domingo, 28 de abril de 2019

El Arte de la Vida Interior | Marie Madeleine Davy

Masonería Cristiana
El Anacoreta
Teodoras Aksentovicius



El arte de la vida interior

Todo arte se aprende, todo oficio se enseña. Existe un arte de vivir como existe un arte de amar, y por lo mismo un arte de la vida interior. Este arte tiene sus guías. Entre ellos el más precioso se encuentra en el interior de uno mismo. Poco importa el nombre que se le de. Se puede, cono San Agustín, llamarlo el « Maestro interior ». Pero debe de ser descubierto. Los otros maestros no tendrán otra función más que la de favorecer este encuentro de uno mismo con el Sí-mismo supremo, el elemento más vivo del ser.

El arte de la vida interior es sutil. Va desde el conocimiento de uno mismo hasta la iluminación pasando por la ascesis, la concentración, la meditación y la oración. Comporta el aprendizaje de la pobreza interior, del perfecto renunciamiento. Desemboca en el vacío. En el fondo del fondo de la dimensión interior se encuentra un lugar que la mayoría de los hombres no visitan. Se puede nacer, vivir mucho tiempo y morir ignorándolo. Se puede creer tocarlo pero él retrocede a medida que uno se le aproxima, porque él siempre es algo a conquistar, salvo para los perfectos de los cuales él es el lugar esencial. Es el centro de la rueda que permita a esta moverse. Este vacío se llama así porque no sabríamos darle un nombre.


EL REINO ESTÁ DENTRO DE VOSOTROS


«Buscar primero el reino de Dios». A esta frase de san Mateo (6, 33) sigue esta de san Lucas (17,21): «El reino de Dios está dentro de vosotros». Así, el cristiano está informado de que debe buscar antes que nada el reino y que este se encuentra en él. Estos dos textos engloban la vida cristiana. Es a partir de ellos que la aventura cristiana comienza y se despliega.

Respondiendo a esta invitación, el hombre de buena voluntad se pregunta: ¿dónde situar este «dentro»? ¿cómo alcanzarlo? ¿cuál es la vía más corta para descubrir este reino? Que el hombre se extienda en preguntas múltiples y ociosas y helo aquí perdido. 

Lo importante es ponerse manos a la obra y buscarlo. Antes que nada el buscador descubre su amplitud, la siente confusamente sin poder llegar a circunscribirla. Una tal visión es justa, ya que la interioridad está privada de límites. Que él ceda al vértigo nacido de la consciencia de esta «vastedad» y se encontrará dando vueltas alrededor de sí mismo sin poder llegar a penetrar al interior de su inmensidad. «La belleza de la hija del rey está dentro» le enseña el salmista (Sal. 45,14). El reino es belleza, y el buscador, quedando enamorado de esta belleza que él ignora todavía, pero que se sitúa en él, va a coger el camino del amor. Es la vía más corta, y su amor podrá transformarse poco a poco en conocimiento.

Pero antes que nada el hombre experimenta su ignorancia que es trágica y desesperada: él constata que no se conoce. No posee en efecto ninguna experiencia de su propia realidad. Antes de emprender su viaje al interior, le es importante saber quién es él.


EL CONOCIMIENTO DE SI


El conocimiento de sí es comparable a una apertura, en el sentido musical del término: es por eso que ese conocimiento penetra a cualquier otro.

Según Platón (Apol., 1,28), «No vive verdaderamente quien no se interroga sobre si mismo». El cristianismo, heredero en sus primeros siglos de la filosofía griega, da una extrema importancia al conocimiento de sí. Es por eso que se verá en particular a los Padres griegos recomendar la reflexión sobre uno mismo, sobre su origen y su destino. De ahí el término «socratismo cristiano» propuesto por Etienne Gilso.

Conocerse, es descubrir en sí la imagen divina en el sentido del texto del Génesis: «Dios creó al hombre a su imagen y semejanza». Esta imagen es comparada a un germen divino, infinitamente pequeño y frágil. Esta semilla es equivalente a un grano de mostaza o de arroz. Su función es la de crecer y dar su fruto, como un grano de trigo echado a un surco y que debe crecer y portar una espiga.

La vida interior tiene como función despertar esta simiente a la manera de una hembra cubriendo su huevo. Toda criatura es «mujer», la simiente es divina, conviene calentarla para hacerla eclosionar: tal será la obra de la vida interior. Lo importante nunca perder el contacto con la fuente de su ser, hacerla crecer como un agua viva con el fin de beber en ella. Esta simiente divina es llamada «reino», «perla», «tesoro». Ella se encuentra en el fondo del fondo del ser: es por eso que un ahondamiento es necesario.


LA EXPLORACIÓN INTERIOR


La interioridad se descubre como una Tierra prometida, conviene ir a su encuentro. Por otra parte, ella misma se acerca y se dirige hacia el que la busca, ofreciéndose a su mirada. En el itinerario interior, no hay punto de referencia. Creer descubrirlo sería ilusorio. No existe ningún agarradero ni sensible, ni mental, ni voluntario. Nada: dice Juan de la Cruz. La vida interior es más un desprendimiento que una adquisición. La fuente está obstruida, conviene desatascarla.


El viaje interior, un viaje de solitario


En un tal caminar, se avanza a mar abierto: un mar sin orillas que el ojo pueda distinguir. No hay huellas tras de si, no hay camino trazado por delante. Ningún puerto tranquilo para refugiarse, tampoco ancla para fijarse, las amarras se han roto. Se puede sentir el miedo del naufragio. Hay que superarlo, porque toda inquietud te vuelve esclavo. Solamente la libertad, la independencia, la confianza en la gracia provocan la transparencia: la opacidad desaparece y el agua se hace poco a poco translúcida. La descripción de los senderos recorridos por los demás anima. Uno se encuentra con que tiene compañeros de viaje, y poco importa la época en la cual han vivido. De todas maneras, ser retenido por ellos y por su experiencia impediría el seguir su propio camino. El viaje interior es aquel de un navegante solitario. Este se ha entrenado antes de comenzar su periplo aventurero; posee en su barco las rutas de navegación. Pero le es necesario hacer frente a situaciones imprevistas y prevenirse contra los peligros por un simple sentido común y una clara intuición.


Diversos caminos, un solo objetivo


Es así para aquel que emprende el viaje del interior. Puede consultar especialistas, proveerse de libros relatando las exploraciones análogas a la suya, pero deberá efectuar él solo su propia investigación interior; esta soledad puede pesarle como un fardo. En realidad, es ella el precio de su libertad y de su fidelidad a su vocación personal. En el descubrimiento de la vida interior, se presentan tantas vías diferentes como individuos. No obstante, los caminos diversos conducen a un objetivo idéntico. El hombre es una masa compacta, le hace falta levadura. A falta de descubrir en uno mismo esta levadura, tiene él tendencia a buscarla fuera. Es ese un error pernicioso, que le hace perder tiempo, energías y le distrae de lo esencial. Volver a uno mismo, es decir vivir dentro, habitar consigo mismo, tal es el secreto comunicado por los hombres de luz.

En la vida interior, el hombre no está nunca abandonado. Físicamente, puede sucumbir a la fatiga y al hambre, a la soledad, encontrar transeúntes que le miran y que sin embargo no le ayudan. En el interior, es suficiente con que clame su miseria, su desnudamiento, con que pida ayuda, con que ore: las ayudas le son enviadas en seguida. El beneficiario ignora de dónde provienen, pero están allí y le salvan no de las pruebas, sino de las trampas y de los peligros. Es por eso que el hombre exterior puede atesorar por prudencia humana, el hombre interior recibe cotidianamente su ración de luz, y ese es su «pan de cada día».

