Mis Queridísimos Hermanos en vuestros distintos grados y condición,
Creemos no revelar nada extraordinario, por estar comúnmente establecido y aceptado, si afirmamos y proclamamos que para ser candidato a la iniciación o afiliación al Rito Escocés Rectificado se ha de ser cristiano. Este enunciado es conocido y sabido por todos.
También está comúnmente establecido y aceptado que la Masonería o Francmasonería no es una Religión. Tampoco lo es el Rito Escocés Rectificado ni el sistema masónico y caballeresco que lo estructura y da soporte. En su momento tratamos sobre ello1 en una comparativa dedicada al posicionamiento de la masonería anglosajona respecto a la Religión en relación a la noción e idea que de la misma se hace la Masonería Rectificada.
Así pues, para ser miembro y practicar el Rito Escocés Rectificado, se ha de ser cristiano y, ¿cómo entendemos esta afirmación?, pues que de manera previa y antes que masón se ha de ser cristiano para ser considerado un candidato aceptable para adquirir la condición de masón y no al revés.
La manera en cómo entendemos la noción y el hecho de ser cristiano será el objeto del estudio y reflexión del presente trabajo, ya que, aún y pareciendo una obviedad tal afirmación, a la práctica no parece serlo tanto.
Que la condición de cristiano es imprescindible nos lo dicen nuestros propios rituales, al igual que los mismos se cercioran que así sea desde el primer momento y a lo largo de la vida masónica como más adelante veremos. Una vez fijada y aclarada la condición previa presente en el título, abordaremos en una segunda fase, pero íntimamente ligada a la primera, el alcance y dimensión de ser Masón Rectificado, en tanto que vía iniciática de realización espiritual intrínsecamente vinculada a la tradición y religión cristiana, siendo el Rito Escocés Rectificado y su metodología iniciática desarrollada a lo largo de sus dos Clases que componen el Régimen Escocés Rectificado, la última vía iniciática todavía viva en el mundo Occidental de tradición cristiana.
Sin embargo, quizá porque el cristianismo es tan inherente a la cultura y mundo occidentales en que vivimos, se dan por entendidos y supuestos muchos aspectos de esa noción de cristianismo que hace que nos digamos cristianos y lo seamos más “culturalmente” que “cultualmente”, entendiendo por este último término la práctica del culto cristiano en cualquiera de las confesiones del cristianismo ecuménico. Vendría a suceder con esto a lo que nos estamos refiriendo, como cuando se dice que el Rito Escocés Rectificado es un rito “crístico” como queriéndolo definir de acuerdo a nuestro lenguaje actual, como un cristianismo de “perfil bajo”, cuando ya dijimos en un anterior trabajo nuestro 2 que cristiano y crístico quieren decir y expresan lo mismo.
Somos cristianos por medio del sacramento del Bautismo que nos inflige
una gracia divina y no porque rellenemos un formulario por el cual pasaríamos a
entrar o formar parte de una asociación de cualquier tipo, de igual modo que
entramos y pasamos a ser masones por medio de la Iniciación (volveremos sobre
la noción de iniciación y cómo entenderla más adelante) ya que si la Orden
Masónica no se considerase una Orden iniciática no tendría sentido alguno
desarrollar un ritual y una liturgia determinada para acceder a la misma, ya
que con firmar una simple solicitud sería suficiente. Si llevamos a cabo una
ceremonia ritual es para indicarnos que lo que se va a poner en movimiento y comenzar
es algo más que un simple proceso burocrático o administrativo.
Somos cristianos porque tenemos fe en Cristo, segunda Persona de la Trinidad e Hijo de Dios y por ello nos hacemos bautizar, y si no directamente nosotros que en pañales todavía no somos capaces de discernir, nuestro Padrino en nombre nuestro, Bautismo que, católicos, anglicanos y ortodoxos renovamos ya plenamente conscientes con el sacramento de la Confirmación (o Crismación en los ortodoxos) y acabamos con el de la Comunión que la Iglesia considera los 3 sacramentos de la iniciación cristiana que culmina con la Eucaristía instituida por el propio Cristo cuando la última Cena.
