domingo, 16 de mayo de 2021

El cristianismo y el Rito Escocés Rectificado, o la indispensable condición previa para ser Masón Rectificado. / Ramón Martí Blanco

 

http://textosparalaliturgia.blogspot.com/2014/09/misal-romano-jesucristo-rey-del-universo.html

  


Mis Queridísimos Hermanos en vuestros distintos grados y condición,

Creemos no revelar nada extraordinario, por estar comúnmente establecido y aceptado, si afirmamos y proclamamos que para ser candidato a la iniciación o afiliación al Rito Escocés Rectificado se ha de ser cristiano. Este enunciado es conocido y sabido por todos.

También está comúnmente establecido y aceptado que la Masonería o Francmasonería no es una Religión. Tampoco lo es el Rito Escocés Rectificado ni el sistema masónico y caballeresco que lo estructura y da soporte. En su momento tratamos sobre ello1 en una comparativa dedicada al posicionamiento de la masonería anglosajona respecto a la Religión en relación a la noción e idea que de la misma se hace la Masonería Rectificada.

Así pues, para ser miembro y practicar el Rito Escocés Rectificado, se ha de ser cristiano y, ¿cómo entendemos esta afirmación?, pues que de manera previa y antes que masón se ha de ser cristiano para ser considerado un candidato aceptable para adquirir la condición de masón y no al revés.

La manera en cómo entendemos la noción y el hecho de ser cristiano será el objeto del estudio y reflexión del presente trabajo, ya que, aún y pareciendo una obviedad tal afirmación, a la práctica no parece serlo tanto.

Que la condición de cristiano es imprescindible nos lo dicen nuestros propios rituales, al igual que los mismos se cercioran que así sea desde el primer momento y a lo largo de la vida masónica como más adelante veremos. Una vez fijada y aclarada la condición previa presente en el título, abordaremos en una segunda fase, pero íntimamente ligada a la primera, el alcance y dimensión de ser Masón Rectificado, en tanto que vía iniciática de realización espiritual intrínsecamente vinculada a la tradición y religión cristiana, siendo el Rito Escocés Rectificado y su metodología iniciática desarrollada a lo largo de sus dos Clases que componen el Régimen Escocés Rectificado, la última vía iniciática todavía viva en el mundo Occidental de tradición cristiana.

Sin embargo, quizá porque el cristianismo es tan inherente a la cultura y mundo occidentales en que vivimos, se dan por entendidos y supuestos muchos aspectos de esa noción de cristianismo que hace que nos digamos cristianos y lo seamos más “culturalmente” que “cultualmente”, entendiendo por este último término la práctica del culto cristiano en cualquiera de las confesiones del cristianismo ecuménico. Vendría a suceder con esto a lo que nos estamos refiriendo, como cuando se dice que el Rito Escocés Rectificado es un rito “crístico” como queriéndolo definir de acuerdo a nuestro lenguaje actual, como un cristianismo de “perfil bajo”, cuando ya dijimos en un anterior trabajo nuestro 2 que cristiano y crístico quieren decir y expresan lo mismo.

Somos cristianos por medio del sacramento del Bautismo que nos inflige una gracia divina y no porque rellenemos un formulario por el cual pasaríamos a entrar o formar parte de una asociación de cualquier tipo, de igual modo que entramos y pasamos a ser masones por medio de la Iniciación (volveremos sobre la noción de iniciación y cómo entenderla más adelante) ya que si la Orden Masónica no se considerase una Orden iniciática no tendría sentido alguno desarrollar un ritual y una liturgia determinada para acceder a la misma, ya que con firmar una simple solicitud sería suficiente. Si llevamos a cabo una ceremonia ritual es para indicarnos que lo que se va a poner en movimiento y comenzar es algo más que un simple proceso burocrático o administrativo.

Somos cristianos porque tenemos fe en Cristo, segunda Persona de la Trinidad e Hijo de Dios y por ello nos hacemos bautizar, y si no directamente nosotros que en pañales todavía no somos capaces de discernir, nuestro Padrino en nombre nuestro, Bautismo que, católicos, anglicanos y ortodoxos renovamos ya plenamente conscientes con el sacramento de la Confirmación (o Crismación en los ortodoxos) y acabamos con el de la Comunión que la Iglesia considera los 3 sacramentos de la iniciación cristiana que culmina con la Eucaristía instituida por el propio Cristo cuando la última Cena.