Uno puede preguntarse cómo se pone en camino el hombre hacia su interioridad. Esta búsqueda responde a una nostalgia de belleza, de terminación, de inmortalidad, y también a un amor del cual experimenta su realidad desde el momento en que se recoge en su espacio ilimitado, privado de toda frontera, más vasto que el universo. El buscador, que, semejante a un nuevo Cristóbal Colón, se aventura en la vida interior, visita un continente del que no podrá nunca volver. Los descubrimientos se suceden, y él va de asombro en asombro, de maravillamiento en maravillamiento. Ciertamente, encuentra obstáculos, pruebas que son otros tantos exámenes de paso que hay que aprobar necesariamente, o volver a comenzar. .En la vida interior, el viajero no salta de estación, por lo mismo que la naturaleza es fiel a un ritmo estacional. Para marchar rápido, le es necesario abandonar sus equipajes, deslastrarse, llegar a una total desnudez, mantenerse libre con el fin de favorecer su empresa. De ahí la necesidad de la ascesis


LA ASCESIS: PRELUDIO A TODA VIDA INTERIOR


Toda búsqueda concerniente a la vida interior comienza y prosigue por la ascesis. Sin ascesis, el hombre interior está condenado a la inautenticidad. No es la ascesis un objetivo, sino un medio. Contentarse con una ascesis exterior concerniente solamente al cuerpo es insuficiente. ¿Para qué bueno privarse de alimentos si el corazón no ayuna, si los pensamientos se multiplican en su movilidad disipando el espíritu? La ascesis tiende a cortar las raíces del narcisismo, o mejor todavía a desenraizarlo perpetuamente ya que –como la hidra de siete cabezas– cuando una se corta, otra crece. Los yoes son numerosos: cuando uno de ellos parece muerto, otro surge. Para el hombre moderno, la ascesis exige también una constante puesta en duda. No se trata de alimentar dudas e inquietudes, sino de poner signos de interrogación que no encuentran respuesta más que en la profundización. La ascesis es un perpetuo desapego que necesita una disciplina en la manera de vivir, de nutrirse, de dormir y también de divertirse, de trabajar, de leer, de pensar y de comportarse con los demás. La ascesis del intelecto permite no confundir lo esencial con lo accesorio, no dispersarse en parloteo en aquello que no solo escapa a la razón sino también a la inteligencia. Así, la ascesis continua tiene como resultado un perfecto dominio.

Para el cristiano, se acompaña de una oración constante. Esta es una perpetua liturgia en el interior. Esta liturgia hace uso de palabras; en su cumbre se vuelve silenciosa. Es disposición a recibir la «gracia» sin la cual ningún paso en la vida interior podría efectuarse. La oración no es solamente llamada, es también alabanza, gratitud, confianza y abandono. La oración se dirige a una Presencia a la que se llama comúnmente Dios.


La educación del cuerpo


El cuerpo se educa. Aquí se requiere la comprensión más que la violencia como tal. Al comienzo, el esfuerzo puede experimentarse en su dureza. En la medida en la que la espontaneidad se vuelve un estado, la conducta prosigue sin tensión. Para el hombre interior, la educación del cuerpo no cesa de perseguirse. Abandonarlo por el hecho de su pesadez y de sus exigencias sería exponerse a encontrarlo, un día u otro, como un obstáculo. Aislándolo y menospreciándolo, el hombre se divide y, dividiéndose, se pierde. Los ejercicios de relajación y de respiración, la presencia atenta a los órganos para animarlos en su buen funcionamiento, aseguran su vitalidad. Tener confianza en el cuerpo es una buena actitud –sin apegarse desmesuradamente a él. El cuerpo está «de paso», hay que tratarlo bien sin por otra parte ser su esclavo. No se cambia de cuerpo como se cambia de montura. La cuerda de un arco tiene que ser tensada para vibrar, pero sin llegar a una tensión que la rompería.

El hombre parece reducirse al cuerpo para la mayoría de los individuos, y la actividad del sexo ya no es solamente placer, sino valor comercial expuesto en el teatro y en el cine. La vida interior respeta el cuerpo; no obstante, durante mucho tiempo ha tenido tendencia a despreciarlo. Este se venga actualmente de haber sido el mal-querido volviéndose ahora el único-querido. La ascesis da al cuerpo su lugar a la vez que le enseña a mantenerse al servicio del espíritu.


La agonía del yo


A causa de un calentamiento progresivo producido por la ascesis, la oración, la meditación, la calma del cuerpo, del intelecto y del corazón, el ego comienza a fundirse, después se derrite. El sujeto ya no está preocupado por si mismo; helo aquí privado de proyectos y de deseos. Atraviesa así «la noche» descrita por Juan de la Cruz. Nada le atrae y todo le parece insípido. La necesidad de asistir a la agonía de su yo puede parecer dolorosa; sin embargo los autores espirituales recomiendan no vacilar durante esta muerte. Esta agonía es esta muerte conducen a la pobreza, al desapego y sobre todo al abandono de la voluntad propia. Cuando el hombre abandona su yo, o más bien sus yoes, la alegría surge.


EL NECESARIO MAESTRO ESPIRITUAL


¿El hombre que inicia una investigación interior tiene necesidad de guía? Antaño, en los Padres del Desierto y también en las escuelas iniciáticas orientales, el discípulo vivía cerca de su maestro. La existencia en común era preferible para que la enseñanza fuera justamente adaptada a la capacidad de aquel que la recibía. Ver vivir, observar el comportamiento del alumno rompe las ilusiones que se podrían tener al respecto. El discípulo se conoce mal y lo que él expresa es raramente adecuado; se confunde sobre sí mismo por falta de discernimiento y también de lealtad. Solo un sujeto ya formado es capaz de revelar lo esencial a aquel que le conduce. En razón de las reacciones más o menos previsibles del sujeto, el maestro espiritual correría el riesgo de perturbar a su discípulo e incluso perturbarlo profundamente guiándole sin verle de vez en cuando. Ciertamente, un buen maestro puede seguir a distancia a su alumno, pero tales casos son poco frecuentes, ya que raros son los verdaderos maestros y raros los buenos discípulos.

En nuestra época, al menos en Occidente, la raza de los directores espirituales se rarifica mientras que los seudo-maestros se multiplican. Más vale estar solo que guiado por alguien que conduce a callejones sin salida o esteriliza la vocación interior. No obstante, al comienzo y durante el recorrido, sería preferible ser iniciado a la vida interior, si no tenemos el riesgo de tomar falsos caminos, de vivir en la ilusión y en una falta total de lucidez. El encuentro con un ser de luz es a veces el estímulo necesario para provocar el viaje de la interioridad. Cuando un discípulo ha penetrado realmente en su dimensión de profundidad, incluso en su ausencia, el maestro espiritual se le hace presente.


La elección de las lecturas


A falta de maestro, el discípulo recurrirá a los autores expertos en la investigación interior. El peligro, aquí, es de dispersarse y leer inútilmente. Sería suficiente con mantenerse firmemente en un solo guía sin picotear al azar. Si, por ejemplo, un buscador tomará las obras de Maestro Eckhart para ayudarse en su vida interior, podría cómodamente consagrar varios años de su vida a la meditación de sus obras, pero no estaría sin embargo cerrado a la lectura de los Padres de la Iglesia, en particular de los Capadocios (Basilio, Gregorio de Niza y Gregorio Nacianceno), de los Padres del Desierto, de los autores cartujos, cistercienses de la Edad Media y también de la escuela renana. Es preferible leer directamente los textos o a través de traducciones mejor que recurrir a sus comentadores. La vida interior no tiene fecha, poco importa si los autores son antiguos y se expresan en el estilo de su época. Además, el verdadero lenguaje espiritual nunca es mermado por el tiempo.


La Biblia


Para un cristiano, la mejor enseñanza se encuentra en la Biblia. Es a través del Antiguo y el Nuevo Testamento como el sujeto es conducido a su interioridad. La lectura asidua del Génesis, de los Salmos, de los Profetas, de la Sabiduría, del Eclesiastés y de los Proverbios será particularmente mantenida junto a los libros del Nuevo Testamento. No se trata solamente de leer, sino de profundizar, de «rumiar», y la Palabra divina se volverá actuante en el alma, el corazón y el espíritu.

En las escuelas monásticas (benedictinas, cartujas, cistercienses), la primacía es dada siempre a la Biblia tanto en el oficio como en la lectio divina. Hoy en día, los benedictinos y los cistercienses abren gustosamente sus abadías a las personas de fuera, favoreciendo así los retiros silenciosos. Algunos podrán encontrar allí asilos de paz y de enriquecimiento. Sin embargo, vivir en el mundo o residir de por vida en una comunidad religiosa presenta objetivos muy diferentes. Incluso en los claustros, teniendo los monjes carencia de formadores, los verdaderamente contemplativos son excepcionales. Además no sería justo que personas del exterior vinieran a perturban la vida de silencio de hombres o de mujeres que han elegido el claustro para mejor dedicarse a «lo único necesario»: el encuentro y la unión con la Deidad. Una enfermedad del alma puede conllevar transferencias y mantener el dirigido y al director en un sicologísmo de mala ley, puesto que no es liberador. Y esto tanto más cuanto que los monasterios –al margen de las cartujas cerradas a toda exterioridad– se encuentra ellos mismos en búsqueda desde el último concilio y están por ello en pleno período de mutación. Existen no obstante fundaciones nuevas de espíritu contemplativo y sin embargo abiertas y acogedoras, permitiendo así a aquellos que lo desean aprender a orar y penetrar en su dimensión de profundidad.


