otros pueblos, Wendy Doniger
8.-  Las caras del símbolo, Beuchot, Mauricio.
9.- La representación del ave fénix  como imagen de la Renovatio de la Roma altomedieval, Lourdes Diego Barrado, Universidad Europea de Madrid.
10.- Mitos Ritos y Símbolos, Jean Hani






miércoles, 14 de agosto de 2019

Sermón sobre el Hombre Pobre | Maestro Eckhart

Masonería Cristiana
Liber Divinorum Operum (*) 
Libro de las obras divinas 
(El Hombre Universal)
Artista
Abadesa Hildegard of Bingen, 1165


Meister Eckhart, dominico, antecesor con influencia directa sobre Tauler, y a través de este seguramente sobre San Juan de la Cruz, fue uno de aquellos seres que investigaron en el misterio de la vida impulsados por la llamada interior y no cesaron hasta descubrirlo.

No se conformó con lo que los sentidos o la razón le ofrecían y siguió el camino misterioso para ambos y para la mayoría de sus contemporáneos, esa vía profunda a la vez que elevada, desconocida para las zonas superficiales de la persona.

Por eso se le llamó místico, un místico que expresa la sabiduría, que deja al descubierto todos los rincones de la conciencia humana. Su vida la dedicó a compartir sus descubrimientos desde su lugar en la iglesia, aunque algunos de "los suyos no le comprendieron". No es de extrañar, tan directos eran que debían de sorprender por la libertad que se desprendía de ellos, muestra inequívoca de su veracidad. Como él muy bien dice "las palabras deben su fuerza a lo divino".

Mereció sin duda el título de Maestro porque hizo lo que un verdadero maestro hace, señalar el camino e interesar a sus discípulos con el fin de que se dieran cuenta que lo Supremo, Dios, la Unidad, es el origen de lo bueno, lo justo, lo bello y lo verdadero que todos buscan.




Sermón sobre el hombre pobre

Por la boca de la Sabiduría la beatitud dijo:

"Bienaventurados los pobres de espíritu pues de ellos es el Reino de los Cielos".


Los  Angeles, los santos y todo lo que ha nacido jamás deben acallarse cuando la eterna Sabiduría del Padre habla. Porque toda la sabiduría de los Angeles y de todas las criaturas es pura necedad ante la insondable sabiduría de Dios. Esta ha dicho que "son bienaventurados los pobres". 

Ahora bien, hay dos clases de pobreza. Una exterior, es buena y hay que alabarla en el hombre que la posee y la asume voluntariamente por amor de Nuestro Señor Jesucristo, como El mismo la asumió en la tierra. Sobre esta pobreza no quiero decir más. Pero según las palabras de nuestro Señor existe otra pobreza, una pobreza interior, cuando dice: "Bienaventurados son los pobres de espíritu".

Os ruego que estéis en esa actitud de pobreza para poder comprender este sermón, pues os lo digo en nombre de la Verdad eterna: si no os asemejáis a esta Verdad de la que ahora queremos hablar, no podréis comprenderme. 

Algunas personas me han preguntado que es la pobreza en sí misma y qué es un hombre pobre. Ahora queremos responder. El obispo Alberto dice que un hombre pobre es aquel que no puede contentarse con todas las cosas creadas por Dios, y es justo. 

Pero nosotros diremos más y consideraremos la pobreza en su significado más alto: un hombre pobre es aquel que no quiere nada, que no sabe nada, que no posee nada. Hablaremos de estos tres puntos y os ruego, por el amor de Dios, comprender esta Verdad si podéis. Y si no la comprendéis, no os preocupéis, porque quiero hablar de un aspecto de la Verdad que pocas personas, incluso virtuosas, la comprenderán.

En primer lugar diremos que un hombre pobre es aquel que no quiere nada. Algunos no entienden bien este sentido: 

Son las personas que se apegan a la penitencia y a los ejercicios externos a los que dan importancia porque se buscan en ellos a sí mismas. Que Dios se apiade de ellas por tener un conocimiento tan pobre de la Verdad divina! A estas personas les llaman santas por las apariencias externas, pero interiormente son asnos, porque no saben discernir el sentido profundo de la Verdad Divina. 