La Fe es un don de Dios. Dios se ofrece y nos busca permanentemente a través de personas, experiencias y acontecimientos que nos interpelan y atraen hacia el. La Fe no es el resultado de ninguna investigación ni estudio humano, sino que brota siempre de una confianza cada vez más viva que Dios va despertando al revelarse en nosotros. Es Dios quien se acerca al hombre y la mayoría de veces recorre la mayor parte del camino.

La Fe madura es un acto personal; es la respuesta libre del hombre a la iniciativa de Dios.

Pablo de Tarso nos lo recuerda en su epístola a los Efesios:

Pues habéis sido salvados por la gracia mediante la fe; y esto no viene de vosotros, sino que es don de Dios3

Dios quiere al hombre libre y jamás lo obliga; si fue por un ejercicio de su libre voluntad que el hombre rompió su pacto con Dios y cayó en lo que se conoce como Pecado original, haciendo caer con él a la Creación y a toda su descendencia, hasta la muerte y Resurrección de Cristo, ha de ser también el hombre que por un ejercicio de esa libertad y en justa correspondencia al Amor de Dios, vaya hacia Él. En esto consiste el Cristianismo.

 No obstante, la fe cristiana ha de alimentarse; se ha de cultivar. Hemos de fortalecernos en la fe, pero ¿cómo? Y ¿por qué? Empezaremos respondiendo la segunda pregunta para ir luego a la primera: por coherencia (cosa poco común en los tiempos que vivimos). El apóstol Santiago nos lo recuerda: “…igual que el cuerpo sin espíritu es muerto, así también la fe sin obras es muerta4. Pero ¿cómo fortalecer la fe?:

- Mediante la plegaria

- La búsqueda de consejo y dirección espiritual

- La Lectio divina: la lectura de la Biblia y los Evangelios

- La participación en la Eucaristía y el culto religioso: 

la fe viene de oír, y el oír viene por la palabra de Cristo5

 La plegaria nos es necesaria para fortalecer la fe. La Regla Masónica del R.E.R. no dice otra cosa y nos recomienda y recuerda los beneficios de la plegaria cuando nos dice: “Vela y reza6, la plegaria y la vigilia

 -la vigilancia-, pues en el camino que nos hemos propuesto y por el que transitamos los peligros nos acechan y la posibilidad de equivocarnos está siempre latente.

Ciertamente, en masonería y tampoco en el Rito Escocés Rectificado por muy rito cristiano que sea, el Venerable Maestro no nos exigirá un certificado del párroco o del pastor conforme hemos acudido a la misa o al culto, pero por simple coherencia, nos preguntamos ¿podemos decirnos cristianos viviendo de espaldas a la Iglesia, a la práctica religiosa?

Ser cristiano exige dar testimonio de ello. Es lo que nos recuerda al despedirnos el Venerable Maestro de la Logia al dar por terminada cada una de nuestras Tenidas:

 Id y “llevad entre los otros hombres las virtudes de las cuales habéis jurado dar ejemplo8

Porque somos cristianos y, masones practicantes del Rito Escocés Rectificado, y además en el mismo orden en que hemos formulado la frase. Si no hubiésemos sido cristianos primero, no hubiéramos podido ser masones Rectificados después.

La Orden Rectificada se asegura de ello incluso antes de ser presentados en Logia,mediante las Tres Cuestiones de Orden que nos son planteadas cuando todavía estamosen la Cámara de Reflexión. La primera Cuestión termina preguntándonos: ¿Qué pensáis de la religión cristiana?9 Es más, estas Tres Cuestiones, incluyendo la pregunta sobre ¿qué pensamos sobre la religión cristiana?, nos serán presentadas a cada grado, cuando nuestro paso por la Cámara de Reflexión, a lo largo de nuestra carrera masónica en la Clase Simbólica.

Ya en el grado de Aprendiz del R.E.R. y formando parte del Compromiso (generando gran revuelo y controversia en la concepción “universalista” de la masonería) el hasta entonces candidato se juramenta como Masón y asegurando, y poniendo en compromiso:

 “…su palabra de honor […] de ser fiel a la Santa Religión cristiana10.

