lunes, 17 de febrero de 2020

CAMINOS DEL CRISTIANISMO | El Místico y el Iniciado I Pascal Gambirasio d’Asseux




Masonería Cristiana
 El pan eucarístico, icono ruso del siglo xv



Pascal Gambirasio d’Asseux


CAMINOS

DEL

CRISTIANISMO

El Místico y el Iniciado

Traducción:


RAMÓN MARTÍ BLANCO


LA VÍA INICIÁTICA A LA LUZ DE LOS SACRAMENTOS 10



“Si hay muchas moradas en el cielo, hay muchas maneras de llegar allí”11




Lo que aquí abordamos, tiene que ver únicamente con el cristianismoLa revelación cristiana y los dones de gracia que ella conlleva, le son propios y señalan su especificidad en el seno de las tradiciones espirituales de la humanidad

No pretendemos en modo alguno aplicar nuestras palabras a otras formas de espiritualidad surgidas de naturaleza diferente y que se inscriben en la historia de los diferentes pueblos antes que no llegara la Plenitud de los Tiempos 12.

Por otra parte, anticipándonos a las críticas que pudieran dirigirnos algunos “iniciados”, acostumbrados a la confortabilidad de las ideas recibidas y profesadas desde hace poco más de tres siglos, queremos señalar, si acaso fuera preciso, que no pretendemos en absoluto minimizar o desconsiderar la vía iniciática en tanto tal, sino por el contrario restituirla y resituarla en su verdadera naturaleza y finalidad en el seno del Cristianismo, que le da una “nueva” dimensión en sentido evangélico.

I


I - EL CAMINO DE LA INTERIORIDAD: EL ESÔTERIKÓS


Es preciso subrayar que, de lo que aquí vamos a tratar, no tiene nada que ver con ese soterismo de bazar propio de Occidente, en que se codean las más viejas herejías con os sincretismos más explosivos. Donde la inclinación por los fenómenos físicos, los famosos “poderes”, confundidos con el ámbito espiritual auténtico, vive en concubinato con la atracción por los múltiples chamanismos visitados de nuevo como si de verdad última se tratara.

En el curso de los siglos, con una intensificación notable a partir del siglo XVIII, estas aberraciones han dado nacimiento a corrientes que llevan por nombre el ocultismo, el espiritismo, el teosofísmo, el rosacrucianismo, el neodruidismo, el neotemplarismo, por citar únicamente los principales que han contribuido a partes iguales a desnaturalizar la iniciación de Oficio que conocemos bajo el nombre de Francmasonería (el Compañerazgo, reservado a los auténticos profesionales, parece que ha quedado al margen) a las que pueden añadirse hoy, las peligrosas elucubraciones de sectas de todo
género.

Este tipo de “esoterismo” (que, en el mejor de los casos, no es más que una imitación fantasiosa y, en el peor, la sombra de su perversión) es, con toda razón, combatido y condenado por la Iglesia, tanto ahora como desde siempre.

No, la verdad es absolutamente otra, incluso si ella ha quedado desgraciadamente olvidada por una parte de nuestros contemporáneos y rechazada por la otra, a causa de la asimilación que hacen con las desnaturalizaciones que acabamos de citar.

En primer lugar, es preciso tomar el esôterikos (ἐσωτερικός) plenamente en su sentido griego y primero que califica aquello que es “del interior”, como el hueso de la fruta o “la médula sustanciosa” en el corazón del hueso 13.

El esoterismo, lo esotérico, designa así lo que sólo puede ser vivido desde la interioridad: un conocimiento (espiritual) en lo más íntimo, una comprensión interiorizada al encontrarse ella misma en el corazón de lo que es objeto de conocimiento: este castillo interior descrito por santa Teresa de Ávila como en la caballería; y, así pues, también la vía que conduce a él, aunque se aplica más
específicamente este calificativo a la vía iniciática.

