domingo, 21 de abril de 2019

El Misterio de la Resurrección | Cuerpos Celestes y Cuerpos Terrestres | Extractos

Masonería Cristiana
La Resurrección
Pietro Perugino
1446 - 1523


El Misterio de la Resurrección

Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí vivirá, aunque muera; y todo el que vive y cree en mí no morirá jamás.

Juan 11:25-26
Biblia de Jerusalén


En verdad, en verdad os digo que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, produce mucho fruto. El que ama su vida la pierde; y el que aborrece su vida en este mundo, la conservará para vida eterna.

Juan 12:24-25
Biblia de Jerusalén



Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor

El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada.
Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto".
Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro.
Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes.
Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró.
Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo,
y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte.
Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó.
Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos.

Juan 20,1-9
Biblia de Jerusalén




De los Cuerpos Celestes y los Cuerpos Terrestres

35 Pero dirá alguno: ¿Cómo resucitarán los muertos? ¿Con qué cuerpo vendrán?

36 Necio, lo que tú siembras no se vivifica, si no muere antes.

37 Y lo que siembras no es el cuerpo que ha de salir, sino el grano desnudo, ya sea de trigo o de otro grano;

38 pero Dios le da el cuerpo como él quiso, y a cada semilla su propio cuerpo.

39 No toda carne es la misma carne, sino que una carne es la de los hombres, otra carne la de las bestias, otra la de los peces, y otra la de las aves.

40 Y hay cuerpos celestiales, y cuerpos terrenales; pero una es la gloria de los celestiales, y otra la de los terrenales.

41 Una es la gloria del sol, otra la gloria de la luna, y otra la gloria de las estrellas, pues una estrella es diferente de otra en gloria.

42 Así también es la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción, resucitará en incorrupción.

43 Se siembra en deshonra, resucitará en gloria; se siembra en debilidad, resucitará en poder.

44 Se siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual. Hay cuerpo animal, y hay cuerpo espiritual.

45 Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante.

46 Mas lo espiritual no es primero, sino lo animal; luego lo espiritual.

47 El primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo.

48 Cual el terrenal, tales también los terrenales; y cual el celestial, tales también los celestiales.

49 Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial.

50 Pero esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción.

51 He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados,

52 en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados.

53 Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad.

54 Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria.

55 ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?

56 ya que el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado, la ley.

57 Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo.

58 Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano.

1 Corintios 15: 30 - 58
Biblia de Jerusalén



La gloria de los cuerpos resucitados
  
Ni nosotros ni las divinas escrituras decimos que los que murieron de antiguo al resucitar de la tierra vivirán con la misma carne que tenían sin sufrir cambio alguno en mejor... Porque hemos oído muchas escrituras que hablan de la resurrección de una manera digna de Dios. Por el momento basta aducir las palabras de Pablo en su primera a los Corintios (15, 35ss)

Dirá alguno: ¿Cómo resucitarán los muertos? ¿Y con qué género de cuerpo se presentarán? Insensato: lo que tú siembras no brota a la vida si no muere. Y lo que siembras no es el cuerpo que ha de ser, sino un simple grano, por ejemplo, de trigo o de alguna otra semilla. Pero Dios le da un cuerpo como quiere, y a cada una de las semillas su cuerpo correspondiente”. 

Fíjate, pues, cómo en estas palabras dice que no se siembra “el cuerpo que ha de ser”, sino que de lo que es sembrado y arrojado como grano desnudo en la tierra da Dios “a cada una de las semillas su cuerpo correspondiente”; algo así sucede con la resurrección. Pues de la semilla que se arroja surge a veces una espiga, y a veces un árbol como la mostaza, o un árbol todavía mayor en el caso del olivo de hueso o de los frutales.