Más adelante, siguiendo nuestra Clase Simbólica, en el ritual de recepción al grado de Compañero, el todavía Aprendiz masón es presentado a la Logia como: “profesando la religión cristiana”. Lo mismo sucede en la recepción al grado de Maestro Masón que se repiten las mismas palabras y formulación. Por otra parte, nuestra Regla Masónica, presente en el ritual de Aprendiz, en su Artículo Primero dedicado a los Deberes para con Dios y la Religión, nos aconseja: “Profesa en todo lugar la divina religión de Cristo, y no te avergüences de pertenecer a ella11. El mismo consejo se nos vuelve a recordar bajo forma de Resumen de la Regla, en el ritual de Compañero: “bendice a la Providencia que te ha hecho nacer entre los cristianos12 y en el ritual de Maestro Masón: “bendice a la Providencia que te hizo nacer entre los cristianos13

La exigencia de la condición de cristiano se hace patente en los rituales de los grados de Aprendiz, Compañero y Maestro Masón y estalla en el de Maestro Escocés de San Andrés culminando el recorrido por nuestra Clase Simbólica y confirmando dicha exigencia de manera clara e indudable antes de proseguir cualquier posible camino.

 Llegados hasta aquí, creemos haber puesto de manifiesto la ineluctable necesidad de ser cristiano como condición previa para poder acceder a ser Masón Rectificado, así como que dicho cristianismo no sea simplemente “cultural” sino que por razón de coherencia ese cristianismo precise una cierta implicación, no quedándose en la “teoría” o las meras formalidades exteriores.

Quedando establecido que el cristianismo, en tanto que prefiguración a lo largo de la Historia de la humanidad del modelo de Cristo, al que Adán renunció sin ser consciente de ello cuando la Caída, y que Dios ha estado recordando a lo largo de la Historia través de las diversas Alianzas (Abraham, Moisés) teniendo como colofón la Nueva y Eterna Alianza sellada con la encarnación de Cristo. Volvamos ahora a lo que habíamos dejado por desarrollar en una segunda fase.

 La Iniciación en otras tradiciones no cristianas, y el Rito Escocés Rectificado en tanto que vía de realización espiritual

Hemos dejado pendiente anteriormente, el abordar la noción de Iniciación y particularmente cómo entender dicha noción dentro del marco y religión cristiana.

 Todos nosotros hemos oído decir que la Francmasonería es iniciática, en esto converge y coincide tanto la masonería anglosajona considerada Regular liderada por la Gran Logia Unida de Inglaterra, como la otra considerada liberal siguiendo los pasos del Gran Oriente de Francia (aunque no la totalidad de Obediencias).

 Antes de proseguir, juzgamos oportuno entrar a definir y considerar lo que entendemos por Iniciación. A bote pronto, se nos ocurre acudir al diccionario que, estando en el siglo XXI y con el mayor de los respetos por las ediciones impresas, sería la Wikipedia:

La iniciación es un rito de paso que marca la entrada o la aceptación en un grupo o sociedad. También puede ser una admisión formal a la edad adulta en una comunidad o uno de sus componentes formales. En un sentido más amplio, también puede significar una transformación en la que el iniciado "renace" en un nuevo papel. Ejemplos de ceremonias de iniciación podrían incluir el bautismo o la confirmación cristiana, el benei mitzbá judío, la aceptación en una organización fraternal, una sociedad secreta u orden religiosa, o la graduación de la escuela o el entrenamiento de reclutas. Una persona que realiza la ceremonia de iniciación en ritos tradicionales, como los que se muestran en estas imágenes, se llama un iniciado.14

