domingo, 1 de diciembre de 2019

Los Peligros Del Camino | Ramón Martí Blanco


Masonería Cristiana
Asamblea de Masones para la recepción de un aprendiz
Grabado Anónimo | Siglo XVIII


A la Gloria del Gran Arquitecto del Universo


Mis Muy Queridos Hermanos,

Todas las vías iniciáticas, no dejan de estar exentas de peligros, de escollos que nos encontraremos en el camino. Nos hallamos hoy aquí, celebrando la festividad de SAN ANDRÉS-2019 asamblea anual de una de ellas: el Régimen Escocés Rectificado,sistema que comprende tanto la iniciación de oficio como la caballeresca. Ambas iniciaciones conllevan una serie de riesgos, de peligros con los que nos iremos encontrando a lo largo de nuestra carrera. De la superación de estas distintas pruebas que se nos presentan, dependerá que consigamos nuestro propósito, o no.

La masonería, siguiendo la tradición de esas iniciaciones de oficio a las que me refería, nos presenta desde el mismo grado de Aprendiz, diversos viajes, en el transcurso de los cuales, se nos van planteando una serie de pruebas, de escollos, que superar.

Si vamos a la iniciación caballeresca, sin repetirse el esquema, la idea de periplo está muy presente. La gesta caballeresca es justamente esto, enfrentar al recipiendario, primeramente como Escudero, a una serie de dificultades; de pruebas, de aventuras, y según como el Escudero salga de ellas o sepa afrontarlas, dependerá que merezca en su momento, que otro caballero se fije en él y lo arme o adobe caballero. Ya como caballero, su periplo continuará ya que la función de la caballería es de por vida.

La propia vida, que todos conocemos es un periplo, en el que a lo largo del mismo nos vemos confrontados a diversas circunstancias, felices o tristes; más tristes que no felices, aunque valdría la pena detenernos a examinar realmente tales circunstancias, pues podemos ver como el mismo hecho que se produce, unos lo experimentan como una desgracia, mientras que a otros los llena de felicidad. Todo dependerá de si el mismo hecho, a uno le favorece o por el contrario le perjudica, siendo la percepción del mismo, absolutamente relativa como podemos ver.

Pero volviendo, no obstante, a la iniciación masónica a que nos referíamos y las circunstancias en que se producen, veremos que de inmediato se nos proponen una serie de viajes, cargados de simbología, y concebidos para que nos induzcan a reflexión.

Sin embargo, para hacer estos viajes -que hacemos en las tinieblas, simbolizada por la venda que se nos pone sobre los ojos- no se nos deja solos, ni físicamente, para que podamos tropezar, caernos y hacernos daño, ni tampoco en el terreno de las ideas. Contamos, de salida con ayudas, en las que todo este proceso va a desarrollarse.

De salida, y como base, la Orden se ha asegurado de que seamos cristianos, porque en el terreno de las ideas, todo lo que se nos va a plantear y decir, tiene como base la religión cristiana (más adelante, al final de los viajes, y al prestar nuestro juramento como Aprendices francmasones, nos comprometeremos a ser fieles a la Santa Religión Cristiana), previamente, la Orden se habrá asegurado (para evitar toda sorpresa desagradable) de nuestra condición de cristianos.

La iniciación pues, no es una cosa que uno pueda hacer individualmente y de forma aislada, de manera totalmente ajena a un colectivo. Para ello, y de acuerdo a los prescrito por el Régimen Escocés Rectificado, necesitamos, no uno sino dos colectivos; primero, principal y previo: el de la Iglesia que nos asegura nuestra condición de cristianos (católicos, ortodoxos, anglicanos, o reformados en general). En segundo lugar: la propia Orden Rectificada, que desde primer momento, y desde la misma cámara de reflexión, nos brinda ayudas, al igual que lo hace una vez ya entrados en Logia; recordemos las palabras del Venerable Maestro: “…siempre se apresta un guía para aquel que lo desea sinceramente, cuando sus títulos han sido hallados justos.” [Ritual Aprendiz, p. 54], el Segundo Vigilante que nos llevará asidos fuertemente de la mano, y nos protegerá de todo peligro.

Contamos pues con dos poderosas ayudas: la religión cristiana (y la seguridad de que todo se desarrollará en este marco: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” [Jn XIV, 6]), y la propia Orden Rectificada, que a través del Venerable Maestro, y los Vigilantes, cuidará de nuestras necesidades. Todavía dentro de la Orden Rectificada, el GRAN PRIORATO DE HISPANIA, y en nombre de esa Institución, sus Autoridades, tienen la responsabilidad de velar y cuidar de la evolución espiritual, dentro del camino iniciático, de todos y cada uno de sus miembros. No hacerlo, constituiría una dejación de funciones, y una falta irreparable a la propia naturaleza de esa Autoridad.

Lo que se propone pues, tiene nombre propio: Iniciación cristiana. Y el capitel en el que está inscrito dicho título en su frontispicio, se aguanta, se soporta, sobre dos robustas columnas: una es la de la religión cristiana; la otra es la Orden Rectificada.