El silencio interior


Lo más importante en el orden de la vida interior es que el buscador de su interioridad se mantenga a la escucha del interior de sí mismo y tome, en la medida que pueda, momentos de silencio, de recogimiento y de retiro. Según la intensidad de su escucha, será conducido, guiado, formado, a condición de mantenerse en perpetuo estado de vigilia, con una vigilancia tanto más intensa en cuanto que no habrá nadie fuera para observarle, reprenderle o animarle.

Actualmente, el cristiano se entrega gustoso al yoga y al zen. Son estos métodos preciosos capaces de favorecer su investigación interior a condición de que él no abandone sin embargo su opción cristiana, si de todas maneras le conviene mantenerse en ella. La mayoría de los cristianos ignoran la verdadera tradición cristiana y piensan que no existen métodos en el interior del cristianismo para abordar y profundizar la vida interior. Sin embargo, hay una vía observada, sobre todo en los monasterios ortodoxos, que hoy en día ha hecho entrada en la mayoría de los conventos cristianos; es practicada no solamente por los monjes sino por aquellos que viven fuera de los claustros: se trata del hesicasmo.

El hesicasmo es un método de interiorización que conduce a un perfeccionamiento que desemboca en la deificación. El hesicasmo reposa en la práctica de la hesyquia. Este término, que significa reposo, tranquilidad, quietud, no pertenece únicamente al lenguaje religioso; se conoce su empleo en el griego profano. La adquisición de la calma y de esta tranquilidad concierne al cuerpo (ayuno, vigilia, trabajo) después a la psyche (el alma) y finalmente al espíritu por el despertar de sus energías latentes. La importancia se da a los pensamientos que pueden empañar el corazón y perturbarlo. El hesicasmo rechaza los discursos interiores, las interrogaciones inútiles, los falsos problemas que dispersan de la actividad del intelecto. Aún más, rechaza todas las ideas sobre Dios que corren el riesgo de abrir una distancia entre el sujeto y la divinidad reduciendo esta a un objeto exterior es decir a un ídolo. El reposo al cual desemboca la práctica de la hesyquia no es estático sino profundamente dinámico. Se le puede ver como una reunión de las diversas energías, como la conquista de la perfecta unidad entre el cuerpo, el alma y el espíritu.


La oración ininterrumpida


Establecido en su corazón considerado como el centro de sí mismo (según la tradición cristiana oriental), el hesicasta se entrega a la Oración de Jesús basada en la respiración. Él la repite incansablemente como un mantra. Es en el lugar del corazón donde se fija la presencia de Cristo. Esta oración devenida perpetua es denominada la Oración pura, ella conviene al corazón llegado a ser libre por la liberación de los pensamientos errantes y puro en tanto que espejo perfectamente limpio. 

La célebre Oración de Jesús consiste así en la repetición ininterrumpida de las palabras: «Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí». Esta oración está en el centro de los textos reunidos bajo el nombre de Filocalia.


EL FONDO SECRETO DEL ALMA


El viaje interior conduce al descubrimiento del fondo del alma. «Hay en el alma un fondo secreto de donde» surgen el conocimiento y el amor; ese «algo» no conoce y no ama; son las potencias del alma las que conocen y aman (Maestro Eckhart, Tratados y Sermones). Ese fondo secreto no tiene ni pasado ni futuro. Desde el momento en que el hombre penetra en él, se sitúa fuera del tiempo y del espacio. Es así como el itinerario de la vida interior desemboca en la eternidad, ahí donde no hay nada que alcanzar y nada que añadir, nada que ganar y nada que perder. «Ese fondo secreto ha comprendido en que reposa la beatitud» (Eckhart)

Llegar a ese fondo, tal es el la apuesta de la vida interior y de alguna manera su secreto. Estamos así muy lejos de los aspectos dogmáticos y morales de los que a veces se ha sobrecargado el cristianismo. La ley, por ejemplo la que está presente en los mandamientos, se ofrece como un cuadro, por lo tanto una exterioridad, y no concierne a la vida interior misma. Pero es evidente que aquel que se encamina hacia el fondo de su ser ha dominado sus pasiones y sus codicias, o, más exactamente, ellas se han desprendido de él.

El hombre interiorizado sabe que él no tiene que abandonar, él es abandonado por las dispersiones. Cuando un niño crece, deja sus juegos, o más bien los juegos le dejan. Más todavía, la mariposa olvida que ha sido larva, reptando como una serpiente; vuela, y esa es su dicha resultante de su vocación de mariposa. Así, cuando el hombre toca su fondo, se metamorfosea. Está ahí el milagro producido por la vida interior.


EXPERIENCIA, ILUMINACION, DEIFICACIÓN


En la medida en que la experiencia se afina, se transforma en experiencia sutil. Al comienzo, el hombre es consciente de lo que descubre. Mientras posee esa consciencia clara, su descubrimiento carece de profundidad. Se puede solamente hablar de una aproximación, ya que el verdadero descubrimiento, la captación, es transconsciente en su penetración. El místico no sabe que ora, y tampoco sabe que conoce, de la misma manera que el sol resplandece, y calienta e ilumina. Así, el amor es únicamente amor; nada más y nada menos.

En la experiencia sutil de la vida interior, el estado de desconocimiento le lleva a la consciencia del conocimiento. El puro conocimiento es de orden extático, ya que es indiferenciado; no podría producirse al nivel de los sentidos exteriores e interiores. Es más allá donde se produce la iluminación. Esta surge súbitamente, inesperadamente. Así, la iluminación sobrepasa un estado personal. Ciertamente, el sujeto experimenta una experiencia que le es propia, pero no la retiene como un «tener», puesto que ya no tiene ningún deseo de posesión. La iluminación deviene un estado no sometido a alternativas, ya que en su plenitud sobrepasa al sujeto que la recibe o, más exactamente, el sujeto no intenta retenerla como un bien propio. Esta iluminación se extiende en el cosmos de una manera difusa; ella es luminosidad, amor pleno de ternura.

Todos aquellos que están hambrientos de interioridad pueden de esta manera recibir una mano anónima que descubren independientemente del lugar donde se encuentren. El tiempo y el espacio no podrían intervenir. El hombre iluminado se mantiene en un vacío supramental que le permite asistir como espectador al desarrollo de su propia existencia. Privado de deseos y de proyectos, se sitúa más allá del sufrimiento, de las dispersiones y del fraccionamiento; la muerte misma es sobrepasada, con todas las angustias que la acompañan.


El hombre transfigurado se ha vuelto silencioso


Llega un momento en el que todos los estados sucesivos están tras de si: ya no existe otra cosa que la transfiguración. La unidad es beatitud indecible, pero es también perfecta simplicidad y no distinción, porque se expresa en una perfecta libertad. Así, el hombre transfigurado no es visible, es decir reconocible, más que por aquellos que realizan una búsqueda idéntica.

Cuando el hombre es iluminado y transfigurado, ya no hay para él caminos, problemas o cuestiones, ni incluso imágenes alegóricas o simbólicas; recurre a ellas únicamente para expresarse. Todo se ha vuelto lugar silencioso. Deificado, él deifica porque proyecta en el cosmos simientes de metamorfosis. Así, por su vida interior, el hombre muerto y resucitado prolonga la obra de Cristo en el universo. Ni siquiera habla de Dios, porque se ha vuelto un vivo testimonio de la vida divina. Se nombra a un ausente, una presencia no tiene necesidad de ser evocada: ella está ahí.

La influencia sobre el mundo exterior

Los «acontecimientos se desarrollan en la realidad del espíritu antes de manifestarse en la realidad exterior de la historia. Todo lo que ocurre en el mundo tiene una fuente interior espiritual». Este comentario de Nicolás Berdiaev es significativo. Precisa la importancia de la vida interior y de su impacto sobre el mundo. La polución que hace estragos en el aire, en el agua y sobre la tierra, es el resultado de una polución en el interior mismo del hombre. Una tal polución significa su agonía.

Nada estará perdido mientras existan hombres que se han vuelto vivos gracias a la plenitud de su vida interior. Ellos hacen don de esa plenitud al universo y lo salvan transfigurándolo.