Sin ser entusiastas suyos, no podemos hablar de iniciación obviando a uno de los autores del siglo XX que mejor trataron sobre el asunto en cuestión: René Guenon 15. Una de las nociones establecidas por Guénon, distinguiendo entre los diferentes tipos de iniciación, es que cualquier tipo de iniciación para ser considerada como tradicional, necesariamente tenía que estar entroncada en una Tradición, entendiendo que tradición y religión son sinónimos. Para él, todas las tradiciones religiosas de la humanidad convergerían en una Tradición Primordial en la que todas estarían enraizadas. Paradójicamente, el filósofo y esoterista francés nacido en Blois, aunque educado en el catolicismo 16, nunca llegó a  entender ni captar la dimensión ontológica y salvífica para la Historia de la humanidad, que representa el hecho que Dios se hiciera Hombre, así como la muerte y Resurrección de Cristo y todas sus consecuencias escatológicas. Probablemente, esa misma falta de comprensión y captación del cristianismo por parte de Guénon lo llevaría a considerar al mundo occidental cristiano atacado por la modernidad, totalmente alejado e incapaz de cualquier camino iniciático, y por vía de consecuencia, volvería su vista al mundo Oriental que habría sido capaz de conservar aspectos tradicionales y por ende la Iniciación. Para Guénon, Occidente en su modernización -y con él, el cristianismo- se habría “exoterizado” o perdido su sentido profundo, siendo por otra parte el esoterismo (como contrapunto al exoterismo) el único sentido de la inicación. Contemplaba la masonería como posible vía iniciática (aunque ya degradada al haberse mundanizado), pero en la medida que supiera aislarse del exterior para ahondar en ese sentido profundo perdido por la modernidad Occidental, habiendo que buscarlo en otras tradiciones (Orientales para mayores señas) al haber perdido el cristianismo la menor idea, en búsqueda de su idea de Tradición Primordial en la que todas las tradiciones convergerían.

 A la idea de Tradición Primordial antes citada por Guénon se refería también, pero de otro modo para indicar su antigüedad Joseph de Maîstre, cuando decía en el siglo XVIII:

La verdadera religión tiene más de 18 siglos: Nació el día que nacieron los días.”17.

Autor que otros autores18 han utilizado para justificar su hipótesis de un “cristianismo trascendente” que diferiría del cristianismo profesado por la Iglesia cristiana.

 Nosotros, para expresar la misma idea que Guénon o que Joseph de Maîstre, preferimos remitirnos a uno de los Doctores de la Iglesia: Agustín de Hipona (354-430) cuando refiriéndose a la antigüedad de la religión cristiana y la acción reparadora de la venida de Dios a los hombres en su Hijo Jesucristo (Segunda Persona de la Trinidad) en respuesta al arrepentimiento de Adán y Eva, proclama:

“La misma realidad, que se llama ahora religión cristiana, existía ya en los antiguos y no ha faltado nunca desde el origen del género humano hasta que vino el mismo Cristo en la carne, por quien la verdadera religión, que ya existía, comenzó a llamarse cristiana”19

“Desde el origen Adán y Eva representaban a todo el género humano y no solo a los Judíos; y todo lo que de prefigurado de Cristo había en Adán pertenecía a todas las naciones, cuya Salvación está en Cristo”20.

 Agustín de Hipona pone de manifiesto con sus palabras toda la dimensión salvífica de este Acto divino e inconmensurable del Amor de Dios por la humanidad, marcándole e indicándole un camino de retorno a la casa del Padre.

 La noción de Iniciación es percibida por nuestro mundo actual, y no tan solo actualmente, pues en realidad el deseo de “ser como Dios” arranca con la misma Caída de Adán y Eva y jalona toda la Historia de la humanidad, episódicamente con mayor o menor intensidad en que el hombre intenta “entender” de una manera u otra con la inteligencia humana una inmensidad incomprensible para una inteligencia manifiestamente limitada.

 Igualmente, la noción de Iniciación es vista como un conocimiento privilegiado del que participan unos pocos, quedando el resto de no participantes a dicho conocimiento relegados a un saber vulgar o limitado. Como consecuencia, los Iniciados serían conocedores del todo, mientras que los no iniciados sólo lo serían en parte. Se deduce de todo ello una jerarquización entre los conocedores de “todo el plan”, que de algún modo pasarían a una categoría de dirigentes, quedando el resto supeditados a los anteriores en diversos niveles de graduación.

Se impone, llegados a este punto y antes de continuar tratando sobre la noción de Iniciación, distinguir y diferenciar sobre la naturaleza y efectos de dicha Iniciación según actúe en el seno de una tradición no cristiana o lo haga en el marco evangélico de la Nueva y Eterna Alianza.

