Este relieve que simboliza el misterioso gremio de los constructores, estaba en uno de los arcos de la Iglesia de San Francisco.
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Para un estudio completo de la masonería
operativa del medioevo sería necesario incluir un tratado de varias escuelas de
arquitecturas y tendencias políticas y económicas que influyeron en su creación
y desarrollo. En esta nota, el interés está circunscrito en la búsqueda de los
constructores operativos que precedieron a los Colegios Romanos[1] para encontrar en ellos su
implicancia como guardianes temporales de la ciencia especulativa de los
Misterios.
Para comprender cómo se
originaron las logias de los masones operativos hay que remontarse muy atrás.
En el siglo V, el año 476, se produce la caída del Imperio Romano de Occidente.
En aquellas fechas ya existían sociedades de constructores que se convirtieron
en el refugio de las ideas más avanzadas y heterodoxas para su época, para
preservarlas de la desaparición. Las logias desempeñaron un papel similar al de
los monasterios, acogiendo una serie de conocimientos que corrían el peligro de
perderse en una época de guerras por el poder, de persecución de ideas ajenas a
las ortodoxas, de incendios que devastaban templos y bibliotecas.
Aquellos conocimientos tenían un
contenido indudablemente científico, y resultaban en aquellos siglos
incomprensibles para quienes vivían inmersos en el ambiente de oscura
intolerancia que impregnaba la vida medieval.
Si existe un periodo de la
historia difícil de estudiar, no solo por la cantidad de material y teorías
presentadas, este es el de la época de la aventura occidental que va del siglo
IV de nuestra era al siglo X. A primera vista, el cristianismo es la nueva
fuerza espiritual que a menudo sabe apoyarse en poderes temporales.
Hacia el 313, Constantino hizo
promulgar el edicto de Milán que concedía la libertad de culto a los cristianos
y a los no cristianos. En realidad era una gran victoria de la nueva religión
que gana la confianza del poder y se convierte en la fe oficial. El clero
recibe mucho dinero, se construyen numerosas iglesias, los prelados ejercen una
notoria influencia política.
Hacia 315, un monje egipcio
llamado Pacomio [2] crea
una institución que desempeñará un papel fundamental en el destino de la
espiritualidad y el arte occidental: la comunidad monacal, donde unos hombres
ávidos de Dios aprenden a vivir juntos al servicio del espíritu. Junto a los
eremitas solitarios, los grandes monasterios pacomicos albergan de mil a dos
mil monjes entre los que se encuentran albañiles y carpinteros. Son primero
empleados en la construcción del propio monasterio, en cuyo interior les están
reservadas casas especiales.
Luego de la caída de Roma (476)
la institución monástica es la que permitió a los constructores sobrevivir y,
mas tarde, desarrollarse. Sin los monjes, los masones de la Edad Media
probablemente no habrían existido o, al menos, no habrían gozado de demasiada
proyección.
En el siglo VI, Bizancio es la
que da a las cofradías artesanales ocasión de expresar su genio: de 532 a 537,
se erige Santa Sofía la Magnífica [3]. Bajo el reinado de Justiniano (522-565), las corporaciones
gozan de numerosos privilegios y reciben abundantes encargos. En Bizancio se
forma también un lenguaje artístico donde los símbolos procedentes de los
viejos imperios de Oriente Próximo ocupan mayor lugar. Los escultores los
incorporan a su alma; los transmitirán a sus hijos que preservarán su
autenticidad hasta el siglo XII.
En el siglo VI se produce también
la epopeya del monje Benito [4].
En el 529, funda el gran monasterio del Monte Casino cuyo vigor espiritual
influirá en toda Europa. Curiosamente, ese sitio había sido antes uno de lo
lugares de culto de Mitra; todo ocurre como si la tradición iniciática de
Occidente afirmara, siempre y en todas partes, el personaje del abad, ese
Cristo hecho visible para la comunidad de los monjes, ese Maestro que se ocupa
de cada Hermano y le proporciona los alimentos espirituales y materiales. El
abad es el primer Maestro de Obras de la Edad Media, el modelo del Venerable
Maestro de la masonería, pues considera la herramienta como una fuerza sagrada
y convierte el trabajo en una plegaria. Los monjes de san Benito trabajan la
materia, repiten cada día las acciones de los santos y unen la inteligencia de
la mano a la intensidad de su fe.
En 2004 el hermano Eduardo
Callaey nos presentó Los orígenes monásticos de la francmasonería, obra que
intenta recomponer el vínculo entre los gremios de constructores de la época de
las catedrales y la antigua tradición de los arquitectos benedictinos,
responsables de gran parte de las construcciones románicas diseminadas en Europa.
En el prólogo de la obra se lee que la comunidad monástica benedictina
desarrollo rasgos operativos a través de la formación primaria de una
organización artesano-gremial, asociada a la construcción del Templo, símbolo
supremo de una estructura significativa atemporal.