La Fe es un don de Dios. Dios se ofrece y nos busca permanentemente a través de personas, experiencias y acontecimientos que nos interpelan y atraen hacia el. La Fe no es el resultado de ninguna investigación ni estudio humano, sino que brota siempre de una confianza cada vez más viva que Dios va despertando al revelarse en nosotros. Es Dios quien se acerca al hombre y la mayoría de veces recorre la mayor parte del camino.
La Fe madura es un acto personal; es la respuesta libre del hombre a la
iniciativa de Dios.
Pablo de Tarso nos lo recuerda en su epístola a los Efesios:
“Pues
habéis sido salvados por la gracia mediante la fe; y esto no viene de vosotros,
sino que es don de Dios”3
Dios quiere al hombre libre y jamás lo obliga; si fue por un ejercicio
de su libre voluntad que el hombre rompió su pacto con Dios y cayó en lo que se
conoce como Pecado original, haciendo caer con él a la Creación y a toda su
descendencia, hasta la muerte y Resurrección de Cristo, ha de ser también el
hombre que por un ejercicio de esa libertad y en justa correspondencia al Amor
de Dios, vaya hacia Él. En esto consiste el Cristianismo.
- Mediante la plegaria
- La búsqueda de consejo y dirección espiritual
- La Lectio divina: la lectura de la Biblia y los Evangelios
- La participación en la Eucaristía y el culto religioso:
“la fe viene de oír, y el oír viene por la palabra de Cristo”5
-la vigilancia-, pues en el
camino que nos hemos propuesto y por el que transitamos los peligros nos
acechan y la posibilidad de equivocarnos está siempre latente.
Ciertamente, en masonería y tampoco en el Rito Escocés Rectificado por muy rito cristiano que sea, el Venerable Maestro no nos exigirá un certificado del párroco o del pastor conforme hemos acudido a la misa o al culto, pero por simple coherencia, nos preguntamos ¿podemos decirnos cristianos viviendo de espaldas a la Iglesia, a la práctica religiosa?
Ser cristiano exige dar testimonio de ello. Es lo que nos recuerda al despedirnos el Venerable Maestro de la Logia al dar por terminada cada una de nuestras Tenidas:
Porque somos cristianos y, masones practicantes del Rito Escocés Rectificado, y además en el mismo orden en que hemos formulado la frase. Si no hubiésemos sido cristianos primero, no hubiéramos podido ser masones Rectificados después.
La Orden Rectificada se asegura de ello incluso antes de ser presentados en Logia,mediante las Tres Cuestiones de Orden que nos son planteadas cuando todavía estamosen la Cámara de Reflexión. La primera Cuestión termina preguntándonos: ¿Qué pensáis de la religión cristiana?9 Es más, estas Tres Cuestiones, incluyendo la pregunta sobre ¿qué pensamos sobre la religión cristiana?, nos serán presentadas a cada grado, cuando nuestro paso por la Cámara de Reflexión, a lo largo de nuestra carrera masónica en la Clase Simbólica.
Ya en el grado de Aprendiz del R.E.R. y formando parte del Compromiso (generando gran revuelo y controversia en la concepción “universalista” de la masonería) el hasta entonces candidato se juramenta como Masón y asegurando, y poniendo en compromiso:
Más adelante, siguiendo nuestra Clase Simbólica, en el ritual de recepción al grado de Compañero, el todavía Aprendiz masón es presentado a la Logia como: “profesando la religión cristiana”. Lo mismo sucede en la recepción al grado de Maestro Masón que se repiten las mismas palabras y formulación. Por otra parte, nuestra Regla Masónica, presente en el ritual de Aprendiz, en su Artículo Primero dedicado a los Deberes para con Dios y la Religión, nos aconseja: “Profesa en todo lugar la divina religión de Cristo, y no te avergüences de pertenecer a ella”11. El mismo consejo se nos vuelve a recordar bajo forma de Resumen de la Regla, en el ritual de Compañero: “bendice a la Providencia que te ha hecho nacer entre los cristianos”12 y en el ritual de Maestro Masón: “bendice a la Providencia que te hizo nacer entre los cristianos”13
La exigencia de la condición de cristiano se hace patente en los rituales de los grados de Aprendiz, Compañero y Maestro Masón y estalla en el de Maestro Escocés de San Andrés culminando el recorrido por nuestra Clase Simbólica y confirmando dicha exigencia de manera clara e indudable antes de proseguir cualquier posible camino.