En un contexto espiritual no cristiano, la Iniciación es considerada como “un además” en relación a lo que recibe el resto de la “multitud” de seres, pudiendo ser percibida realmente como una gracia suplementaria. La Iniciación vienen a conferir, en el ámbito de las tradiciones no cristianas, una especie de beneficio suplementario respecto a lo que es transmitido a la masa de fieles. Los no beneficiados por los efectos del Conocimiento iniciático, recibirían de acuerdo a este contexto, lo que bien podría definirse como “el viático general”, que les permitiría cumplir de la mejor manera posible su estado de peregrinación terrestre. Por poner un ejemplo, y utilizando el prototipo del templo de Salomón, podrían llegar a ser admitidos al Templo e incluso al Santo; mientras que a los iniciados les sería permitida la entrada en el Santo de los Santos, a lo más interior del Templo.

Así mismo, este “plus” a que nos hemos referido más arriba, se percibe y analiza -en un contexto espiritual no cristiano, insistimos en ello- como un elemento de interioridad y desciframiento “suplementario”. En otras palabras, se trataría de una gracia (de una “influencia espiritual” como diría Guénon) que aproximaría al Centro al receptor, permitiéndole, obrándole en el pleno sentido de la expresión, otras posibilidades, otros accesos o campos de realización espiritual en esta vida o en lo que se ha convenido en denominar como los estados póstumos del ser. Pudiendo diferir esencialmente, en estos contextos espirituales no cristianos de los que estamos hablando, según esté uno iniciado o no, y a condición que dicha iniciación se haya cumplido, o que uno se beneficie “solamente” de la bendición general accesible para el resto de no iniciados.

 Sin embargo, en el contexto espiritual cristiano, y precisamente porque se trata de la Nueva y Eterna Alianza en la que interviene la “plenitud de los tiempos”, según la promesa de Dios, la revelación cristiana no conoce, o más bien dicho no considera, esta distinción de algún modo jerárquica de bendiciones, de la “periferia” al “centro”.

En la tradición y religión cristiana “todo es dado” en plenitud por los sacramentos del bautismo, la confirmación y por la participación de la comunión eucarística que los mismos sacramentos permiten y en relación a la cual están ordenandos.

 En el cristianismo, el hombre, por el santo bautismo es lavado radicalmente y de manera definitiva del pecado original, o lo que viene a ser lo mismo, de las consecuencias ontológicas del pecado de Adán. El hombre es salvado de la Caída y la marca de Satán queda borrada sobre él, aunque permanece, eso sí, y a pesar de todo, susceptible y sensible a las posibles tentaciones del Maligno el cual continúa pudiéndolo herir a nivel individual mediante sus potenciales corrupciones, si se deja seducir y subyugar por ellas; pero las aguas del Bautismo marcan de manera imborrable al ser que las recibe y hacen de él un nuevo ser, renovado totalmente en el Señor. Finalmente, el alimento eucarístico lo hace entrar por “anticipación escatológica” en los misterios del Reino de Dios y ser admitido, por la gracia adoptiva a la vida Trinitaria que las Tres Personas tienen por naturaleza.

 Como podemos apreciar, y es aquí la doctrina cristiana -y no nosotros- con toda su autoridad divina la que afirma a través del Evangelio y del Magisterio de la Iglesia, que no es posible dentro del cristianismo, en el marco espiritual de la iniciación un supuesto aporte o una gracia suplementaria “de más” en relación al resto, que no sea compartida por el conjunto de bautizados. Es justamente en esto que el cristianismo y la iniciación dentro del cristianismo difieren de otras tradiciones no cristianas.

 Pero ello no quiere decir, no significa que la vía iniciática, el camino iniciático, pierda su razón de ser en el contexto cristiano, ni tampoco su “eficacidad” que le es propia, muy al contrario; y si bien no confiere ninguna ventaja “de más”, ella transmite “algo mucho mejor”, algo definido también como lo “mas cercano” a Cristo, recordando las palabras expresadas por el santo Padre Juan Pablo II21. La vía iniciática constituye, si se nos permite el ejemplo, una ampliación, una intensificación de ciertas virtudes y gracias que el Espíritu Santo confiere, en particular la virtud de la Fuerza y la de la Justicia, virtudes particularmente vinculadas a la iniciación caballeresca. Por otra parte, podemos acudir a la misma doctrina de la Iglesia en cuanto a la definición y a los efectos del sacramento de la Ordenación, reservado para algunos, en relación a las gracias y caracteres generales compartidos por todos los bautizados, llamados todos -conviene no olvidarlo- al triple ministerio real, sacerdotal y profético. La Iniciación, en el marco de la tradición cristiana, integra, culmina, recapitula y justifica todas las iniciaciones anteriores, fundamentalmente todas ellas de origen divino y coeternas al hombre desde su exilio “en este mundo”.