En el curso de su investigación,
Callaey establece una estrecha relación entre la leyenda de Hiram y los
documentos de época de la Orden benedictina, basados a su vez en la obra de un
importante autor benedictino del siglo VIII, Beda el Venerable[5] (circa 673-735), De templo
Salomonis Liber. El hallazgo de Beda en las fuentes masónicas es citado como
documento importante en el Manuscrito Cooke[6] (circa 1420). Su anónimo autor lo menciona como
una de las autoridades en la que basa su texto.
Existen numerosos testimonios que
permiten afirmar la existencia de un nexo entre ambas tradiciones. La de
aquellos frailes albañiles y la de los masones operativos. Deberíamos
remontarnos a la dinastía iniciada por Carlos Martel (686-741)[7] quien impulsó una gran
reforma de la iglesia franca, mediante la utilización de la regla benedictina.
El impulso almacenado constituye una de las principales características de la
dinastía carolingia.
Tiempo después, Carlomagno y su
hijo Ludovico llegarán a controlar más de 700 monasterios. La construcción de
estas nuevas abadías requirió un esfuerzo y organización solo posible a una
estructura establecida. En ella los monjes constructores ocuparon parte del
lugar que antaño habían tenido los Collegia Fabrorum.
Si leemos entre líneas a Callaey,
encontramos la cantidad de documentos que atestiguan el protagonismo y la
responsabilidad de la orden benedictina en la construcción de las grandes
abadías y catedrales de los siglos X y XI.
En el 590, san Colombano funda el
monasterio de Luxeuil. Bajo su dirección, los monjes construyen personalmente
los muros que les albergarán. A finales de este siglo VI, favorable a las
cofradías, los monjes se convierten en copistas y reproducen los grandes textos
de la cultura antigua, que tan abundantemente utilizarán los albañiles de las
catedrales de la Edad Media.
Hacia el 600, ese impulso
prosigue de modo notable; bajo la dirección de san Agustín, los albañiles
edifican la iglesia de Canterbury y muchas otras obras maestras. Maravillado
por las obras, el papa Bonifacio IV les liberó, en 604, de todas las cargas
locales y de los delitos regionales. En adelante, los albañiles podrán
atravesar muy fácilmente las fronteras y viajar con pocos gastos. Esta decisión
papal fue muy importante; ratifica ya el carácter original de las cofradías
iniciáticas que, de 630 a 635, construyen la iglesia de Cahors cuyo Obispo, san
Desiderio, es uno de los primeros constructores en piedra sillar.
Hacia inicios del siglo VIII en
Francia se ve aparecer el tipo de abad laico, es decir, un superior de
monasterio que no ha pasado por la vía eclesiástica. Carlos Martel alienta esta
tendencia; bajo su reinado, se empieza a hablar mucho de un Maestro de Obras
llamado Mamón Grecus, encargado de iniciar a los artesanos franceses en la
albañilería. Directamente llegado de Oriente, habría llevado en su equipaje el
antiguo simbolismo. No se trata, a mi entender, de una oposición marcada contra
la Iglesia sino más bien una voluntad de independencia de las sociedades iniciáticas
con respecto a todas las demás instituciones.
Bajo los merovingios, de 428 a
751, los artesanos se agruparon poco a poco, en las ciudades. La orfebrería es
muy apreciada y los maestros fabrican numerosos objetos valiosos para la corte
real.
Cuando Carlomagno[8] es coronado emperador en
diciembre de 800, concibe la idea de un imperio grandioso en el que el arte, la
política y la religión no estén disociados. Dora de nuevo el blasón de los
monasterios donde exige, con la mayor diplomacia, que sean formados educadores,
arquitectos, y administradores. Preñados de amor a Dios y respeto por el
hombre, los monjes carolingios acogieron a los artesanos llegados de Oriente
Próximo y será el nieto de Carlomagno, Carlos el Calvo, quien favorecerá la
expansión de las cofradías de albañiles.
Durante todo el siglo IX la
expansión de las abadías benedictinas siguen la austera regla de san Benito[9] y protegen a los artesanos
sin restricción alguna. Los benedictinos reúnen una enorme masa de textos
antiguos que se refieren a la arquitectura, la astrología, la medicina y las
más diversas ciencias; los maestros de obras, educados en semejante clima, son
cada vez más instruidos y abren su espíritu en contacto con los monjes que
dirigen su vida espiritual.
Así, los esfuerzos realizados
durante el periodo que va del siglo IV a comienzos del X se concretan de dos
modos: primero, con la apertura de la primera gran escuela de canteros del
Mont-Saint-Michel, luego con la fundación de la Orden monástica de Cluny[10], en 909. Cuando las obras
de edificación de la enorme abadía se inician, los cluniacenses se referirán a
la enseñanza pitagórica, que conocen perfectamente, y construirán los edificios
de acuerdo con medidas simbólicas. Del geómetra griego a la gran abadía
occidental, se transmiten los secretos iniciáticos de los constructores. Esta
vez, todo está en su lugar para permitir el inicio de la época de las
catedrales.
