miércoles, 21 de julio de 2021

Realización Iniciática y Misterio Cristiano / Esoterismo: la singularidad cristiana / Pascal Gambirasio d’Asseux

 


Cristo Pantocrátor: (Parte del Mosaico de la Deésis)


Esoterismo: la singularidad cristiana

La vía iniciática, en modo cristiano como en cualquier otra tradición o religión revelada, exige pues haber recibido “la influencia espiritual” sin la cual no existe más que un simulacro o “piadosa” intención.

Precisaremos por nuestra parte que esta influencia espiritual, de origen no humano, infunde en el ser lo que llamaremos mutatis mutandis, y siguiendo los términos de la teología cristiana, una gracia y un carácter inefables. Podríamos incluso calificarla de “sello ontológico”.

La enseñanza que le es vinculada permite realizar esta edificación interior y pasar así de la iniciación virtual a la iniciación efectiva, lo que no significa que la iniciación virtual sea por su parte incompleta, sino únicamente que no ha sido todavía “asimilada” por aquel que la ha recibido. Exactamente como el Bautismo y la Confirmación exigen del cristiano una catequesis y un deseo espiritual por “crecer” en la Fe, mediante la plegaria, la Caridad y todas las obras cristianas enseñadas por los Padres.

Esta transmisión implica tres condiciones:
- La filiación iniciática ha de ser ininterrumpida (al igual que la ordenación sacerdotal cristiana que debe inscribirse en la filiación apostólica con origen en Cristo, y por medio de Pentecostés, en el Espíritu Santo);

- Debe ser efectuada por aquel que a su vez ha sido de manera auténtica y previamente (válidamente, en términos teológicos) iniciado e instituido con plena capacidad de transmitir lo que ha recibido;
- El acto operativo debe seguir escrupulosamente el rito o ritual a su vez tradicionalmente transmitido a tales efectos.

En Occidente, existe por una parte, la iniciación de Oficio: la Francmasonería y el Compañerazgo, y por otra, la iniciación caballeresca: la vía heroica.

Las enseñanzas herméticas, reclaman ciertamente esta vinculación iniciática en el sentido que venimos de evocar, pero el Hermetismo no comporta rituales de transmisión, tratándose en primer lugar de una iniciación virtual (teórica, si se quiere); el Adepto lo es o no lo es realmente, como sucede en el estado Rosa+Cruz. En contrapartida, estas enseñanzas “abren”, realizan una real edificación interior vinculada al trabajo operativo cuando se conocen las claves.

La ciencia de las letras y los números (nos situamos aquí fuera de la religión judía, en que el contexto es diferente y contemplamos la Cábala cristiana, es decir la Cábala estudiada y puesta en práctica por los cristianos) si supone por su parte, esta vinculación de la que hablamos, no posee en sí misma ninguna transmisión particular.

Pero es cierto que, de acuerdo a la tradición, se trata de una ciencia sacerdotal (con una dimensión teúrgica), ciencia que normalmente, debería ser plenamente operada por aquellos que han recibido este tipo de iniciación.

Por otra parte, volveremos un poco más adelante sobre esta otra modalidad que puede ser calificada de iniciación sacerdotal en el marco de otras tradiciones, en particular la judaica, la hindú o budista pero que resulta distinta a éstas en el marco específicamente cristiano. Nos referimos a lo que se designa habitualmente bajo el nombre de teúrgia y que constituye lo esencial de la transmisión y la enseñanza iniciáticas de ciertas filiaciones que perduran en Occidente, en la medida que su transmisión sea realizada por auténticos detentores de esta “influencia espiritual”.

Esta iniciación es salida de la tradición judaica, y por mediación de ella, de la de Egipto, “relevada” por los collegia fabrorum (colegios, confraternidades de maestros artesanos) de Roma, y sin duda heredera igualmente de los cultos Mistéricos de la antigua Grecia, pero, como veremos más adelante, “bautizada” por la Revelación cristiana, siendo transmitida a través de ciertas filiaciones iniciáticas occidentales como los Fieles de Amor (de la que el poeta Dante fue miembro), la Fraternidad de la Rosa y la Cruz, la Orden de los Elegidos Coen del Universo de Martinès de Pasqually (rectificando no obstante ciertas afirmaciones, en las que Martinès se aleja manifiestamente de la verdadera teología cristiana), la filiación espiritual de Louis-Claude de Saint-Martin o Martinismo así como el Rito Escocés Rectificado (que son ciertamente los dos más bellos ejemplos de esta iniciación cristiana).

Pero es igualmente cierto que numerosos grados de la Francmasonería (del Rito Escocés Antiguo y Aceptado, del Rito de Emulación e incluso del Rito Francés) han sido vaciados intencionadamente de su carácter cristiano original por los mismos masones, cediendo a las diversas influencias funestas a la autenticidad de esta vía iniciática.

Retomando ahora lo que nosotros mismos hemos dicho: efectivamente, en el Occidente cristiano, no existe ninguna otra iniciación sacerdotal que no sea el Sacerdocio o el Episcopado, o sea la ordenación sacerdotal en su sentido estricto y perfectamente eclesial.