 De esta manera la iniciación cristiana transfigura e ilumina todas las iniciaciones anteriores, las cuales aparecen como prefiguraciones de ésta. En lenguaje teológico, diríamos que estas iniciaciones quedan entonces “justificadas”, es decir a la vez legitimadas en su naturaleza y objeto, y en lo sucesivo comprendidas y “situadas” como “propedéuticas” antes que la Palabra no se encarnara en la Historia de los hombres. Estas otras religiones e iniciaciones contribuyeron, cada una a su manera, a realizar lo que Juan el Bautista nos exhorta a efectuar en nuestros respectivos corazones: preparar y enderezar el camino hacia el Señor22. Esta “justificación le permite tomar finalmente su verdadera dimensión y revelar su auténtica “eficacidad espiritual”.

La iniciación, en el marco cristiano, está marcada por el mismo sello. Los elementos arquetípicos y preexistentes en la perspectiva que acabamos de definir, quedan en lo sucesivo ordenados a la Palabra última y viviente de Dios hecho hombre, Jesucristo, que da y deja al mundo su Alianza, su Alegría y su Paz, para todos y cada uno de los Bautizados sin excepción. Ya que, si bien todos los cristianos están “situados” por la gracia del Bautismo, en el centro; en el “corazón de Dios”, el iniciado en particular, percibe sus latidos con mayor consciencia, deseo e intensidad. Es de hecho el oficiante y el guardián, de acuerdo a su vocación y a los dones que el Espíritu le haya otorgado. Es en esto que consiste su misión en este mundo.

Así mismo, la iniciación en el marco de la religión cristiana, busca con todo amor y con toda humildad (al contrario del “iniciado” fuera de este contexto, pletórico de orgullo al creer estar en conocimiento de lo que los demás no poseen) la revelación del corazón del Evangelio (la Ley del Masón)23, de la interioridad cardíaca o cordial de la Alianza del ordero de Dios, Salvador del mundo.

Y ¿por qué -pues-, querer ir más allá, hacia Dios? ¿Por qué pues ir, como decía el santo Padre: “lo más cerca de Cristo” La respuesta, podemos hallarla en estas palabras de san Macario24 de Egipto: “si alguien dice « soy rico, tengo todo lo que pueda necesitar, no necesito nada más », este no es cristiano sino un vaso de iniquidad diabólica. Ya que el placer que se tiene en Dios es tanto que uno no puede saciarse. Cuanto más se gusta, cuanto más en comunión estas con Él, más hambre tienes”. Ahora bien, esta hambre a que nos referimos, ¿acaso no es la vocación primera, esencial, del hombre, de la verdadera vida del ser…?

 La vía mística y la vía iniciática

 Una precisión de importancia, en el marco de la religión cristiana, la vía mística y la vía iniciática, en tanto que caminos de realización espiritual, son dos modalidades que gozan de una misma naturaleza y pueden ser perfectamente complementarios y en absoluto excluyentes, solo que utilizan modalidades de trabajo diferentes dentro del mismo marco tradicional.

Como hemos dicho anteriormente, todo es dado en el seno de la revelación cristiana que es una, sin distinción de naturaleza, sin separación de vías ni sobre todo de personas, que no sea su propia medida en el amor de Dios y el deseo de conocerle en lo más íntimo.

En efecto, la Palabra del Señor sólo se revela en plenitud, a imitación de las parábolas que a menudo utiliza, que aquellos que tienen ojos y oídos para “descifrarla”, según el grado de apertura de la puerta de su alma a Dios: dicho de otro modo, de acuerdo a la amplitud de su deseo y de su entendimiento, en el pleno sentido del término.

 Volvamos a estos dos modos de interioridad.