Quedando establecido que el cristianismo, en tanto que prefiguración a lo largo de la Historia de la humanidad del modelo de Cristo, al que Adán renunció sin ser consciente de ello cuando la Caída, y que Dios ha estado recordando a lo largo de la Historia través de las diversas Alianzas (Abraham, Moisés) teniendo como colofón la Nueva y Eterna Alianza sellada con la encarnación de Cristo. Volvamos ahora a lo que habíamos dejado por desarrollar en una segunda fase.
Hemos dejado pendiente anteriormente, el abordar la noción de Iniciación y particularmente cómo entender dicha noción dentro del marco y religión cristiana.
La iniciación
es un rito de paso que marca la entrada o la
aceptación en un grupo o sociedad. También puede ser una admisión formal a la
edad adulta en una comunidad o uno de sus componentes formales. En un sentido
más amplio, también puede significar una transformación en la que el iniciado
"renace" en un nuevo papel. Ejemplos de ceremonias de iniciación
podrían incluir el bautismo o la confirmación cristiana, el benei mitzbá judío,
la aceptación en una organización fraternal, una sociedad secreta u orden religiosa,
o la graduación de la escuela o el entrenamiento de reclutas. Una persona que realiza
la ceremonia de iniciación en ritos tradicionales, como los que se muestran en estas
imágenes, se llama un iniciado.14
Sin ser entusiastas suyos, no podemos hablar de iniciación obviando a uno de los autores del siglo XX que mejor trataron sobre el
asunto en cuestión: René Guenon 15. Una de las nociones establecidas por Guénon,
distinguiendo entre los diferentes tipos de iniciación, es que cualquier tipo
de iniciación para ser considerada como tradicional, necesariamente tenía que
estar entroncada en una Tradición, entendiendo que tradición y religión son sinónimos.
Para él, todas las tradiciones religiosas de la humanidad convergerían en una Tradición
Primordial en la que todas estarían enraizadas. Paradójicamente, el filósofo y esoterista
francés nacido en Blois, aunque educado en el catolicismo 16, nunca llegó a entender ni captar la dimensión ontológica y
salvífica para la Historia de la humanidad, que representa el hecho que Dios se
hiciera Hombre, así como la muerte y Resurrección de Cristo y todas sus
consecuencias escatológicas. Probablemente, esa misma falta de comprensión y
captación del cristianismo por parte de Guénon lo llevaría a considerar al mundo
occidental cristiano atacado por la modernidad, totalmente alejado e incapaz de
cualquier camino iniciático, y por vía de consecuencia, volvería su vista al
mundo Oriental que habría sido capaz de conservar aspectos tradicionales y por
ende la Iniciación. Para Guénon, Occidente en su modernización -y con él, el
cristianismo- se habría “exoterizado” o perdido su sentido profundo, siendo por
otra parte el esoterismo (como contrapunto al exoterismo) el único sentido de
la inicación. Contemplaba la masonería como posible vía iniciática (aunque ya
degradada al haberse mundanizado), pero en la medida que supiera aislarse del
exterior para ahondar en ese sentido profundo perdido por la modernidad
Occidental, habiendo que buscarlo en otras tradiciones (Orientales para mayores
señas) al haber perdido el cristianismo la menor idea, en búsqueda de su idea
de Tradición Primordial en la que todas las tradiciones convergerían.
“La
verdadera religión tiene más de 18 siglos: Nació el día que nacieron los días.”17.