Así pues, Dios da a cada uno un cuerpo según lo que ha determinado: así sucede con lo que se siembra, y también con lo que viene a ser una especie de siembra, la muerte: en el tiempo conveniente, de lo que se ha sembrado volverá a tomar cada uno el cuerpo que Dios le ha designado según sus méritos. Oímos también que la Biblia nos enseña en muchos pasajes que hay una diferencia entre lo que viene a ser como semilla que se siembra y lo que viene a ser como lo que nace de ella. Dice: 

Se siembra en corrupción, surge en incorrupción; se siembra en deshonor, surge con gloria; se siembra en debilidad, surge con fuerza; se siembra un cuerpo natural, surge un cuerpo espiritual” (1 Cor 15, 42). 

El que pueda que procure todavía entender lo que quiso decir el que dijo: 

Cual terrestres, así son los hombres terrestres, y cual celestes, así son los hombres celestes. Y de la misma manera en que llevamos la imagen del terrestre, así llevamos la imagen del celeste” (1 Cor 15, 48). 

Y aunque el Apóstol quiere ocultar en este punto los aspectos misteriosos que no serían oportunos para los más simples y para los oídos de la masa de los que son inducidos a una vida mejor por la simple fe, sin embargos para que no interpretáramos mal sus palabras, después de “llevaremos la imagen celeste” se vio obligado a decir: 

Os digo esto, hermanos, que ni la carne ni la sangre pueden heredar el reino de los cielos, ni la corrupción hereda la incorrupción”. 

Luego, puesto que tenía conciencia de que hay algo de inefable y misterioso en este punto, y como convenía a uno que dejaba a la posteridad por escrito lo que él sentía, añade: 

Mirad que os hablo de un misterio”. 

Ordinariamente esto se dice de las doctrinas más profundas y más místicas y que con razón se mantienen ocultas al vulgo...

No es de gusanos, pues, nuestra esperanza, ni anhela nuestra alma un cuerpo que se ha corrompido; sino que el alma, si bien necesita de un cuerpo para moverse en el espacio local, cuando está instruida en la sabiduría -según aquello: 

La boca del justo practicará la sabiduría” (Sal 36, 30)- conoce la diferencia entre la habitación terrestre que se corrompe, en la que está el tabernáculo, y el mismo tabernáculo, en el cual los que son justos gimen afligidos porque no quieren ser despojados del tabernáculo, sino que quieren revestirse con el tabernáculo, para que al revestirse así “lo que es mortal sea tragado por la vida”.
 ( 2 Cor 5, 1).

Orígenes de Alejandría
Contra Celsum
(Contra Celso V. 18s.)
Extracto

Traducción del inglés-Contra Celso, conservado en su totalidad en griego, es una importante obra de apologética del Padre de la Iglesia, Orígenes de Alejandría, escrita alrededor del año 248 d. C., contrarrestando los escritos de Celso, un filósofo y controversial pagano que había escrito un ataque mordaz al cristianismo en su tratado.



La resurrección de la carne y el poder de Dios sobre la naturaleza

Nosotros no decimos que el cuerpo que se ha corrompido retorne a su naturaleza originaria, como tampoco el grano de trigo que se ha corrompido vuelve a ser aquel grano de trigo (Cf. 1 Cor 15, 37). Decimos que así como del grano de trigo surge la espiga, así hay cierto principio incorruptible en el cuerpo, del cual surge el cuerpoen incorrupción” (1 Cor 15, 42). Son los estoicos los que dicen que el cuerpo que se ha corrompido enteramente vuelve a recobrar su naturaleza originaria, pues admiten la doctrina de que hay períodos idénticos. 

Fundados en lo que ellos creen una necesidad lógica, dicen que todo se recompondrá de nuevo según la misma composición primera de la que se originó la disolución. Pero nosotros no nos refugiamos en un argumento tan poco asequible como el de que todo es posible para Dios, pues tenemos conciencia de que no comprendemos la palabra «todo» aplicada a cosas inexistentes o inconcebibles. En cambio decimos que Dios no puede hacer cosa mala, pues el dios que pudiera hacerla no sería Dios. “Si Dios hace algo malo, no es Dios” (Euríp. fr. 292 Nauck).