Marie Madeleine Davy

Publicado originalmente en: 
Questión de… nº116: Marie-Madeleine Davy, Les Chemins de la profondeur. Revue trimestrielle – Albin Michel, B.P. 21 – 84220 Gordes (Francia)





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miércoles, 24 de abril de 2019

Libro de la Orden de Caballería | Extracto | Ramón Llull

Masonería Cristiana



Segunda Parte
 (Selección)
págs 29-43


La cual  habla de la Orden de La  Caballería y habla del Oficio que es propio del Caballero


1. El oficio del caballero es el fin y la intención por los que comenzó la orden de caballería. De donde, si el caballero no cumple con el oficio de la caballería, es contrario a su orden y a los principios de la caballería arriba citados; por cuya contrariedad no es verdadero caballero, aunque sea llamado caballero; y tal caballero es más vil que el tejedor y el trompetero, que cumplen con su oficio.

       2. Oficio de caballero es mantener y defender la santa fe católica, por la cual Dios Padre envió a su Hijo a tomar carne en la gloriosa Virgen, Nuestra Señora Santa María, y para honrar y multiplicar la fe sufrió en este mundo muchos trabajos y muchas afrentas y penosa muerte. De donde, así como Nuestro Señor Dios ha elegido a los clérigos para mantener la santa fe con escrituras y probaciones necesarias, predicando aquélla a los infieles con tanta caridad que desean morir por ella, así el Dios de la gloria ha elegido a los caballeros para que por fuerza de armas venzan y sometan a los infieles, que cada día se afanan en la destrucción de la santa Iglesia. Por eso Dios honra en este mundo y en el otro a tales caballeros, que son mantenedores y defensores del oficio de Dios y de la fe por la cual nos hemos de salvar.

       3. El caballero que tiene fe y no usa de fe, y es contrario a aquellos que mantienen la fe, es como el entendimiento de un hombre a quien Dios ha dado razón y usa de sinrazón y de ignorancia. De donde, quien tiene fe y es contrario a la fe, quiere salvarse por lo que es contra la fe; y por eso su querer concuerda con el descreimiento, que es contrario a la fe y a la salvación, por cuyo descreimiento el hombre es condenado a padecer trabajos que no tienen fin.

       4. Muchos son los oficios que Dios ha dado en este mundo para ser servido por los hombres. Pero los más nobles, los más honrados, los más cercanos dos oficios que hay en este mundo, son oficio de clérigo y oficio de caballero; y por eso la mayor amistad que hubiera en este mundo debería darse entre clérigo y caballero. De donde, así como el clérigo no sigue la orden de clerecía cuando es contrario a la orden de caballería, así el caballero no mantiene la orden de caballería cuando es contrario y desobediente a los clérigos, que están obligados a amar y a mantener la orden de caballería.

       5. Una orden no está solamente en los hombres para que amen su orden, sino que está en ellos más bien para amar las otras órdenes. Por ello, amar una orden y desamar otra orden no es mantener la orden, pues ninguna orden ha hecho Dios contraria a otra orden. De donde, así como un hombre religioso que ama tanto su orden que es enemigo de otra orden no cumple con su orden, así el caballero no cumple con su oficio de caballero cuando ama tanto a su orden que menosprecia y desama otra orden. Pues si un caballero tuviera la orden de caballería desamando y destruyendo otra orden, se seguirla que Dios y la orden serían contrarios, cuya contrariedad es imposible.

       6. Tan noble cosa es el oficio de caballero que cada caballero debería ser señor y regidor de alguna tierra; pero no hay tierras suficientes para los caballeros, que son muchos. Y para significar que un solo Dios es señor de todas las cosas, el emperador debe ser caballero y señor de todos los caballeros; mas como el emperador no podría por si mismo regir a todos los caballeros, conviene que tenga debajo de sí reyes que sean caballeros, para que lo ayuden a mantener la orden de caballería. Y los reyes deben tener bajo sí condes, condores, valvasores y los demás grados de caballería; y bajo estos grados deben estar los caballeros de un escudo, los cuales sean gobernados y sometidos a los grados de caballería arriba citados.

       7. Para demostrar el excelente señorío, sabiduría y poder de Nuestro Señor Dios, que es uno, y puede y sabe regir y gobernar todo cuanto existe, inconveniente cosa sería que un caballero pudiese por sí mismo regir todas las gentes de este mundo, pues si lo hiciera no serían tan bien significados el señorío, el poder y la sabiduría de Nuestro Señor Dios. Por ello, Dios ha querido que para regir todas las gentes de este mundo sean necesarios muchos oficiales que sean caballeros. Por consiguiente, el rey o príncipe que hace procuradores, vegueres o bailes a otros hombres que no sean caballeros lo hace contra el oficio de la caballería, puesto que el caballero, según la dignidad de su oficio, es más conveniente para señorear en el pueblo que cualquier otro hombre; pues por el honor de su oficio se le debe más honor que a otro hombre que no tenga oficio tan honrado. Y por el honor en que está por su orden, tiene nobleza de corazón, y por la nobleza de corazón se inclina más tarde a maldad y a engaño y a viles acciones que otro hombre.

       8. Oficio de caballero es mantener y defender a su señor terrenal, pues ni rey, ni príncipe, ni ningún alto barón podría sin ayuda mantener la justicia entre sus gentes. De donde, si el pueblo o algún hombre se opone al mandamiento del rey o del príncipe, conviene que los caballeros ayuden a su señor, que por sí sólo es un hombre como los demás. De modo que el caballero malvado que ayuda antes al pueblo que a su señor, o que quiere ser señor y quiere desposeer a su señor, no cumple con el oficio por el cual es llamado caballero.

       9. Por los caballeros debe ser mantenida la justicia, pues así como los jueces tienen oficio de juzgar, así los caballeros tienen oficio de mantener la justicia. Y si el caballero y las letras pudiesen convenir entre sí tanto que el caballero poseyese la suficiente ciencia como para ser juez, juez debería ser el caballero; pues aquel por quien la justicia puede ser mejor mantenida es más conveniente para ser juez que otro hombre, con lo que el caballero es conveniente para ser juez.

       10. El caballero debe cabalgar, justar, correr lanzas, ir armado, tomar parte en torneos, hacer tablas redondas, esgrimir, cazar ciervos, osos, jabalíes, leones, y las demás cosas semejantes a éstas que son oficio de caballero; pues por todas estas cosas se acostumbran los caballeros a los hechos de armas y a mantener la orden de caballería. Por ello, menospreciar la costumbre y el uso de aquello por lo que el caballero aprende a usar bien de su oficio, es menospreciar la orden de caballería.

       11. De donde, así como todos estos usos arriba citados son propios del caballero en cuanto al cuerpo, así justicia, sabiduría, caridad, lealtad, verdad, humildad, fortaleza, esperanza, experiencia y demás virtudes semejantes a éstas son propias del caballero en cuanto al alma. Y por eso el caballero que usa de las cosas que son propias de la orden de caballería en cuanto al cuerpo, y no usa en cuanto al alma de aquellas virtudes que son propias de la caballería, no es amigo de la orden de caballería, pues si lo fuese se seguiría que el cuerpo y la caballería juntos serían contrarios al alma y a sus virtudes, y eso no es verdadero.

       12. Oficio de caballero es mantener la tierra, pues por el miedo que tienen las gentes a los caballeros dudan en destruir las tierras, y por temor de los caballeros dudan los reyes y los príncipes en ir los unos contra los otros. Pero el malvado caballero que no ayuda a su señor terrenal, natural, contra otro príncipe es caballero sin oficio, y es igual que fe sin obras y que descreimiento, que es contra fe. De donde, si tal caballero cumpliese obrando así con la orden y el oficio de caballería, la caballería y su orden serían contrarias al caballero que combate hasta la muerte por la justicia y por mantener y defender a su señor.

       13. No hay ningún oficio hecho que no pueda ser deshecho; pues si lo que ha sido hecho no pudiera ser deshecho ni destruido, lo que ha sido hecho sería semejante a Dios, que no ha sido hecho ni puede ser destruido. De donde, como el oficio de la caballería ha sido hecho y ordenado por Dios, y es mantenido por aquellos que aman la orden de caballería y que están en la orden de caballería, por eso el malvado caballero que abandona la orden de caballería, desamando el oficio de la caballería, deshace en sí mismo la caballería.