Autor que otros autores18 han utilizado para justificar su hipótesis de un “cristianismo trascendente”
que diferiría del cristianismo profesado por la Iglesia cristiana.
“La misma realidad, que se llama ahora religión cristiana, existía ya en
los antiguos y no ha faltado nunca desde el origen del género humano hasta que
vino el mismo Cristo en la carne, por quien la verdadera religión, que ya
existía, comenzó a llamarse cristiana”19
“Desde el origen Adán y Eva representaban a todo el género humano y no
solo a los Judíos; y todo lo que de prefigurado de Cristo había en Adán
pertenecía a todas las naciones, cuya Salvación está en Cristo”20.
Se impone, llegados a este punto y antes de continuar tratando sobre la noción de Iniciación, distinguir y diferenciar sobre la naturaleza y efectos de dicha Iniciación según actúe en el seno de una tradición no cristiana o lo haga en el marco evangélico de la Nueva y Eterna Alianza.
En un contexto espiritual no cristiano, la Iniciación es considerada como “un además” en relación a lo que recibe el resto de la “multitud” de seres, pudiendo ser percibida realmente como una gracia suplementaria. La Iniciación vienen a conferir, en el ámbito de las tradiciones no cristianas, una especie de beneficio suplementario respecto a lo que es transmitido a la masa de fieles. Los no beneficiados por los efectos del Conocimiento iniciático, recibirían de acuerdo a este contexto, lo que bien podría definirse como “el viático general”, que les permitiría cumplir de la mejor manera posible su estado de peregrinación terrestre. Por poner un ejemplo, y utilizando el prototipo del templo de Salomón, podrían llegar a ser admitidos al Templo e incluso al Santo; mientras que a los iniciados les sería permitida la entrada en el Santo de los Santos, a lo más interior del Templo.
Así mismo, este “plus” a que nos hemos referido más arriba, se percibe y analiza -en un contexto espiritual no cristiano, insistimos en ello- como un elemento de interioridad y desciframiento “suplementario”. En otras palabras, se trataría de una gracia (de una “influencia espiritual” como diría Guénon) que aproximaría al Centro al receptor, permitiéndole, obrándole en el pleno sentido de la expresión, otras posibilidades, otros accesos o campos de realización espiritual en esta vida o en lo que se ha convenido en denominar como los estados póstumos del ser. Pudiendo diferir esencialmente, en estos contextos espirituales no cristianos de los que estamos hablando, según esté uno iniciado o no, y a condición que dicha iniciación se haya cumplido, o que uno se beneficie “solamente” de la bendición general accesible para el resto de no iniciados.
En la tradición y religión cristiana “todo es dado” en plenitud por los sacramentos del bautismo, la confirmación y por la participación de la comunión eucarística que los mismos sacramentos permiten y en relación a la cual están ordenandos.
La iniciación, en el marco cristiano, está marcada por el mismo sello. Los elementos arquetípicos y preexistentes en la perspectiva que acabamos de definir, quedan en lo sucesivo ordenados a la Palabra última y viviente de Dios hecho hombre, Jesucristo, que da y deja al mundo su Alianza, su Alegría y su Paz, para todos y cada uno de los Bautizados sin excepción. Ya que, si bien todos los cristianos están “situados” por la gracia del Bautismo, en el centro; en el “corazón de Dios”, el iniciado en particular, percibe sus latidos con mayor consciencia, deseo e intensidad. Es de hecho el oficiante y el guardián, de acuerdo a su vocación y a los dones que el Espíritu le haya otorgado. Es en esto que consiste su misión en este mundo.
Así mismo, la iniciación en el marco de la religión cristiana, busca con todo amor y con toda humildad (al contrario del “iniciado” fuera de este contexto, pletórico de orgullo al creer estar en conocimiento de lo que los demás no poseen) la revelación del corazón del Evangelio (la Ley del Masón)23, de la interioridad cardíaca o cordial de la Alianza del ordero de Dios, Salvador del mundo.