Esta unión entre el alma ferviente y su Creador, que la Iglesia califica de esponsales en la medida que el amor es su motor esencial (el amor de Dios por el hombre y el amor del hombre por Dios), esta unión pues, tanto la del místico como la del iniciado, no puede ser otra cosa que esoterismo. Dicho de otro modo, en el corazón del secreto del ser, su secreto ontológico, sólo puede ser realmente “comprendido” que por aquellos que viven el mismo camino y el mismo estado espiritual.

El místico entra, de acuerdo a su propia modalidad, en este Misterio de interioridad de igual modo que el iniciado, según la modalidad iniciática y ambos se inscriben así en las vías del esôterikós.

Son dos vocaciones, dos caminos de plenitud: los únicos verdaderos que Dios ofrece y revela a los bautizados.

¿Qué es entonces -en el seno del Cristianismo- lo que se ha convenido en denominar el exoterismo?

¿Se distingue este, en su esencia, del esoterismo de manera idéntica a la observada en el seno de otras tradiciones espirituales?

La lingüística y, más exactamente la semántica, vienen a aclarar su sentido espiritual, contribuyendo con ello a la respuesta a esta pregunta.

Exoterismo, exotérico (del latín exotericus, tomado del griego exôterikós, ἐξωτερικός, a su vez salido de eksôteros, ἐξώτερος: “más exterior”, luego, de alguna manera, profano) califica lo que (sea ser o elemento) comporta en sí una radical extrañeza con aquello a lo que se quiere referir o compararlo. Es por otra parte de la misma raíz a partir de la cual se ha construido la palabra exótico (extraño) que encontraremos un poco mas adelante

Una evidencia se impone en relación a la teología cristiana: realmente no puede uno situarse “al exterior”, quedar extraño a la Buena Nueva, a JesucristoVerbo divino desde el momento en que se han recibido los sacramentos cristianos, que ha quedado marcado uno con el carácter y los beneficios de las gracias santificantes que, no obstante, quedan todavía por hacer fructificar en uno mismo.

Sin embargo, se puede volver atrás mentalmente y espiritualmente si, justamente, no se cultivan los frutos de estos sacramentos: si uno se olvida de los ejercicios espirituales que desarrollan las gracias santificantes citadas; si uno vuelve deliberadamente la espalda a Cristo o si se le ofrece tan solo una fe tibia y algunos momentos dispersos en una vida totalmente ocupada por los ruidos y los asuntos del mundo.

En realidad, este tipo de exoterismo no constituye en modo alguno un aspecto de la fe cristiana ni de las vías del cristianismo, sino un claro exilio voluntario, una exteriorización a la que algunos se condenan por una ausencia de deseo en profundizar las verdades más metafísicas o por una incomprensión de las mismas; por una negligencia en mantener un diálogo permanente con el Señor; finalmente, en los casos más extremos, por una negación, por un rechazo de la fe (el ateísmo).

En cualquiera de los supuestos, no resulta en ningún caso de una separación entre cristianos, previamente decidida o querida por Dios.

Podemos así afirmar que el exoterismo cristiano no es más que una actitud de los bautizados (todavía) insuficientemente hombres de deseo, con las consecuencias espirituales que ello implica, en particular respecto al Reino de los Cielos.

El exoterismo no se presenta pues, en sí mismo, como una vía perenne instituida por Dios, concebida para convenir a la inmensa mayoría todavía cerrada a la vía de la interioridad del esôterikós en sus dos modalidades.

Todavía menos como la única dimensión (canóniga) de la espiritualidad cristiana, en la medida que este esôterikós estaría sustancialmente ausente, hallándose cualquiera que se comprometiera con el mismo, posicionado en el error e incluso en el pecado.

Evidentemente no es nada de esto ya que el exoterismo, en realidad no es otra cosa más que un “posicionamiento periférico” respecto a los Misterios cristianos y del amor divino que ellos encarnan, de la atención que ellos exigen.