       14. El rey o el príncipe que deshace en sí mismo la orden de caballero, no solamente deshace en sí mismo su ser de caballero, sino también en los caballeros que le están sometidos, los cuales, por el mal ejemplo de su señor, y para ser amados por él y seguir sus malas costumbres, hacen lo que no es propio de la caballería ni de su orden. Y por eso los príncipes malvados no solamente son contrarios a la orden de caballería en si mismos, sino también en sus súbditos, en quienes deshacen la orden de caballería. De donde, si expulsar a un caballero de la orden de caballería es muy grande maldad y gran vileza de corazón, ¡cuánto peor obra aquel que expulsa a muchos caballeros de la orden de caballería!

       15. ¡Ah, qué gran fuerza de corazón reside en caballero que vence y somete a muchos malvados caballeros! El cual caballero es aquel príncipe o alto barón que ama tanto la orden de caballería que, pese a que muchos malvados que pasan por caballeros le aconsejan a diario que cometa maldades, traiciones y engaños para destruir en sí misma la caballería, el bienaventurado príncipe, con sola la nobleza de su corazón, y con la ayuda que le presta la caballería y su orden, destruye y vence a todos los enemigos de la caballería.

       16. Si la caballería residiera más en la fuerza corporal que en la fuerza del corazón, se seguiría que la orden de caballería concordaría mejor con el cuerpo que con el alma; y si así fuese, el cuerpo tendría mayor nobleza que el alma. De donde, puesto que la nobleza de corazón no puede ser vencida ni sometida por un hombre ni por todos los hombres que existen, y un cuerpo puede ser vencido y apresado por otro, el caballero malvado que teme más por la fuerza de su cuerpo, cuando huye de la batalla y desampara a su señor, que por la maldad y flaqueza de su corazón, no cumple con el oficio de caballero ni es servidor ni obediente a la honrada orden de caballería, que tuvo su principio en la nobleza de corazón.

       17. Si la menor nobleza de corazón conviniera mejor con la orden de caballería que la mayor, flaqueza y cobardía concordarían con caballería contra el valor y la fuerza de corazón; y si esto fuese así, flaqueza y cobardía serían oficio de caballero, y valor y fuerza desordenarían la orden de caballería. De donde, como esto no sea así, si tú, caballero, quieres y amas mucho la caballería, debes esforzarte para que, cuanto más te falten compañeros y armas y provisión, tengas mayor coraje y esperanza contra aquellos que son contrarios a la caballería. Y si tú mueres por mantener la caballería, entonces tú aprecias la caballería en lo que más la puedes amar, servir y considerar; pues la caballería en ningún lugar reside tan agradablemente como en la nobleza de corazón. Y ningún hombre puede amar ni honrar ni poseer mejor la caballería que aquel que muere por el honor y la orden de caballería.

       18. Caballería y valor no se avienen sin sabiduría y cordura; pues sí lo hiciesen, locura e ignorancia convendrían con la orden de caballería. Y si esto fuese así, sabiduría y cordura, que son contrarias a locura e ignorancia, serían contrarias a la orden de caballería, y eso es imposible; por cuya imposibilidad se te significa a ti, caballero que tienes grande amor a la orden de caballería, que así como la caballería, por la nobleza de corazón, te hace tener valor y te hace menospreciar los peligros para que puedas honrar la caballería, así conviene que la orden de caballería te haga amar la sabiduría y cordura con que puedas honrar la orden de caballería contra el desorden y la decadencia que hay en aquellos que piensan cumplir con el honor de la caballería por la locura y la mengua de entendimiento.

       19. Oficio de caballero es mantener viudas, huérfanos, hombres desvalidos; pues así como es costumbre y razón que los mayores ayuden y defiendan a los menores, así es costumbre de la orden de caballería que, por ser grande y honrada y poderoso, acuda en socorro y en ayuda de aquellos que le son inferiores en honra y en fuerza. De donde, si forzar viudas que necesitan ayuda y desheredar huérfanos que necesitan tutor, y robar y destruir a hombres mezquinos y desvalidos a quienes se debe prestar socorro, concuerda con la orden de caballería, maldad, engaño, crueldad y traición convienen con orden y con nobleza y honra. Y si esto es así, entonces el caballero y su orden son contrarios al principio de la orden de caballería.

       20. Si Dios ha dado ojos al menestral para que vea y pueda trabajar, al hombre pecador le ha dado ojos para que pueda llorar sus pecados; y si al caballero le ha dado el corazón para que sea estancia donde resida la nobleza de su ánimo, al caballero que tiene fuerza y honra le ha dado corazón para que haya en él piedad y compasión para ayudar y salvar y mirar por aquellos que levantan los ojos con lágrimas, y sus corazones con esperanza, a los caballeros para que los ayuden y los defiendan y los asistan en sus necesidades. Por consiguiente, el caballero que no tenga ojos con que vea a los desvalidos ni corazón con que cuide de sus necesidades, no es verdadero caballero ni está en la orden de caballería; pues tan alta y noble cosa es caballería que a todos aquellos que están obcecados y tienen un vil corazón los expulsa de su orden y de su beneficio.

       21. Si la caballería, que es oficio tan honrado, fuese oficio de robar y de destruir a los pobres y desvalidos, y de engañar y forzar a las viudas y a las demás mujeres, bien grande y bien noble oficio seria ayudar y mantener huérfanos y viudas y pobres. De donde, si lo que es maldad y engaño es propio de la orden de caballería, que es tan honrada, y por maldad, y por falsía, y por traición y crueldad la caballería se mantiene en su honra, ¡cuánto más honrada por encima de la caballería sería la orden que se mantuviera en su honra por lealtad, y cortesía, y liberalidad, y piedad!

       22. Oficio de caballero es tener castillo y caballo para guardar los caminos y defender a los labradores. Oficio de caballero es tener villas y ciudades para mantener la justicia entre las gentes, y para congregar y juntar en un lugar a carpinteros, herreros, zapateros, pañeros, mercaderes y los demás oficios que corresponden al ordenamiento de este mundo y que son necesarios para conservar el cuerpo en sus necesidades. De donde, si los caballeros, para mantener su oficio, están tan bien alojados que son señores de castillos y de villas y de ciudades; si destruir villas, castillos y ciudades, quemar y talar árboles y plantas, y matar el ganado y robar los caminos es oficio y orden de caballero, construir y edificar castillos, fortalezas, villas y ciudades, defender a los labradores, tener atalayas para la seguridad de los caminos y otras cosas semejantes a éstas, serían desordenamiento de caballería; y si esto fuese así, la razón por la que fue constituida la caballería seria una misma cosa con su desorden y su contrario.

       23. Traidores, ladrones, salteadores deben ser perseguidos por los caballeros; pues así como el hacha se ha hecho para destruir los árboles, así el caballero tiene su oficio para destruir a los hombres malos.

       De donde, si el caballero es salteador, ladrón, traidor, y los salteadores, traidores, ladrones deben ser muertos y apresados por los caballeros; si el caballero que es ladrón o traidor o salteador quiere cumplir con su oficio y cumple en otro con su oficio, mátese y préndase a sí mismo; y si en sí mismo no quiere cumplir con su oficio y cumple en otro con su oficio, conviene con la orden de caballería mejor en otro que en sí mismo. Y como no es lícito que ningún hombre se mate a sí mismo, por eso el caballero que sea ladrón, traidor y salteador debe ser destruido y muerto por otro caballero. Y el caballero que tolere o mantenga a caballero traidor, salteador, ladrón, no cumple con su oficio; pues si cumpliera con su oficio, obraría contra su oficio si matase o destruyese a los hombres ladrones y traidores, que no son caballeros.

       24. Si tú, caballero, tienes dolor o algún mal en una mano, aquel mal está más cerca de la otra mano que no de mí o de otro hombre; por consiguiente, el caballero que es traidor, ladrón o salteador tiene su vicio y su falta más cerca de ti, que eres caballero, que de mí, que no soy caballero. De donde, si tu mal te causa mayor dolor que el mío, ¿por qué excusas y mantienes al caballero enemigo del honor de la caballería y por qué vituperas a los hombres que no son caballeros por las faltas que cometen?

       25. El caballero ladrón comete mayor latrocinio contra el alto honor de la caballería cuando priva a ésta de sí mismo y de su nombre, que cuando roba dineros y otras cosas; pues quitar honra es dar vileza y mala fama a aquello que es digno de ser loado y honrado. Y como el honor y la honra valen más que dineros, oro y plata, por eso es mayor falta envilecer la caballería que robar dineros y otras cosas que no son la caballería. Y si esto no fuera así, se seguiría, o que dineros y las cosas que se roban son mejores que el hombre, o que es mayor latrocinio robar un dinero que robar muchos.