Y ¿por qué -pues-, querer ir más allá, hacia Dios? ¿Por qué pues ir, como decía el santo Padre: “lo más cerca de Cristo” La respuesta, podemos hallarla en estas palabras de san Macario24 de Egipto: “si alguien dice « soy rico, tengo todo lo que pueda necesitar, no necesito nada más », este no es cristiano sino un vaso de iniquidad diabólica. Ya que el placer que se tiene en Dios es tanto que uno no puede saciarse. Cuanto más se gusta, cuanto más en comunión estas con Él, más hambre tienes”. Ahora bien, esta hambre a que nos referimos, ¿acaso no es la vocación primera, esencial, del hombre, de la verdadera vida del ser…?
Como hemos dicho anteriormente, todo es dado en el seno de la revelación cristiana que es una, sin distinción de naturaleza, sin separación de vías ni sobre todo de personas, que no sea su propia medida en el amor de Dios y el deseo de conocerle en lo más íntimo.
En efecto, la Palabra del Señor sólo se revela en plenitud, a imitación de las parábolas que a menudo utiliza, que aquellos que tienen ojos y oídos para “descifrarla”, según el grado de apertura de la puerta de su alma a Dios: dicho de otro modo, de acuerdo a la amplitud de su deseo y de su entendimiento, en el pleno sentido del término.
El camino del místico -lo llamaremos modus mysticum- es ante todo un impulso interior y personal, no el aprendizaje previo (salvo, por supuesto, la catequesis de base, incluso la teología) de un conocimiento metafísico bajo forma de enseñanzas y ritos o símbolos “actuando”.
Conduce, de acuerdo a un esquema universal pero en el marco de un tiempo apropiado a cada uno, a una percepción de la presencia de Dios en lo más íntimo de uno mismo, al despertar espiritual obrando el acceso a los diversos Cielos, a los mundos de los ángeles y al “lugar” de Dios: lo que se designa por el término general de contemplación25, noción que se concibe demasiado a menudo como un estado pasivo mientras que por el contrario, ella se apodera de todo el ser en un acto eminentemente activo pero ciertamente según una modalidad distinta de la acción en este mundo.
En este aspecto, la etimología de la palabra contemplación se presenta como significativa de su naturaleza y de sus efectos espirituales: en latín, contemplare no es otra que cum templum: estar con el templo, o más realmente, hacerse uno mismo templo del Señor.
El recorrido iniciático -lo denominaremos modus initiaticum- por su parte, es en primer lugar el aprendizaje de conocimientos metafísicos profundos26 dispensados según una pedagogía y metodología27 que debe permitir su asimilación primero y su puesta en práctica después: la operatividad espiritual o realización iniciática que alcanza entonces la realización espiritual del místico.
La realización efectiva de la vía iniciática, a la luz y los efectos de los sacramentos, conduce necesariamente, en este estado terrestre, a la contemplación o vida en Dios28 y, en el estado glorioso en los Cielos, a la vida eterna proporcional al grado de santidad (en términos teológicos) realizada sobre la tierra para culminar en lo que la Iglesia define como la adopción en la Vida Trinitaria, realizada por y en Jesucristo, Segunda Persona de la Santísima Trinidad.
Volvamos ahora a nuestro propósito inicial para resumirlo de manera esquemática, luego en consecuencia evidentemente simplificada:
- El místico es movido en primer lugar por un impulso del amor de Dios
que es, en él, la primera forma, la primera expresión del deseo de conocimiento
de Dios.
Con toda seguridad, esta formulación lapidaria es demasiado abrupta, aunque realmente significativa, para definir la naturaleza plenaria del impulso espiritual que caracteriza a aquellos que se comprometen en estos caminos de interioridad y de reencuentro con el Eterno, ya que el amor de Dios supone y entraña que se tenga también el deseo de conocerlo más intensamente, al igual que el deseo de conocimiento de Dios presupone y entraña el amor sincero y atrayente que le ofrecemos a Dios.
En este compromiso de toda una vida, del don total de uno mismo, el amor y el conocimiento son hermanos gemelos monocigóticos. Como sucede en el nacimiento físico, uno precede al otro, según el propio tiempo para cada uno, pero ambos son nacidos del mismo huevo espiritual, se siguen y se unen en su venida al día: la luz del Señor.
