lunes, 29 de marzo de 2021

Mensaje de Pascua 2021 / Gran Priorato de Hispania

 




"He deseado enormemente comer esta Pascua con vosotros"

           (Lc 12:15)


Queridos Hermanos:

Estamos en la Gran Semana para los cristianos. En ella vamos a celebrar la Pascua del Señor. Son los días santos en los que conmemoramos la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.

Pascua significa “paso”. El Señor realiza en sí mismo esta Pascua/paso de tres maneras: La primera al asumir nuestra naturaleza humana sin dejar de ser Dios; la segunda al cargar con nuestros pecados siendo el Justo, el Cordero sin mancha; la tercera su paso por la muerte y el sepulcro hacia la Resurrección y la Vida.

El Señor desea “enormemente comer esta Pascua” con nosotros. ¿Qué significa este “comer”? Más allá del acto material de ingerir las especies eucarísticas es una invitación a que también nosotros vivamos la Pascua como el Señor la vivió. Es asumir nuestra condición humana con su debilidad y pobreza. Y ¡cuán frágiles nos ha hecho sentir esta pandemia que todavía nos azota! En el profeta Isaías leemos estas palabras del Señor: "Será doblegado el orgullo del mortal, será humillada la arrogancia del hombre; sólo el Señor será ensalzado aquel día" (Is 2,17).

Aprendamos con Cristo a hacer este paso del orgullo a la humildad, a despojarnos del hombre viejo y revestirnos del nuevo. "Cristo Jesús, a pesar de su condición divina, no se aferró a su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó a sí mismo" (Flp 2,6-8).

Bien Amados Hermanos: llevamos con orgullo la cruz sobre nuestros pechos y en nuestros mantos blancos, que la llevemos también con la humildad con la que la llevó Nuestro Señor Jesucristo. La cruz es el sepulcro en el que se abisma todo el orgullo humano. Dios le dice como al mar: "Hasta aquí llegarás y no pasarás; aquí cesará la arrogancia de tus olas" (Jb 38,11). En la roca del Calvario van a romper todas las olas del orgullo humano, y no pueden pasar más allá. El muro que Dios ha levantado contra él es demasiado alto, y el abismo que ha excavado ante él demasiado profundo. "Nuestro hombre viejo ha sido crucificado con Cristo, quedando así destruida nuestra condición de pecadores" (Rm 6,6). Nuestra condición orgullosa, ya que éste, el orgullo, es el pecado por excelencia, el pecado que anida detrás de todo pecado. "Cargado con nuestros pecados subió al leño" (1 P 2,24). Cargado con nuestro orgullo. Que la Cruz en la que nos gloriamos sea también interior, pues no es una condecoración sino nuestra Pascua. Un antiguo axioma dice: "Considerad lo que hacéis, imitad lo que celebráis: "Agnoscite quod agitis, imitamini quod tractatis"; significa: ¡haced realidad en vuestro interior lo que representáis, llevad a la práctica lo que conmemoráis! También nosotros debemos ser “crucificados” con Cristo para ser verdaderamente cristianos. San Bernardo de Claraval se decía a mismo: "Sonrójate, soberbia ceniza, Dios se humilla ¿y tú te ensalzas?".

Esta Pascua/paso asumiendo con Cristo nuestra fragilidad humana, nuestra condición de pecadores, siendo con Él crucificados, nos abre a la Muerte y a la Resurrección con Cristo. A la Pascua personal y también a la Pascua última y definitiva. "Él, en la cruz, ha vencido a su antiguo enemigo. Nuestras espadas, -exclama san Juan Crisóstomo-, no están ensangrentadas, no estábamos en la lucha, no tenemos heridas, la batalla ni siquiera la hemos visto, y he aquí que obtenemos la victoria. Suya fue la lucha, nuestra la corona. Y visto que hemos ganado también nosotros, debemos imitar lo que hacen los soldados en estos casos: con voces de alegría exaltamos la victoria, entonamos himnos de alabanza al Señor".

Queridos Hermanos: Nosotros no estamos celebrando solamente un aniversario, sino un misterio. En Cristo muerto y resucitado, el mundo ha llegado a su destino final. Ya han comenzado los cielos nuevos y la tierra nueva. A pesar de todas las miserias, las injusticias, las enfermedades, los sufrimientos, las muertes existentes sobre la tierra, en Cristo se ha abierto ya el orden definitivo del mundo. Lo que vemos con nuestros ojos puede sugerirnos  otra cosa, pero el mal y la muerte han sido realmente derrotados para siempre. Sus fuentes se han secado; la realidad es que Jesús es el Señor del mundo. El mal ha sido realmente vencido por la redención que Él trae. El mundo nuevo ya ha comenzado. Esta es la fe que salva, "la fe que vence al mundo" (1 Jn. 5,5)

Desde esta Capellanía de la Orden os deseo, con la bendición de Nuestro Señor Jesucristo, una feliz celebración de tan grandes misterios.

 En la Casa de la Orden, el Domingo de Ramos, 28 de Marzo de 2021/708




Ioannes, in O. eques a Stella Oriens

 


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