       26. Si el hombre traidor que mata a su señor, o yace con su mujer, o entrega su castillo, es caballero, ¿qué cosa es el hombre que muere por honrar y defender a su señor? Y si el caballero traidor es halagado por su señor, ¿cuál falta podrá cometer por la que sea castigado y reprendido? Y si el señor no mantiene el honor de la caballería contra su caballero traidor, ¿en quién lo mantendrá? Y si el señor no destruye a su traidor, ¿qué destruirá y por qué es señor, hombre o cosa alguna?

       27. Si es oficio de caballero retar o combatir al traidor, y si oficio de caballero traidor es esconderse y combatir contra caballero leal, ¿qué cosa es oficio de caballero? Y si un ánimo tan malvado como el del caballero traidor cuida vencer el ánimo de caballero leal, el alto ánimo de un caballero que combate por la lealtad, ¿qué cosa cuida vencer y superar? Y si es vencido el caballero amigo de la caballería y de la lealtad, ¿cuál es el pecado que ha cometido y adónde ha ido a parar el honor de la caballería?

       28. Si robar fuese oficio de caballero, dar sería contrario a la orden de caballería; y si dar conviniese con algún oficio, ¿cuánto valor habría en aquel hombre que tuviese el oficio de dar? Y si dar las cosas quitadas conviniese con el honor de la caballería, restituirlas, ¿con qué convendría? Y si el caballero debe poseer lo que quita a quien Dios se lo dio, ¿qué cosa hay que el caballero no deba poseer?

       29. Poco sabe de encomendar quien a lobo hambriento encomienda sus ovejas, y quien su bella esposa encomienda a caballero joven traidor, y quien su fuerte castillo encomienda a caballero avaro y robador. Y si tal hombre poco sabe de encomendar sus cosas, ¿quién es el que sabe encomendar sus bienes y quién es el que sabe devolver y guardar lo encomendado?

       30. ¿Has visto algún caballero que no quiera recobrar su castillo? ¿Has visto alguna vez caballero que no quiera guardar su esposa de caballero traidor? ¿Has visto alguna vez caballero robador que no robe furtivamente? Y si no has visto ninguno de tales caballeros, ¿podrá hacerlos volver alguna regla u orden a la orden de caballería?

       31. Tener reluciente el arnés y bien cuidado el caballo es oficio de caballero, y si jugarse el arnés, las armas y el caballo no es oficio de caballero, entonces lo que es y lo que no es oficio de caballero. De donde, si esto es así, entonces oficio de caballero es y no es; de donde, como ser y no ser son contrarios, y destruir el arnés no es caballería, entonces, caballería sin armas, ¿qué cosa es y por qué razón el caballero es llamado así?

       32. Mandamiento es de ley que el hombre no sea perjuro; de donde, si el jurar en falso no va contra la orden de caballería, Dios, que hizo el mandamiento, y caballería son contrarios; y si lo son, ¿dónde está la honra de la caballería y qué cosa es su oficio? Y sí Dios y caballería convienen entre sí, conviene que jurar en falso no se dé en aquellos que mantienen la caballería. Y si hacer voto y prometer a Dios y jurar en verdad no se da en el caballero, ¿dónde está la caballería?

       33. Si justicia y lujuria convienen entre sí, caballería, que conviene con justicia, convendría con lujuria; y si caballería y lujuria convienen entre sí, castidad, que es lo contrario de lujuria, iría contra la honra de la caballería; y si esto es así, seria verdad que los caballeros quisieran honrar la caballería para mantener la lujuria. Y si justicia y lujuria son contrarios, y la caballería existe para mantener la justicia, entonces caballero lujurioso y caballería son contrarios; y si lo son, en la caballería debería ser evitado más de lo que lo es el vicio de la lujuria; y si fuese castigado el vicio de la lujuria según debería, de ninguna orden serían expulsados tantos hombres como de la orden de caballería.

       34. Si justicia y humildad fuesen contrarias, caballería, que concuerda con justicia, seria contra humildad y concordarla con orgullo. Y si caballero orgulloso mantiene el oficio de caballería, otra caballería fue aquella que comenzó por la justicia y para mantener a los hombres humildes contra los orgullosos injustos. Y si esto es así, los caballeros de estos tiempos no están en la orden en que estaban los otros caballeros que hubo primero. Y si estos caballeros de ahora tienen la regla y cumplen con el oficio con que cumplían los primeros, no hay orgullo ni maldad en estos caballeros que vemos orgullosos e injustos. Y sí lo que parece ser orgullo e injusticia no es nada, entonces, ¿en qué están y dónde y qué son humildad y justicia?

       35. Si justicia y paz fuesen contrarias, caballería, que concuerda con justicia, sería contraria a paz; y si lo es, entonces estos caballeros que son ahora enemigos de la paz y aman las guerras y las fatigas son caballeros; y aquellos que pacifican a las gentes y huyen de las fatigas son injustos y son contra caballería. De donde, si esto es así, y los caballeros de ahora cumplen con el oficio de la caballería siendo injustos y belicosos y amadores del mal y las fatigas, me pregunto qué cosa eran los primeros caballeros, que concordaban con justicia y con paz, pacificando a los hombres por la justicia y por la fuerza de las armas. Pues así como en los primeros tiempos, es ahora oficio de caballero pacificar a los hombres por la fuerza de las armas; y si los caballeros belicosos e injustos de estos tiempos no están en la orden de caballería ni tienen oficio de caballero, ¿dónde está, entonces, caballería y cuáles y cuántos son los que están en su orden?

       36. Muchas son las maneras por las que el caballero puede y debe cumplir con el oficio de la caballería; pero, puesto que hemos de tratar de otras cosas, las exponemos lo más abreviadamente que podemos, y mayormente porque a petición de un cortés escudero, leal y verdadero, que ha observado durante mucho tiempo la regla de caballero, hemos hecho este libro abreviadamente, pues en breve debe ser armado nuevo caballero.



Masonería Cristiana





Masonería Cristiana

Alianza Editorial. Madrid 1986


Acerca del autor

Masonería Cristiana


Fuente Wikipedia

domingo, 21 de abril de 2019

El Misterio de la Resurrección | Cuerpos Celestes y Cuerpos Terrestres | Extractos

Masonería Cristiana
La Resurrección
Pietro Perugino
1446 - 1523


El Misterio de la Resurrección

Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí vivirá, aunque muera; y todo el que vive y cree en mí no morirá jamás.

Juan 11:25-26
Biblia de Jerusalén


En verdad, en verdad os digo que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, produce mucho fruto. El que ama su vida la pierde; y el que aborrece su vida en este mundo, la conservará para vida eterna.

Juan 12:24-25
Biblia de Jerusalén



Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor

El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada.
Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto".
Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro.
Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes.
Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró.
Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo,
y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte.
Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó.
Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos.

Juan 20,1-9
Biblia de Jerusalén




De los Cuerpos Celestes y los Cuerpos Terrestres

35 Pero dirá alguno: ¿Cómo resucitarán los muertos? ¿Con qué cuerpo vendrán?

36 Necio, lo que tú siembras no se vivifica, si no muere antes.

37 Y lo que siembras no es el cuerpo que ha de salir, sino el grano desnudo, ya sea de trigo o de otro grano;

38 pero Dios le da el cuerpo como él quiso, y a cada semilla su propio cuerpo.

39 No toda carne es la misma carne, sino que una carne es la de los hombres, otra carne la de las bestias, otra la de los peces, y otra la de las aves.

40 Y hay cuerpos celestiales, y cuerpos terrenales; pero una es la gloria de los celestiales, y otra la de los terrenales.

41 Una es la gloria del sol, otra la gloria de la luna, y otra la gloria de las estrellas, pues una estrella es diferente de otra en gloria.

42 Así también es la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción, resucitará en incorrupción.

43 Se siembra en deshonra, resucitará en gloria; se siembra en debilidad, resucitará en poder.

44 Se siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual. Hay cuerpo animal, y hay cuerpo espiritual.

45 Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante.

46 Mas lo espiritual no es primero, sino lo animal; luego lo espiritual.

47 El primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo.

48 Cual el terrenal, tales también los terrenales; y cual el celestial, tales también los celestiales.

49 Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial.

50 Pero esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción.

51 He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados,

52 en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados.

53 Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad.

54 Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria.

55 ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?

56 ya que el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado, la ley.

57 Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo.

58 Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano.