Para terminar, creemos haber dejado claramente establecida la absoluta
necesidad de ser cristiano, así como qué entendemos por el término cristiano [y
lo más importante, cómo vivirlo], como condición indispensable para ser Masón
rectificado, al igual que el Rito Escocés Rectificado constituye una auténtica
vía iniciática -siempre y cuando la contemplemos y sigamos a la luz del
Evangelio- puesta a nuestra disposición.
In
Ordine, eques a Voluntatis Fortitudine
Notas:
1 En la plancha o trabajo “MASONERÍA Y RELIGIÓN” del 20 de mayo del 2020, publicada en el blog el 09 de mayo del 2021.
2 En la plancha o trabajo “CRISTIANO Y CRÍSTICO”
del 13 de mayo del 2020,. publicada en el blog el 20 de mayo del 2020.
3 Efesios II, 8-9.
4 Santiago II, 26
5 Romanos X, 17
6 Ritual Aprendiz del R.E.R. Regla Masónica,
Artículo VII, Punto IV, pág. 130.
7 En la plancha o trabajo “Los peligros del Camino”
del 23 de Noviembre de 2019, publicada en el blog el 01 de diciembre del 2019.
8 Ritual Aprendiz del R.E.R., pág. 105.
9 Ibid. págs. 20 y 137.
10 Ibid. pág. 81.
11 Ibid. Regla Masónica, Artículo Primero, II, pág.
126.
12 Ritual Compañero del R.E.R. Resumen de la Regla
Masónica, pág. 51.
13 Ritual Maestro Masón del R.E.R. Resumen de la
Regla Masónica, pág. 93.
14 https://es.wikipedia.org/wiki/Iniciación
15 René Guénon “Apreciaciones sobre la Iniciación” CS Ediciones 1993, Argentina.
16 Tenemos aquí un claro ejemplo de lo que
definimos como cristianismo “cultural”.
17 Joseph de Maîstre, en “LA FRANCMASONERÍA.
Memoria inédita al Duque de Brunswick 1782”
Ediciones Masonica.es, Serie Azul, Oviedo 2013,
pág. 87.
18 Como Jean-Marc Vivenza o Jean-François Var, que
sostienen que el R.E.R. tiene una doctrina propia a la que forzosamente habría
que atenerse en defecto de cualquier otra.
19 San Agustín I Retractaciones.
20 San Agustín P.L.
21 En Exhortación Apostólica VITA CONSECRATA, 25 de
Marzo de 1996.
22 Juan I, 23.
23 Ritual Aprendiz el R.E.R. “el Evangelio es
la Ley del Masón, que debe meditar y seguir sin cesar”, pág. 111.
24 Macario de Egipto, el Viejo o el Grande (ca. 300
- 390) fue un ermitaño egipcio, que es considerado uno de los Padres del
Desierto, y es venerado como santo por las Iglesias copta, católica y ortodoxa.
25 Estamos pensando en notables ejemplos de la
mística hispana como San Juan de la Cruz o Teresa de Ávila, pero también en
otros como Hildegarda de Bingen.
26 Estos se refieren esencialmente al Libro del
Génesis: la creación así como sobre la constitución del hombre, su caída y las
gracias ofrecidas por Dios para su Salvación o restauración al que era su
estado glorioso.
27 Estaríamos hablando aquí del conjunto de textos (rituales de los
distintos grados, Instrucciones, etc) que componen el Rito Escocés Rectificado,
así como todo el simbolismo presente en los mismos a descifrar, estudiar y reflexionar
por parte de cada uno de los interesados.
28 De ahí la importancia y práctica de un cristianismo que no se limite
a lo meramente “cultural” sino efectivo, como indicábamos en las primeras
páginas, sin el cual la vía de realización espiritual que el Rito Escocés
Rectificado propone no tiene ningún sentido.
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Ramón Martí Blanco Biografía Obras en Amazon |
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