P R E F A C I O
Los textos sagrados, los cuentos de hadas nos hablan en profundidad con un solo y mismo lenguaje. A través de parábolas, mitos o símbolos que ponen en escena, a través de arquetipos que ellos nos indican, estos cuentos iniciáticos nos muestran la vía real a seguir aquí abajo a fin que la Vida devenga y sea una maravillosa sinfonía armoniosa y que nuestra humanidad alcance la realeza del Hombre.
No deseando en absoluto desflorar El Espero de la Caballería de Pascal Gambirasio d’Asseux, en el cual nos describe perfectamente esta vía iniciática, me permitiré solamente aclarar ciertos puntos que me parecen esenciales.
Quisiera insistir por tanto sobre nociones que nuestra modernidad parece haber olvidado y que incluso en ocasiones ha pervertido.
En los tiempos antiguos, los símbolos eran habitualmente utilizados, hasta el punto que casi todo el mundo conocía su esencia. Así, los blasones de la caballería eran “legibles” para la mayoría y los laberintos de las catedrales tenían un sentido preciso y un significado que cada uno sabía utilizar en el momento oportuno.
En esas épocas, el símbolo no estaba relacionado con una búsqueda propiamente alquímica y menos aún con cualquier tipo de esoterismo. Cada uno podía apreciar la realidad de esa palabra cuya raíz proveniente del griego: sun-bolein significa lo que une, lo que reúne. Mientras su inversa, lo que desune y dispersa es dia-bolein, diabólico.
Desde su creación el Hombre ha estado así cruelmente dividido entre el ‘sun’ y el ‘dia’. El dicho popular no dice sin embargo si tira más hacia el uno o el otro… El Hombre se encuentra pues en equilibrio entre estos dos polos: el caos primordial y el orden querido por Dios. Nuestra humanidad se debe pues esforzar en cumplir el camino iniciático para encontrar y desposar, en el interior de uno mismo, en primer lugar, las energías divinas y una vez cumplida esta tarea, manifestar el resultado al exterior mediante el resplandor de la armonía que se desprende de las mismas.
No hay más bella imagen para ilustrar estas intenciones y hacérnoslas muy presentes que el carácter chino, el ideograma Wang que sirve para designar al rey
En efecto toda construcción, toda creación querida por Dios es a imagen de su Santa Trinidad. Así es en el hombre en espíritu, alma y cuerpo. De igual modo toda sociedad arquetípica estará compuesta de tres tercios semejantes a las tres caras de una pirámide,
terminada por un jefe, punto de junción esencial entre la chispa divina y la substancia que nos compone a fin que dicha sociedad sea fecundada por Su manifestación.
En nuestro tiempo que se quiere moderno, parece que hayamos perdido uno de nuestros componentes, sea porque hemos olvidado la existencia del alma, sea porque nuestra mente lo haya eliminado por molesto. A imagen del blasón de los Estados Unidos de América, la pirámide permanece truncada. Entonces, de hecho, evolucionamos en un mundo binario, regentado por el gran ordenador. En estas condiciones, la armonía no puede dar libre curso a su sinfonía, puesto que se encuentra ante un encefalograma plano, mortífero.
Ahora más que nunca la vía iniciática de la caballería se impone en este contexto descentrado y en pleno desarraigo. Es urgente que el individuo, al igual que las sociedades, comprendan que la Gran Obra de la caballería moderna continúa teniendo su lugar en nuestros días: no ya con sus lanzas, sus oriflamas o sus escudos por muy bellos y perfectos que estos sean, sino con nuestra comprensión del mundo actual y los instrumentos que son ya los del mañana.
En su último libro Prélude à la symphonie du nouveau monde1, el antiguo Secretario de Estado, el señor Xavier Emmanuelli dijo esto: “El menor de nuestros gestos compromete al universo y a la totalidad del destino del hombre.”
Es una llamada urgente a una amplia toma de consciencia. Dicha toma de consciencia pasa por la comprensión y el respeto por la obra y la creación de Dios. Es preciso querer y poner en práctica una verdadera ecología divina que tenga en cuenta y despose el orden de la naturaleza. Este ordenamiento nos es indicado en los textos sagrados del Génesis, los relatos de los indios de América o los textos búdicos.
Para ello habrá que armar nuestro carácter para oponernos a ese avance con firmeza, pero sin violencia; para combatir con la sonrisa las perversas desviaciones engendradas por una ciencia sin ética, vehiculadas por unos medios de comunicación cómplices y queridos por los poderes económicos.
Ya que nuestra tarea sobre la tierra es hacer vivir las energías divinas puesto que las mismas son bellas, son buenas y son verdaderas. El caballero moderno que esto comprenda podrá ir por el mundo enseñando el amor desinteresado, repartiendo en torno suyo la armonía, siendo finalmente capaz de sembrar la justicia y dispensar la paz.
Enrique,
Príncipe de Francia, París, 13 de julio de 1998.
NOTAS:
1 Éditions Odile Jacob. Xavier Emmanuelli; médico, fundador en 1971 de MÉDICOS SIN FRONTERAS y secretario de Estado por esa misma época en Francia para la Acción humanitaria, creó igualmente el SAMU social en París.
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