1 Corintios 15: 30 - 58
Biblia de Jerusalén



La gloria de los cuerpos resucitados
  
Ni nosotros ni las divinas escrituras decimos que los que murieron de antiguo al resucitar de la tierra vivirán con la misma carne que tenían sin sufrir cambio alguno en mejor... Porque hemos oído muchas escrituras que hablan de la resurrección de una manera digna de Dios. Por el momento basta aducir las palabras de Pablo en su primera a los Corintios (15, 35ss)

Dirá alguno: ¿Cómo resucitarán los muertos? ¿Y con qué género de cuerpo se presentarán? Insensato: lo que tú siembras no brota a la vida si no muere. Y lo que siembras no es el cuerpo que ha de ser, sino un simple grano, por ejemplo, de trigo o de alguna otra semilla. Pero Dios le da un cuerpo como quiere, y a cada una de las semillas su cuerpo correspondiente”. 

Fíjate, pues, cómo en estas palabras dice que no se siembra “el cuerpo que ha de ser”, sino que de lo que es sembrado y arrojado como grano desnudo en la tierra da Dios “a cada una de las semillas su cuerpo correspondiente”; algo así sucede con la resurrección. Pues de la semilla que se arroja surge a veces una espiga, y a veces un árbol como la mostaza, o un árbol todavía mayor en el caso del olivo de hueso o de los frutales.

Así pues, Dios da a cada uno un cuerpo según lo que ha determinado: así sucede con lo que se siembra, y también con lo que viene a ser una especie de siembra, la muerte: en el tiempo conveniente, de lo que se ha sembrado volverá a tomar cada uno el cuerpo que Dios le ha designado según sus méritos. Oímos también que la Biblia nos enseña en muchos pasajes que hay una diferencia entre lo que viene a ser como semilla que se siembra y lo que viene a ser como lo que nace de ella. Dice: 

Se siembra en corrupción, surge en incorrupción; se siembra en deshonor, surge con gloria; se siembra en debilidad, surge con fuerza; se siembra un cuerpo natural, surge un cuerpo espiritual” (1 Cor 15, 42). 

El que pueda que procure todavía entender lo que quiso decir el que dijo: 

Cual terrestres, así son los hombres terrestres, y cual celestes, así son los hombres celestes. Y de la misma manera en que llevamos la imagen del terrestre, así llevamos la imagen del celeste” (1 Cor 15, 48). 

Y aunque el Apóstol quiere ocultar en este punto los aspectos misteriosos que no serían oportunos para los más simples y para los oídos de la masa de los que son inducidos a una vida mejor por la simple fe, sin embargos para que no interpretáramos mal sus palabras, después de “llevaremos la imagen celeste” se vio obligado a decir: 

Os digo esto, hermanos, que ni la carne ni la sangre pueden heredar el reino de los cielos, ni la corrupción hereda la incorrupción”. 

Luego, puesto que tenía conciencia de que hay algo de inefable y misterioso en este punto, y como convenía a uno que dejaba a la posteridad por escrito lo que él sentía, añade: 

Mirad que os hablo de un misterio”. 

Ordinariamente esto se dice de las doctrinas más profundas y más místicas y que con razón se mantienen ocultas al vulgo...

No es de gusanos, pues, nuestra esperanza, ni anhela nuestra alma un cuerpo que se ha corrompido; sino que el alma, si bien necesita de un cuerpo para moverse en el espacio local, cuando está instruida en la sabiduría -según aquello: 

La boca del justo practicará la sabiduría” (Sal 36, 30)- conoce la diferencia entre la habitación terrestre que se corrompe, en la que está el tabernáculo, y el mismo tabernáculo, en el cual los que son justos gimen afligidos porque no quieren ser despojados del tabernáculo, sino que quieren revestirse con el tabernáculo, para que al revestirse así “lo que es mortal sea tragado por la vida”.
 ( 2 Cor 5, 1).

Orígenes de Alejandría
Contra Celsum
(Contra Celso V. 18s.)
Extracto

Traducción del inglés-Contra Celso, conservado en su totalidad en griego, es una importante obra de apologética del Padre de la Iglesia, Orígenes de Alejandría, escrita alrededor del año 248 d. C., contrarrestando los escritos de Celso, un filósofo y controversial pagano que había escrito un ataque mordaz al cristianismo en su tratado.



La resurrección de la carne y el poder de Dios sobre la naturaleza

Nosotros no decimos que el cuerpo que se ha corrompido retorne a su naturaleza originaria, como tampoco el grano de trigo que se ha corrompido vuelve a ser aquel grano de trigo (Cf. 1 Cor 15, 37). Decimos que así como del grano de trigo surge la espiga, así hay cierto principio incorruptible en el cuerpo, del cual surge el cuerpoen incorrupción” (1 Cor 15, 42). Son los estoicos los que dicen que el cuerpo que se ha corrompido enteramente vuelve a recobrar su naturaleza originaria, pues admiten la doctrina de que hay períodos idénticos. 

Fundados en lo que ellos creen una necesidad lógica, dicen que todo se recompondrá de nuevo según la misma composición primera de la que se originó la disolución. Pero nosotros no nos refugiamos en un argumento tan poco asequible como el de que todo es posible para Dios, pues tenemos conciencia de que no comprendemos la palabra «todo» aplicada a cosas inexistentes o inconcebibles. En cambio decimos que Dios no puede hacer cosa mala, pues el dios que pudiera hacerla no sería Dios. “Si Dios hace algo malo, no es Dios” (Euríp. fr. 292 Nauck).

Cuando afirma Celso que Dios no quiere lo que es contra la naturaleza, hay que hacer una distinción en lo que dice. Si para uno lo que es contra la naturaleza equivale al mal, también nosotros decimos que Dios no quiere lo que es contra la naturaleza, como no quiere lo que proviene del mal o del absurdo. Pero si se refiere a lo que se hace según la inteligencia y la voluntad de Dios, se sigue necesaria e inmediatamente que esto no será contra la naturaleza, ya que no puede ser contra la naturaleza lo que hace Dios, aunque sean cosas extraordinarias o que parecen serlo a algunos.

Si nos fuerzan a usar estos términos, diremos que con respecto a lo que comúnmente se considera naturaleza, Dios puede a veces hacer cosas que están por encima de tal naturaleza, levantando al hombre sobre la naturaleza humana, y transmutándolo en una naturaleza superior y más divina, y conservándolo en ella todo el tiempo en que el que es así conservado manifiesta por sus acciones que quiere seguir en esta condición.

Orígenes parte de un hecho: los elementos materiales del cuerpo se renuevan sin cesar. Nadie puede por tanto asegurar la identidad del cuerpo consigo mismo, ni su permanencia, incluso en la vida actual, y con mayor razón en la del más allá. Los cuerpos están sometidos a un devenir. La unidad del cuerpo terrestre y de los cuerpos gloriosos es del orden de la sustancia (ousía). Orígenes adopta aquí la concepción estoica de ousía que puede recibir todas las formas posibles, sin comprometerse con ninguna: “aquí abajo” “la substancia humana” de los individuos se siente afectada por cualidades terrestres, “allá arriba” por cualidades celestes, adaptadas al mundo nuevo. La unidad también depende en términos estoicos de un Logos espermático o razón seminal, que está presente en el cuerpo terrestre y que germinará para dar lugar al cuerpo glorioso.

Todo cuerpo sustentado por la naturaleza que le incorpora elementos foráneos, a manera de alimentos, y que evacua otros en intercambio de lo que le entra, no tiene nunca el mismo substrato (=hypokeimenon), no permanece el mismo ni por dos días; por eso el cuerpo puede denominarse río. Y sin embargo, Pedro o Pablo, siguen siendo los mismos, manteniendo una identidad que no es la del alma, cuya esencia no se diluye, ni sufre la introducción de elementos externos: permanece el mismo, incluso siendo naturaleza de cuerpo fluente; porque la forma que caracteriza al cuerpo es la misma. 

Esta forma corporal la revestirá el alma de nuevo en la resurrección, mejorada, pero no en absoluto el substrato, que se le había sido concedido al comienzo. Como la forma del bebé subsiste en el anciano, incluso si los caracteres parece que han sufrido enormes cambios. El santo tendrá un cuerpo, mantenido ahora en estado de resurrección, según le imponía entonces la forma a la carne; pero ya no habrá más carne. Los caracteres que estaban impresos en la carne, lo serán en el cuerpo espiritual. La cuestión fundamental no es aquí el misterio de la identidad del cuerpo terrestre con el resucitado, pues esto sólo es una consecuencia, sino lo que asegura la permanencia del cuerpo terrestre, a pesar del flujo constante de elementos materiales.