El objeto de este trabajo, de esta Plancha, de este estudio, lleva por título: “Los peligros del camino”. Peligros que nos podemos encontrar en nuestra Clase Simbólica, pero peligros también que podemos encontrarnos en nuestra Orden Interior de caballería. Peligros, que en un estadio y otro debemos aprender a defendernos.

En la Clase Simbólica, todos sabemos que el Templo de Salomón y las vicisitudes que le sucedieron, son el objeto de reflexión de los masones constituyendo el modelo y arquetipo de dicha Clase, dedicada al estudio de las posibles relaciones de dicho Templo, con el propio hombre, con el Universo y la Creación entera, y a través de dicho estudio, profundizar en las relaciones entre Dios y el hombre.

El Templo construido por Salomón y destruido por los asirios, fue reconstruido por Zorobabel, y el relato nos recuerda que, en dicho trabajo, los obreros llevaban en una mano la paleta para construir, y en la otra la espada para defenderse del hostigamiento que los pueblos vecinos les propiciaban. La simbología es clara: en el proceso de reconstrucción, y en nuestros rituales se nos habla por todas partes de la necesaria reconstrucción del hombre, con el fin de volver a recuperar ese lugar que el hombre ostentaba en su primer estadio, y que perdió por su culpa a causa de la Caída (como nos dice la Orden Rectificada); o causa del Pecado Original (como nos dice la religión cristiana), pero en ese proceso de toma de conciencia, como paso previo a toda eventual recuperación de un anterior estado, nos encontraremos con multitud de peligros externos e internos (en nuestro caso, los internos son más peligrosos, todavía), de los que habrá que defenderse.

Nuestra Regla Masónica nos recomienda: “Eleva siempre que puedas tu alma por encima de los seres materiales que te rodean y lanza una mirada plena de deseo hacia las regiones superiores que son tu herencia y tu verdadera patria” [Regla Masónica, Art. I: “Deberes para con Dios y la Religión”, 1]. ¿Qué se nos está diciendo aquí? ¿Dónde están entonces esas regiones superiores? ¿De qué se nos está hablando aquí? ¿Del Cielo?

Si vemos el estado del hombre actual, cabe preguntarse: pero ¿puede saberse qué estoy haciendo yo aquí abajo metido en un cuerpo físico animal con todas las limitaciones que esto implica?, como reflexionaba uno de nuestros Hermanos…

Sin dejar la Regla Masónica, en su Artículo Segundo se nos dice: “Cultiva tu alma inmortal y perfeccionable y hazla susceptible de ser unida al origen puro del bien, entonces será liberada de los groseros vapores de la materia…”

Resulta muy plausible, que el atribulado ser humano, a la vista de las dos citas que hemos mencionado de nuestra Regla Masónica, comparando lo que en ellas se dice con el estado actual de la humanidad que tiene a su alrededor, acabe preguntándose, luego ¿qué caray hago yo atrapado en esta situación y este entorno, que me impide ir “elevarme” a esas “regiones” en las que desearía estar.

Nos viene a la mente el dicho que reza: el mundo es “un valle de lágrimas”. Ciertamente, existe un dicho que dice que la vida es “un valle de lágrimas”, donde pasaremos con mucho dolor para luego ir al cielo a disfrutar. Este dicho, lo único que ha logrado es crear una generación de gente fracasada, frustrada, creyendo que Dios es malo, castigador y que sólo quiere que el ser humano sufra.

Esto no es, ni puede ser así de ningún modo. Como cristianos, sabemos que Dios es Justo y Todo Bondad. Nada que venga de Él pueda ser malo para la Creación ni para el hombre, su creación predilecta.

Decíamos más arriba que el ámbito en el que nos movemos es la Iniciación cristiana, y que la misma se sustenta sobre dos grandes columnas: la religión cristiana y la Orden Rectificada. Una columna constituye el marco que delimita el sentido de nuestra acción. La otra, la metodología aplicada al trabajo de consecución de nuestro propósito. En función del objeto final de la construcción, la segunda columna no tiene sentido sin la primera. Y, en el caso que nos ocupa, especialmente, en el mismo orden que las he enumerado; aquí, el orden de los factores, sí que altera el producto.

Conviene pues hacer una adecuada lectura de nuestros textos, a la luz de lo que nuestros mismos rituales nos indican: “el Evangelio es la Ley del Masón, que debe meditar y seguir sin cesar” [Ritual Aprendiz, p. 111].

Fijémonos ahora en la noción de “materia” en el texto que hemos citado, y que vuelvo a repetir: “Cultiva tu alma inmortal y perfeccionable y hazla susceptible de ser unida al origen puro del bien, entonces será liberada de los groseros vapores de la materia…” Una lectura literal de dicho texto, puede llevarnos a contemplar la noción de “materia” en un sentido equivocado. No estamos refiriendo a una visión del mundo que nos rodea y del mismo cuerpo humano como una prisión en la que el espíritu del hombre, o su parte más espiritual se encuentra atrapado, y lo mantiene alejado de esas “regiones superiores” que cita nuestra regla Masónica, y que ciertamente es su patria de origen.

