viernes, 12 de abril de 2019

Gnosticismo y Gnosis del Cristianismo Primitivo | H.T. Elpizein



El descubrimiento de la Biblioteca de Nag Hammadi en 1945 supondría, desde la perspectiva de la Historia del Cristianismo Primitivo, una revisión profunda del modo de valorizar el Cristianismo de los primeros siglos y, muy especialmente, de "uno de los fenómenos ideológicos que dominaron  el pensamiento no solo religiosos, sino filosófico de la cuenca del Mediterráneo durante los siglos I al IV de nuestra era [1]: El Gnosticismo y la Gnosis del Cristianismo Primitivo. 

Hasta este revelador hallazgo, sólo se había contado, prácticamente, con la perspectiva de aquellos que, desde lo que posteriormente sería considerado como “ortodoxia”,[2] se opusieron y mostraron su rechazo a esta expresión de  “filosofía perennis et universalis”. [3]

Se hace preciso clarificar aquí que, diversos de los grupos o figuras que fueron considerados o se auto-consideraban “gnósticos”, en realidad, por sus doctrinas y desenvolvimiento ético, no lo eran.[4] Tal es el caso, entre otros, de Simón el Mago. En sus exposiciones “el vocablo Cristo”[5] no aparece, es decir, no considera la trascendencia de la figura del Salvador.

Se ha definido el Gnosticismo como “fenómeno religioso profundo, unitario y autónomo” del que el Gnosticismo Cristiano constituye una de sus manifestaciones.[6] En forma más específica, el Gnosticismo del Cristianismo Primitivo es considerado como “una escuela [filosófica] o corriente esotérica [7] cristiana identificable desde mediados del siglo I y que se mantuvo vigente durante casi cinco siglos de actividad – hasta el siglo VI-, propagándose por Palestina, Siria, Asia Menor, Arabia, Egipto, Italia y la Galia”.[8]

Es al Gnosticismo a quien se debe “la primera expresión de una teología cristiana sistemáticamente expuesta”[9] y “el primer documento cristiano que revela una doctrina sobre el Dios Uno y Trino”- Padre-Hijo-Madre/Espíritu (Tratado Tripartito NHC I,5),[10] reconociéndoseles  a los gnósticos cristianos  “los grandes valores de exégesis y doctrina en las alturas con que espontáneamente se mueven”.[11] El origen, sustrato o fuente del Gnosticismo del Cristianismo Primitivo, como el presente en otras tradiciones de conocimiento o latitudes espirituales, es la Gnosis.

Gnosis, del griego γνῶσις, significa Conocimiento. En este contexto, es el “Conocimiento en sí mismo”, el “Conocimiento perfecto”, [12] el “Conocimiento de la Verdad”, mas este Conocimiento, por su naturaleza, “escapa a los normales análisis racionalistas” y va más allá de la mera “creencia”, pues “el correlato de este conocimiento es el Sí Mismo: la intimidad infinita o espiritual de la persona”, su Verdadera Realidad o Ser Interior.

Este Conocimiento Intuitivo, directo, es “Revelador y Salvador” pues, revelándole su verdadera naturaleza psicológica y espiritual, libera al gnóstico (gnostikós - el que conoce- conocedor) de la ignorancia, del engaño y auto-engaño y le permite saber “quiénes éramos y en quiénes nos hemos convertido; dónde estábamos y adónde hemos sido arrojados; hacía dónde nos apresuramos y de dónde somos redimidos; qué es la generación y qué es la regeneración”. [13] 

Tal como se reseña en el “Evangelio de la Verdad” (NHC I,3) de los Manuscritos de Nag Hammadi: «El que llegue a conocer de este modo sabe de dónde ha venido y adónde va. Sabe, como el ebrio que ha salido de la embriaguez, que se ha vuelto hacia sí y que ha recuperado lo propio de él».[14] 

Escribe el autor de los “Stromata”, Clemente de Alejandría: «La Gnosis es, por así decirlo, un perfeccionamiento del hombre en cuanto Hombre, que se realiza plenamente por medio del Conocimiento de las Cosas Divinas, confiriendo en las acciones, en la vida y en el pensar una armonía y coherencia consigo misma y con el Logos Divino».[15]

Expresado por Henri Charles Puech, historiador de las religiones: «…la gnosis es una experiencia o se refiere a una eventual experiencia interior,”...”, por la que en un estado de iluminación que es regeneración y divinización, el hombre se restablece en su verdad, se recuerda y toma conciencia de sí, es decir, al mismo tiempo, de su naturaleza y origen auténticos. Por esto se conoce y reconoce en Dios, conoce a Dios y se muestra a sí mismo como emanado de Dios y ajeno al mundo, adquiriendo de este modo, con la posesión de su ‘mismidad’ y de su condición verdaderas, la explicación de su destino y la certeza definitiva de su salvación, descubriéndose por derecho y por toda la eternidad como ser verdadero.»[16]