Estos dicen bien que un hombre pobre es aquel que no quiere nada, pero lo interpretan en el sentido de que el hombre debe vivir sin realizar en nada su voluntad y además que debe esforzarse en cumplir la querida voluntad de Dios. Estas personas están bien encaminadas porque su intención es buena, así pues les elogiaremos.

Que Dios en su misericordia, les conceda el Reino de los Cielos!. Pero yo digo, desde la divina Verdad, que estas no son personas pobres de espíritu, ni incluso lo parecen. A los ojos de los demás, que no saben nada mejor, tienen una gran consideración. Pero yo digo que son asnos que no entienden nada de la Verdad Divina. Gracias a su buena intención, obtendrán sin duda el Reino de los Cielos, pero de la pobreza que queremos hablar ahora, no saben nada.

Si me preguntan qué es un hombre pobre, que no quiere nada, diría: mientras el hombre sea tal que su voluntad sea realizar la amada voluntad de Dios, este hombre no tiene la pobreza de la que queremos hablar, pues este hombre tiene una voluntad por la cual quiere satisfacer la voluntad de Dios y esta no es la auténtica pobreza. Pues si el hombre debe ser auténticamente pobre, debe estar tan desprovisto de su voluntad creada como lo era cuando no existía. Desde la eterna Verdad os digo:

Mientras tengáis la voluntad de realizar la voluntad de Dios y tengáis el deseo de la eternidad y de Dios, no sois pobres de espíritu. Solo es pobre aquel que no quiere ni desea nada.


Cuando yo me hallaba aún en mi causa primigenia, no tenía Dios y era la causa de mi mismo; no quería nada, no deseaba nada, pues era un ser libre y me conocía a mí mismo en el gozo de la Verdad. Me quería a mí mismo y no quería ninguna otra cosa; lo que quería, lo era y lo que era, lo quería y ahí estaba despegado de Dios y de todas las cosas. Pero cuando, por mi libre decisión, salí para recibir mi naturaleza creada, tuve un Dios, pues antes que hubieran las criaturas, Dios no era Dios, El era El que era.


Cuando las criaturas llegaron a ser recibiendo a su ser creado, Dios no era Dios en sí mismo, sino que era Dios en las criaturas.

Así pues, decimos que Dios, en tanto que ese Dios, no es el fin supremo de la criatura, ni todas las riquezas que pueda concebir en El. Y si fuera posible que una mosca posea raciocinio y fuese capaz de buscar el abismo eterno de la Verdad divina del que ella procede, diríamos: que Dios, por más que fuera Dios, no podría dar plenitud y satisfacción a esta mosca.

Por esto, rogamos a Dios que nos despojemos de Dios y podamos acoger esta verdad y gozar plenamente de ella, allí donde los  Angeles más elevados, la mosca y el alma son iguales, allí donde yo estaba, donde quería lo que era y era lo que quería. Decimos pues:

Si el hombre ha de ser pobre de voluntad, no debe querer ni desear sino ser tal como era cuando no era. Y de esta manera no queriendo nada, es pobre el hombre.

En segundo lugar, es pobre aquel que no sabe nada. En alguna oportunidad hemos dicho que el hombre debería vivir como si no viviera ni para sí mismo, ni para la verdad, ni para Dios. Pero ahora iremos más lejos diciendo que el hombre que tiene esta pobreza debe vivir de manera tal que ignore incluso que no vive ni para sí mismo, ni para la Verdad, ni para Dios. Debe estar de tal manera despojado de todo saber que no sepa, ni reconozca, ni sienta que Dios vive en él; más aún, debe estar despojado de todo conocimiento vivo en él.

Pues cuando el hombre se encontraba en el Ser eterno de Dios, no vivía en él ninguna otra cosa; antes bien, lo que vivía era él mismo. Decimos pues, que el hombre debe estar tan despojado de su propio saber como estaba cuando no había nacido, dejando a Dios actuar según su propia Voluntad y permaneciendo libre.