Cuando afirma Celso que Dios no quiere lo que es contra la naturaleza, hay que hacer una distinción en lo que dice. Si para uno lo que es contra la naturaleza equivale al mal, también nosotros decimos que Dios no quiere lo que es contra la naturaleza, como no quiere lo que proviene del mal o del absurdo. Pero si se refiere a lo que se hace según la inteligencia y la voluntad de Dios, se sigue necesaria e inmediatamente que esto no será contra la naturaleza, ya que no puede ser contra la naturaleza lo que hace Dios, aunque sean cosas extraordinarias o que parecen serlo a algunos.

Si nos fuerzan a usar estos términos, diremos que con respecto a lo que comúnmente se considera naturaleza, Dios puede a veces hacer cosas que están por encima de tal naturaleza, levantando al hombre sobre la naturaleza humana, y transmutándolo en una naturaleza superior y más divina, y conservándolo en ella todo el tiempo en que el que es así conservado manifiesta por sus acciones que quiere seguir en esta condición.

Orígenes parte de un hecho: los elementos materiales del cuerpo se renuevan sin cesar. Nadie puede por tanto asegurar la identidad del cuerpo consigo mismo, ni su permanencia, incluso en la vida actual, y con mayor razón en la del más allá. Los cuerpos están sometidos a un devenir. La unidad del cuerpo terrestre y de los cuerpos gloriosos es del orden de la sustancia (ousía). Orígenes adopta aquí la concepción estoica de ousía que puede recibir todas las formas posibles, sin comprometerse con ninguna: “aquí abajo” “la substancia humana” de los individuos se siente afectada por cualidades terrestres, “allá arriba” por cualidades celestes, adaptadas al mundo nuevo. La unidad también depende en términos estoicos de un Logos espermático o razón seminal, que está presente en el cuerpo terrestre y que germinará para dar lugar al cuerpo glorioso.

Todo cuerpo sustentado por la naturaleza que le incorpora elementos foráneos, a manera de alimentos, y que evacua otros en intercambio de lo que le entra, no tiene nunca el mismo substrato (=hypokeimenon), no permanece el mismo ni por dos días; por eso el cuerpo puede denominarse río. Y sin embargo, Pedro o Pablo, siguen siendo los mismos, manteniendo una identidad que no es la del alma, cuya esencia no se diluye, ni sufre la introducción de elementos externos: permanece el mismo, incluso siendo naturaleza de cuerpo fluente; porque la forma que caracteriza al cuerpo es la misma. 

Esta forma corporal la revestirá el alma de nuevo en la resurrección, mejorada, pero no en absoluto el substrato, que se le había sido concedido al comienzo. Como la forma del bebé subsiste en el anciano, incluso si los caracteres parece que han sufrido enormes cambios. El santo tendrá un cuerpo, mantenido ahora en estado de resurrección, según le imponía entonces la forma a la carne; pero ya no habrá más carne. Los caracteres que estaban impresos en la carne, lo serán en el cuerpo espiritual. La cuestión fundamental no es aquí el misterio de la identidad del cuerpo terrestre con el resucitado, pues esto sólo es una consecuencia, sino lo que asegura la permanencia del cuerpo terrestre, a pesar del flujo constante de elementos materiales.

En el tratado de la Oración Orígenes distingue las dos esencias: una sustancia espiritual que queda inconmovible y la otra corporal, accesible a cualquier cualidad pero sin compromiso con ninguna. Esta segunda ousía (esencia) le permite explicar en muchos textos la permanencia del cuerpo actual en el resucitado (Orac 27,8 ; PArj 3,6,7.).

