domingo, 14 de abril de 2019

Domingo de Ramos | Tradición Cristiana

Masonería Cristiana


La entrada triunfal en Jerusalén


Evangelio de San Juan 12:12-13-14-15

12 El siguiente día, grandes multitudes que habían venido a la fiesta, al oír que Jesús venía a Jerusalén,

13 tomaron ramas de palmera y salieron a recibirle, y clamaban: !!Hosanna! !!Bendito el que viene en el nombre del Señor, el Rey de Israel!

14 Y halló Jesús un asnillo, y montó sobre él, como está escrito:

15 No temas, hija de Sion;
He aquí tu Rey viene,
Montado sobre un pollino de asna.

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Venia como estaba profetizado por el profeta Zacarias en un pollino de asna, y todas las personas lo aclamaban diciendo Hosanna, lo cual significa “Salva ahora”

Las personas lo recibieron como un rey, poniendo sus mantos por donde el pasaría, y levantando las palmas, tal como se recibía a un rey cuando regresaba victorioso de una batalla.


Con el Domingo de Ramos se inicia la Semana Santa, y en este día se recuerda la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén, aclamado por la multitud, días antes de su pasión, muerte y resurrección. ... El color litúrgico del Domingo de Ramos es el rojo, debido a que se celebra la Pasión de Cristo.

El Domingo de Ramos es el acontecimiento que marca el fin de la Cuaresma.

Se da a este día el nombre de Domingo de Ramos precisamente porque Jesús fue obsequiado con innúmeros ramos por sus seguidores.

Los ramos de olivo y de palma son el signo por excelencia de la renovación de la fe en Dios. Se les atribuye ser un símbolo de la vida y resurrección de Jesucristo.


Simbolismo del Domingo de Ramos

En Domingo de Ramos, el señor entra en  Jerusalén  montado en un pollino o crío de un asno. La ciudad santa de las doce puertas, dónde el Cristo - Cordero es la lámpara que ilumina nuestra ciudad interior, la Jerusalén Celeste , ubicada en el Centro de nuestro ser, el Corazón, donde reside la divinidad.



San Romano el Melódico (?-c. 560)
compositor de himnos - Himno 32

“Bendito el que viene como rey”

Cristo, que eres Dios, que vas montado sobre tu trono en el cielo, y aquí abajo, sobre un borrico, acogías la alabanza de los ángeles y el himno de los niños que te aclamaban. “Bendito eres, tú que vienes a llamar de nuevo a Adán”…

    Aquí está nuestro rey, dulce y pacífico, montado sobre el pollino, que viene presuroso para sufrir su Pasión y borrar los pecados. El que es el Verbo, montado sobre un animal, quiere salvar a todos los seres dotados de razón. Y sobre la espalda de un borrico se podía contemplar a aquel que lo llevan los Querubines y que antaño elevó a Elías montado en un carro de fuego, a aquel que “siendo rico se hizo pobre” voluntariamente (2C 8,9), a aquel que escogiendo la debilidad da la fuerza a todos los que le aclaman: “Bendito eres tú, que vienes de nuevo a llamar a Adán”…

    Manifiestas tu fuerza escogiendo la indigencia… Las vestiduras de los discípulos eran una señal de indigencia, pero según la medida de tu poder eran el himno de los niños y la concurrencia de la multitud que gritaba: “Hosana –es decir: sálvanos, pues- tú que resides en lo más alto de los cielos. Tú, el Altísimo, salva a lo humillados. Ten piedad de nosotros por consideración a nuestras palmas; los ramos que se agitan removerán tu corazón, a ti que vienes de nuevo a llamar a Adán”…

    Oh criatura, hechura de mis manos, respondió el Creador…, soy yo mismo quien ha venido. La Ley no te podía salvar puesto que no era ella quien te había creado, ni los profetas que, igual que tú, eran mis criaturas. Sólo yo puedo liberarte de esta deuda. Por ti he sido vendido, y te devuelvo la libertad; por tu causa he sido crucificado, y así tú escapas de la muerte. Muero, y te enseño a aclamar: “Bendito eres tú, que vienes de nuevo a llamar a Adán”.

    ¿Acaso he amado tanto a los ángeles? No, es a ti, el miserable, a quien he querido. He escondido mi gloria y yo, el Rico, deliberadamente me hice pobre, porque te amo mucho. Por ti he pasado hambre, sed y fatiga. Buscándote he recorrido montañas, valles y cañadas oscuras, mi oveja perdida; he tomado el nombre de cordero para atraerte por mi voz de pastor y llevarte al buen camino, y por ti quiero dar mi vida y así arrancarte de las garras del lobo. Todo lo soporto para que tú puedas aclamar: “Bendito eres tú, que vienes de nuevo a llamar a Adán”.



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