En el “Libro de Tomás el Atleta”[17] de la Biblioteca de Nag Hammadi (NHC II,7), el Salvador dice a Judas Tomás: 

«Puesto que se ha dicho que eres mi hermano gemelo y mi verdadero amigo, examina y conoce tú mismo qué eres, cómo eres y cómo debes ser…Sé que has alcanzado el Conocimiento, puesto que me has conocido, porque Yo Soy el Conocimiento de la Verdad…Has alcanzo ya el conocimiento y serás llamado “el que conoce”, pues el que no se conoce, no conoce nada. Pero el que se ha conocido ha llegado ya al Conocimiento tocante a la profundidad del Todo».[18]

A la luz de este último texto, “verdadero gnóstico cristianoes todo aquél que Conoce al Cristo, que es la Verdad, que es Uno con Él y en Él, o como significa el  Apóstol Pablo, que el Cristo Vive en él.[19]

En el Coloquio internacional sobre los orígenes del gnosticismo celebrado en Messina en 1966, los investigadores allí reunidos consensuaron que el núcleo esencial de las doctrinas gnósticas del Cristianismo Primitivo era: la concepción de la presencia en el hombre de una chispa divina, que proviene del ámbito de lo divino, que ha caído en este mundo, regido por la fatalidad y la ley del nacimiento y la muerte y la necesidad de que esa chispa divina sea despertada por la contraparte divina del ser humano -su intimidad infinita o espiritual- para poder ser finalmente reintegrada en su estado primigenio -en el reino de lo divino, lugar de donde procede-.[20]





Referencias:    

[1] A. Piñero, Textos Gnósticos Biblioteca de Nag Hammadi I, pág. 10. Editorial Trotta, 2011.

[2] "La Iglesia primitiva no estaba constituida por una sola ortodoxia de la que luego se apartaron diversas minorías heréticas"..."por el contrario"..."el cristianismo asumía en la antigüedad una significativa variedad de formas, ninguna de las cuales representaba con claridad a una importante mayoría de creyentes en detrimento de las demás." Bart D. Ehrman, Cristianismos perdidos, págs. 254 y 259. Ed. Crítica, 2009.   

[3] F. García Bazán, Gnosis la esencia de dualismo gnóstico, pág.12.  Ediciones Castañeda, 1978.

[4] F. García Bazán, La Biblioteca Gnóstica de Nag Hammadi y los orígenes cristianos, pág. 32. Editorial El Hilo de Ariadna, 2013.

[5] A. Orbe, Cristología Gnóstica Introducción a la soteriología de los siglos II y III, Cap. I Simonianos, pág. 36. Editorial BAC, 1976.

[6] F. García Bazán, La Biblioteca Gnóstica de Nag Hammadi y los orígenes cristianos, pág. 32.

[7] De griego ἐσωτερικός y éste a su vez de έσώτερος esoteros, «dentro, desde dentro, interior, íntimo».

[8] F. García Bazán, La Biblioteca Gnóstica de Nag Hammadi y los orígenes cristianos, pág. 34.

[9] F. García Bazán, Gnosis la esencia de dualismo gnóstico, pág. 24.

[10] F. García Bazán, La Biblioteca Gnóstica de Nag Hammadi y los orígenes cristianos, pág. 220.

[11] A. Orbe, Cristología Gnóstica Introducción a la soteriología de los siglos II y III. pág. XVI.

[12] A. Piñero, J. Montserrat, Textos Gnósticos Biblioteca de Nag Hammadi I, pág. 34.

[13] Clemente de Alejandría (ca. 150-ca. 215-217 e.c.), Excerpta ex Theodoto, 78.2.

[14] Evangelio de la Verdad, 22,13-19.

[15] Clemente de Alejandría, Stromata, VII, 10, 55, 1.

[16] F. García Bazán, La Biblioteca Gnóstica de Nag Hammadi y los orígenes cristianos, pág. 30.

[17] Atleta  en el sentido de Contendiente o “luchador interior” o asceta espiritual.

[18] F. García Bazán, Gnosis la esencia de dualismo gnóstico, pág. 43.

[19] “…y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí…” Epístola a los Gálatas 2:20.

[20] Cf. U. Bianchi, Le origini dello gnosticismo: colloquio di Messina 13-18 aprile 1966 ; testi e discussioni. BRILL 1970.     

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