El camino del místico -lo llamaremos modus mysticum- es ante todo un impulso interior  y personal, no el aprendizaje previo (salvo, por supuesto, la catequesis de base, incluso la teología) de un conocimiento metafísico bajo forma de enseñanzas y ritos o símbolos “actuando”.

Conduce, de acuerdo a un esquema universal pero en el marco de un tiempo apropiado a cada uno, a una percepción de la presencia de Dios en lo más íntimo de uno mismo, al despertar espiritual obrando el acceso a los diversos Cielos, a los mundos de los ángeles y al “lugar” de Dios: lo que se designa por el término general de contemplación25, noción que se concibe demasiado a menudo como un estado pasivo mientras que por el contrario, ella se apodera de todo el ser en un acto eminentemente activo pero ciertamente según una modalidad distinta de la acción en este mundo.

En este aspecto, la etimología de la palabra contemplación se presenta como significativa de su naturaleza y de sus efectos espirituales: en latín, contemplare no es otra que cum  templum: estar con el templo, o más realmente, hacerse uno mismo templo del Señor.


Contemplar, para un cristiano, es pues unirse al templo no hecho por mano de hombre, Jesucristo, a fin que en definitiva, sea Cristo quien nos tome en él.
 
El recorrido iniciático -lo denominaremos modus initiaticum- por su parte, es en primer lugar el aprendizaje de conocimientos metafísicos profundos26 dispensados según una pedagogía y metodología27 que debe permitir su asimilación primero y su puesta en práctica después: la operatividad espiritual o realización iniciática que alcanza entonces la realización espiritual del místico. 

 Podríamos decir que, en esta vía, el conocimiento recibido a través de los ritos, los símbolos y las enseñanzas constituye la theoria (en el sentido moderno que la distingue de la praxis, como también en el sentido antiguo que significaba, justamente, contemplación) que precede, construye y acompaña el despertar espiritual para el que está ordenado y al que debe llevar. Y aquí una vez más, de acuerdo al tiempo propio de cada  vía.

 Lo que puede desencaminar incluso inquietar a aquellos que permanecen ajenos a esta vía, sobre todo a la vista de los travestismos de ciertos charlatanes que entienden el R.E.R. según les conviene, pero especialmente de las siniestras desnaturalizaciones de verdaderos satanistas que han mancillado su naturaleza y sentido, es precisamente esta pedagogía la que se traduce por los ritos y símbolos, desarrollados de grado en grado.

La realización efectiva de la vía iniciática, a la luz y los efectos de los sacramentos, conduce necesariamente, en este estado terrestre, a la contemplación o vida en Dios28 y,  en el estado glorioso en los Cielos, a la vida eterna proporcional al grado de santidad (en términos teológicos) realizada sobre la tierra para culminar en lo que la Iglesia define como la adopción en la Vida Trinitaria, realizada por y en Jesucristo, Segunda Persona de la Santísima Trinidad.

Volvamos ahora a nuestro propósito inicial para resumirlo de manera esquemática, luego en consecuencia evidentemente simplificada:

- El místico es movido en primer lugar por un impulso del amor de Dios que es, en él, la primera forma, la primera expresión del deseo de conocimiento de Dios.

 - El iniciado es movido en primer lugar por el deseo de conocimiento de Dios que es, en él, la primera forma, la primera expresión del amor de Dios.

Con toda seguridad, esta formulación lapidaria es demasiado abrupta, aunque realmente significativa, para definir la naturaleza plenaria del impulso espiritual que caracteriza a aquellos que se comprometen en estos caminos de interioridad y de reencuentro con el Eterno, ya que el amor de Dios supone y entraña que se tenga también el deseo de conocerlo más intensamente, al igual que el deseo de conocimiento de Dios presupone y entraña el amor sincero y atrayente que le ofrecemos a Dios.

En este compromiso de toda una vida, del don total de uno mismo, el amor y el conocimiento son hermanos gemelos monocigóticos. Como sucede en el nacimiento físico, uno precede al otro, según el propio tiempo para cada uno, pero ambos son nacidos del mismo huevo espiritual, se siguen y se unen en su venida al día: la luz del Señor.