Es la silueta (eidos) corporal, mortal por naturaleza, pero que recibirá de Cristo una nueva vida, es análogo a la idea platónica y la forma aristotélica; pero mantiene con respecto a ambas una cierta distancia. Es por tanto el principio de unidad, de desarrollo, de existencia y de personalización del cuerpo: se manifiesta por fuera mediante rasgos que caracterizan al personaje, pero no se confunde con la apariencia exterior cambiante, que corresponde a lo que es una vestimenta (sjêma). El cambio de la cualidad terrestre en cualidad etérea (celeste), al menos después de la Ascensión, no extorsiona en nada la identidad de la silueta (el eidos).

Por tanto, en la resurrección espiritual los cuerpos terrenos de los bienaventurados devienen etéreos: la silueta permanece la misma pero cambia la “cualidad”, que de terrenal deviene celestial. Los cuerpos gloriosos son calificados, pues, de “centelleantes” (augoeidè) y etéreos.


Orígenes de Alejandría
Contra Celsum
(Contra Celso V. 23)
Extracto


La realidad de la muerte de Jesús, supuesto de la realidad de su resurrección

"¿Cómo puede ser inmortal un muerto?", sepa quien quiera saberlo que no es inmortal un muerto, sino quien resucita de entre los muertos. Ahora bien, no sólo no es inmortal un muerto, sino que Jesús mismo, que une en sí dos naturalezas, no fue inmortal antes de morir, precisamente porque tenía que morir. Es inmortal, empero, cuando ya no morirá más: Cristo, resucitado que he de entre los muertos, ya no muere más; la muerte no tiene ya señorío sobre El (Rm 6,9), aunque no lo quieran los que no son capaces de entender en qué sentido se dijeron estas palabras.


Orígenes de Alejandría
Contra Celsum
(Contra Celso V. 16  - Libro 216)
Extracto


Condición del cuerpo resucitado

Y era consecuente que todo lo que de El se había profetizado (y en las profecías entra también su resurrección), lo que El hizo y lo que le aconteció fuera coronado por este milagro señero. Efectivamente, en persona de Jesús, había pre-dicho el profeta: Mi carne descansará con confianza, porque no dejarás mi alma en los infiernos, y no permitirás que corrupción tu santo vea.
 (Ps 15,9-10). 

Por lo demás, después de su resurrección se hallaba Jesús en una especie de estado fronterizo entre la solidez del cuerpo antes de la pasión y la aparición de un alma desnuda del cuerpo. Así se explica que, estando reunidos los discípulos y Tomás con ellos, vino Jesús, a puertas cerradas, se puso en medio de ellos y dijo: La paz sea con vosotros. Y luego dijo a Tomás: Trae aquí tu dedo, etc. (Jn 20,26-27). 

Y en el evangelio de Lucas, cuando Simón y Cleofás 2" iban conversando entre sí sobre todo lo que les había acaecido, Jesús se les juntó en el camino. Y los ojos de ellos estaban cerrados para no reconocerlo; y El les dijo: ¿Qué conversación es esa que lleváis uno con otro mientras vais caminando? Y cuando se les abrieron los ojos y lo reconocieron, dice literalmente la Escritura: Y El desapareció de su presencia (Lc 24,31). Así, pues, aunque Celso se empeñe en equiparar otras apariciones y otros aparecidos con lo que se escribe de Jesús y de quienes lo vieron después de resucitado, todo el que inteligente y discretamente examine los hechos verá patente que se trata de algo más maravilloso.