Quienquiera, como a menudo sucede en los medios iniciáticos contemporáneos, que pretenda lo contrario y reivindique una “iniciación sacerdotal” distinta del sacramento de la Ordenación, tal cual es presentado en el cristianismo según la jerarquía tradicional: presbítero, obispo –es preciso dejar aparte a los diáconos, ya que hablando en propiedad, están al servicio del culto, pero no han recibido la ordenación que les permitiría celebrar el Misterio cristiano absoluto: la Eucaristía-; cualquiera que pretenda esto equivoca o se equivoca, lo que desgraciadamente y de manera reiterada, ha causado y causa tantos estragos.

Podemos decir que en el seno del Cristianismo, la iniciación sacerdotal o sacramento de la Ordenación y la teúrgia son distintos, mientras que en otras tradiciones, la iniciación sacerdotal integra o se confunde con la teúrgia. Y no puede ser de otro modo puesto que estas tradiciones, en la medida que no forman parte de la Revelación cristiana, no comportan el equivalente de la Eucaristía, que es único y propiamente hablando, un Misterio cristiano.

La vía iniciática sacerdotal cristiana consistiría llegado el caso, y para los hombres debidamente ordenados, en estudiar especialmente la Cábala cristiana, la vía de las letras- números y de los sephiroth, poniendo en práctica realmente una teúrgia mediante la plegaria ordenada en torno a la invocación de Nombres divinos o angélicos…

Con toda evidencia, esto no impide en absoluto a los otros, sobre todo a aquellos que ya han recibido una iniciación de Oficio o caballeresca, el seguir esta vía. Ella contribuirá a perfeccionar su edificación, pero no podría hablarse en ese caso, en el sentido preciso del término, de una iniciación sacerdotal. Los conocimientos que puedan adquirir surgirán efectivamente de ésta, pero no la iniciación de la que son portadores. Este punto es suficientemente importante para que sea menester detenerse un tiempo en él.

Esto nos permite comprender, de facto, que la Revelación cristiana sólo conoce una sola y única transmisión sacerdotal, de acuerdo a la transmisión apostólica, y no una doble, como algunos dejan entender intencionadamente: la filiación según san Pedro, que sería exclusivamente de naturaleza exotérica y la filiación según san Juan o san Santiago, que sería de naturaleza esotérica.

Ciertamente hay una liturgia denominada “de san Santiago”, pero se trata entonces de un ámbito totalmente distinto. De ninguna manera, el Evangelio indica o deja suponer esta doble filiación. Muy al contrario, los Doce conforman una hermandad o coro unido y único, incluso si cada uno por su parte tiene un lugar distinto, como esto se inscribe perfectamente en el plan de los carismas explicitados por san Pablo.

En contrapartida, la Pentecostés las ilumina y las perfecciona, “al unísono”. Si hay que considerar un lugar singular y supereminente entre ellos, es a la Virgen María a quien le corresponde, de acuerdo a su título tan único y personal respecto a su Hijo y a todos los hijos de los hombres en Cristo, tal como es instituida Madre de todos los Bautizados, desde lo alto de la Cruz.

San Juan, como veremos, ilustra a la perfección esta unidad en el colegio de los Apóstoles así como los diversos grados de comprensión, de comunión, que podían tener: él es la imagen del iniciado cristiano que ha sabido abrirse a la intimidad divina, que “ha entendido” los Misterios del Sagrado Corazón (lo que significa su cabeza –su oído, puesto sobre el pecho- el corazón de Cristo cuando la santa Cena).

Lo que significan igualmente las palabras “herméticas” de Jesús, cuando hace a Pedro que le pregunte: "Señor, y éste, ¿qué?”. Jesús le respondió: “Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿qué te importa? Tú, sígueme." (Juan XXI, 21-22).

De este modo, con independencia de los grados de conocimiento, bien reales por otra parte, la transmisión apostólica es una, y nos atreveríamos a decir, indivisible; una es pues la ordenación sacerdotal. Tampoco es el “doble” de una supuesta iniciación sacerdotal oculta, eventualmente de naturaleza o de origen diferente a la de los Apóstoles. Esto manifiesta igualmente que el Cristianismo no “encubre” un esoterismo, sino que es, en sí mismo, a la vez exotérico y esotérico; que el esoterismo no se encuentra agazapado como si de un tumor maligno se tratara, sino que tiene una dimensión original propia, lo que hace que efectivamente, de esta religión revelada una religión y una iniciación originales



Notas:

Acerca del Autor

Pascal Gambirasio d'Asseux
Pascal Gambirasio d'Asseux nació en París en 1951. Abogado, se ha dedicado también a la espiritualidad cristiana. Escritor, conferenciante (invitado de France Culture y de Radio Chrétienne Francophone), ha publicado varios libros -que ahora son referencias reconocidas- sobre la dimensión espiritual de la caballería y la heráldica o la ciencia del escudo de armas, sobre la naturaleza cristiana de la realeza francesa y del rey de Francia, así como sobre el camino cristiano de la iniciación como camino de interioridad y de encuentro con Dios: iniciático, de hecho, lejos de las interpretaciones desviadas que han distorsionado su significado desde al menos el siglo XIX, significa al mismo tiempo origen, inicio e interiorización del proceso espiritual para que, como enseña San Anastasio Sinaí, "Dios haga del hombre su hogar". De este modo, quiere contribuir al (re)descubrimiento de esta dimensión dentro del Misterio cristiano, olvidada o incluso rechazada por unos porque está desfigurada por otros.

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