Esta visión del cuerpo humano es una visión totalmente errónea desde un punto de vista cristiano. La fe cristiana, nos dice que la persona humana, creada a imagen de Dios, es un ser a la vez corporal y espiritual [“Dios formó al hombre con el polvo del suelo e insufló en su nariz aliento de vida y resultó el hombre un ser viviente” Gn II, 7]. Por tanto, el hombre en su totalidad es querido por Dios. El cuerpo del hombre participa de la dignidad de la imagen de Dios: es cuerpo humano precisamente porque está animado por el alma espiritual, y es toda la persona humana la que está destinada a ser, en el Cuerpo de Cristo, el templo del Espíritu.

No es la Orden Rectificada la que está denunciando que esa visión del cuerpo humano sea errónea. Es toda la tradición cristiana quien lo denuncia; y quiero recordar que la Iniciación cristiana a que antes aludía, está soportada sobre dos grandes pilares: la religión cristiana y la Orden Rectificada. Cuando nos referimos a la religión cristiana, lo estamos haciendo en su sentido más ecuménico, englobando las distintas confesiones cristianas existentes, como se precisa en la Constitución y Reglamentos Generales de la Orden Rectificada del GRAN PRIORATO DE HISPANIA [Constitución y Reglamentos de la Orden Rectificada, G.P.D.H.; Declaración cristiana de la Orden Rectificada, p. 7]. La finalidad de la Orden Rectificada no consiste en evangelizar a sus miembros, para eso está la Iglesia, y todos nosotros hemos asegurado ser cristianos cuando nuestra entrada en la Orden, es en todo caso a la confesión cristiana a la que pertenezcamos a quien le corresponde hacerlo. La Orden Rectificada -y la manera en que el GRAN PRIORATO DE HISPANIA la entiende- deja ese cometido a la religión cristiana.

El cometido de la Orden Rectificada es velar para que el Régimen Escocés Rectificado sea -y lo continúe siendo- como lo henos oído proclamar esta mañana en el transcurso de la ceremonia que algunos de los aquí presentes hemos vivido: “Sí, la Orden es cristiana; debe serlo y no puede admitir en su seno más que a cristianos…” [Ritual M.E.S.A. p. 99]. No velar por ese cometido, haría de aquellos que nos ha tocado la responsabilidad de velar por la Orden Rectificada como dirigentes, hacer dejación de nuestras funciones y faltar a los compromisos contraídos, cosa que no haremos ni
queremos hacer.

Esa visión del cuerpo del hombre como cárcel del espíritu es una visión totalmente gnóstica, siendo dicha visión, aún y afirmando una división tripartita del hombre, en cuerpo, alma y espíritu, tremendamente dualista, siendo combatida y condenada por los Concilios de la Iglesia cuando surgió en los primeros siglos cuando la formación y consolidación del cristianismo.

El espacio limitado de esta Plancha, no nos permite extendernos tanto como quisiéramos en precisiones que requieren un marco mucho más amplio, que en todo caso abordaremos en otra parte.

Hemos querido simplemente señalar, que el camino – la vía Iniciática es un camino- es peligroso y conviene no perder de vista, como constructores, la estructura del edificio que estamos construyendo, sobre qué pilares está soportado, y la referencia que hemos de seguir; como caballeros, cuya función es la de actuar en la Orden y en la vida en general, que en el camino, los peligros que nos encontraremos son muchos y hemos de aprender a distinguirlos y superarlos si queremos salir victoriosos de la gesta que tenemos comprometida.

La vía iniciática cristiana es luminosa y esplendorosa; en absoluto tenebrosa como no puede ser de otra manera. Cristo se hizo hombre para salvar al mundo y regenerar toda la creación. Él es, como dijo: “el Camino, la Verdad y la Vida”. Los cristianos vivimos en la esperanza de la Vida Eterna y aspiramos habitar en la Jerusalén Celeste, pero antes hemos de pasar por este mundo y esta realidad que nos rodea, para en imitación a Cristo -siguiéndole- hacernos merecedores de ese lugar en la Jerusalén del Cielo. Los que aquí abajo nos encontramos comprometidos en el camino que constituye la Iniciación cristiana, participamos de esa Esperanza, trabajando, y sirviéndonos de la paleta y la espada, hacernos valedores y dignos de ese lugar lo más cerca posible suyo.

A modo de conclusión de nuestro trabajo, conviene precisar que en el periplo que hacemos en este quehacer de recorrer el camino por la Iniciación cristiana, es necesario contemplar las reflexiones que nos propone y dice la Orden Rectificada, a la luz del Evangelio, no olvidando lo que estos mismos textos de la Orden Rectificada nos dice y que ahora vuelvo a recordar: “El Evangelio es la Ley del Masón…”, hagámoslo así, poniendo el acento allí donde requiere que esté y entonces tendremos la tranquilidad y la seguridad de no extraviarnos en nuestro camino.

23 de Noviembre de 2019 de la V.L., 6019 en modo masónico.

Ramón Martí Blanco
Gran Canciller/Gran Secretario
Gran Maestro Emérito


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