Notas
1-Los “collegia fabrorum” eran en Roma las agrupaciones
corporativas de los artesanos que se ocupaban en la construcción. Los obreros,
maestros y arquitectos que habían recibido la tradición de los arquitectos
griegos y sus conocimientos sobre la forma de trabajar la piedra, que a su vez
la habían recibido de los arquitectos del antiguo Egipto. Los miembros de los
colegios podían ser de tres clases, que no se diferenciaban mucho de las tres
masónicas. Además. Como los misterios ejercían su influencia, siempre se tenía
presente el drama de la vida eterna. Sobre los símbolos de los Colegios, baste
decir que, de nuevo, encontramos los sencillos útiles de la albañilería
empleados para enseñar la verdad, para la vida y la esperanza para la muerte.
En algunos sarcófagos romanos están gravados los compases, la escuadra, el
cubo, la plomada.
2-Pacomio es contemporáneo de Constantino III el Grande y
coincide por tanto con la época en que el cristianismo se convierte en la
religión oficial del imperio Romano. Pacomio era precisamente uno de los
soldados que luchó en el bando de Majencio. En un viaje a Alejandría, lo que más
le admiró fue la caridad cristiana. Tanto que se convirtió al cristianismo, y a
continuación, deseoso de llevar una vida lo más santa y austera posible, se
retiró a hacer vida de ermitaño junto a uno de los templos de Serapis (el dios
médico), ya en ruinas. Quizá se inspiró en los monjes egipcios de Serapis, o
quizá quiso ofrecer una fórmula alternativa a la vida solitaria, el caso es que
creó un nuevo concepto de vida religiosa en comunidad, basada en el trabajo.
Los monasterios que creó eran auténticos centros fabriles. Su primer monasterio
lo fundó en Tabennisi, junto a Denderath. Al morir dirigía nueve monasterios de
monjes y dos de monjas. Un monasterio pacomiano era una pequeña ciudad, que
contaba incluso con naves en el Nilo para acarrear la materia prima y llevar a
los mercados los productos manufacturados por los monjes y monjas. Tuvo una
gran aceptación la propuesta monástica de san Pacomio, porque era mucho más
flexible que la vida eremítica en cuanto a austeridad y mortificación. Existían
unos mínimos para todos los monjes, a partir de los cuales cada uno podía
añadir lo que quisiera. El monasterio era un conjunto de construcciones rodeado
por un muro.
3-Iglesia de la Divina Sabiduría o Hagia Sophia dedicada a la
Segunda Persona de la Santísima Trinidad, es una de las obras cumbre del arte
bizantino. Fue construida del 532 al 537, durante el mandato de Justiniano en
Constantinopla, capital del Imperio bizantino (hoy stanbul, Turquía). Sus
arquitectos, Antemio de Tralles e Isidoro de Mileto, cubrieron el edificio, de
planta casi cuadrada, con una cúpula central sobre pechinas. Ésta reposa sobre
cuatro arcos, sostenidos a su vez por cuatro columnas. Dos semicúpulas hacen de
contrafuerte de la cúpula central y los muros abiertos están asegurados por contrafuertes.
Posee además unos bellos mosaicos bizantinos. Fue utilizada como iglesia
bizantina por 916 años, desde su construcción en el año 537 hasta la conquista
de Constantinopla por los turcos en 1453, momento en que fue convertida en
mezquita. En 1935 fue convertida en museo. Fue construida sobre la primitiva
basílica de Constantino en tan sólo cinco años durante el imperio de Justiniano
por los griegos Antemio de Tralles e Isidoro de Mileto, matemático y arquitecto
respectivamente, que trataron en palabras de Agatías de aplicar la geometría a
la materia sólida. Justiniano, según su cronista oficial Procopio de Cesarea,
al ver Santa Sofía terminada exclamó: Salomón, te he superado.
4-San Benito de Nursia (Nursia, cerca de la ciudad italiana
de Spoleto, 480 Montecasino, 547), fundó la orden de los benedictinos y es
considerado patrón de Europa y patriarca del monaquismo occidental. San Benito
escribió una Regla para sus monjes que fue llamada “La Santa Regla” y que ha
sido inspiración para los reglamentos de muchas otras comunidades religiosas.
Su fiesta se celebra el 11 de julio.