Todo lo que existe viene de Dios y tiene como fin una actividad pura. Pero la actividad propia del hombre es amar y conocer. Entonces se plantea la cuestión de saber dónde se encuentra esencialmente la Bienaventuranza. Algunos maestros han dicho que reside en el amor, otros que en el conocimiento, otros dicen que reside en el conocimiento y el amor, y estos aciertan mas

Pero nosotros decimos que no reside ni en el conocimiento ni en el amor sino que más bien existe en un fondo del alma de donde fluyen el conocimiento y el amor. Este fondo no conoce ni ama como lo hacen las potencias del alma. Este fondo no tiene ni antes ni después y no está  a la espera de ninguna cosa adicional, pues no puede ni ganar ni perder. Por esto, este fondo se halla privado también de saber que Dios actúa en él. Este fondo goza él mismo de sí mismo, según el modo de Dios. 

Decimos pues, que el hombre debe estar libre y despojado, de suerte que no sepa ni conozca la acción de Dios en él; así es como el hombre puede poseer la pobreza. Dicen los maestros: Dios es un Ser, un Ser dotado de entendimiento que conoce todas las cosas. Pero nosotros decimos que Dios ni es un Ser, ni está dotado de inteligencia y no conoce ni esto ni aquello. Por lo cual, Dios es libre de cualquier cosa por tanto El es todas las cosas. Aquel que debe de ser pobre de espíritu debe ser pobre de su propio saber, de forma que no sepa nada de nada, ni de Dios, ni de la criatura, ni de sí mismo. Para conseguirlo es necesario que el hombre tienda a no saber ni conocer nada de las obras de Dios. De esta manera el hombre puede ser pobre en su propio saber.

En tercer lugar, es pobre el hombre que no posee nada. Muchas personas han dicho que la perfección consiste en no poseer ningún bien material, y en un sentido es verdad para los que lo realizan voluntariamente. Mas este no es el sentido al cual me refiero yo. Acabo de decir que un hombre pobre es aquel que no solamente no busca hacer la voluntad de Dios, sino que vive de tal forma que está  liberado de su voluntad propia y de la voluntad de Dios, como estaba cuando no existía

Decimos que esta es la pobreza más alta. En segundo lugar, hemos dicho que un hombre pobre es aquel que no sabe nada de las obras que Dios opera en él. Quien así está  libre del saber y del conocer, lo mismo que Dios está liberado de toda cosa, posee la más pura pobreza. Pero la tercera, de la cual queremos hablar ahora, es la más íntima y la más auténtica: la del hombre que no tiene nada.

Considerad esto con empeño y seriedad !. Hemos dicho a menudo, y también grandes maestros lo han dicho, que el hombre debe estar libre de toda cosa y de toda obra, tanto interiores como exteriores de forma que pueda ser lugar propio de Dios donde El pueda actuar

Ahora decimos otra cosa. Si el hombre se ha liberado de las criaturas, de Dios y de sí mismo, pero si todavía es algo donde Dios encuentra un lugar donde actuar, decimos: mientras esto sea así en este hombre, este hombre no vive la extrema pobreza. Pues en sus actuaciones, Dios no busca un lugar en el hombre donde pueda actuar; la pobreza de espíritu es que el hombre está de tal manera libre de Dios y de todas sus obras que Dios, si quiere actuar en el alma, sea El mismo el lugar donde quiere actuar, y esto lo hará con mucho gusto. 

Pues cuando Dios encuentre al hombre en tal pobreza, realizar  su propia obra y el hombre existir  para experimentar a Dios en él. Siendo Dios el Hacedor en sí mismo, el hombre, en esta pobreza, reencuentra el Ser eterno que ha sido, que es ahora y que ha de ser eternamente.

San Pablo dice

"Todo lo que soy, lo soy por la Gracia de Dios". Ahora bien, nuestro discurso parece situarse por encima de la Gracia, del Ser, del Conocimiento, de la Verdad y por encima de todo deseo. ¿Cómo, entonces, puede ser verdadera la palabra de San Pablo?. Sobre eso podemos responder que las palabras de San Pablo son verdaderas. Era necesario que la Gracia estuviera en él. Pues, habitando la Gracia en él, permitió que lo que era "accidente" se convirtiera en "substancia". Cuando la Gracia hubo terminado su obra, Pablo permaneció lo que siempre había sido.