Orígenes de Alejandría
Contra Celsum
(Contra Celso V. 61  - Libro 261)
Extracto


El grano que se siembra

Ahora, pues, ni nosotros ni las letras divinas dicen que "los de antiguo muertos, salidos de la tierra, vivirán con sus propias carnes" sin que éstas hayan experimentado una transformación en mejor. Y, al decir esto Celso, nos calumnia. Leemos, en efecto, muchos pasajes de las Escrituras que hablan de la resurrección de manera digna de Dios; pero, de momento, basta citar un texto de Pablo, de la primera carta a los corintios, que dice así: 

Mas dirá alguno: ¿Cómo resucitarán los muertos y con qué cuerpo vendrán? ¡Necio! Lo que tú siembras no se vivifica si no muere. Y lo que siembras, no es el cuerpo que ha de nacer, sino un simple grano, por ejemplo, de trigo o semillas semejantes. Dios, empero, le da cuerpo como El quiere, y a cada semilla su propio cuerpo (1 Cor 15,35-38). 

De ver es aquí cómo no dice que se siembre el cuerpo que ha de nacer. No; aquí, en la semilla que se siembra y se arroja desnuda a la tierra, al dar Dios a cada una su propio cuerpo, viene a cumplirse una especie de resurrección: de la semilla arrojada sale en unos casos una espiga, en otros un árbol, como en la mostaza, u otro aún mayor, como en el olivo o algún otro árbol frutal'.


Orígenes de Alejandría
Contra Celsum
(Contra Celso V. 18  - Libro 518)
Extracto


“Día de la Resurrección, día de nuestra alegría”

“¡Éste es el día que hizo el Señor, exultemos y gocémonos en él!” (Sal117, 24) ¿Por qué? Porque el sol ya no está obscurecido, sino más bien todo se ilumina; el velo del Templo ya no está rasgado, sino que el misterio  ha sido revelado; ya no tenemos en nuestras manos ramos de palmeras, sino que rodeamos a los nuevos bautizados.
“Éste es el día que hizo el Señor”… Éste día en el sentido propio, el día triunfal, el día consagrado para festejar la resurrección, día en el que nos vestimos de gracia, día en el que compartimos el Cordero Espiritual, día en el que damos de beber leche a los que acaban de nacer, día en el que se realiza el plan de la Providencia a favor de los pobres. “Pasemos este día con gozo y con alegría”…

En éste día en el que Adán ha sido liberado, en el que Eva fue liberada de su pena, en el que la salvaje muerte se estremeció, en el que el poder de las piedras de rompió, en el que los cerrojos de las tumbas fueron arrancados…, en el que las inmutables leyes de las potencias del infierno fueron revocadas, en el que los cielos se abrieron cuando Cristo, nuestro Maestro, resucitó. Este es el día en el que, para el bien de los hombres, la plata verde y fértil de la resurrección multiplicó sus vástagos en todo el universo como en un jardín, en el que los lirios de los nuevos bautizados han florecido…, en el que las multitudes de los creyentes se regocijan, en el que las coronas de los mártires se reverdecen. “Éste es el día que hizo el Señor; pasémoslo con gozo y con alegría.


San Juan Crisóstomo (c. 345-407)
obispo de Constantinopla,
doctor de la Iglesia
(trad. SC 187, p. 321 rev. Brésard)


Tratado de las dos naturalezas

"Preguntamos a esos hombres carnales y materiales que no ven nada más que por los ojos de la materia, y aquellos que son lo bastante infelices como para negar la espiritualidad de su ser, y a los que también, unidos exclusivamente al sentido literal de las tradiciones religiosas, no quieren ver en la forma corporal del hombre primitivo antes de su caída más que un cuerpo de materia como el del que están actualmente revestidos, reconociendo solamente una materia más purificada. Es Jesús-Cristo mismo el que va a probarles la diferencia esencial de estas dos formas corporales y su destino, revistiéndose de una después de su resurrección, después de haber destruido la otra en la tumba".
"Jesús-Cristo deposita en la tumba los elementos de la materia, y resucita en una forma gloriosa que ya no tiene más la apariencia de la materia, que incluso no conserva los Principios elementales, y que no es más que una envoltura inmaterial del ser esencial que quiere manifestar su acción espiritual y la hace visible a los hombres revestidos de materia". 

Jean Baptiste Willermoz
Extracto



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