5-Beda, también conocido como San Beda o Beda el Venerable
(ca. 672 27 de mayo, 735), fue un monje en el monasterio de Saint Peter en
Wearmouth (hoy en día parte de Sunderland), y de su monasterio adjunto, Saint
Paul, actualmente Jarrow. Es conocido como escritor y erudito, teniendo como
obra más conocida, Historia ecclesiastica gentis Anglorum (Historia
Eclesiástica Del Pueblo de los Anglos) le valió el título de “Padre de la Historia
Inglesa”. Beda escribió sobre muchos otros temas, desde música a religión.
6-El Manuscrito Cooke, conservado en el British Museum, debe
su nombre a su primer editor, Matthew Cooke, History and articles of Masonry,
Londres, 1861. Data de alrededor de 1410 o 1420, pero es la transcripción de
una compilación que se remonta quizá a más de un siglo atrás. Se divide en dos
partes: la primera, que consta de diecinueve artículos, es una historia de la
geometría y de la arquitectura. La segunda es un “Libro de deberes” que incluye
una introducción histórica, nueve artículos referentes a la organización del
trabajo que habrían sido promulgados durante una asamblea general en la época
del rey Athelstan, nueve consejos de orden moral y religioso y cuatro reglas
relativas a la vida social de los masones.
7-Único mayordomo de palacio en nombre del rey merovingio
Thierry IV. Como consecuencia de estos conflictos internos, el reino franco se
ha visto muy menguado por lo que Carlos pondrá en marcha un programa “reconquistador”.
Los bávaros y los frisones son sometidos entre los años 730-734. Pero el
peligro más inminente procede del sur, donde los musulmanes dirigidos por
Abderrahmán se dirigen desde Pamplona hacia la Gascuña, Burdeos y Tours. El
enfrentamiento entre francos y musulmanes tendrá lugar en Poitiers, en octubre
de 732, saliendo victorioso Carlos y recibiendo el apelativo de Martel
-martillo-. Occidente parece respirar aliviado aunque los musulmanes no serán
expulsados definitivamente de tierras galas hasta el año 757.
8-Carlos I el Grande, llamado Carlomagno (747/748 según
algunas fuentes) 28 de enero de 814), rey de los francos (768 814), rey nominal
de los lombardos (774 814) y Emperador de Occidente (800 814). Fundó el llamado
Imperio Carolingio (considerado el Imperio Romano de Occidente restaurado), que
se transformaría en el llamado Sacro Imperio Romano Germánico en 962, con la
ascensión a la dignidad imperial de Otón I.
9-Benito de Nursia escribió a principios del siglo VI una
regla destinada a los monjes de los monasterios. Cuando le destinaron al norte
de Italia como abad de un grupo de monjes, éstos no aceptaron la Regla y además
hubo entre ellos un conato de conspiración para envenenarle. Benito se trasladó
entonces al monte Cassino, al noroeste de Nápoles, donde fundó el monasterio
que sería conocido más tarde como Montecassino. Allí le siguieron algunos
jóvenes, formando una comunidad que acató y siguió la Regla, conocida por las
generaciones futuras como Regula Sancti Benedicti, de 73 capítulos, algunos
añadidos y modificados después por sus seguidores. Esta regla benedictina será
acogida por la mayoría de los monasterios fundados durante la Edad Media. El
principal mandato es el ora et labora, con una especial atención a la
regulación del horario. Se tuvo muy en cuenta el aprovechamiento de la luz
solar según las distintas estaciones del año, para conseguir un equilibrio
entre el trabajo (generalmente trabajo agrario), la meditación, la oración y el
sueño. Se ocupó San Benito de las cuestiones domésticas, los hábitos, la
comida, bebida, etc. Una de las críticas que tuvo esta regla al principio fue
la “falta de austeridad” pues no se refería en ningún capítulo al ascetismo
puro sino que se imponían una serie de horas al trabajo, al estudio y a la lectura
religiosa, además de la oración.
10-La orden de Cluny es una reforma de la orden benedictina.
Fue creada el 11 de septiembre de 909, Guillermo I, duque de Aquitania, donó la
villa de Cluny al papado para que fundara un monasterio con doce monjes. El monasterio
se situó en Mconnais, en Sane-et-Loire. La donación hecha por Guillermo I no es
gratuita, pretende obtener la protección y la garantía de la Santa Sede dado
que su poder era muy escaso. Guillermo el Piadoso quería evitar el control de
los laicos. En la Carta de la fundación de la abadía se establece la libre
elección, por parte de los monjes, del abad; un punto de suma importancia en la
orden benedictina. La Carta condena gravemente a los que transgredan este
artículo. La donación de Cluny no es la única. En esta época, numerosos
dominios son legados al papado, como Vézelay. El prestigio de los pontífices
del siglo X es relevante. La reforma es apoyada por el monasterio de San Martín
dAutun y el de Fleury sur Loire. En el 914, se funda el monasterio de Brogne
convirtiéndose en un centro de gran influencia junto con su fundador Gérard.
Christian Gadea Saguier / Blog
“Los Arquitectos”
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