En el seno del Cristianismo, el exoterismo es, o una propedéutica que debe conducir a una de estas dos vías de interioridad a aquellos que todavía no han “despertado” suficientemente a la Palabra de Dios (las parábolas del Señor están enfocadas particularmente a esta finalidad); o bien, si este exoterismo permanece tan solo en estado latente, dicho de otro modo, si un cristiano se satisface con dicho estado y se establece en él, entonces se limita a no ser más que una inmadurez o una negligencia espiritual.

En definitiva, el exoterismo no es más que una falta de esoterismo, el cual constituye en su naturaleza real el único canon de madurez espiritual puesto que no es otra cosa que el entendimiento de interioridad y el “deseo de Dios”: el querer conocerlo en lo más íntimo posible, y situar dicho deseo, inmutablemente en el centro de uno mismo, centro de toda su vida terrestre.

El esoterismo se afirma pues como la norma del encaminamiento cristiano y de la Palabra evangélica, a pesar que esto pueda llegar a sorprender e incluso chocar a muchos de nuestros contemporáneos.

Así mismo, in fine, evocar el esoterismo cristiano, expresión que queda sin embargo como una necesidad hermenéutica en el estado de nuestro mundo actual, aparece como en un pleonasmo espiritual, si se nos permite esta expresión, toda la revelación cristiana aplicada por los sacramentos yendo del íntimo de Dios al íntimo del hombre.

Estas palabras de san Macario de Egipto se aplican perfectamente a nuestro discurso y constituyen el sello de verdad:

 “Si alguien dice: ‘soy rico, tengo todo lo que pueda necesitar, no necesito nada más’, éste no es cristiano sino un vaso de iniquidad diabólica. Ya que el placer que se tiene en Dios es tanto que uno no puede saciarse. Cuanto más se gusta, cuanto más en comunión estás con Él, más hambre tienes”.



Advertencia al lector:

Las negrillas y subrayado pertenecen al editor del blog, las mismas efectuadas para hacer énfasis en palabras  claves propias de la vía iniciática  que nos presenta la Tradición Cristiana.



Notas:

10 Habríamos podido escribir igualmente: la vía iniciática al Oriente de los sacramentos, al incluir Oriente a la vez el lugar-fuente de la luz que es Cristo: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no hay miedo que ande en las tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Jn VIII, 12) y la estrella polar, el lucero del alba (Cristo igualmente) que es eje y guía de los viajeros, aquellos que han emprendido el “noble viaje” que es el camino espiritual.
11 Santa Teresa de Ávila, “Las moradas del castillo interior”.
12 Gal IV, 4-7; 2 Cor VI, 2; Ef I, 10; Heb I, 2; 1 P I, 20; Mc I, 15.
13 François Rabelais: Gargantua, prólogo.





Acerca del Autor

Pascal Gambirasio d'Asseux

Pascal Gambirasio d'Asseux nació en París en 1951. Abogado, se ha dedicado también a la espiritualidad cristiana. Escritor, conferenciante (invitado de France Culture y de Radio Chrétienne Francophone), ha publicado varios libros -que ahora son referencias reconocidas- sobre la dimensión espiritual de la caballería y la heráldica o la ciencia del escudo de armas, sobre la naturaleza cristiana de la realeza francesa y del rey de Francia, así como sobre el camino cristiano de la iniciación como camino de interioridad y de encuentro con Dios: iniciático, de hecho, lejos de las interpretaciones desviadas que han distorsionado su significado desde al menos el siglo XIX, significa al mismo tiempo origen, inicio e interiorización del proceso espiritual para que, como enseña San Anastasio Sinaí, "Dios haga del hombre su hogar". De este modo, quiere contribuir al (re)descubrimiento de esta dimensión dentro del Misterio cristiano, olvidada o incluso rechazada por unos porque está desfigurada por otros.








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