En el tratado de la Oración Orígenes distingue las dos esencias: una sustancia espiritual que queda inconmovible y la otra corporal, accesible a cualquier cualidad pero sin compromiso con ninguna. Esta segunda ousía (esencia) le permite explicar en muchos textos la permanencia del cuerpo actual en el resucitado (Orac 27,8 ; PArj 3,6,7.).

Es la silueta (eidos) corporal, mortal por naturaleza, pero que recibirá de Cristo una nueva vida, es análogo a la idea platónica y la forma aristotélica; pero mantiene con respecto a ambas una cierta distancia. Es por tanto el principio de unidad, de desarrollo, de existencia y de personalización del cuerpo: se manifiesta por fuera mediante rasgos que caracterizan al personaje, pero no se confunde con la apariencia exterior cambiante, que corresponde a lo que es una vestimenta (sjêma). El cambio de la cualidad terrestre en cualidad etérea (celeste), al menos después de la Ascensión, no extorsiona en nada la identidad de la silueta (el eidos).

Por tanto, en la resurrección espiritual los cuerpos terrenos de los bienaventurados devienen etéreos: la silueta permanece la misma pero cambia la “cualidad”, que de terrenal deviene celestial. Los cuerpos gloriosos son calificados, pues, de “centelleantes” (augoeidè) y etéreos.


Orígenes de Alejandría
Contra Celsum
(Contra Celso V. 23)
Extracto


La realidad de la muerte de Jesús, supuesto de la realidad de su resurrección

"¿Cómo puede ser inmortal un muerto?", sepa quien quiera saberlo que no es inmortal un muerto, sino quien resucita de entre los muertos. Ahora bien, no sólo no es inmortal un muerto, sino que Jesús mismo, que une en sí dos naturalezas, no fue inmortal antes de morir, precisamente porque tenía que morir. Es inmortal, empero, cuando ya no morirá más: Cristo, resucitado que he de entre los muertos, ya no muere más; la muerte no tiene ya señorío sobre El (Rm 6,9), aunque no lo quieran los que no son capaces de entender en qué sentido se dijeron estas palabras.


Orígenes de Alejandría
Contra Celsum
(Contra Celso V. 16  - Libro 216)
Extracto


Condición del cuerpo resucitado

Y era consecuente que todo lo que de El se había profetizado (y en las profecías entra también su resurrección), lo que El hizo y lo que le aconteció fuera coronado por este milagro señero. Efectivamente, en persona de Jesús, había pre-dicho el profeta: Mi carne descansará con confianza, porque no dejarás mi alma en los infiernos, y no permitirás que corrupción tu santo vea.
 (Ps 15,9-10). 

Por lo demás, después de su resurrección se hallaba Jesús en una especie de estado fronterizo entre la solidez del cuerpo antes de la pasión y la aparición de un alma desnuda del cuerpo. Así se explica que, estando reunidos los discípulos y Tomás con ellos, vino Jesús, a puertas cerradas, se puso en medio de ellos y dijo: La paz sea con vosotros. Y luego dijo a Tomás: Trae aquí tu dedo, etc. (Jn 20,26-27). 

Y en el evangelio de Lucas, cuando Simón y Cleofás 2" iban conversando entre sí sobre todo lo que les había acaecido, Jesús se les juntó en el camino. Y los ojos de ellos estaban cerrados para no reconocerlo; y El les dijo: ¿Qué conversación es esa que lleváis uno con otro mientras vais caminando? Y cuando se les abrieron los ojos y lo reconocieron, dice literalmente la Escritura: Y El desapareció de su presencia (Lc 24,31). Así, pues, aunque Celso se empeñe en equiparar otras apariciones y otros aparecidos con lo que se escribe de Jesús y de quienes lo vieron después de resucitado, todo el que inteligente y discretamente examine los hechos verá patente que se trata de algo más maravilloso.


Orígenes de Alejandría
Contra Celsum
(Contra Celso V. 61  - Libro 261)
Extracto


El grano que se siembra

Ahora, pues, ni nosotros ni las letras divinas dicen que "los de antiguo muertos, salidos de la tierra, vivirán con sus propias carnes" sin que éstas hayan experimentado una transformación en mejor. Y, al decir esto Celso, nos calumnia. Leemos, en efecto, muchos pasajes de las Escrituras que hablan de la resurrección de manera digna de Dios; pero, de momento, basta citar un texto de Pablo, de la primera carta a los corintios, que dice así: 

Mas dirá alguno: ¿Cómo resucitarán los muertos y con qué cuerpo vendrán? ¡Necio! Lo que tú siembras no se vivifica si no muere. Y lo que siembras, no es el cuerpo que ha de nacer, sino un simple grano, por ejemplo, de trigo o semillas semejantes. Dios, empero, le da cuerpo como El quiere, y a cada semilla su propio cuerpo (1 Cor 15,35-38). 

De ver es aquí cómo no dice que se siembre el cuerpo que ha de nacer. No; aquí, en la semilla que se siembra y se arroja desnuda a la tierra, al dar Dios a cada una su propio cuerpo, viene a cumplirse una especie de resurrección: de la semilla arrojada sale en unos casos una espiga, en otros un árbol, como en la mostaza, u otro aún mayor, como en el olivo o algún otro árbol frutal'.


Orígenes de Alejandría
Contra Celsum
(Contra Celso V. 18  - Libro 518)
Extracto


“Día de la Resurrección, día de nuestra alegría”

“¡Éste es el día que hizo el Señor, exultemos y gocémonos en él!” (Sal117, 24) ¿Por qué? Porque el sol ya no está obscurecido, sino más bien todo se ilumina; el velo del Templo ya no está rasgado, sino que el misterio  ha sido revelado; ya no tenemos en nuestras manos ramos de palmeras, sino que rodeamos a los nuevos bautizados.
“Éste es el día que hizo el Señor”… Éste día en el sentido propio, el día triunfal, el día consagrado para festejar la resurrección, día en el que nos vestimos de gracia, día en el que compartimos el Cordero Espiritual, día en el que damos de beber leche a los que acaban de nacer, día en el que se realiza el plan de la Providencia a favor de los pobres. “Pasemos este día con gozo y con alegría”…

En éste día en el que Adán ha sido liberado, en el que Eva fue liberada de su pena, en el que la salvaje muerte se estremeció, en el que el poder de las piedras de rompió, en el que los cerrojos de las tumbas fueron arrancados…, en el que las inmutables leyes de las potencias del infierno fueron revocadas, en el que los cielos se abrieron cuando Cristo, nuestro Maestro, resucitó. Este es el día en el que, para el bien de los hombres, la plata verde y fértil de la resurrección multiplicó sus vástagos en todo el universo como en un jardín, en el que los lirios de los nuevos bautizados han florecido…, en el que las multitudes de los creyentes se regocijan, en el que las coronas de los mártires se reverdecen. “Éste es el día que hizo el Señor; pasémoslo con gozo y con alegría.


San Juan Crisóstomo (c. 345-407)
obispo de Constantinopla,
doctor de la Iglesia
(trad. SC 187, p. 321 rev. Brésard)


Tratado de las dos naturalezas

"Preguntamos a esos hombres carnales y materiales que no ven nada más que por los ojos de la materia, y aquellos que son lo bastante infelices como para negar la espiritualidad de su ser, y a los que también, unidos exclusivamente al sentido literal de las tradiciones religiosas, no quieren ver en la forma corporal del hombre primitivo antes de su caída más que un cuerpo de materia como el del que están actualmente revestidos, reconociendo solamente una materia más purificada. Es Jesús-Cristo mismo el que va a probarles la diferencia esencial de estas dos formas corporales y su destino, revistiéndose de una después de su resurrección, después de haber destruido la otra en la tumba".
"Jesús-Cristo deposita en la tumba los elementos de la materia, y resucita en una forma gloriosa que ya no tiene más la apariencia de la materia, que incluso no conserva los Principios elementales, y que no es más que una envoltura inmaterial del ser esencial que quiere manifestar su acción espiritual y la hace visible a los hombres revestidos de materia". 

Jean Baptiste Willermoz
Extracto



Decreto de Creación del Triángulo Masónico Rectificado "Jerusalén Celeste N°13"

El Hombre de Luz / La ordenación sacerdotal y los sacramentos / La vida consagrada / La iniciación / Pascal Gambirasio d’Asseux

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