Decimos, pues, que el hombre debe de ser tan pobre que no tenga ni posea en él ningún lugar donde Dios pueda actuar. Mientras reserve una localización, cualquiera que sea, mantiene una diferencia. Por esto, ruego a Dios que me libere de Dios, pues mi ser esencial está por encima de Dios, en cuanto consideramos a Dios como principio de las criaturas. 

En esta divinidad, tal como yo la he descrito, donde Dios está  por encima de todo ser y de toda distinción, ahí yo era mí mismo, me quise a mí mismo y me conocí a mí mismo, para hacer este hombre que soy y por ello soy la causa de mí mismo y me conocí a mi mismo, para hacer este hombre que soy y por ello soy la causa de mi mismo según mi esencia que es eterna, y no en cuanto a mi devenir que es temporal

Y por ello, soy un no-nacido y según mi virtud de no-nacido no puedo morir jamás. En virtud de mi nacimiento eterno, he sido eternamente, soy ahora y permanecer  eternamente. Lo que soy a causa de mi nacimiento, habrá de morir y de aniquilarse, pues está  destinado a desaparecer y a corromperse con el tiempo. Pero en mi nacimiento eterno, todas las cosas nacieron y soy la causa de mí mismo y de todas las cosas. Si hubiera querido, no sería yo, ni serían todas las cosas, y si yo no fuera, tampoco sería Dios Que Dios sea Dios yo soy la causa; si yo no fuera, Dios no sería Dios. Mas no es de primera necesidad saber esto.

Un gran maestro ha dicho que su apertura es más noble que su emanación, y es verdad. Cuando yo fluía de Dios, todas las cosas dijeron: 

Dios es. Esto no puede, no obstante, hacerme feliz pues así solo me conozco en tanto que criatura. Pero en la apertura, donde estoy libre de mi propia voluntad y de la de Dios y de todas sus obras y de Dios mismo, estoy más allá de todas las criaturas y no soy ni Dios ni criatura. Sino que soy mucho más, soy lo que yo era, lo que permanecer‚ ahora y siempre. Ahí, recibo un impulso que me eleva por encima de todos los Angeles. 

En este impulso, recibo una riqueza tal que Dios no puede serme suficiente con todo lo que es como Dios y con todas sus obras divinas. En efecto en esta apertura recibo el don de que Dios y yo somos Uno. Allí soy lo que era, no crezco ni sufro mengua, ya que soy una causa inmóvil que mueve todas las cosas. 

Entonces Dios no encuentra ya lugar en el hombre, pues a causa de esta pobreza el hombre redescubre lo que ha sido eternamente y lo que seguir  siendo por siempre jamás. Aquí Dios es uno con el espíritu y ésta es la suprema pobreza que se puede hallar.

Quien no comprenda este discurso que no se aflija en su corazón. Mientras un hombre no está‚ a la altura de esta Verdad, no puede comprender el alcance de lo que presento, pues se trata de una Verdad inmediata y que surge sin velo directamente del corazón de Dios.


Que Dios nos ayude a poder vivir de modo tal que la experimentemos eternamente. 

Amen.


Nota del Editor del Blog:
Las negrillas y subrayados son nuestros.

(*) Liber divinorum operum : El Liber divinorum operum o Libro de las obras divinas fue creado entre 1163 y 1173 siendo Hildegarda ya sexagenaria. Es la descripción de diez visiones, en donde realiza una cosmología que estructura al universo en correspondencia con la fisiología humana, y que convierte los actos del hombre en paralelos a los actos de Dios, mediante su cooperación activa en la construcción y orden del cosmos.

Así, desarrolla también una explicación del quehacer creador de Dios, centro del universo, que se desenvuelve en el tiempo humano teniendo su manifestación en la naturaleza del mundo y en la historia, con su máxima expresión en la encarnación de Cristo, Verbo divino.



Biografía del autor

Decreto de Creación del Triángulo Masónico Rectificado "Jerusalén Celeste N°13"

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