 Conclusión

Para terminar, creemos haber dejado claramente establecida la absoluta necesidad de ser cristiano, así como qué entendemos por el término cristiano [y lo más importante, cómo vivirlo], como condición indispensable para ser Masón rectificado, al igual que el Rito Escocés Rectificado constituye una auténtica vía iniciática -siempre y cuando la contemplemos y sigamos a la luz del Evangelio- puesta a nuestra disposición.

 La podemos tomar y utilizar como poderosa herramienta de crecimiento espiritual. También podemos infrautilizarla, sin sacar y obtener todo el provecho que puede ofrecernos.

 Poniendo un ejemplo bien prosaico: un coche fórmula uno puede ser utilizado para ir a buscar el pan, aunque esté concebido como un bólido de carreras. Dependerá de cada uno -del deseo de cada uno para ser más precisos-, pero bueno es saber lo que tenemos entre las manos.

 Espero, Hermanos que estas reflexiones os hayan sido de utilidad.

 Barcelona, el 4 de mayo de 2021

 Raimundus

In Ordine, eques a Voluntatis Fortitudine


Notas:

1 En la plancha o trabajo “MASONERÍA Y RELIGIÓN” del 20 de mayo del 2020, publicada en el blog el 09 de mayo del 2021.

2 En la plancha o trabajo “CRISTIANO Y CRÍSTICO” del 13 de mayo del 2020,. publicada en el blog el 20 de mayo del 2020.

3 Efesios II, 8-9.

4 Santiago II, 26

5 Romanos X, 17

6 Ritual Aprendiz del R.E.R. Regla Masónica, Artículo VII, Punto IV, pág. 130.

7 En la plancha o trabajo “Los peligros del Camino” del 23 de Noviembre de 2019, publicada en el blog el 01 de diciembre del 2019.

8 Ritual Aprendiz del R.E.R., pág. 105.

9 Ibid. págs. 20 y 137.

10 Ibid. pág. 81.

11 Ibid. Regla Masónica, Artículo Primero, II, pág. 126.

12 Ritual Compañero del R.E.R. Resumen de la Regla Masónica, pág. 51.

13 Ritual Maestro Masón del R.E.R. Resumen de la Regla Masónica, pág. 93.

14 https://es.wikipedia.org/wiki/Iniciación

15 René Guénon “Apreciaciones sobre la Iniciación” CS Ediciones 1993, Argentina.

16 Tenemos aquí un claro ejemplo de lo que definimos como cristianismo “cultural”.

17 Joseph de Maîstre, en “LA FRANCMASONERÍA. Memoria inédita al Duque de Brunswick 1782”

Ediciones Masonica.es, Serie Azul, Oviedo 2013, pág. 87.

18 Como Jean-Marc Vivenza o Jean-François Var, que sostienen que el R.E.R. tiene una doctrina propia a la que forzosamente habría que atenerse en defecto de cualquier otra.

19 San Agustín I Retractaciones.

20 San Agustín P.L.

21 En Exhortación Apostólica VITA CONSECRATA, 25 de Marzo de 1996.

22 Juan I, 23.

23 Ritual Aprendiz el R.E.R. “el Evangelio es la Ley del Masón, que debe meditar y seguir sin cesar”, pág. 111.

24 Macario de Egipto, el Viejo o el Grande (ca. 300 - 390) fue un ermitaño egipcio, que es considerado uno de los Padres del Desierto, y es venerado como santo por las Iglesias copta, católica y ortodoxa.

25 Estamos pensando en notables ejemplos de la mística hispana como San Juan de la Cruz o Teresa de Ávila, pero también en otros como Hildegarda de Bingen.

26 Estos se refieren esencialmente al Libro del Génesis: la creación así como sobre la constitución del hombre, su caída y las gracias ofrecidas por Dios para su Salvación o restauración al que era su estado glorioso.

27 Estaríamos hablando aquí del conjunto de textos (rituales de los distintos grados, Instrucciones, etc) que componen el Rito Escocés Rectificado, así como todo el simbolismo presente en los mismos a descifrar, estudiar y reflexionar por parte de cada uno de los interesados.

28 De ahí la importancia y práctica de un cristianismo que no se limite a lo meramente “cultural” sino efectivo, como indicábamos en las primeras páginas, sin el cual la vía de realización espiritual que el Rito Escocés Rectificado propone no tiene ningún sentido.

 

 

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